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El Sol como primer alimento
por Carlos y Ricardo Stro de su libro Supervivir
Escrito por Stephanie Mlacker y sus colegas, el siguiente texto se publicó en la prestigiosa revista médica Journal of the American Medical Association
(JAMA):
Durante mucho tiempo, el sol ha sido visto como un objeto de asombro y reverencia por varias culturas a lo largo de la historia.
Docenas de sociedades antiguas han adorado al sol como fuente de vida y alimento, y muchas diseñaron sus templos específicamente para dejar entrar la luz del sol. Los chinos introdujeron el arte de mirar el sol por la mañana (sungazing) integrándolo en ejercicios como el taichí. Incluso el yoga tiene fuertes vínculos con la exposición al sol; el saludo al sol tiene su origen en la India como parte de una antigua práctica hindú. Además de adorar al dios sol Ra, los antiguos egipcios fueron los primeros en informar sobre los beneficios para la salud de la exposición al sol hace ya 6.000 años.
Las antiguas civilizaciones griega, romana y árabe reconocieron de manera similar su valor terapéutico.
Aquí vemos el sol como fuente de vida y alimento. Docenas de sociedades antiguas conocían que el sol era, efectivamente, parte del alimento que nosotros hemos denominado «impresiones», nuestra comida primordial. Además, la cadena trófica empieza con su acción: las plantas y las algas utilizan luz solar, agua y CO2 para dar lugar al oxígeno que respiras y a la glucosa, en lo que se conoce como «proceso de la fotosíntesis». Es decir, a partir del sol, las plantas producen oxígeno y azúcar (la glucosa es el azúcar por excelencia). Los tres tipos de alimento de los que hemos hablado —alimento ordinario (azúcar), aire (oxígeno) e impresiones (luz)— se encuentran, como no podía ser de otra manera, interconectados en su origen. Los herbívoros consumen la glucosa de las plantas para crecer y prosperar. Los carnívoros comen herbívoros. Los humanos somos omnívoros; en la cúspide de la cadena alimentaria, estamos destinados a comer seres vivos para proveer a nuestras células de las herramientas que utilizarán para sus procesos. Una historia que comenzó hace 3.600 millones de años con el sol incidiendo en ciertas microalgas nos produce la siguiente reflexión:
Toda la comida proporcionada por la naturaleza no es más que un código de barras que representa la radiación solar en cada lugar del planeta.
Hemos definido la comida real innumerables veces: es aquella que crece bajo la misma radiación solar que baña tus ojos y tu piel. Por tanto, ha de ser estacional, local y natural. La mayoría piensa, por poner un ejemplo, que los tomates son comida real, cuando podría no ser así. No todo lo que crece en la tierra es natural y óptimo (siempre ponemos como ejemplo ilustrador las setas venenosas). La mayor parte de los tomates que has comido a lo largo de tu vida han crecido en invernaderos, debajo de un plástico que filtra la luz solar de manera aleatoria. Aunque vivieras al lado del invernadero que te ha dado de comer tomates, y otras verduras y frutas, estos comestibles (que no alimentos) no han crecido bajo la misma luz del sol que recibe tu cuerpo, sino bajo otra bien distinta, modificada, que difiere de las ondas electromagnéticas en su espectro completo que vienen de lo alto. Es más, si esas frutas y verduras crecieran de manera natural, sin modificaciones genéticas, a plena luz solar, tampoco serían comida real si tú te pasas el día sin salir de casa: no crecerían bajo la misma luz a la que están expuestos tus ojos y tu piel.
Podrías pensar que estamos exagerando demasiado. Debes comprender que primero hay que destruir los dogmas y paradigmas de la mente. No va a pasar nada por comer tomates o verduras de invernadero, tan solo has de saber que no es comida real. Ese es el cambio de mente, metanoia, que necesitas. De lo contrario, podrías pensar que todo lo que proviene de una planta es lo más saludable, como nos han hecho creer toda la vida. «An apple a day keeps the doctor away» es un dicho inglés popular, una variación de un proverbio de 1866 que venía a decir que comer una manzana antes de irte a la cama acabaría con las ganancias de los médicos: «Eat an apple on going to bed, and you’ll keep the doctor from earning his bread». Pero no, una manzana al día no va a alejarte del médico, y mucho menos si te la comes por la noche. Es una falacia. Y, por supuesto, no va a hacerlo esa manzana Fuji del tamaño de media cabeza, barnizada, que venden en los supermercados.
Hablando de manzanas, te vamos a contar una historia que ilustra a la perfección el poder creador del sol. En el año 1956 se estrenó la película documental de Disney Secretos de la vida. La compañía contó con los servicios del fotógrafo John Nash Ott para una de sus secuencias más famosas: visualizar el proceso de crecimiento de una manzana hasta convertirse en madura y jugosa, con su característico color rojo, lista para comer. Lo que a simple vista parece muy sencillo no lo fue en absoluto. Ott instaló un set de fotografía alrededor de uno de sus manzanos con el objeto de sacar una fotografía cada cinco minutos, día y noche, desde mediados de marzo hasta octubre. Además, debía lidiar con las inclemencias del tiempo, los insectos y posibles hongos que pudieran atacar los frutos. Si no estaba atento, tendría que esperar otro año para realizar el proyecto. Para llevarlo a cabo, construyó alrededor del árbol una especie de andamio con cristales, tragaluz y persianas, que se cerrarían cuando él lo considerara necesario. Todo parecía ir fenomenal. Con la entrada del otoño, las manzanas de su propiedad comenzaron a presentar un color rojizo, a excepción de las del manzano en cuestión, que seguían verdes y cada vez eran más grandes. A Disney le pareció genial el tamaño, pero el color debía ser rojo. Ott aplicó productos químicos que se suponía que enrojecerían la manzana, pero todo fue en vano. No pudo ser ese año, por lo que puedes imaginar la desesperación del buen fotógrafo, así como de los productores de la película.
Ott era un experto en lo que se conoce como «técnica de cámara rápida», time-lapse en inglés. Se obtienen fotografías cada cierto tiempo y, al reproducirlas deprisa, se consigue, por ejemplo, el impactante efecto de ver cómo crece una planta en tan solo unos segundos. Lo había hecho cientos de veces con hortalizas y frutas. Pero algo estaba saliendo mal. Al año siguiente, lo volvió a intentar. Última oportunidad. De nuevo, las manzanas pequeñas comenzaron a crecer, y Ott pasó muy inquieto el verano. Mientras todas las demás manzanas comenzaban a tener el color rojo característico, las del árbol que le interesaba seguían creciendo de color verde y con un tamaño mayor. Desesperado, en el último momento, decidió quitar el cristal, consciente de que no dejaba pasar la luz ultravioleta, y lo sustituyó por un plástico, pues conocía por otros experimentos que sí la dejaba pasar. Con esa maniobra consiguió que la naturaleza siguiera su curso y, por fin, le entregó a Disney lo que quería para su película: unas manzanas maduras, rojas y jugosas.
John Nash Ott acabó convirtiéndose en un experto sobre la luz solar y escribió un libro que vendió millones de copias, titulado Health and light (‘la salud y la luz’). En él contó su experiencia sobre lo que sucede cuando iluminas plantas por la noche. El simple hecho de disparar un flash de cámara cada cinco minutos parecía destruir los ritmos del manzano que fotografiaba. También explica ba que la luz solar es esencial para el desarrollo natural de vegetales y frutas, esos que luego terminamos comiendo.
Por tanto, ¿es cualquier fruta y verdura natural? Seguro que esta historia, con la que concluimos el capítulo del sol, te ha dejado enseñanzas importantes. Las principales preguntas que debes hacerte ahora son las siguientes:
- Si un simple cristal es capaz de interferir en el correcto desarrollo de un árbol y sus frutos, ¿qué no hará en nuestras células la vida en interiores bajo luz artificial? ¿Qué pasará si nos da el sol a través del cristal de la ventana o de un coche en un viaje largo?
- Si la luz del sol es información que debo recoger, ¿qué información produce la luz artificial o aquella que procede del sol cuando los cristales modernos la filtran?
- Si 90 flashes nocturnos de una cámara —de menos de un segundo de duración cada uno— son capaces de interferir en el crecimiento de una planta, ¿qué pasa si el sol se va y encendemos las luces de la casa?
Obtendrás todas tus respuestas en el capítulo 8. El sol da forma a la vida en la Tierra. Cada punto geográfico recibe una luz diferente y, además, esta cambia con el paso de las estaciones. Cada forma de vida se ha adaptado a habitar una determinada zona del planeta, de tal manera que sufre si se encuentra fuera de su hábitat natural. Los seres humanos nos hemos escondido del sol y lo hemos sustituido por luz artificial. Hemos cambiado el alimento número uno, el más importante de todos, por otros del todo insalubres. De la misma manera que eres capaz de distinguir un dónut como comida procesada, debes ser capaz de distinguir la luz procesada. Alejarse del sol, evitar su luz o tonterías como protegerse de él es el camino más rápido hacia la enfermedad. Si continúas leyendo este libro, te aportaremos muchos más datos que te sorprenderán.
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