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La Cuna Árabe de Sión
por Laurent Guyénot
En Julio de 2019 apareció publicado en unz.com el siguiente texto del investigador y ensayista francés Laurent Guyénot que sumamos a las traducciones que de él hemos hecho. En este ensayo el autor se refiere esta vez a las raíces del judaísmo en Arabia, tema que ya hemos presentado por mano de diversos estudiosos, asegurando presentar “pruebas abrumadoras acerca del origen árabe de los israelitas, y pruebas igualmente aplastantes para el origen judío del Islam y el patrón mosaico de su conquista”, junto con señalar acercamientos contemporáneos entre ambas corrientes, que vendrían a ser una y la misma.
La Cuna Árabe de Sión.
Moisés, Mahoma y el Wahabo-Sionismo
por Laurent Guyénot
8 de Julio de 2019
CUANDO YAHVÉ RESIDÍA EN UN VOLCÁN ÁRABE
“Yahvé vino desde Sinaí” (Deut. 33:2; Salmos 68:18). Es en Sinaí donde Moisés primero encuentra a Yahvé; es de vuelta a Sinaí que Moisés conduce al pueblo de Yahvé desde Egipto; y es desde Sinaí que, dos años más tarde, por orden de Yahvé otra vez, Moisés se dispone con ellos a conquistar una parte de la Fértil Media Luna.
Pero ¿dónde está Sinaí, con su monte Horeb? El Éxodo inequívocamente lo coloca en la tierra de Madián. Después de huír “hacia territorio madianita” Moisés es albergado por “un sacerdote de Madián con siete hijas” (2:15-16). Él “consintió en quedarse allí con el hombre, quien le dio a su hija Séfora en matrimonio” (2:21). El suegro de Moisés es llamado Reuel en Éxodo 2:18, pero Jethro en Números 3:1, “Hobab hijo de Reuel el madianita” en Números 10:29, y “Hobab el cainita” en Jueces 1:16. Nosotros lo llamaremos Jethro, su nombre más popular. Su hija Séfora dio a Moisés dos hijos: Gershom (2:22) y Eliezer (18:4). Es mientras hacía pastar a los rebaños de su suegro que Moisés se encuentra cerca del monte Horeb, “al otro extremo del desierto” (3:1), donde él oyó que Yahvé llamaba su nombre. Por inferencia, Sinaí está en Madián.
¿Y dónde está Madián? Los autores griegos unánimemente lo colocan en el Noroeste de Arabia, en la orilla Este del Golfo de Aqaba. Incluso Pablo el Apóstol, que pasó tres años en Arabia, sabía que “Sinaí es una montaña en Arabia” (Gálatas 4:25). No fue antes del siglo IV que el Sinaí bíblico fue mal identificado en la península egipcia, probablemente por motivos geopolíticos (Egipto estaba dentro del control del Imperio romano, a diferencia de Arabia, que estaba bajo la influencia persa). Pero la colocación del Sinaí bíblico al Oeste del Golfo de Aqaba no tenía ningún sentido, ya que aquella región siempre había pertenecido a Egipto (la arqueología lo ha confirmado). ¿Por qué se habrían establecido los israelitas allí cuando eran perseguidos por el ejército egipcio? Lo mismo vale para la más temprana huída de Moisés de Egipto como un asesino buscado. No importa si esas historias son verdaderas o no: el caso es que sus autores no podían haber colocado verosímilmente el Sinaí y el monte Horeb dentro del territorio egipcio.
¿Dónde, entonces, cruzaron los israelitas el Mar Rojo? Ellos probablemente no lo hicieron: el bíblico “Mar Rojo” es una traducción errónea que proviene de la Septuaginta griega. Esas aguas son simplemente mencionadas en hebreo (23 veces) como Yam Suph, que significa “Mar de Cañas”, y sugiere un cuerpo superficial de agua dulce, que Yahvé simplemente “secó” ante los israelitas, según Josué 2:10. Podría estar en cualquier parte, en esa tierra de efímeros wadis o cauces de agua.
La localización precisa del monte Horeb o monte Sinaí (ambos nombres son usados de modo intercambiable) puede ser deducida de los fenómenos presenciados por los israelitas allí:
“Y al tercer día, cuando amaneció, aconteció que empezó a haber truenos y relámpagos, y una nube densa sobre la montaña y un sonido muy fuerte de cuerno, de manera que toda la gente que estaba en el campamento empezó a temblar. Moisés entonces hizo que el pueblo saliera del campamento al encuentro del dios, y ellos fueron tomando su posición al pie de la montaña. Y el monte Sinaí humeaba por todas partes, debido al hecho de que Yahvé había descendido sobre él en fuego; y su humo seguía ascendiendo como el humo de un horno de calcinación, y toda la montaña estaba temblando muchísimo. Cuando el sonido del cuerno continuó haciéndose más y más fuerte, Moisés empezó a hablar, y el dios empezó a contestarle con una voz” (Éxodo 19:16-19).
Si el monte Horeb tiembla como un volcán, ruge como un volcán, humea como un volcán, y escupe fuego como un volcán, entonces debería ser un volcán. La región de Madián en Arabia del Noroeste resulta ser un área volcánica, a diferencia del Sinaí egipcio. La actividad volcánica todavía era reportada allí en la Edad Media [1]. Un candidato probable es el Jabal Maqla, que es parte de la sierra Jabal al-Lawz en el Noroeste de Arabia Saudí. Su cumbre, que alcanza casi 2.600 metros, consiste en rocas metamórficas de origen volcánico.
[1] Colin Humphreys, The Miracles of Exodus: A Scientist’s Discovery of the Extraordinary Natural Causes of the Biblical Stories, 2003.
El explorador Charles Beke fue uno de los primeros eruditos modernos en indicar que el monte Sinaí debía ser un volcán (Mount Sinai a Volcano, 1873), y en colocarlo en Arabia (Sinai in Arabia and of Midian, 1878). Nuevos argumentos fueron añadidos en 1910 por el orientalista y explorador checo Alois Musil, quien por su parte inspiró a otros investigadores y eruditos [2]. La candidatura del Jawal al-Lawz ha ganado el apoyo de un número creciente de eruditos, incluyendo a Shanks Hershel, editor de la Biblical Archaeology Review, y Frank Moore Cross, profesor de hebreo en Harvard. Lo que fue originalmente un debate académico confidencial comenzó a ser popularizado en los años ’90 en libros de aventureros como Larry Williams [3] o Howard Blum [4], y en películas documentales como “Searching for the Real Mt. Sinai”, o “Search for Mt. Sinai-Mountain of Fire”).
[2] Jean Kœnig, “Le Sinaï, Montagne de Feu dans un Désert de Ténèbres”, en Revue de l’Histoire des Religions, t. 167, N°2, 1965, pp. 129-155, en https://www.persee.fr/docAsPDF/rhr_0035-1423_1965_num_167_2_8161.pdf
[3] Larry Williams, The Mountain of Moses, The Discovery of Mount Sinai, 1990, publicado de nuevo bajo el título de The Mount Sinai Myth.
[4] Howard Blum, The Gold of Exodus: The Discovery of the True Mount Sinai, 1998.
Dos nuevos libros aparecieron recientemente, uno de un cristiano evangélico, Joel Richardson (Mount Sinai in Arabia), y otro de un rabino judío, Alexander Hool (Searching for Sinai). Y en 2018, la Doubting Thomas Research Foundation ha lanzado un par de sitios web, sinaiinarabia.com y jabalmaqla.com, dedicados a presentar las pruebas completas para el Sinaí árabe. Y ha producido el mejor documental hasta ahora, “Finding the Mountain of Moses: The Real Mount Sinai in Saudi Arabia”.
NEOM Y EL TRATO SECRETO SAUDITA-ISRAELÍ
Hasta ahora, el clan Real de la familia Saud, si bien está consciente de poseer el verdadero Sinaí y los restos arqueológicos que lo rodean, ha prohibido su acceso a aventureros y arqueólogos extranjeros. Pero eso puede convertirse pronto en una cuestión en la guerra de lugares santos en el Oriente Medio. Durante su ocupación del Sinaí egipcio entre 1967 y 1982, los israelíes se habían involucrado allí en una búsqueda arqueológica intensa pero infructuosa; la alternativa árabe para el Monte de Yahvé no puede dejarlos indiferentes. Un enorme poder simbólico está en juego. Como todo lo bíblico, la cuestión tiene implicaciones geopolíticas de gran alcance a los ojos de los señores de Sión, para no mencionar la perspectiva financiera. La introducción de Joel Richardson a su libro “Monte Sinaí en Arabia” suena a un folleto turístico que apunta a los adoradores de Yahvé de todo el mundo:
“Éste fue el mismo lugar donde Dios mismo descendió. (…) Ésta es una montaña que está literalmente empapada de historia divina. (…) Visitar el Jebel (Monte) al-Lawz (…) fue la experiencia más conmovedora y edificadora de la fe de toda mi vida. (…) El tiempo está maduro. Dentro de la soberanía de Dios, creo totalmente que ha llegado la época en que el Jebel al-Lawz será finalmente totalmente abierto no sólo para los arqueólogos sino para el mundo entero”.
La creciente popularización del Sinaí árabe no puede no tener relaciones con el proyecto de la ciudad de Neom anunciado en Octubre de 2017 por el príncipe heredero saudita Mohammad bin Salman: una mega-ciudad transnacional y zona económica, de alta tecnología y ultra-conectada, abarcando 26.500 kms² (casi el tamaño de Massachusetts), que resulta corresponder aproximadamente al antiguo Madián. Actuando bajo un régimen legal específico equipado para un estilo de vida occidental y aislado de la ley islámica, Neom también apuntará al turismo de lujo. Richardson espera que el Jebel al-Lawz sea parte de la atracción:
“Si los actuales proyectos continúan, el reino saudita se abrirá pronto al turismo por primera vez en su historia. ¿Está actuando la soberana mano de Dios? (…) En la actual atmósfera de incredulidad creciente, el mismo Dios que descendió sobre la montaña ante multitudes ha ordenado que ahora surja de las relativas sombras para que se maraville una multitud aún mayor” [5].
[5] Joel Richardson, Mount Sinai in Arabia, 2019.
Israel, cuya ciudad de Eilat estará sólo a unos pocos kilómetros, con acceso directo por barco, es un importante apostador, aunque discreto, en el megaproyecto. Un reportero del Jerusalem Post afirma haber visto “correspondencia entre diplomáticos árabes y hombres de negocios israelíes que confirma que están en curso conversaciones sobre cooperación económica, y varias compañías israelíes ya están vendiendo instrumentos de ciber-seguridad al gobierno saudita”.
Esa empresa conjunta, comenta el reportero israelí, es “un golpe al boicot de la Liga Árabe de décadas de duración contra el Estado judío”. En efecto, la legendaria enemistad saudita-israelí se está rápidamente transformando en una alianza abierta para el control del Oriente Medio a costa de Irán. Mohammed bin Salman puede ahora revertir 70 años de boicot saudita de Israel, diciendo que “los judíos tienen un derecho a su propia tierra”.
Lo que encendió ese romance fue la poción de amor Nº 11-S. Esa sofisticada operación de bandera falsa orquestada por los cripto-sionistas neocons tenía un dispositivo incorporado para chantajear a Arabia Saudí para que se alineara (o, digamos, obligar a los Saud a purgar sus elementos anti-israelíes): además de Osama bin Laden, 15 de los 19 presuntos secuestradores eran sauditas. Ése era un mensaje en sí mismo, y David Wurmser lo machacó con un artículo en el Weekly Standard del 29 de Octubre de 2001 titulado “La Conexión Saudita: Osama bin Laden Está mucho más Cerca de la Familia Real Saudita que lo que Usted Piensa”.
Muchos libros y artículos fueron escritos dentro de la misma línea [6]. La presión aumentó cuando el New York Times el 26 de Julio de 2003 reveló que una sección de 28 páginas que detallaba la posible participación de funcionarios sauditas específicos había sido censurada del Informe de la Comisión del 11-S. Uno de los hombres claves en esa operación de chantaje fue el senador Bob Graham, cuñado de la dueña del Washington Post Katharine Graham (nacida Meyer), con su libro [7] y entrevistas, principalmente en Democracy Now. Para cualquiera consciente de que Bin Laden no tuvo nada que ver con el 11-S, debería ser obvio que las 28 páginas “censuradas” del informe de la Comisión del 11-S son una impostura, como todo el resto de ello, una parte integrante de la bandera falsa para chantajear a Arabia Saudí para que adoptara una nueva política amistosa hacia Israel.
[6] Dore Gold, Hatred’s Kingdom: How Saudi Arabia Supports the New Global Terrorism, 2004.
[7] Bob Graham, Intelligence Matters: The CIA, the FBI, Saudi Arabia, and the Failure of America’s War on Terror, 2004.
Aquello fue eficaz, a juzgar por el buen trabajo que los sauditas han hecho en favor de Israel durante la última década, dirigiendo a sus yihadistas contra Libia y Siria. “Se dice que Israel está trabajando con Arabia Saudí en el plan de ataque a Irán”, según The Times of Israel del 17 de Noviembre de 2013. La guerra de los Saud en Yemen, dirigida contra el movimiento Houthi Ansarullah, en su mayor parte chiíta y odiador de Israel (“Muerte a Israel, Maldición a los Judíos”, dice su lema), es otra prueba de su disposición a servir a Sión. El 26 de Octubre de 2017 Mohammad bin Salman declaró que su guerra contra Yemen tenía que ver con la prevención de la creación de otro Hezbolá en el Oriente Medio. Irán está justificadamente preocupado por esa nueva alianza.
Algunos creen que la alianza secreta saudita-israelí realmente se remonta a la fundación misma de Arabia Saudí. Al menos, un argumento fuerte puede ser hecho en cuanto a que la creación de Arabia Saudí por Gran Bretaña a principios del siglo XX calzaba con la agenda sionista. Fabricados y mantenidos por las mismas fuerzas anglo-sionistas, ambos Estados están destinados a desaparecer juntos, cree el jeque Imran Hosein. Pero el plan sionista es realizar la promesa de Yahvé a Abraham (que los judíos generalmente consideran como una promesa hecha a los judíos): “A tus descendientes doy esta tierra, desde el río de Egipto [o Torrente de Egipto, que no es el Nilo] al gran río, el Éufrates” (Génesis 15:18-21), lo cual, por supuesto, significa que Arabia del Norte debe caer un día bajo control israelí, que es de lo cual realmente puede tratarse el Proyecto Neom. Los signos de una agenda oculta de un “Gran Israel” están en todas partes, incluyendo titulares como el del periódico Haaretz “Antes del Islam: Cuando Arabia Saudí Era un Reino Judío”, un ejemplo perfecto de la propensión de los israelíes a usar conclusiones arqueológicas insignificantes o fraudulentas para apoyar su hybris imperial.
Hay actualmente rumores de que tanto Muhammad ibn Saud (1710-1765), fundador de la dinastía Saud, como su compañero Muhammad ibn Abd-al-Wahhab (1703-1792), fundador del wahabismo, eran judíos de antiguo linaje. Las Memorias de un espía británico apellidado Hempher, hechas conocidas en 1888 por el almirante otomano Ayyub Sabri Pasha, afirma que Abd-al-Wahhab era de una familia Dönmeh [de criptojudíos sabateos en el Imperio otomano], y que su reforma fue encubiertamente apoyada por los británicos como parte de una estrategia para fomentar la división dentro del Islam y desestabilizar al gobierno otomano. Esa fuente es tomada en serio en un informe de Inteligencia Militar iraquí de 2002 y titulado “El Nacimiento del Wahabismo y sus Raíces Históricas”, traducido por el Ministerio de Defensa estadounidense. El informe iraquí también se refiere a otras fuentes árabes afirmando que Ibn Saud descendía de un comerciante judío de Basora. Esas afirmaciones recibieron mucho eco en el mundo islámico. Es especialmente común entre los chiítas iraníes considerar que “el wahabismo tiene sus raíces en el judaísmo”, como declaró un general superior iraní recientemente [8]. Los wahabitas en efecto parecen realmente ser conducidos por el mismo demonio sanguinario que habló a Moisés, Josué y Elías, un punto apropiadamente ilustrado por su furia contra Baal, el permanente opositor bíblico de Yahvé, cuyo antiguo templo en Palmira el Estado Islámico voló en pedazos en 2015.
[8] Seth Frantzman, “IRGC General Soleimani Says Roots of Wahhabism Are Jewish, Linked to ISIS”, Jerusalem Post, 22 Feb. 2019.
Aunque los orígenes cripto-judíos del wahabismo y/o la dinastía de los Saud parezcan imposibles de certificar, ellos no son inverosímiles. Ha habido comunidades judías poderosas en Arabia desde tiempos muy antiguos. En el tiempo del profeta Mahoma, escribe Gordon Newby en “A History of the Jews of Arabia”, “los judíos estaban presentes en todas las áreas de la sociedad árabe. Había comerciantes judíos, beduinos judíos, agricultores judíos, poetas judíos, y guerreros judíos. Los judíos viven en castillos y en tiendas de campaña. Ellos hablaban el árabe tan bien como el hebreo y el arameo” [9]. Ellos llevaban nombres árabes y su organización tribal no era diferente de la de otros árabes. Muchos se convirtieron al Islam durante los siglos, pero algunos pueden haber mantenido alguna secreta condición de judíos. La comunidad judía más poderosa con la cual Mahoma tuvo que tratar fue la de Khaybar, 160 kms. al Norte de Medina. En el siglo XII había todavía 50.000 judíos en aquella región, según el viajero judío Benjamín de Tudela. Ellos “salen a saquear y capturar despojos de tierras distantes junto con los árabes, sus vecinos y aliados” [10]. En 1875 Charles Montagu Doughty encontró que ellos se habían hecho “musulmanes en apariencia, pero en secreto eran judíos crueles que no soportarán que ningún forastero entre en medio de ellos” [11].
[9] Gordon Darnell Newby, A History of the Jews of Arabia, from Ancient Times to Their Eclipse under Islam, The University of South Carolina Press, 1988, p. 49.
[10] The Itinerary of Benjamin of Tudela, Critical Text, Translation and Commentary by Marcus Nathan Adler, London, 1907, p. 47-48, en http://www.teachittome.com/seforim2/seforim/masaos_binyomin_mitudela_with_english.pdf
[11] Ibid., nota de Marcus Nathan Adler, p. 47.
Itzhak ben-Zvi postula una forma de cripto-judaísmo para explicar la simultaneidad de la decadencia de la judería árabe del Norte y el ascenso de los wahabitas [12].
[12] Itzhak ben-Zvi, The Exiled and the Redeemed, 1957, p. 193, cit. en G. D. Newby, op. cit., p. 104.
LA CUNA ÁRABE DEL JUDAÍSMO
La pregunta de los orígenes judíos de los Saud pertenece a la cuestión más grande de los lazos entre judaísmo, Islam y Arabia. En el resto de este artículo presentaré pruebas abrumadoras acerca del origen árabe de los israelitas, y luego las pruebas igualmente aplastantes para el origen judío del Islam y el patrón mosaico de su conquista de Siria. Conectando estos dos cuadros conseguiremos una perspectiva más amplia acerca de la profunda corriente cultural que ha seguido difundiéndose desde el desierto árabe desde el tiempo de Moisés.
Primero, volvamos a la historia de Moisés. Como he dicho en un artículo anterior [13], el consenso académico general consiste en que la primera compilación del Tanaj data del período del Exilio babilónico. Pero la historia del Éxodo en sí misma es mucho más antigua y, aparte de milagros y revelaciones, tiene verosimilitud histórica. El nombre “israelitas” debe ser una anacronía, sin embargo, ya que el reino llamado Israel existía mucho antes de ser convertido al yahvismo por judeanos. La Biblia indica que los “israelitas” fueron llamados “hebreos” por los egipcios (14 veces en el Éxodo) y por los filisteos (8 veces en 1 Samuel), un término también empleado con el sentido vulgar de “bandidos” o “ladrones” en Isaías 1:23 y Oseas 6:9 [14]. Aquel nombre puede ser idéntico a los habirus mencionados en las tablillas de Amarna descubiertas en el Medio Egipto, enviadas desde Canaán en algún momento durante el segundo milenio a.C. para implorar la rápida ayuda del Faraón contra las tribus nómadas de habirus [15]. La multitud de migrantes de Moisés no fue probablemente la primera oleada de habirus que codiciaban fervientemente Canaán, y ciertamente no fue la última.
[13] https://www.unz.com/article/zionism-crypto-judaism-and-the-biblical-hoax/
[14] Niels Peter Lemche, The Israelites in History and Tradition, 1998, pp. 58-60.
[15] Karl Budde, Religion of Israel to the Exile, New York, 1899, pp. 5-11.
Canaán era una región próspera, a diferencia de las tierras más pobres de su margen Sur. Sus habitantes, a quienes la Biblia retrata como idólatras detestables, eran miembros de una civilización tecnológica y culturalmente avanzada, organizada en ciudades-Estados, que producían trigo, vino, aceite y otros productos valiosos en grandes cantidades. Según el informe de los jefes tribales enviados por Moisés para reconocer dicha tierra, “Ella en efecto fluye con leche y miel. (…) Al mismo tiempo, sus habitantes son un pueblo poderoso; las ciudades están fortificadas y son muy grandes” (Números 13:27-28).
Es comúnmente sostenido que el paradigma bíblico para la relación entre judíos y árabes está encapsulado en la historia del Génesis de los hermanastros Isaac e Ismael. Pero de hecho, un antecedente más revelador es proporcionado por la historia del Éxodo de la interacción de los israelitas con los madianitas, un pueblo semi-nómada conocido por su avanzada habilidad en la domesticación de camellos, y por su extensa actividad comercial [16].
[16] Thomas Römer, The Invention of God, Harvard UP, 2016, p. 57.
Como en un palimpsesto, la narrativa que presenta a Moisés como el verdadero descubridor de Yahvé parece estar escrita sobre una historia más antigua que presenta a Yahvé como un dios madianita adoptado por Moisés desde su suegro, de quien se dice que era un “sacerdote” (kohen). El Éxodo hace alusión a que el monte Horeb era ya una conocida “tierra santa” (3:5) cuando Moisés se acercó a él. Y la Biblia enfatiza mucho que el casamiento con una mujer no israelita conduce a la adopción de sus dioses, lo cual podemos aplicar a Moisés, especialmente ya que es la esposa madianita de Moisés quien, “tomando un sílex (…) cortó el prepucio de su hijo” a fin de apaciguar la cólera de Yahvé hacia su marido (Éxodo 4:24-26).
En Éxodo cap. 18, después de conducir a su pueblo desde Egipto y establecer su campamento en el desierto madianita, “Moisés salió para encontrar a su suegro, se inclinó ante él y lo besó”. Entonces Jethro “ofreció una ofrenda quemada y otros sacrificios a Yahvé; y Aarón y todos los ancianos de Israel vinieron y comieron con el suegro de Moisés en presencia de Yahvé” (18:7-12). Ahí es Jethro quien actúa como un sacerdote de Yahvé, mientras Moisés y Aarón son simplemente invitados en la ceremonia. Poco después, cuando Moisés se siente abrumado por la tarea de gobernar solo a un gran número de gente, es Jethro quien, nuevamente con la autoridad de un sacerdote de Yahvé, aconseja que él instituya a los Jueces: “Moisés tomó el consejo de su suegro e hizo como él dijo” (18:19-25). Moisés después necesita que su suegro lo guíe hacia Canaán, diciéndole: “Tú sabes dónde podemos acampar en el desierto, y así tú serás nuestros ojos. Si vienes con nosotros, compartiremos contigo cualquier bendición que Yahvé nos dé” (Números 10:31-32). De Jueces 1:16 entendemos que el suegro de Moisés estuvo de acuerdo y “marchó con los hijos de Judá”.
La suma de todas esas historias sugiere que el culto de Yahvé se originó entre los madianitas. Esa hipótesis fue primero formulada en alemán por Friedrich Wilhelm Ghillany en 1863 [17], y luego en inglés por Karl Budde en 1899 [18]. La teoría ha ganado amplio apoyo, y es presentada hoy de forma convincente por el erudito suizo Thomas Römer [19]. Ella no necesariamente implica que los hebreos sólo adoptaron a Yahvé bajo la dirección de Moisés: cuando Yahvé encomienda a Moisés que diga a su pueblo en Egipto: “Yahvé, el dios de tus antepasados, se me ha aparecido” (3:16), la implicación es más bien que él está hablando a madianitas. La situación es históricamente plausible, ya que las tribus nómadas se sabe que emigraban a la tierra de praderas de los distritos fronterizos de Egipto, desde donde ellos podrían ser usados para que contribuyeran a cualquier gran operación de construcción [20].
[17] En su Theologische Briefe an die Gebildeten der deutschen Nation, bajo el seudónimo de Richard von der Alm (Thomas Römer, The Invention of God, p. 67).
[18] Karl Budde, op. cit., p. 19.
[19] Thomas Römer, The Invention of God, Harvard University Press, 2016.
[20] Karl Budde, op. cit., p. 12.
La innovación más significativa de Moisés al culto madianita, por lo visto, fue proporcionar movilidad a Yahvé, gracias al Arca y el Tabernáculo, una lujosa tienda de campaña chapada en oro (usando el oro robado de los egipcios), cuyas detalladas especificaciones son dadas en Éxodo caps. 25 a 31. De ahí en adelante, es en esa tienda de campaña que Moisés, créalo o no, conversaría con Yahvé “cara a cara, como un hombre habla con su amigo” (33:11). Esa des-localización de Yahvé puede ser considerada como la primera etapa en el largo proceso que convertirá por último a Yahvé desde ser una deidad que mora en un volcán a un omnipresente “dios del Cielo y la Tierra”.
Sin embargo, Yahvé permanecería durante mucho tiempo atado al cráter volcánico desde el cual primero surgió en este mundo. Él había guiado a los israelitas desde Egipto, “durante el día como un pilar de nube para mostrarles el camino, y de noche como un pilar de fuego para darles luz” (13:21), como si les diese una visión de sí mismo como el volcán. En vísperas de la migración desde Sinaí a Canaán, hay una vaga noción de que él realmente no dejaría su montaña, pero “enviará a un ángel” para dirigir a Moisés (Éxodo 23:20) [21]. Siglos después del Éxodo, el profeta Elías camina durante 40 días en una peregrinación “al monte de Yahvé, a Horeb”, donde, después de un huracán, un terremoto y una erupción de fuego, él recibió la palabra de Yahvé (1 Reyes cap. 19). Yahvé sigue siendo llamado El Shaddai, lo que posiblemente significa “el dios de la montaña” (Génesis 17:1, Éxodo 6:2-3) [22]. Su adicción al “olor agradable” de la carne carbonizada, conocida como los holocaustos (Génesis 8:21), puede ser asignada a sus genes volcánicos. Y él definitivamente mantiene un carácter volcánico en todas partes: él es “un fuego consumidor” (Deut. 4:24), esperado en visiones proféticas que “brille como un horno”, y que “encienda en llamas” a todos los malhechores (Malaquías 3:19).
[21] En Jueces 4:8, “el ángel de Yahvé”, más bien que Yahvé mismo, le da la victoria a los israelitas.
[22] Thomas Römer, op. cit., p. 108.
OTROS PUEBLOS ABRAHÁMICOS
Según Génesis 25:2-4, los madianitas son descendientes de Abraham por su segunda esposa Quetura. Ellos son por lo tanto herederos del pacto abrahámico, tal como los ismaelitas, los descendientes de Abraham y su criada Agar. Madianitas e ismaelitas realmente son más o menos confundidos en Génesis cap. 37, donde se dice que José fue vendido por madianitas a ismaelitas quienes lo llevaron a Egipto (37:28), y luego que “los madianitas lo habían vendido en Egipto” (37:36).
Además de los madianitas, los israelitas se relacionaron con una serie de pueblos en su camino a Canaán, principalmente con los moabitas, los edomitas (o idumeos), y los amalecitas. Aunque ellos practicaban la agricultura alrededor de cruces de caminos urbanizados, todos esos pueblos eran en su mayoría pastores y comerciantes semi-nómadas. Todos ellos son dados como descendientes de Abraham en Génesis: Moab es el sobrino de Abraham (19:31-38), Edom o Esaú es el nieto de Abraham (25:25), y Amalec es el nieto de Esaú (36:12). Pero parentesco no necesariamente rima con amistad. A los israelitas se les dice en el Deuteronomio: “Tú no debes considerar al edomita como detestable, ya que él es tu hermano” (23:8), pero los moabitas deben ser excluídos de la comunidad hasta la décima generación (23:4-5). En cuanto a los amalecitas, quienes “ocupan el área del Negeb” según Números 13:29, ellos merecen ser erradicados de la faz de la tierra según 1 Samuel 15:2.
En Jueces 1:16 el suegro de Moisés es llamado un quenita [o cainita] más bien que un madianita. Generalmente se asume que los quenitas eran una tribu entre la nación más grande de los madianitas, y que los israelitas tenían una alianza especial con los quenitas, más bien que con los madianitas en conjunto. El nombre de los quenitas realmente significa “herreros” o “trabajadores del hierro”, y tiene sentido para tal gente adorar a un volcán. Las tribus de herreros eran nómadas porque sus habilidades eran requeridas en un área muy amplia. Ellos eran objeto de miedos supersticiosos, porque el arte de la metalistería está asociado con la magia. Extrañamente, el nombre de los cainitas (Qayn en hebreo) es idéntico al nombre de Caín, cuyos descendientes son descritos en Génesis cap. 4 como “vagabundos inquietos” que viven en tiendas de campaña, inventores del herraje, fabricantes de instrumentos musicales metálicos, y protegidos de daño por una marca misteriosa. La historia original de Abel y Caín debe haberse originado en un pueblo que reclamaba a Caín como su ancestro [23], ya que el tercer hermano, Seth, parece ser una adición secundaria (los nombres de sus hijos en Génesis 5:6-32 son una copia de los nombres de los hijos de Caín en Génesis 4:17-18). Otras tradiciones bíblicas pueden haberse derivado del folklore quenita, según Hyam Maccoby [24].
[23] Hay otros ejemplos de gente nómada que atribuye su modo de vida a la transgresión de un ancestro. Yuri Slezkine comenta que antes de la época moderna algunos grupos étnicos de vagabundos concebían su modo de existencia “como castigo divino por una transgresión original”, (Yuri Slezkine, The Jewish Century, Princeton UP, 2004, pp. 22-23).
[24] Hyam Maccoby, The Sacred Executioner: Human Sacrifice and the Legacy of Guilt, 1982, pp. 13–51.
Según 1 Crónicas 2:55, los quenitas “descienden de Hamat, el padre de la Casa de Recab”. Esto hace a los quenitas idénticos o parientes de los recabitas. Jonadab el hijo de Recab está al lado del general yahvista judeano Jehu cuando éste extermina a los sacerdotes de Baal en el reino del Norte, Israel (2 Reyes cap. 10). El profeta Jeremías alaba a los recabitas por su fidelidad a Yahvé y a su antepasado que les ordenó no “beber vino, construír casas, sembrar semillas, plantar viñas o poseerlas, sino vivir en tiendas de campaña durante todas tus vidas” (Jeremías 35:6-7). Benjamín de Tudela menciona a los recabitas en Arabia en el siglo XII, y varios exploradores todavía los encontraron allí a principios del siglo XIX [25].
[25] Gordon Darnell Newby, A History of the Jews of Arabia, pp. 100, 103.
Los quenitas y recabitas son los únicos pueblos además de los israelitas que son presentados sistemáticamente en términos benévolos en la Biblia. Saúl perdona la vida de los quenitas cuando él extermina a los amalecitas entre quienes ellos moran, porque, él les dice, “Ustedes actuaron con fiel amor hacia todos los israelitas cuando ellos subían desde Egipto” (1 Samuel 15:6). Cuando David “envió partes del despojo a los ancianos de Judá, ciudad por ciudad”, algo de ello fue a “las ciudades de los quenitas” (1 Samuel 30:26-29) [26]. En contraste, el resto de los madianitas es presentado negativamente desde el principio de la conquista de Canaán. En Números cap. 31, los madianitas que moran en la tierra de Moab son culpados de incitar a los israelitas a intercasarse con los moabitas, atrayendo sobre ellos “la venganza de Yahvé”. Moisés formó un ejército para matar a todos los madianitas. (Sin embargo, en Jueces cap. 6 los madianitas son todavía un pueblo poderoso, aliado con los amalecitas para oprimir a los israelitas).
[26] Véase también Números 24:21 y Jueces 5:24.
Finalmente, tenemos que mencionar a los Benjaminitas. Aunque ellos sean presentados como una de las doce tribus, los últimos capítulos de Jueces (19 a 21) los muestran en guerra con las otras once tribus. Benjamín quiere decir Ben Yamin, o “hijo de Yemen”. ¿Significa esto que ellos vinieron de Yemen, la parte Sudoeste de Arabia? No es seguro, ya que Yemen realmente significa “Sur”. Pero ésa es una fuerte posibilidad. Hay una presencia judía muy antigua en Yemen, que se remonta al menos al reino himyarita [27] que controló Arabia desde el principio de nuestra Era o antes. Se cree que el rey de Himyar se convirtió al judaísmo en 380 y que en el siglo VI, el último rey judío, Yûsuf Dhû Nuwâs, desató una gran masacre de cristianos, pero cayó a su vez cuando el rey cristiano etíope invadió Yemen. Las fechas y los detalles de esa historia son inciertos, y el origen de los judíos yemenitas (la mayor parte de ellos trasladados a Israel en 1949-1950) permanece en parte misterioso. Según una de sus leyendas, ellos descienden de la unión del rey Salomón y la reina de Saba. Según otra, ellos habían emigrado desde Israel antes de la destrucción del Primer Templo, y habían rechazado volver del exilio en el tiempo de Esdrás [28]. Los estudios genéticos muestran que ellos están estrechamente relacionados con otros grupos judíos, y los estudios lingüísticos muestran que el hebreo yemenita es arcaico [29].
[27] https://en.wikipedia.org/wiki/Himyarite_Kingdom
[28] Gordon D. Newby, op. cit., pp. 18, 33-34.
[29] Gordon D. Newby, “The Jews of Arabia at the Birth of Islam”, en Abdelwahab Meddeb y Benjamin Stora (eds), A History of Jewish–Muslim Relations – From the Origins to the Present Day, Princeton UP, 2013, pp. 39-57.
Para concluír, hemos encontrado abundantes pruebas bíblicas de que Yahvé era originalmente un dios madianita, quizá especialmente adorado por los quenitas y los recabitas, y que aquellos que son presentados como “israelitas” provienen de Arabia (hayan pasado o no algún tiempo en el Este de Egipto). Hay también pruebas extra-bíblicas de una conexión muy antigua entre judíos y árabes. Las tres tribus judías que residían en Yathrib (Medina) en el tiempo de Mahoma afirmaron que ellas habían estado viviendo en el Hijaz desde el tiempo de Moisés. El orientalista David Samuel Margoliouth creía que su presencia puede muy bien ser así de antigua. Él también sostuvo que muchos nombres hebreos, incluyendo el de Yahvé, eran arábigos, y que el Libro de Job, entre otras historias bíblicas, “ostensiblemente viene de Arabia” [30].
[30] David Samuel Margoliouth, Relations between Arabs and Israelites Prior to the Rise of Islam: The Schweich Lectures 1921, Oxford UP, 1924.
La historia de José parece totalmente árabe para Kamal Salibi [1929-2011], el profesor de historia y arqueología en Beirut. En “La Biblia Vino de Arabia” (1985) él propone una hipótesis radical: él relocaliza en Arabia Occidental todos los nombres bíblicos de lugares, y por lo tanto toda la historia bíblica, desde Abraham a Salomón, pasando por Moisés [31]. El investigador egipcio Ashraf Ezzat [32] llega a una conclusión similar en su libro “Egipto No Conoció Faraones Ni Israelitas”. Yo no encuentro aquellas teorías muy fuertes, pero la evidencia del origen árabe del yahvismo, la matriz de la cultura judía, es abrumadora.
[31] http://editorial-streicher.blogspot.com/2015/12/kamal-salibi-y-el-origen-arabe-de-la.html
[32] http://editorial-streicher.blogspot.com/search/label/Ashraf%20Ezzat
LA CUNA JUDAICA DEL ISLAM
Mencioné antes la tesis de que el wahabismo es una creación judía. Pero ¿no fue el Islam mismo una creación judía desde el principio? La influencia del judaísmo sobre Mahoma está más allá de dudas. Eso es reflejado en muchas referencias coránicas a Moisés (Musa), Abraham (Ibrahim), José, David, Jonás, Salomón, y otras figuras bíblicas. Suras (fragmentos) enteros son dedicados en el Corán a leyendas bíblicas, “a menudo con adornos y comentarios post-bíblicos probablemente reunidos de tradiciones orales judías locales”, escribe el profesor Mark Cohen en “Una Historia de las Relaciones Judías y Musulmanas”. “En el comienzo, la mayoría de los eruditos están de acuerdo en que Mahoma supuso que los judíos afluirían a su predicación y lo reconocerían como su propio profeta, o en realidad, como el último o el sello de los profetas” [33]. Él rezó hacia Jerusalén, adoptó las prohibiciones de los judíos, y ayunó durante los mismos días. Él se casó con una mujer de los Banu an-Nadir, una de las dos tribus judías más ricas de Yathrib (Medina), considerada como de origen sacerdotal, lo cual lo pone a él en una posición sorprendentemente reminiscente de Moisés casándose con la hija de un sacerdote madianita.
[33] Mark R. Cohen, “Islamic Policy toward Jews from the Prophet Muhammad to the Pact of Umar”, en A. Meddeb y B. Stora (eds), A History of Jewish–Muslim Relations, 2013, pp. 58-70.
Las tribus judías de Yathrib “se suponía que habían provenido de una migración de sacerdotes a Arabia algún tiempo después de la destrucción del Segundo Templo”, explica Gordon Newby, autor de una respetada “Historia de los Judíos de Arabia”. “La presencia de una influencia sacerdotal [judía] en Arabia ayudará a explicar la plétora de tradiciones escatológicas atribuídas a los judíos en la literatura islámica o utilizadas por exégetas musulmanes basados en escrituras judías” [34]. Según Newby, “el Islam se desarrolló en el contexto de una Arabia que estaba fuertemente bajo la influencia del judaísmo”.
“El Islam y el judaísmo en Arabia durante la vida de Mahoma estaban actuando en la misma esfera del discurso religioso: las mismas cuestiones fundamentales eran discutidas desde perspectivas similares; la moral y los valores éticos eran similares; ambas religiones compartían los mismos personajes religiosos, historias y anécdotas. Podemos ver esto cuando miramos el contexto implícito del mensaje coránico. No hay ninguna expectativa de que las historias que llamamos bíblicas sean algo salvo familiares a los oyentes árabes. (…) Las expectativas de Mahoma de que él podría convertir a los judíos a su visión eran bastante razonables. Está claro que Mahoma no pensó que él estaba comenzando una nueva religión sino, más bien, restaurando y reformando la herencia abrahámica entre los judíos y los cristianos de Arabia” [35].
[34] G. D. Newby, A History of the Jews of Arabia, pp. 17, 47.
[35] Newby, op. cit., pp. 105, 84-85.
Según el francés historiador del Islam Alfred-Louis de Prémare, toda la información disponible, de todo origen (siríaco, armenio o griego), indica que Mahoma fue el iniciador de la conquista árabe de Palestina. La orientación inicial del rezo hacia la Ciudad Santa atestigua eso (fue redirigida hacia La Meca en el siglo VIII) [36]. Tal como la conquista israelita diez siglos antes, la conquista árabe fue una forma de razzia. Ella “apelaba a la avaricia del despojo de círculos cada vez más grandes de árabes”, en palabras de historiador del Islam Hichem Djait. “Casi todos los árabes que participaron en las guerras de conquista se encontraron enriquecidos por el despojo, al punto de que podemos decir que el despojo llegó a ser el incentivo para la conquista” [37]. Al igual que los israelitas, ellos tenían una fuerte conciencia étnica: el Profeta y la mayoría de sus compañeros, así como todos los califas hasta el siglo XIII, provinieron de una sola tribu árabe, los koreichitas, quienes ya controlaban el santuario de La Meca en tiempos pre-islámicos.
[36] Alfred-Louis de Prémare, Les Fondations de l’Islam, 2002, pp. 131-135.
[37] Hichem Djaït, La Grande Discorde. Religion et Politique dans l’Islam des Origines, 1989, pp. 70-71, 96.
El contexto era sorprendentemente similar al de la conquista bíblica de Canaán. Moisés había aprovechado la lucha larga de siglos entre Egipto y Asiria por el control de Siria. Mahoma y sus sucesores sacaron ventaja de la guerra entre los Imperios persa y bizantino por el control del mismo territorio. Esas guerras bizantino-sasánidas [38] habían agotado los recursos militares de ambos Imperios, y revivieron entre las comunidades judías la esperanza mesiánica de hacerse con el poder en la antigua tierra de Israel. Alrededor del año 612, los 4.000 judíos que vivían en la ciudad de Tiro confabularon en secreto con judíos de Jerusalén, Chipre, Damasco, Tiberíades y Galilea, para apoderarse de su ciudad durante los feriados cristianos de Pascua, y luego marcharon juntos para expulsar a los cristianos de Jerusalén. El complot fue descubierto y el ejército judío de 26.000 hombres encontró a Tiro bien dispuesto a recibirlos. Pero cuando en el año 614 los persas sitiaron Jerusalén, ellos fueron asistidos desde dentro por los judíos, quienes después recibieron el cargo de gobernador sobre la ciudad y permiso para construír un templo. Los judíos entonces cometieron una de las masacres más grandes de cristianos en la Historia (vea “Mamilla Pool”, de Israel Shamir [39]). Los persas cambiaron su política dentro de tres meses y expulsaron a los judíos de Jerusalén.
[38] https://es.wikipedia.org/wiki/Guerras_romano-sas%C3%A1nidas
[39] https://www.unz.com/ishamir/mamilla-pool/
Cuando los bizantinos recobraron Palestina en 628, y su Emperador Heraclio hizo una entrada triunfal en Jerusalén en 630, muchos judíos tomaron refugio en Arabia, Persia o Egipto. La mayoría huyó cuando, dos años más tarde, cansado de las traiciones de sus súbditos judíos, Heraclio publicó un decreto sin precedentes que obligaba a todos los judíos y samaritanos de su Imperio a hacerse cristianos. Aunque el decreto no fuera hecho cumplir sistemáticamente, intensificó la fiebre mesiánica anti-bizantina de los judíos. Varios textos apocalípticos y proféticos judíos fueron escritos en aquel período, algunos prometiendo que “el Imperio pasará pronto a Israel”. El Sefer Zerubavel (o Apocalipsis de Zorobabel) [40] anunciaba la restauración de Israel y el establecimiento del Tercer Templo, designando a Heraclius (bajo el criptograma de Armilius) como el Anticristo. Es completamente digno de nota el que la conquista islámica de Siria siguió unos años después de la proclamación por Heraclio de su “solución final” para la cuestión judía [41].
[40] https://en.wikipedia.org/wiki/Apocalypse_of_Zerubbabel
[41] Gilbert Dagron y Vincent Déroche, Juifs et Chrétiens en Orient Byzantin, 2010, p. 41.
Recomiendo para este tema los dos primeros capítulos del innovador libro de los profesores Patricia Crone y Michael Cook “Hagarism: The Making of the Islamic World”. Sacando de fuentes no islámicas del siglo VII, los autores encuentran el origen del Islam en una forma de mesianismo judío que asigna a los ismaelitas (o agarenos, del nombre de Agar, la madre de Ismael) una parte en la promesa de Yahvé a Abraham, y la misión divinamente ordenada de tomar posesión de la Tierra Prometida en cooperación con los hijos de Israel que la han perdido [42].
[42] Patricia Crone y Michael Cook, Hagarism: The Making of the Islamic World, Cambridge UP, 1977, pp. 6-30. PDF en https://archive.org/details/Hagarism
Las fuentes usadas por los autores no son muchas, pero ellas son muy consistentes en sus descripciones de “una intimidad más amplia en las relaciones de árabes y judíos” en el tiempo de Mahoma, y “la calidez de la reacción judía a la invasión árabe”, así como “una marcada hostilidad hacia el cristianismo de parte de los invasores”. Por ejemplo, la “Doctrina Jacobi” [43] es un libro escrito en Palestina hacia el año 630, en la forma de un diálogo que ocurre en Cartago, entre un judío sinceramente convertido llamado Jacob y otros judíos, bautizados por la fuerza o no bautizados. Allí se menciona a Mahoma como un profeta de los sarracenos que proclama “el advenimiento del ungido que debe venir” y la redención de la Tierra Prometida para todos los hijos de Abraham. “Los Secretos del Rabino Simon ben-Yohay” [44] es un apocalipsis judío de mediados del siglo VIII. Allí se afirma que Yahvé “trae el reino de Ismael” a fin de salvar a los judíos de la maldad de Bizancio. “Él levanta sobre ellos a un profeta según Su voluntad, y conquistará la tierra para ellos, y ellos vendrán y la restaurarán en su grandeza, y habrá gran terror entre ellos y los hijos de Esaú”.
[43] https://en.wikipedia.org/wiki/Teaching_of_Jacob
[44] https://en.wikipedia.org/wiki/The_Secrets_of_Rabbi_Simon_ben_Yohai
Otra fuente importante es una Crónica Armenia escrita hacia 660 y atribuída al obispo Sebeos. Según Crone y Cook, ella presenta la conquista islámica como “un irredentismo dirigido a la recuperación de un derecho de nacimiento divinamente conferido a la Tierra Prometida”, en una sociedad entre los hijos de Ismael y los hijos de Israel desterrados en Arabia. La crónica comienza con el éxodo de refugiados judíos desde Edessa después de su recuperación por Heraclio de los persas hacia el año 628.
«Ellos salieron al desierto y vinieron a Arabia, entre los hijos de Ismael; ellos buscaron su ayuda, y les explicaron que ellos eran parientes según la Biblia. Aunque los ismaelitas estaban listos a aceptar ese parentesco cercano, los judíos sin embargo no pudieron convencer a la masa de la gente, porque sus cultos eran diferentes.
«En ese tiempo había un ismaelita llamado Mahmet, un comerciante; él se presentó ante ellos como si fuera por orden de Dios, como un predicador, como el camino de verdad, y les enseñó a conocer al dios de Abraham, ya que él estaba muy bien informado, y muy bien relacionado con la historia de Moisés. Ya que la orden vino desde lo alto, todos ellos se unieron bajo la autoridad de un solo hombre, conforme a una sola ley, y, abandonando cultos vanos, volvieron al Dios vivo que se había revelado a su padre Abraham. Mahmet les prohibió comer la carne de cualquier animal muerto, beber vino, mentir o fornicar. Él añadió: “Yahvé ha prometido esta tierra a Abraham y a su posteridad después de él para siempre; él actuó según Su promesa mientras él amó a Israel. Ahora ustedes, ustedes son los hijos de Abraham, y Yahvé realiza en ustedes la promesa hecha a Abraham y su posteridad. Sólo amen al dios de Abraham, vayan y tomen posesión de su país que Yahvé dio a vuestro padre Abraham, y ninguno será capaz de resistirlos a ustedes en la lucha, ya que Yahvé está con ustedes” (…)
«Todos los que quedaban de los pueblos de los hijos de Israel vinieron para unirse a ellos, y constituyeron un ejército poderoso. Entonces ellos enviaron una embajada al Emperador de los griegos, diciendo: “Yahvé ha dado esta tierra como una herencia a nuestro padre Abraham y a su posteridad después de él; somos los hijos de Abraham; tú has tenido nuestro país durante suficiente tiempo; abandónalo pacíficamente, y no invadiremos tu territorio; de otro modo, volveremos a tomar con interés lo que tú has tomado”».
El cuadro general obtenido de fuentes no islámicas encuentra confirmación en unos cuantos elementos fosilizados dentro de la tradición islámica, como la “Constitución de Medina”, “un elemento evidentemente anómalo y plausiblemente arcaico de la tradición islámica”, que documenta la alianza entre Mahoma y las poderosas tribus judías de Yathrib.
Fue sólo después de la conquista árabe de Jerusalén que apareció una ruptura entre judíos y árabes, lo que condujo a volver a describir en fuentes islámicas su relación mutua. Crone y Cook encuentran pruebas de “una pelea abierta entre judíos y árabes por la posesión del sitio del Santo de los Santos, con lo cual los árabes frustran un designio judío para restaurar el Templo y construír su propio oratorio allí en cambio”. Simultáneamente, “cuando los agarenos rompieron con sus antiguos protegidos judíos y adquirieron grandes números de súbditos cristianos, su hostilidad inicial hacia el cristianismo estaba claramente sujeta a la erosión”. El significado mesiánico de la conquista fue atenuado, y Jesús fue reconocido como el Mesías, pero el odio a la cruz fue mantenido mediante una inteligente invocación de Docetismo. “En la figura de Jesús el cristianismo ofreció a un Mesías totalmente desconectado de la fortuna política de los judíos. Todo lo que los agarenos tuvieron que hacer para librarse de su propio íncubo mesiánico fue tomar prestado al mesías de los cristianos”.
Sin embargo, “Mientras más fuertemente ellos se inclinaban hacia el cristianismo para disociarse de los judíos, mayor era el peligro de que ellos terminaran simplemente haciéndose cristianos como la mayoría de sus súbditos”. De ahí el desarrollo en el Corán de una específica “religión de Abraham”, que consistió principalmente en la circuncisión y el sacrificio, en realidad, en “la perpetuación de la práctica pagana bajo una nueva tutela abrahámica”. En esa etapa el samaritanismo proporcionó un modelo de disociación desde el judaísmo, con su santuario alternativo de Siquem, supuestamente fundado por Abraham; cuando los ismaelitas dejaron de involucrarse con Jerusalén, ellos igualmente eligieron un santuario suyo propio, a saber, la Kaaba de La Meca —un lugar sagrado pagano pre-islámico—, y afirmaron que había sido fundado por Abraham. El Islam también estuvo de acuerdo con los samaritanos en que la Torá judía ha sido corrompida con el tiempo. Sin embargo, a pesar del cisma, el Islam nunca perdió contacto con su origen judío, e incluso “adquirió su forma rabínica clásica a la sombra del judaísmo babilónico, probablemente después de la transferencia de poder desde Siria a Iraq a mediados del siglo VIII”.
Algunos estudiosos ven al Islam como arraigado en herejías judeo-cristianas, más bien que en el judaísmo stricto sensu [45]. Los argumentos incluyen un escrito (hadith) sobre Waraka ibn Nawfal, un pariente de Khadija, la primera esposa de Mahoma, presentado como un sacerdote de los “nazarenos” y el primer creyente en la vocación de Mahoma (Sahih al-Bukhari hadith, 1.3). Cuando Mahoma le habló sobre la visita del ángel, Waraka le dijo que ése era el mismo ángel que Yahvé había enviado a Moisés. Waraqa “conocía tanto la Torá como el Evangelio”, y “copió en hebreo toda la parte del Evangelio que Dios quiso que él transcribiera”. Claramente, Waraqa es más judío que cristiano, como lo eran los “nazarenos” en general, un término que se refería generalmente a creyentes judíos en el mesianismo de Jesús que permanecieron leales a la Torá y la circuncisión. Entonces, la tesis del origen del Islam en la herejía del cristianismo judaizante no es contradictoria con la tesis de su origen judío, sino que están demasiado cercanas.
[45] Karl-Heinz Ohlig y Gerd-Rudiger Puin (dir.), The Hidden Origins of Islam: New Research into Its Early History, 2010.
¿QUÉ HICIERON LOS MUSULMANES POR LOS JUDÍOS?
Combinando lo que hemos aprendido sobre el origen árabe del judaísmo mosaico, por una parte, y sobre el origen judío del Islam, por otra, conseguimos una perspectiva histórica muy amplia. La conquista de Canaán lanzada por Moisés y conseguida por Josué, que dio a luz al judaísmo, y la conquista de Siria lanzada por Mahoma y conseguida por Abu Bakr, que dio a luz al Islam, aparecen como dos olas gigantes de la misma irresistible tendencia de árabes y otros habirus a dejar sus inhospitalarios desiertos y conquistar la parte más débil y cercana de la Fértil Media Luna.
Cada ola es apoyada por la anterior, la que contribuye a potenciarla. En todas sus conquistas, los árabes fueron favorablemente recibidos por los judíos, que les ayudaron a derrocar el poder bizantino. Cuando Siria cayó en manos árabes después de la decisiva batalla de Yarmouk contra los bizantinos en 636, la Ciudad Santa, donde los judíos habían sido prohibidos desde el año 135, fue abierta para ellos otra vez, y ellos se precipitaron allá. Aunque el Islam entonces tomara alguna distancia del judaísmo, los judíos asistieron a los árabes en su posterior conquista de Persia. Y en ninguna parte la cooperación entre judíos y musulmanes fue más íntima que en la conquista de la España visigótica católica el año 711. Las fuentes musulmanas y católicas concuerdan en que el ejército conquistador, compuesto sobre todo de bereberes, incluía también muchos judíos, y que los judíos ibéricos proporcionaron valiosa ayuda a los invasores. Tanto confiaban en ellos, que las ciudades conquistadas fueron dejadas bajo el control de judíos [46].
[46] Norman Roth, Jews, Visigoths and Muslims in medieval Spain: Cooperation and Conflict, 1994, pp. 79-90.
De manera recíproca, la conquista islámica permaneció como un don del cielo para las comunidades judías en todas partes, aunque sus expectativas mesiánicas no fueran totalmente realizadas. Previamente, los judíos estaban divididos en dos Imperios en guerra uno con el otro; los judíos del Imperio Bizantino fueron cortados del centro intelectual de Babilonia, bajo gobierno persa. Un siglo después de la muerte de Mahoma, prácticamente cada judío en el mundo vivía en un espacio político unificado. Como dhimmis, ellos todavía eran ciudadanos de segunda clase, pero eso era preferible al status de no ciudadanos que ellos tenían antes. En un mundo donde, durante dos siglos, los musulmanes permanecieron como una minoría, los judíos eran iguales ahora a los cristianos, y disfrutaban de una muy amplia autonomía social. Los conquistadores árabes, que necesitaban administradores expertos, abrieron para los judíos perspectivas inesperadas para el ascenso social.
Los judíos ya no tuvieron que temer conversiones forzadas. De hecho, ellos ni siquiera eran animados a convertirse por sus señores musulmanes, ya que en la ideología de los tempranos conquistadores, dice Hichem Djait, “la conversión de otros pueblos no era parte de la agenda”. El objetivo era gobernar sobre ellos y vivir de su trabajo por medio de un fuerte impuesto (el jizyah) [47]. A diferencia de los cristianos, que durante mucho tiempo permanecieron apegados a sus lenguas copta, siríaca o griega, los judíos rápidamente adoptaron el árabe, una lengua semítica cercana al arameo y el hebreo, desarrollando para su uso interno una lengua judeo-árabe que les permitió mantener una separación. El hebreo, que había estado muerto, fue revivido como una lengua sagrada. “La lengua hebrea desarrolló su gramática y vocabulario de acuerdo al modelo de la lengua árabe. El renacimiento del hebreo en nuestros propios tiempos sería completamente impensable sin los servicios dados a ello por el árabe de varios modos hace mil años”, escribió S. D. Goitein [48]. Después del final de la conquista islámica de Persia a mediados del siglo VIII, las instituciones talmúdicas (yeshivas) de Babilonia se convirtieron en las autoridades espirituales supremas del mundo judío, sirviendo como centros del conocimiento y órganos del gobierno mundial. Todavía en el siglo XVI comunidades judías de tan lejos como de España buscaban la guía desde Bagdad. “El gobierno islámico no sólo transformó al judaísmo sino que permitió su consolidación y difusión”, escribe la historiadora Marina Rustow [49].
[47] Hichem Djaït, La Grande Discorde, 1989, p. 70.
[48] S. D. Goitein, Jews and Arabs: Their Contacts through the Ages, 1970, pp. 7-8.
[49] Marina Rustow, “Jews and Muslims in the Eastern Islamic World”, en A. Meddeb y B. Stora (eds), op. cit., pp. 75-96.
Considerando todo esto, David Wasserstein declara en un artículo publicado en la Jewish Chronicle (24 Mayo 2012) titulado “Entonces, ¿Qué Hicieron los Musulmanes por los Judíos?”:
“El Islam salvó a la Judería. Ésta es una afirmación impopular e inquietante en el mundo moderno. Pero es una verdad histórica. El argumento para ella es doble. Primero, en 570 d.C., cuando el profeta Mahoma nació, los judíos y el judaísmo iban camino al olvido. Y segundo, la venida del Islam los salvó, proporcionando un nuevo contexto en el cual ellos no sólo sobrevivieron sino que prosperaron, poniendo los fundamentos para la posterior prosperidad cultural judía, y también en la cristiandad, desde el período medieval hasta el mundo moderno. (…) Si el Islam no hubiera venido, la judería en Occidente habría declinado hasta su desaparición y la judería en el Este se habría convertido en sólo otro culto oriental”.
Hoy, Israel se beneficia del Islam de diferentes modos. Primero, puede usar al Islam para desactivar la única verdadera amenaza que afronta en el Oriente Medio: el nacionalismo árabe. Los Estados seculares árabes, como los de Nasser, Saddam, Gaddaffi o Al-Assad, han sido los enemigos más peligrosos del Estado de Israel, mientras que el Islam político ha sido el aliado de facto de Israel en el debilitamiento o la destrucción de esos Estados. Eso comenzó con la Hermandad Musulmana en Egipto. Más recientemente, Israel ha estado apoyando financieramente, militarmente, y hasta médicamente, a los yihadistas que han sumergido a Siria en el caos. En Europa también, “el Islam es la escoba de Israel”, dice el rabino francés David Touitou.
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