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ANTROPOLOGÍA E HISTORIA > EL DESARROLLO DE NUESTROS CALENDARIOS

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Herejías y herejes de nuestro tiempo


Artículo original:
cronologo.net

 


El desarrollo de nuestros calendarios

por Uwe Topper e Ilya U. Topper

Primero publicado en: Efodon-Synesis N° 4, Julio 2004 (Hohenpeißenberg, Alemania)

Este artículo ya no refleja del todo la visión actual de sus autores, que han revisado su teoría y proponen un esquema más simple. Mantienen el modelo del salto de precesión, tal y como viene explicado en fig. 1, pero ofrecen una versión más lógica y más cercana a las fuentes originales respecto a la ubicación de los saltos. La sección 5 de este artículo y la correspondiente fig. 2 ya no deben darse por válidas. Véase Calendario y precesión (Ilya U. Topper, 2009, de momento sólo en alemán e inglés)

Más de uno se pregunta cómo se creó nuestro actual calendario occidental, por qué los meses tienen duraciones desiguales o por qué el día bisiesto se añade justamente en febrero. Estos detalles no son, finalmente, más que resultados secundarios de una larga evolución que ha ido velando sus orígenes verdaderos. No obstante, algunas fechas siguen dando testimonio de los sucesos que hicieron fundar el calendario y nos llevan hacia conclusiones de una envergadura insospechada.

1. Calendario Nórdico 5. La reforma de Gregorio
2. Las dos mitades del año 6. El calendario lunar
3. Tres inicios para el año 7. Esquema cronológico
4. El salto de la precesión 8. Literatura

 

1. Calendario nórdico

Los habitantes de Europa del Norte no pueden contemplar muchas constelaciones durantes las cortas noches de verano; sólo durante unas pocas horas se distinguen algunas estrellas especialmente brillantes. En consecuencia, los mitos nórdicos referidos a las estrellas son escasos y suelen tener como objeto las constelaciones de invierno. Las enormes oscilaciones en el recorrido del sol a lo largo del año dificultan la definición de la hora exacta y al norte del círculo polar es incluso fácil equivocarse en el cálculo de los días. Es lógico que fuera en estas regiones dónde surgió primero la necesidad de crear un calendario fiable. Siguiendo las investigaciones del autor alemán O. S. Reuter podemos trazar esta evolución:

Ya el historiador bizantino Procopio (supuestamente alrededor de 550 AD; como veremos luego, las fechas convencionales de la era cristiana no son fiables antes del siglo XV y aquí sólo las usaremos para orientar al lector) se preguntó cómo es posible calcular el exacto número de días en verano, cuando el sol no desaparece bajo el horizonte, o en la oscuridad del invierno cuando ni siquiera se asoma. Refiere el método que le fue indicado por los habitantes del extremo norte: el paso del sol a través del punto cardinal meridional indica que ha concluido la primera mitad del día completo, calculado como unidad de 24 horas. Se usaban lugares de observación concretos y se fijaban puntos en el terreno para definir este paso por el meridiano. De ahí que el Norte es un concepto fundamental: cuando el sol pasa por el punto cardinal septentrional (en verano), es medianoche y se inicia un nuevo día. De forma análoga, también el año se iniciaba en el solsticio de invierno, concebido como la "medianoche del año", justo cuando los días volvían a alargarse.

También el autor medieval Beda Venerabilis relata que sus antepasados paganos celebraban Año Nuevo el día del solsticio de invierno y que este día correspondía al 25 de diciembre. (Más tarde, cuando Beda fue ubicado alrededor del año 725 AD, esta información aparentaba ser incorrecta, como señala Reuter). El rito católico de celebrar una misa de medianoche en Navidad (misa del gallo) continúa esta tradición; también lo hace la misa de medianoche y el reparto de fuego en la noche del Domingo de Ramos, sin que ésta tenga relación alguna con la leyenda de Jesucristo.

Podemos estar seguros de que el día se iniciaba con la medianoche y el año con el solsticio de invierno; en las regiones nórdicas el eje norte-sur se convirtió así en la base para todos los conceptos de tiempo y espacio.

En las regiones mediterráneas no fue así. El griego Hiparco se quejó de la dificultad de observar los solsticios en su tierra, ya que durante los cuarenta días de verano e invierno, el sol apenas cambia de posición, según apunta. Para los griegos era más práctico fijar el equinoccio - es decir el orto del sol en el punto cardinal oriental - como concepto de referencia. El anochecer (y la mañana) era la línea de separación entre los días, ya que no cambiaban demasiado durante el año. Hasta hoy, judíos y árabes fijan el inicio del día - como unidad de 24 horas - en el momento del ocaso.

Este concepto de espacio tenía consecuencias rituales: el juez germánico entraba al edificio de justicia por la puerta de la fachada norte y se sentaba en el mismo lado, mirando hacia la puerta del sur, desde donde el acusador se introducía en la sala. La iglesia griega o basílica, en cambio, tiene su altar en el lado oriental. Las crónicas relatan que en Europa Central, la Iglesia católica ordenó (a veces violentamente) cerrar a cal y canto las puertas de los edificios de culto que daban al norte, más tarde también las que daban al sur. Añadiendo un ábside, el punto cardinal oriental se convirtió en el decisivo, aunque las regiones norteñas, oriente sólo se podía definir a través de cálculos matemáticos. El edificio cambió de orientación y la puerta se situaba ahora en la fachada oeste. Es de suponer que también los ritos sufrieron cambios drásticos. Algunas iglesias romanas antiguas, sin embargo, conservan aún sus puertas de norte y sur, en lugar de la entrada oeste.

Este cambio arquitectónico se refleja en la evolución de la liturgia que finalmente también se condensó en el Calendario. Los habitantes nórdicos usaban como símbolo del año un círculo dividido por un trazo vertical. La Iglesia católica añadió la línea horizontal que convertía la imagen en una cruz. Las "cruces de altura" de Irlanda conservan esta forma de círculo dividido en cuatro partes. El día del equinoccio de otoño se definió como "Día del levantamiento de la Cruz" y el equinoccio de primavera en la celebración de la crucificación de Jesucristo. De ahí que la definición exacta del equinoccio vernal como referencia para la fecha del Domingo de Ramos adquiere una importancia tan fundamental para la Iglesia. Los solsticios, antiguas fechas básicas para la definición del año, en cambio se convirtieron en fiestas de segundo nivel: San Juan y Navidad.

Una interesante pregunta es la siguiente: si el año originalmente se iniciaba con el solsticio de invierno, una suposición bien fundamentada, ¿por qué no coinciden hoy el solsticio o la fiesta de Navidad con el 1 de Enero? Si coincidieron estas fechas en el momento de la creación del Calendario ¿qué las ha separado?

 


2. Las dos mitades del año

[en este capítulo seguimos a Herman Wirth, véase también Zarnack]

Originalmente, el año se dividía en dos mitades. Los grabados rupestres más antiguos en todo el mundo muestran un círculo dividido por un trazo vertical. Las intersecciones señalan los solsticios. En los idiomas germánicos, éstos llevan nombres extrañamente relacionados: el Solsticio de invierno o la Navidad se conoce como Jul (pronunciar Yul) en toda Escandinavia; una palabra extremamente similar al nombre del mes de verano, Julio. San Juan, el santo del Solsticio de verano, en cambio, se refleja en el nombre de Enero (Jano en latín). Hoy día, ambas celebraciones se adelantan una semana a sus fechas originales: el 1 de Enero y el 1 de Julio. Hay que recordar que antiguamente, el nombre del mes se usaba principalmente para el primero de sus treinta días, tal y como continúan haciéndolo los bereberes de Marruecos. También en Europa central, la 'fiesta de mayo' es siempre el 1 de Mayo y el día dedicado al dios romano Jano es el 1 de Enero.

Es lógico pensar que en una primera fase, antes de que los solsticios se moviesen, la fiesta del Jul (Navidad) se celebraba el día de Jano y el día (1) de Julio, se encendían los fuegos de 'San' Juan. Ambas palabras se derivan probablemente de una raíz común pero expresan dos diferentes matices: Juan o Jano significaría Año (Annus en latín, Sana en árabe) mientras que Julio designa al Sol (Helio en griego, la diosa Holle en alemán).

De ahí también el término del Año de Júbileo que los judíos celebraban cada 50 años para cancelar, supuestamente, todas las deudas contraídas y que se mantiene en la Iglesia católica como ocasión de perdonar los pecados. No es lógico pensar que existiera realmente una anulación de las deudas cada 50 años porque tal costumbre habría complicado enormemente la planificación económica. Probablemente existía una fiesta durante la que se medía la posición del Sol y se verificaba la fecha exacta del Solsticio. La palabra Jubileo probablemente se deriva de la raíz Jul o Julio; también la otra palabra alemana para designar este concepto, Halljahr (Año de Hall, interpretado habitualmente como 'Año de ruidos') se explica así: Año de Helio, es decir del Sol. Si nuestros antepasados utilizaban años de 365¼ días, - es decir años de 365 días y un día bisiesto cada cuatro años, tal y como continúa haciendo el calendario juliano - tal corrección se imponía una vez cada siglo. Más exactamente, se trataba de omitir un día cada 128 años. Sería lógico, sin embargo, acometer la medición pública una vez cada 50 años, ya que habría sido difícil transmitir los conocimientos necesarios de generación en generación si la medición no se ejecutaba - ya fuera para confirmar la fecha, ya fuera para modificarla - al menos dos veces al siglo.

En este contexto también podemos integrar la costumbre de los fuegos de San Juan que hasta hoy se encienden desde Alicante hasta Alemania y Suecia. Unas grandes hogueras, visibles desde lejos, podían transmitir de pueblo en pueblo la fecha exacta del Solsticio, y sincronizar el calendario a través de todo un continente. Esto minimizaba el peligro de que en alguna región se hubiera olvidado o omitido la medición por error o muerte de los sabios. Así, también el Althing (Parlamento) de Islandia tenía lugar el día 24 de Junio (San Juan); entre sus tareas se incluía la definición anual del calendario y el próximo día bisiesto. El antropólogo alemán Hermann Wirth y W. Zarnack aportan más información sobre estas temáticas.

 


3. Tres inicios diferentes para el año

Hemos acordado que el 1 de Enero marcaba antiguamente el Solsticio de invierno. A ello correspondería el inicio de la primavera el día 1 de Abril. Y de hecho, es la fecha en la que se inicia el año fiscal en Alemania y en la que suelen iniciar su trabajo los aprendices. Además tanto en Alemania como en Francia se mantiene viva la costumbre de realizar este día las inocentadas (en francés: 'poisson d'avril') que en España son propias del 28 de Diciembre.

Pero si bien el año se inicia el 1 de Enero, hoy día tenemos otras dos fechas para el Solsticio de invierno: el 25 de Diciembre, como fiesta de Navidad. históricamente conocida como Fiesta del Sol, y el 22 de Diciembre, como fecha astronómica exacta. ¿De dónde estos tres días de desfase? ¿Acaso se mueve el Solsticio respecto al calendario?

La respuesta es fácil de encontrar en los manuales: Desde la introducción del sistema actual, el muy preciso Calendario Gregoriano, en 1582, el Solsticio no se ha vuelto a desplazar respecto al Calendario; siempre se celebrará el 22 de Diciembre (excepto los años en los que, por motivo del día bisiesto, cae momentáneamente en el 21 de Diciembre). Esto se consigue omitiendo el día bisiesto cada inicio de siglo (los años 1700, 1800, 1900) pero sí intercalándolo cada cuatro siglos (los años 1600, 2000, 2400...)

Pero antes de la Reforma Gregoriana, no existía una regla tan precisa: el Calendario Juliano le atribuía al año exactamente 365¼ días, es decir 365 días más un día bisiesto cada 4 años sin interrupción alguna. En realidad, el Año solar (o año trópico, según su definición astronómica: el tiempo que transcurre entre dos solsticios) es 11 minutos más corto. La consecuencia es que la fecha del Solsticio se desplazaba hacia atrás en el Calendario, concretamente un día cada 128 años o tres días en 400 años.

Aquí es el lugar para interrumpirnos un momento y preguntarnos de dónde le viene el nombre al Calendario Juliano. Creemos que se trata de un término extremamente antiguo (Calendario de Julio) que no significaba otra cosa que Calendario del Sol. Más tarde, Julio César (supuestamente en en el año 45 a.C., en realidad probablemente en el siglo XIII) impuso este calendario en la Administración romana, lo que se interpretó como una gran aportación civilizatoria (aunque introdujo unas modificaciones muy poco adecuadas, como explicaremos más abajo). Ahora se cree que el término se refiero al nombre de pila de César. Por otra parte, se inventó incluso un Papa "San Julio I" que supuestamente llegó a la silla papal en 337 AD y "convenció a la Iglesia ortodoxa de desplazar la celebración de la Navidad del 6 de Enero al 25 de Diciembre". Aquí se aprecia claramente una relación construida a posteriori entre el nombre de Julio y el fenómeno del Solsticio. Por lo demás hay casi una docena de diversos "San Julios", cada uno con su leyenda y su día correspondientes; uno de ellos se celebra el 1 de Julio. Santa Julia, mucho más importante en la Iglesia que sus tocayos masculinos, no tiene aparentemente relación alguna con las cuestiones del calendario, pero es la única santa católica que se representa crucificada, tal un Jesucristo femenino. Y no hay que olvidar que el nacimiento de Jesucristo es precisamente el pretexto bajo el que se integró el Solsticio de invierno en los ritos cristianos.

Probablemente también la muerte de Julio César se conmemoró directamente el día del equinoccio primaveral. El gran regidor fue asesinado, según la tradición, en los idus de Marzo, es decir el 15 del mes, seguramente interpretada como día del equinoccio. Por qué la fecha se desplazó al día 15 cuando debía de haber sido celebrada correctamente el 25 de Marzo - en el que se fijó la Concepción de Jesucristo o, mejor dicho, la Anunciación de María en el Concilio de 1439 - lo veremos más abajo.

Volvamos primero a la pregunta: ¿cómo se desplazó el solsticio del 25 al 22 de Diciembre? Tomaremos como punto de partida la Reforma Gregoriana en 1582, en la que se fijó el Solsticio en su lugar actual y calcularemos hacia atrás el desfase de 11 minutos del Año Juliano (un día en 128 años). Un simple operación matemática nos lleva a la conclusión de que el Solsticio de invierno, conocido como Sol Invicto entre los romanos, se celebró efectivamente el día 25 de Diciembre 400 años antes del Papa Gregorio, es decir más o menos a partir de 1200 y seguramente hasta finales del siglo XIII (dado que sólo se pueden calcular días enteros, debemos aceptar casi un siglo de margen de error). La conclusión es obvia: fue en el siglo XIII cuando la posición del Sol fue medida por última vez con precisión y la fecha de Solsticio ajustada y difundida en toda Europa, al menos en Europa Central, donde Navidad (o Jul) se celebra desde entonces el 25 de Diciembre. Luego no se volvió a modificar y la Reforma de Gregorio no influyó en los días festivos, ya que la Iglesia no tenía interés alguno en establecer una relación entre sus celebraciones 'religiosas' - todas superpuestas a fiestas ya existentes - y los fenómenos astronómicos que sí habían tenido importancia en los cultos paganos.

La diferencia entre este Solsticio de invierno original y el 1 de Enero suma 7 días. ¿Por qué?

 


4. El salto de la precesión

Es imprescindible explicar aquí que la concepción de la Historia en la que nos basamos aquí, y que es diferente a la convencional, incluye entre sus líneas maestras la existencia de las catástrofes cósmicas. Es decir, la convicción de que determinadas catástrofes cósmicas han ocurrido no sólo en tiempos lejanísimos - como al final de la era de los dinosaurios - sino también en épocas históricas. Una catástrofe menor de este tipo - que desde luego no acarreaba el fin de la humanidad, ni mucho menos - podría haber modificado las fechas de los solsticios. Explicaremos en seguida cómo pudo ocurrir exactamente sin que otras constantes (como la inclinación del eje de la Tierra o la velocidad del planeta en su órbita) sufrieran mayores cambios.

¿Qué es la Precesión? El diccionario lo define como "movimiento retrógrado de los puntos equinocciales en virtud del cual se anticipan un poco de año en año las épocas de los equinoccios o el principio de las estaciones". En realidad, dado que usamos como unidad de cálculo el Año trópico, que se define precisamente como el tiempo transcurrido entre dos equinoccios (o solsticios), este movimiento no se puede reflejar en el Calendario. Se visualiza sólo respecto a un punto exterior: las constelaciones en el firmamento. Dicho de forma simple, la Precesión es un lento movimiento circular del eje de la Tierra y como consecuencia el punto en la órbita, en el que el planeta alcanza su posición de equinoccio o solsticio, se va desplazando hacia atrás: cada siglo, la Tierra llega un poco antes a este punto. La astrología conoce este fenómeno muy bien, ya que la referencia exterior que mejor permite medir este movimiento son las constelaciones del zodíaco. El punto equinoccial recorre los signos hacia atrás y vuelve a su posición inicial tras unos 25.800 años. Ello no cambia en absoluto la inclinación del eje, que se mantiene durante todo el tiempo en una posición de 23.5º.

Contemplada desde el polo norte, la Tierra gira contra el sentido de las manecillas del reloj y su trayectoria alrededor del Sol también es contraria al reloj; la Precesión en cambio gira en el sentido contrario (de ahí su nombre). Nuestro postulado es que a causa de una catástrofe cósmica, el eje efectuó un movimiento súbito que correspondía en todo a la Precesión, sólo que superó de golpe varios grados, en lugar de las acostumbradas cantidades imperceptibles. Un grado corresponde a un día en el Calendario, de forma que el próximo Solsticio ocurrió cierto número de días antes (véase el dibujo). En otras palabras, el año en cuestión había sido varios días más corto que de costumbre.

Figura 1: Modelo del salto de precesión

Creemos que un suceso similar haya ocurrido varias veces en la Historia de la Tierra. Corresponde, como hemos dicho, exactamente al movimiento que en la ciencia tradicional - que sigue el postulado de Lyell sobre los cambios geológicos imperceptibles - se describe como constante ininterrumpida. En nuestro modelo, que incluye la posibilidad de catástrofes cósmicas, el mismo movimiento puede experimentar avances súbitos.

Esto conllevaría que la Precesión no nos puede servir para fechar épocas remotas, a no ser que podamos definir los saltos ocurridos a través de testimonios históricos.

¿Pudieron los astrónomos antiguos observar el salto? Desde luego que sí: mientras se seguían contando los días del año era fácil verificar que el siguiente Solsticio ocurría varios días antes de la fecha prevista (aunque después, el año mantendría de nuevo sus 365 días acostumbrados). Por otra parte, las estrellas visibles durante las noches de los solsticios y equinoccios se habían desplazado unos cuantos grados en relación a la posición del Sol. Y finalmente debemos suponer que el suceso, en el momento de ocurrir, causó un movimiento extraño del astro solar, quizás visible como una línea de zigzag y un alargamiento perceptible del día (o de la noche). Las tradiciones sufíes bereberes de Marruecos aún hacen referencias a observaciones como ésta; también el cantar de Roldán recuerda un fenómeno comparable y una cita interpolada en el texto de Josué en el Antiguo Testamento.

Es de suponer que tras una catástrofe parecida, el movimiento de la Tierra mostraba ciertos desequilibrios que luego se irían corrigiendo. Motivo suficiente para observar el cielo con rigor y regularidad, para adquirir conocimientos astronómicos precisos y desarrollar un calendario lo más exacto posible, sobre todo cuando la supervivencia estaba basada en los ciclos de las estaciones (cuando no lo estaba, también el impreciso calendario lunar podía servir, como veremos más abajo). Si aceptamos que el Calendario Juliano, en uso hasta hoy, existe desde hace por lo menos 700 años - como acabamos de demostrar basándonos en la fecha del 25 de Diciembre para el Solsticio -, podemos asegurar que a largo plazo el movimiento de la Tierra ha sido bastante regular. La duración del Año Juliano coincide, de todas formas, con los cálculos del astrónomo persa Yelali para el rey Malik Shah (supuestamente en el año 466 de la hégira, es decir 1047 AD, en realidad quizás en el siglo XIV); ello debería permitirnos realizar otros cálculos que nos lleven a nuevos resultados.

¿Es tan complicado retroceder en nuestra propia Historia? Sí, porque existen muy pocos testimonios cronológicos antiguos que sean fidedignos. Es bastante obvio que antes del año 1500, y refiriéndonos a los espacios geográficos en los que se utilizaba el Calendario Juliano, no se contaban los años de forma continua ni se fechaba según una era determinada (sino según el año del reinado del monarca correspondiente). Todas las fechas 'absolutas' utilizadas antes de 1500 parecen ser cálculos posteriores (siguiendo al científico alemán Ideler podemos retroceder hasta el año 1450 AD). No son testimonios fiables las fuentes según las que los romanos celebraban una fiesta secular cada 110 años (como relata Altheim, Vol. 3), o el aniversario del milenio de Roma (supuestamente en 248 AD, bajo el emperador Felipe Arabs), ya que se trata de tradiciones basadas exclusivamente en textos literarios que no pueden ser verificadas de forma independiente. No sabemos cúando se fundó Roma.

Más cerca de nuestra época es el cálculo del italiano Joaquín de Fiore, que fijó el fin del mundo en el "año 1000", aunque hoy su aparición corresponde a 1260 AD; creemos que se trata del testimonio de un suceso cósmico que correspondía a un salto - o 'tumbo' - de la Tierra y un súbito movimiento de la Precesión. La distancia que nos separa de aquel cataclismo, unos 750 años, coincide con la antigüedad del Calendario Juliano, calculada arriba en base a otros datos.

Los textos relativos a Joaquín de Fiore hacen referencia al quiliasmo, es decir a la creencia de que el nuevo Milenio divino iba a iniciarse de forma inminente, lo cual provocó movimientos de masas fanatizadas que esperaban en fin del mundo entre extraños rituales. Y esta creencia está estrechamente relacionada con el valor simbólico del Siete, tal y como aparece en las tradiciones hebreas sobre la Creación. Los textos místicos de la Alta Edad Media continuaron esta idea: la semana que tardó Dios en crear el mundo se convirtió en la referencia de medición para el futuro del universo. Se creía que el mundo iba a durar siete días, es decir siete milenios (porque "mil años son como un día"), antes de ser aniquilada. La relación entre la Semana y el concepto de la Catástrofe nos hace sospechar que la introducción de una unidad de tiempo compuesta por siete días fue motivada por un suceso cósmico.

Si el suceso que motivó la introducción de la semana era de naturaleza cósmica, era lógico dedicar el primer día al astro que visualizó el salto: el Sol. Así, el domingo se llama Sunday en inglés, Sonntag en alemán. (La semana se inicia con el domingo, este día se sigue llamando "Día Uno" en árabe, también en portugués se cuentan los días a partir de él: Lunes es Segunda-feira, Martes Terça-feira etc. Este orden también se usaba en Europa Central: el miércoles se llama en alemán y en ruso "media-semana" lo cual sólo es correcto si se empieza a contar con el Domingo). El segundo día se dedicaría - por si acaso - al segundo cuerpo más luminoso, la Luna, y los demás días a los demás planetas, entendidas como deidades: Marte, Mercurio, Jupiter, Venus. El Sábado, último día de la semana, corresponde obviamente a Saturno, aunque hoy sólo el inglés conserva la palabra Saturday, mientras que los demás idiomas evitan nombrar este planeta. Pero la influencia de esta deidad, imaginada como infausta, explica el riguroso descanso del sábado judío: cualquier acto arriesgado, como encender un fuego, podría enfadar a Saturno y suscitar su venganza. Saturno se suele identificar con el dios griego Kronos (a veces Chronos) y se interpreta directamente como símbolo del Tiempo.

La palabra Semana sólo hace referencia al número siete en las lenguas románicas (Settimana en italiano); tal y como ocurre también en árabe, donde el término aparentemente es de introducción tardía, posterior a la redacción del Corán. El latín primitivo tampoco conoce este concepto, hoy se usa la construcción griega Hebdomas.

Islandia utilizaba en épocas precristianas (supuestamente a partir de 870 AD) un año compuesto por 52 semanas, tal y como relata Reuter. Dado que sólo sumaba 364 días, cada siete años hubo que intercalar una semana entera. Esta regla fue introducio en la Islandia occidental por un tal Thorstein Surt ("alrededor de 955 AD"), que también recomendó observar con regularidad la posición del Sol, dado que en algún momento habría que intercalar la semana antes de tiempo. Esto indica que Thorstein conocía con precisión la duración del año, algo más largo que los 365 días que resultan de su regla sencilla.

En este caso, un año se componía de 13 meses, cada mes abarcaba 4 semanas; la importante unidad de Medio Año eran 26 semanas. Es obvio que entonces cada mes y cada año se iniciaba con el mismo día de la semana. Creemos que este día habría sido Domingo; Reuter supone que fuera Jueves, dado que este día está dedicado en los idiomas nórdicos a Thor, el dios más importante para los islandeses, tal y como aclaran las Eddas. También los bereberes de Marruecos conservan hasta hoy el Jueves como día sagrado.

Parece ser que este Año de semanario se conocía en toda Europa del Norte, ya que muchos proverbios y adivinanzas populares hacen referencia a "un árbol con trece ramas, cada rama tiene cuatro nidos, en cada nido hay siete polluelos". Incluso Durero cita en una carta a Jacobo Heller (en 1508) "los trece meses del año" (Reuter).

Utilizar la semana como base para comercio y culto era muy práctico, sobre todo en los países en los que convivían varios calendarios diferentes. Así ocurre aún hoy en muchos países islámicos; en Marruecos todo almanaque cita tres fechas diferentes: la correspondiente al año gregoriano, la del año juliano, utilizado ampliamente por los campesinos, y la del año lunar islámico; hace pocas décadas que el calendario judío desapareció de la vida pública. Pero todos coinciden en el día de la Semana, que así se convierte en referencia universal y marca el zoco semanal.

Dividir el tiempo precisamente en siete días, sin embargo, es una ocurrencia extraña que no facilita los cálculos y no tiene su modelo en ninguna constante de la naturaleza; es difícil encontrar algún motivo lógico para ello. Lo más convincente es suponer que un determinado suceso cósmico - tal vez un salto del Solsticio por un espacio de 7 días - llevó a determinados pueblos (entre ellos a los tibetanos) a asignar a este período de tiempo una importancia sagrada, aunque sólo fuera por el temor suscitado al no comprender el mecanismo por el que hubo ocurrido.

Si la Semana es el resultado de un salto cósmico, que movió los solsticios respecto al Calendario, nos explicamos por qué la Fiesta de Jul se desplazó del 1 de Enero siete días hacia atrás al 25 de Diciembre. Más arriba habíamos calculado, partiendo del desfase que observamos en el Calendario Juliano, que la posición del Sol se había observado con precisión por última vez en el siglo XIII. De ahí que todo nos lleva a fechar este suceso cósmico, origen de la Semana, alrededor del año 1260 AD.

 

5. La Reforma de Gregorio XIII

Esta sección ya no corresponde a la visión actual de los autores, que han revisado su teoría y proponen un esquema más simple. Véase Calendario y precesión (Ilya U. Topper, 2009, de momento sólo en alemán e inglés)

Si las fechas no se hubieran vuelto a corregir desde 1260, el Solsticio hoy se debería celebrar no el 25 de Diciembre sino casi seis días antes, debido a la ligera imprecisión del Calendario Juliano. Pero no es éste el caso. El Papa Gregorio XIII hizo omitir 10 días en el calendario - al 4 de Octubre 1582 le siguió el 15 de Octubre - para reubicar las fechas de solsticios y equinoccios. Según los historiadores eligió la cantidad de 10 días porque las observaciones astronómicas mostraban que el Equinoccio de primavera tenía lugar el día 11 de Marzo (por consiguiente, el solsticio de invierno era el 12 de Diciembre) y Gregorio pretendía hacer coinicidir el hecho astronómico con el "día correcto", el 21 de Marzo, en el que lo celebraban - supuestamente - los Padres de la Iglesia en la época del Concilio de Nicea.

Surge inmediatamente la pregunta por qué el 21 de Marzo es una fecha "adecuada" para un fenómeno tan importante como un Equinoccio, o por qué los obispos primitivos hubieran elegido precisamente este día. Dado que no tiene lógica alguna (cualquier persona con sentido común preferiría un primero de mes), debemos suponer que se trataba de un hecho observado empíricamente, sin que se quisieran explicar sus causas. En el modelo convencional sería necesario un período de 1260 años para desplazar el solsticio 10 días en el Calendario Juliano; si descartamos esta opción (que supondría ubicar el inicio del Calendario 1260 años antes del Concilio de Nicea), sólo nos queda considerar la posibilidad de un segundo Salto de Precesión. Este segundo salto debió de alcanzar 10 días, y fueron precisamente estos 10 días los que corrigió Gregorio en 1582, que así recuperó, teóricamente, la posición original. Si aún así la fiesta del Jul pagana (Navidad) el 25 de Diciembre no volvió a coincidir con el solsticio, se debe a la imprecisión del Calendario Juliano, que había sumado casi tres días en los últimos 300 años transcurridos entre su fijación en el siglo XIII y el año de la Reforma (1582).

Gregorio no tuvo interés en integrar estos tres días en su corrección, como podría haber hecho. Su desinterés se explica por el hecho de que los clérigos católicos no le otorgaban importancia a las fechas astronómicas; su única intención era - como dice expresamente el texto de Gregorio - recuperar la situación en el momento de la (supuesta) fundación de la Iglesia.

El Calendario Juliano, en uso hasta hoy en Marruecos y en la iglesia ortodoxa, marca la fecha "9 de Diciembre" en el momento del Solsticio de invierno. Confirma así nuestro cálculo: si le sumamos diez días debidos al salto y seis días debidos a la imprecisión acumulada en los últimos 750 años, el solsticio vuelve al 25 de Diciembre.

El científico suizo Christoph Marx supone la existencia de una catástrofe cósmica de dimensiones menores ("el último gran tumbo de la Tierra") alrededor de 1350.

Figura 2: Modelo del desplazamiento - ¡ modelo anticuado !

Podemos pensar que fue en este momento cuando el solsticio saltó diez días atrás. Parecería lógico, entonces, que Gregorio quiso corregir solamente esta modificación, ocurrida apenas dos siglos antes de su reforma, para restablecer la situación conocida por las tradiciones y documentos.

En cuanto al desplazamiento del solsticio del 1 de Enero al 25 de Diciembre, éste debió de ser más antiguo y ya se reflejaba en los ritos y cultos, junto al establecimiento de la Semana como unidad de medición. No era, pues, conveniente tocar este punto.

El científico alemán Ideler relata que ya en el Concilio de Constancia (Kostnitz) se escucharon las primeras sugerencias para una reforma del Calencario; en el Concilio de Basilea ya hubo propuestas concretas: el cardenal Nicolás Cusano sugirió omitir varios días - una semana o más - para restablecer la situación anterior. Aunque su idea no encontró eco y no se realizó corrección alguna, sí hubo una iniciativa interesante: se marcaron los días en los que tuvieron lugar en este momento los equinoccios y solsticios. Un simple cálculo matemático revela que en vida de Cusano, a inicios del siglo XV, el Solsticio cayó en el 13 de Diciembre... hasta hoy dedicado a Santa Lucía cuyo nombre la identifica como una deidad de la luz. En el mismo momento se fijaría la celebración de San Antonio, en el 13 de Junio, la fecha correspondiente al Solsticio estival. San Antonio, un santo de extraordinaria importancia, se representa a menudo acompañado por dos cuervos, tal y como aparece también el importante dios germánico Wodan (Odin), regidor de los cielos.

Figura 3: Fijación de las fechas en el siglo XV

Si los solsticios caían en los días 13 de diciembre y junio, el equinoccio vernal tuvo lugar el 12 de Marzo... día de San Gregorio, inicio del año escolar en Alemania y celebrado en algunos lugares con ritos paganos que recuerdan el Carnaval. Debe quedar abierto por el momento si Gregorio XIII, quien reformó finalmente el Calendario (¿quizás llegara a la silla de Roma con este programa?) eligió su nombre papal basándose en este hecho.

San Jorge, de todas formas - en origen idéntico con San Gregorio - es el héroe que mata al dragón, un concepto relacionado con la idea de la catástrofe cósmica.

¿Y el equinoccio otoñal en el 14 de septiembre? Este día está dedicado a la Exaltación de la Cruz. De nuevo la Cruz como símbolo del Año...

Estos cuatro puntos cardinales del Año se adelantan en 9 días a las fechas actuales, es decir que debieron fijarse en el Calendario entre 100 y 150 años antes de la Reforma, cuando el desfase entre el Calendario Juliano y las fechas astronómicas aún sumaba un día menos que en el tiempo de Gregorio XIII. Tras la Reforma, los santos correspondientes se mantuvieron tal cual en el Calendario gregoriano, sin que a nadie le importaran ya sus fundamentos astronómicos.

Existe también una interesante noticia sobre la observación del Año en Islandia: Oddi Helgason era un astrónomo que vivía en un cortijo en una isla en la parte norte de Islandia (situada en la latitud de 66º10') "a finales del siglo X", aunque su testimonio sólo nos ha llegado a través de un texto eclesiástico (es decir, en latín) "del siglo XII". La necesidad de ubicarlo en el siglo X - aunque viviera efectivamente mucho más tarde - se explica porque evidentemente era pagano y teóricamente no habría podido después de esta fecha, una vez que la Iglesia fijó la (supuesta) cristianización (en bloque) de Islandia en el año 1000 AD. El texto consta de tres partes, de los que Reuter - a quien seguimos aquí - sólo comenta las últimas dos. El primero, que es el que más nos puede interesar, "observa las diferencias entre el año islandés-noruego y el nuevo cómputo eclesiástico de 365¼ días; aclara cómo hay que desplazar las fechas de los equinoccios y solsticios verdaderos - conocidas en Europa del Norte y correctamente observadas por Oddi - para que correspondan a los días del nuevo cómputo juliano con sus años bisiestos. Esta reflexión es aguda y precisa - continúa Reuter - y se trata de una pregunta original, sin modelos conocidos, ya que sólo pudo surgir aquí, donde se solaparon de repente estos dos cómputos de tiempo".

Ciertamente se trata de una pregunta surgida cuando ya existían ambos cómputos: Oddi observaba los equinoccios, la Iglesia los fijaba de forma matemática. Lamentablemente, Reuter no se explaya sobre este punto y no tenemos de momento acceso al texto original.

Una pregunta que hemos omitido hasta ahora es la referida a Julio César y su reforma del Calendario: ¿por qué introdujo las desigualdades entre los doce meses que tenían en su origen 30 días cada uno? Parece ser que su motivo fundamental era suprimir los cinco últimos días del año, que no pertenecían a ningún mes y se conocían como Saturnalias (de nuevo Saturno como el símbolo del Tiempo); se celebraban con ritos considerados más tarde 'inmorales'. De forma que César repartió los cinco días por todo el año, creando días 31, y colocó el día bisiesto al final de Febrero a la vez que cambió el inicio del ciclo: ya no se celebraba Año Nuevo en 1 de Enero sino el 1 de Marzo. Todos los idiomas europeos - y también el bereber y árabe - retienen esta regulación en los nombres de Septiembre (séptimo), Octubre (octavo), Noviembre (noveno) y Diciembre (décimo); el 1 de Marzo sigue siendo una fecha fundamental en el Calendario Juliano en uso entre los bereberes marroquíes y destaca por la celebración de numerosas músem romerías (músem). Corresponde desde 1900, como es obvio, al 14 de Marzo gregoriano.

Tanto el Calendario Juliano como el Gregoriano reflejan fielmente la reforma de César, modificado una vez más bajo Augusto, con su reparto de meses de 30 y 31 días. Más tarde se volvió, sin embargo, a la fecha universal del 1 de Enero como Año Nuevo; esta tradición, reflejada desde antes de César en la imagen bicéfala del dios romano Jano, se impuso a la refoma administrativa. También el Calendario Juliano bereber se inicia naturalmente con esta fecha. En la Italia medieval se emplearon multitud de días diferentes como comienzo del Año, pero Gregorio XIII volvió a fijar el 1 de Enero - día de Jano - como inicio del ciclo.

El primer día de cada mes se llamaba en latín Kalendas, es la única palabra latina que se escribe con K; se trata con toda seguridad de un préstamo. Originalmente significa "vagar, girar" y según algunos, los derviches giróvagos también se llaman 'calendarios'. Tampoco la palabra Idus (el día 15 del mes romano) parece de origen latino, quizás está emparentada con la palabra alemana Wieder- (Vuelta) o la palabra árabe 'Id (fiesta, también derivada de la raíz Aid que significa volver), o con ambas.


6. El Calendario Lunar

Tras una catástrofe cósmica, el calendario solar aparecería al principio inservible (hasta que fuera corregido a través de observaciones astronómicas). Algunos pueblos al sur de Europa, que de todas formas no otorgaban a la posición del Sol la importancia vital que tenía en el Norte, acordaron utilizar provisionalmente la Luna como base para el cómputo del Tiempo. La ventaja era que la observación era extremamente sencilla; el inconveniente consistía en que ahora las estaciones se desplazaban a través del año, concretamente retrocediendo 11,5 días anuales. Para mantenerlas en su lugar hubo que intercalar cada dos o tres años un mes corrector, tal y como hace hasta hoy el Calendario Judío.

Antiguamente, también el Calendario Lunar árabe funcionaba así, y el mes corrector adquiría cierto simbolismo religioso. Según la tradición, el profeta Mahoma quiso desterrar los ritos correspondientes y de ahí que suprimió todo el mes. Un versículo coránico fija esta decisión: "Dios ha establecido doce meses, y cuatro de ellos son sagrados", lo que excluye expresamente el mes corrector. Como consecuencia, el año ya no coincidía con el ciclo solar. Así, el mes de Ramadán, durante el que se ayuna de sol a sol (se prohíbe también beber), puede caer hoy en cualquier estación del año, mientras que antiguamente correspondía a Septiembre, momento en que el ayuno diurno se imponía de todas formas a causa del calor y la escasez de agua como una forma de 'hibernación estival' (si se bebe durante las horas de más calor, el cuerpo produce abundante sudor y gasta así inútilmente el líquido recién ingerido; si uno se abstiene de beber, las reservas de agua duran mucho más sin poner en peligro la vida, aunque hay que reducir desde luego la actividad física). Algunos de los meses lunares llevan aún nombres que hacen intuir la concordancia entre este Año árabe preislámico y el Año solar: el primer mes se llama Muharram (Sagrado) y pudo corresponder a Enero; los nombres del tercer y cuarto mes - Rabi' Awwal y Rabi' Thani - significan simplemente "Primavera I" y "Primavera II": seguramente coincidían con Marzo y Abril; el último mes del año es Dhul Hiyya, "El del Peregrinaje", un indicio de que quizás antiguamente la reunión popular con motivo de la celebración de la fiesta del Jul (solsticio de invierno) también tenía lugar en Arabia.

El Calendario Lunar sólo tiene importancia para nuestros cálculos porque influía en el cómputo de la Fiesta de Pascua de la Iglesia Católica. Ésta dejó de celebrarlo el día exacto del Equinoccio Vernal para fijarlo, acorde a la Pascua judía, el día de Luna llena después del Equinoccio, concretamente el primer domingo después de este plenilunio. Esta norma es el otro elemento fundamental de la Reforma Gregoriana.

El cómputo eclesiástico de las epactas - es decir, la correlación entre los ciclos lunares y el año solar - que permitía calcular para cualquier año dado la fecha de la Pascua, se realizaba en el Norte de Europa según una regla mucho más sencilla que abarcaba 8 años: Tras 99 ciclos lunares - que correspondían a tres años solares con 13 meses lunares y cinco años con sólo 12 meses -, el plenilunio volvió a coincidir con el primer día del Año solar. Había una imprecisión que sumaba un día y media durante este período de tiempo; era necesaria la observación astronómica para corregirla y anunciar durante el Thing anual - la reunión del pueblo con funciones de Parlamento y Juzgado - la fecha exacta. También los juegos rituales de Grecia se realizaban inicialmente acorde a este ciclo de 8 años; más tarde se celebraban ya a mitad del ciclo, tras 50 plenilunios, y se convirtieron así en las Olimpíadas. Deducimos que a los griegos no les importaba en realidad tener luna llena sino que copiaron una norma surgida en el Norte de Europa. Allí no es que existiera un culto lunar - como subraya Reuter - sino el puro instinto de supervivencia exigía calcular con precisión los plenilunios, dado que en invierno no hay luz solar suficiente como para realizar los sacrificios de la Fiesta de Jul (solsticio) o la de los Dises (en Enero).
En conjunto, la elaboración de un calendario preciso era un asunto de primera necesidad en Escandinavia, no tanto para coordinar las labores agrícolas como para asegurarse una buena pesca, base para la elaboración del bacalao y la supervivencia durante el invierno: muchas especies de peces tienen costumbres migratorias extremamente regulares y si por error se pierden los pocos días de pesca abundante, la hambruna está asegurada. Dado que las constelaciones frecuentemente eran invisibles por las condiciones climáticas, en la costa se utilizaba un calendario lunar, útil también para calcular las mareas, y estrechamente correlacionado con el Año Solar.

 


7. Esquema cronológico

Este esquema ya no corresponde a la visión actual de los autores, que han revisado su teoría y proponen un esquema más simple. Véase Calendario y precesión (Ilya U. Topper, 2009, de momento sólo en alemán e inglés)

Calendario Solar ("Jul") hasta el siglo XIII
Calendario solar común con 365¼ días, 12 meses de 30 días y 5 días festivos al final (6 en los bisiestos)
Solsticio de Invierno: 1 Enero; Solsticio de Verano: 1 Julio
Se realizan regularmente observaciones astronómicas y ajustes en el Calendario

Penúltima Catástrofe cósmica ("1260 AD ")
El Solsticio se desplaza y tiene lugar 7 días antes
Establecimiento de la Semana. Calendario de 52 Semanas en Europa del Norte. Saturnalias en Italia
Los días se siguen computando de forma continua.
Último ajuste y fijación de la Fiesta del Solsticio para toda Europa en el 25 Diciembre

Calendario Juliano
César vuelve a ordenar los días de los meses y fija el inicio del Año en el 1 Marzo, cambio pronto abolido.
Sí se retiene hasta hoy la norma de intercalar el día bisiesto como 29 Febrero y la duración irregular de los meses, incluida la modificación de Augusto que introduce el 31 de Diciembre

Última catástrofe cósmica ("1350 AD")
El Solsticio se desplaza de forma súbita y tiene lugar 10 días antes: el 14 Diciembre
La cultura megalítica se aniquila; se pierden los conocimientos astronómicos necesarios para ajustar el calendario.
La Fiesta del Solsticio se conserva en el día 25 Diciembre
100 años más tarde, el solsticio real cae en el 13 Diciembre.

1430: Cusano calcula las fechas del Año
Cusano marca los puntos cardinales del Año: 13 Dic.: Santa Lucía; 12 Marzo: San Gregorio;
13 Jun.: San Antonio; 14 Sept.: Exaltación de la Cruz

1582: Gregorio XIII reforma el Año
Se observa el Equinoccio vernal el 11 Marzo (corresponde al Solsticio el 12 Diciembre).
Se omiten 10 días en el Calendario para recuperar la posición anterior al último salto.
Ahora Solsticio cae en el 22 Diciembre, Equinoccio en el 21 Marzo.
Este Calendario Gregoriano se introduce en toda Europa y desplaza en los siguientes siglos al Juliano.

El Calendario Juliano se sigue utilizando en toda la Iglesia Ortodoxa y en África del Norte. Sigue moviéndose ¾ de día cada siglo respeco al Gregoriano, de forma que hoy Solsticio cae en el 9 Diciembre juliano.

 

8. Literatura

Altheim, Franz (1943): Die Krise der Alten Welt (3 Bde., Berlín)

Ideler, Ludwig (1826): Handbuch zur mathematischen und technischen Chronologie (2. Vols., Berlín)

Marx, Christoph (1993): "Datieren vor der Gregorianischen Kalenderreform" en:
Vorzeit-Frühzeit-Gegenwart 3/93, S.38ff (Gräfelfing)

Reuter, Otto Sigfrid (1936): Germanische Himmelskunde (J. F. Lehmanns, Munich)

Topper, Ilya Ullrich (1998): "Apuntes sobre la era árabe en el contexto mediterráneo" en: "Al-Andalus - Maghreb" III, Homenaje a Braulio Justel Calabozo (Univ. Cádiz)

Topper, Uwe (1977): Das Erbe der Giganten (Olten)
(1995): "Eine Polsprungmythe in berberisch-sufischer Überlieferung" en: Zeitensprünge 1/95 (Gräfelfing)
(1998): Die Große Aktion (Tubinga)
(1999): Erfundene Geschichte (Munich)
(2001): Fälschungen der Geschichte (Munich)
(2003): ZeitFälschung. Es begann mit der Renaissance (Munich)

Wirth, Herman (1927): Der Aufgang der Menschheit (Jena)
(1931-1936): Die Heilige Urschrift der Menschheit (Jena)

Zarnack, Wolfram (1997) Hel, Jus und Apoll / Sonnen-Jahr und Feuer-Welle: Wurzeln des Christentums. Eine sprach- und symbolgeschichtliche Skizze (Edición propia, Gotinga)
(2000): Die Geburt der Zeit in Europa (Conferencia en Oct. 2000 en Waren) en: Ur-Europa-Jahrbuch 2001, pág..3-30 (Westensee)

 

Agradecemos su fiel ayuda a Alexander Topper

Todos los dibujos y traducción al castellano: Ilya U. Topper



 
 
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