Matricidio
Casilda Rodrigañez
Hay mujeres que abogan por suprimir la maternidad y la menstruación;
acabar con la utilización de nuestros cuerpos para la reproducción
humana. !ya está bien de sufrir! Yo desde luego me apuntaría
a ello si realmente fuera una solución para que dejásemos
de sufrir: ¡tantas chicas hay que sufren tantísimo
cada mes de su vida! Si no fuera porque, aunque también he
padecido mi cuota de sufrimiento uterino, he vivido y experimentado
otra cosa; y esa otra cosa ha sido tan fuerte, tan apasionante,
como una energía especial que re-equilibra todo, que te devuelve
una especie de integridad corporal, un ligero vahido de eso que
Lea Melandri llama 'ser mujer', de vivir la existencia negada, imposible,
prohibida: la otra cara de la lascivia y del pacto con Satán;
el cerebro hecho vientre (Belli), la conciencia y el útero
unidos (Merelo-Barberá). Evidentemente el camino para dejar
de sufrir no es rematar la operación patriarcal de la desnaturalización
del cuerpo femenino, de su funcionamiento robotizado; por el contrario,
el camino es el de recuperar su funcionamiento natural, liberarlo
de su impregnación patriarcal, ¡ay! tan profundamente
impregnado. El camino de la expansión del placer y de la
sexualidad femenina.
La sexualidad de la mujer tendría que arrancar, y de hecho
arranca en su vida intrauterina, con el cuerpo a cuerpo con la madre
en la etapa primal. Al salir, debería encontrar una mujer
que estuviera ahí no como mujer del hombre para el hombre,
sino como mujer con su cuerpo de mujer en gestación extrauterina.
La expansión del periodo primal, debería proseguir
en el cuerpo a cuerpo con la pareja de la madre, si la tiene, con
los hermanos y hermanas, con las abuelas y abuelos, y con el resto
de adultos del grupo familiar. La expansión de la sexualidad
básica humana, hoy erradicada, incluiría la expansión
de la sexualidad de la niña, de la adolescente, de la mujer...
Todo esto hoy no existe, y como decía Reich, el patriarcado
ha creado con la energía de la sexualidad natural reprimida,
la sexualidad secundaria, perversa, del hombre de hoy, que es correlativa
al funcionamiento robotizado del aparato reproductor femenino, es
decir, un funcionamiento sin el impulso de la emoción erótica
que le orrespondería.
Si las niñas bailasen las danzas del vientre con sus hermanas
mayores, sus madres, sus abuelas, y nadasen como sirenas, crecerían
sin parar de mover las caderas, la pelvis, el útero; y éste
volvería ser como un pez que se mueve en nuestro vientre,
tal cual lo representaban en el neolítico. Cuando se habla
de recuperar nuestro cuerpo de mujer, en concreto quiere decir recuperar
la sensibilidad y el movimiento uterino. Que nuestro vientre canalice
y exprese nuestra emoción y nuestra alegría de vivir.
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