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CIENCIA > LA FÍSICA DEL APLAUSO

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La Física del aplauso

Por Juan Manuel Rodríguez Parrondo

I. El entusiasmo duplica la frecuencia

Mientras pensaba como enfocar esta serie de artículos sobre "la nueva Física", recibí por correo electrónico el índice semanal de la revista Nature, probablemente la revista más influyente en el mundo científico.

Al ver el artículo de un grupo de físicos sobre cómo aplaudimos al terminar un concierto, pensé que era un ejemplo excelente para mostrar cómo la Física ha ampliado su alcance a problemas que hace unas décadas se habrían considerado propios de la sociología o la psicología experimental.

Los autores del artículo han grabado los aplausos tras una ópera y han descubierto que se alternan períodos en los que la ovación es una suma incoherente de palmas junto con otros períodos en los que el público aplaude de forma rítmica y sincronizada.

Colocando micrófonos en algunas butacas elegidas al azar, comprobaron que en el aplauso sincronizado la frecuencia de las palmas de cada espectador es la mitad que en el aplauso incoherente.

Realizaron entonces experimentos con persona aisladas y encontraron que todos aplaudieron esencialmente con dos frecuencias, una doble de la otra.Usted mismo puede comprobarlo con su forma de aplaudir o con algún amigo: imagínese al término de una obra que le ha gustado especialmente y aplauda tal y como lo haría en el teatro; cuente el número de palmas que da durante diez segundos y obtenga la frecuencia del aplauso; repita el experimento pero imaginándose que se encuentra en la situación de aplauso sincronizado. Verá que la frecuencia en el segundo caso es aproximadamente la mitad que en el primero.

Esta duplicación de frecuencia es un fenómeno muy extendido en la Naturaleza. Se da, por ejemplo, en el goteo de un grifo. Es difícil comprobarlo en un grifo normal, pero con un poco de paciencia verá que, al abrir un poco el grifo, en lugar de intensificarse de forma continua, dobla repentinamente su frecuencia.

II. El entusiasmo rompe la armonía.

A la Naturaleza le gustan las oscilaciones periódicas. La Tierra gira cada 24 horas sobre su eje, los planetas y la luna llevan millones de años repitiendo el mismo movimiento. Cuando golpeamos algo que cuelga, también oscila de forma periódica, aunque en este caso, las oscilaciones se atenúan rápidamente.

Cada péndulo, cada oscilador en la Naturaleza, tiene una frecuencia natural, y trata siempre de oscilar con esa frecuencia. No importa con que fuerza empujemos un columpio, siempre que se balanceará con la misma frecuencia (¡pero no con la misma velocidad!)

Existen también osciladores biológicos: los ritmos del corazón, el ritmo menstrual,… Algunos de ellos tienen una o varias frecuencias naturales. Lo hemos visto con el aplauso: una persona tiende a aplaudir siempre con dos frecuencias, una doble de la otra, dependiendo de su entusiasmo. Si realizó el experimento propuesto en el apartado anterior, habrá comprobado que en el aplauso entusiasta hay alrededor de cuatro palmadas por segundo, mientras que en el aplauso sincronizado hay solo dos.

Varios osciladores pueden sincronizarse si se dan dos condiciones: la primera es que a los osciladores "les guste" oscilar al unísono, es decir, que se atraigan los unos a los otros; la segunda es que tengan frecuencia naturales parecidas. Cuanto menos se atraen los osciladores, más parecidas deben ser sus frecuencias para que haya sincronización.

¿Qué ocurre en el caso del aplauso? Parece ser cierto que tenemos una atracción inconsciente al sincronizar nuestro aplauso con el resto del público. Pero la frecuencia natural del aplauso no es exactamente la misma en todas las personas, hay una dispersión en las frecuencias naturales. Los experimentos que mencionamos anteriormente muestran que esta dispersión se reduce a la mitad en el aplauso sincronizado. Lo que ocurre entonces en una ovación es que la atracción entre nuestras formas de aplaudir es suficiente para sincronizar el aplauso de frecuencia baja, pero no para sincronizar el aplauso entusiasta.

En el artículo de Nature se resume la dinámica del aplauso: en el comienzo de la ovación la mayoría de los aplausos son entusiastas y la sincronización no es posible; pasados unos diez segundos los espectadores reducen a la mitad su frecuencia de aplauso y comienza un período de sincronización. La sincronización se suele perder de nuevo si un número apreciable de espectadores entusiastas vuelve a doblar la frecuencia de sus palmadas.

Una de las cuestiones más interesantes que plantean estos autores, pero no se resuelven, es el hecho de que el aplauso sincronizado no ocurre en todas las culturas. Esto nos indica que nuestra forma de aplaudir no es "natural", sino aprendida.



 
 
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