Protohistoria
No
somos los primeros (Hombres gigantes)
Por Luis Arribas
Vivimos en un mundo que está cambiando
constantemente a una velocidad impresionante. La percepción
del tiempo se ha distorsionado de tal manera que los acontecimientos
ocurridos tan sólo un par de meses atrás nos
parece que han sucedido hace mucho más tiempo. Los
días, las semanas y los meses pasan tan rápido,
que no hemos acabado el verano y ya estamos pensando en las
Navidades. Además, el tiempo atmosférico también
parece incidir sobre estas apreciaciones y tan pronto hace
una temperatura casi veraniega como un frío invernal.
Pasamos del calor al frío, de una estación a
otra apenas sin darnos cuenta. Quizá Por eso, por lo
distorsionado que tenemos el tiempo cronológico en
nuestra mente, no nos damos cuenta que tan solo han pasado
unos pocos cientos de años desde que creíamos
que la Tierra era plana o que el mundo se había creado
unos pocos años atrás.
Según la antropología convencional,
el ser humano tal como le conocemos hizo acto de presencia
sobre este planeta no hace más de 25.000 ó 30.000
años. Según esa misma cronología, hace
aproximadamente un millón de años nuestros predecesores
surgieron de una rama de primates -los póngidos- que
fueron pasando por diferentes estadios evolutivos hasta alcanzar
nuestra etapa actual. Sin embargo, tradiciones milenarias
nos hablan de que el ser humano es mucho más antiguo,
que antes de existir nuestra humanidad hubo otras muchas que
nos precedieron y que por distintas causas desaparecieron
de la faz del planeta sin dejar rastro. o ¿sí
lo dejaron?
El ser humano se mantiene en este planeta gracias
a su capacidad de adaptación, a su poder para modificar
el entorno adecuándolo a sus necesidades. La existencia
de alguna civilización anterior a la fecha oficialmente
establecida carece de sentido según la antropología,
porque no existen indicios racionales que lo puedan demostrar.
Sin embargo, desde hace casi cien años hasta la actualidad
se han ido produciendo hallazgos que rompen de forma dramática
la línea histórica tan "Ortodoxamente"
trazada por los estudiosos del tema. En efecto, a lo largo
de los últimos cien años, y a todo lo largo
y ancho de este mundo, se han ido encontrando "cosas"
que no debieran estar ahí, y que tampoco parecen ser
del tiempo en que son fechadas por los especialistas. Me estoy
refiriendo a lo que se conocen como "huellas erráticas",
es decir, restos óseos y culturales que rompen la línea
evolutiva oficialmente establecida. Como un ejemplo de lo
anterior nos encontramos con el caso ocurrido el 17 de octubre
de 1974, cuando una expedición franco-norteamericana,
encabezada por el doctor Carl Johanson, de la universidad
de Cleveland, ayudó a salir de su tumba volcánica
a los restos de un cadáver que contaba con la nada
despreciable cifra de cuatro millones de años de antigüedad.
Este espectacular desenterramiento no sólo amenaza
con destruir todas las actuales teorías acerca del
origen del hombre, sino que restablece el Oriente Medio como
el lugar de nacimiento de la especie humana.
Pero con ser ciertamente sorprendente el hallazgo
anterior, palidece si lo comparamos con los descubrimientos
realizados en estratos carboníferos, algunos de los
cuales podrían remontarse a la friolera de hace ¡600
rnillones de años! Veamos si no, a título de
ejemplo, la noticia aparecida en la re- vista Geology of Coal
(Geología del carbón):
"Los restos de animales en lechos carboníferos
son extremadamente raros. Los animales que habitaron los grandes
lagos carboníferos eran formas terrestres, cuyos cuerpos
se descompusieron después de la muerte con la misma
rapidez que los de los animales vivos de los primitivos bosques
y ciénagas existentes. En la colección carbonífera
de la Academia de Minería de Freiberg figura un sorprendente
cráneo humano formado por carbón marrón
y limonita manganífera y fosfórica, pero se
desconoce su origen. Este cráneo fue descrito por Karsten
y Dechen en 1842 ".
LAS PIEDRAS: MUDOS LIBROS DE PREHISTORIA
Según lo comúnmente aceptado, se supone que
el hombre hizo su aparición sobre el planeta a finales
del periodo terciario y que tiene por tanto un poco más
de un millón de años de antigüedad. Pero
según lo relatado por el investigador norteamericano
Brad Steiger en su obra "Mundos anteriores al nuestro
" se han encontrado huellas fosilizadas de pies en rocas
que van desde el período carbonífero al cámbrico,
ofreciendo así testimonios mudos de que algún
tipo de criatura bípeda caminaba ya sobre el planeta
hace de 250 a 500 millones de años.
Las huellas fósiles tanto de pies desnudos
como descalzos y de apariencia decididamente humana se han
descubierto en lugares que van desde Virginia y Pensilvania,
hasta Utah, Oklahoma y Texas pasando por Kentucky, Illinois
y Missouri. Estas señales parecen aportar todas las
pruebas de haber sido impresas por pies humanos cuando las
rocas no eran sino barro blando o dócil arena.
El monumento nacional de White Sands, cercano
a Alamogordo, Nuevo México, contiene unos 176.000 acres
de terreno formado por alabastro blanco. Los geólogos
formulan la teoría de que esta especie de yeso se formó
cuando vientos secos desecaron un lago interior. Pero en algunos
puntos de esa vasta superficie de yeso se encuentran lo que
parecen ser huellas de sandalias de algún gigantesco
ser humano prehistórico, quien podría haberlas
dejado sólo en el momento en que el fangoso sedimento
de lo que fue lago o mar interior comenzaba a endurecerse.
En Historia de las Grandes Arenas Blancas, un
folleto que se entrega en la entrada a dicho monumento nacional,
se incluye un relato relativo al descubrimiento de esas gigantescas
huellas humanas:
"En el otoño de 1932, Ellis Wright,
un explorador a sueldo del gobierno, informó haber
encontrado huellas humanas de increíble tamaño
grabadas en las rocas yesosas de la parte occidental de White
Sands. Por sugerencia suya, se formó un equipo de investigadores
al que Mr Wright sirvió de guía ...
Según los informes de Mr Wright, había
hasta trece huellas humanas que cruzaban un estrecho paso
situado entre las montañas Y las arenas. Cada huella
tenía aproximadamente 22 pulgadas de longitud Y entre
ocho v diez de anchura (una pulgada equivale aproximadamente
a 2,5 cms.). Se mostraron todos de acuerdo en que eran obra
de un ser humano, pues la impresión era perfecta, estando
claramente marcado incluso el empeine del pie. No obstante,
ningún miembro del grupo se atrevió a adivinar
cuándo habían sido hechas o cómo podían
ser de tan extraordinario tamaño. Se trata de uno de
los grandes misterios aún por resolver de las Grandes
Arenas Blancas ".
Como muchos de los misterios verdaderamente
importantes y apasionantes, el descubrimiento efectuado por
Ellis Wright de gigantescas huellas humanas parece haberse
ido complicando aún más a lo largo de los años.
En su columna "Sucesos del Ayer y del Hoy", del
Silver City Enterprise correspondiente al 1 de abril de 1971,
Mary Wright informaba de que determinadas personas se habían
puesto en contacto con un guía para una expedición
al área en la que Ellis Wright (sin ningún parentesco
con la periodista, a pesar de apellidarse igual) había
descubierto las supuestas huellas de un hombre prehistórico.
Según la señora Wright, se habían descubierto
nuevas huellas en el yeso:
" ... La expedición descubrió
más huellas que iban en la misma dirección que
las primeras, acompañadas todas por la de un bastón
o palo.
Como estas huellas, grabadas en yeso endurecido,
tenían un tamaño doble que el de las de una
persona normal v corriente, ¿quiénes podían
ser aquellos primitivos viajeros, y qué podían
haber buscado en las montañas de San Andrés?
".
Ninguna de las respuestas que pueden surgir
del estudio de este nuevo descubrimiento podrían ser
del mayor interés. ¿Cómo eran aquellos
primitivos viajeros? Deben haber sido muy grandes, pues sus
huellas son dos veces mayores que las de un hombre medio,
y de las primeras fotografías tomadas parece deducirse
que llevaban algún tipo de sandalia o mocasín.
Tal como demuestra el hecho de que sus huellas quedaran grabadas,
cruzaron aquellos lagos cuando el suelo estaba aún
blando. Se encaminaban hacia el Oeste, en dirección
a las montañas y sus huellas pueden seguirse durante
una buena distancia antes de que la arena haga desaparecer
la pista.
Aunque el descubrimiento de estas huellas de
pies no es algo raro o reciente, los geólogos se niegan
por lo general a aceptar la validez de estas evidencias fósiles,
pues ello equivaldría a reconocer que el hombre rnoderno
vivió en los primeros años de una hipotética
historia evolutiva. Escribiendo acerca de tales huellas de
pies, a 1as que calificaba como "el misterio del carbonífero",
Albert C. Ingalis declaraba en el número de Scientific
American correspondiente a enero de 1940:
"Si el hombre, o incluso su antepasado
simio, o aun el primer antecesor mamífero de ese antepasado
simio, existió bajo cualquier forma en un período
tan remoto como el carbonífero, toda la ciencia geológica
habrá errado tan completamente que todos los geólogos
tendrían que dimitir de sus cargos. De aquí
que, al menos por el momento, la ciencia rechace la atrayente
explicación de que pudo ser el hombre el que, con sus
pies, hubiese impreso las misteriosas huellas en el fango
o barro del período carbonífero ".
Como podemos ir apreciando, nuestros orígenes
no están demasiado claros en cuanto a la fecha en que
tuvo lugar nuestra aparición sobre el planeta; pero
no se trata de que la cosa esté errada en unos pocos
miles de años, es que estamos hablando de una diferencia
de millones de años, algo que evidentemente repugna
a las mentes de los antropólogos convencionales. Veamos
nuevos ejemplos tomados de la obra de Steiger:
En 1912, dos empleados de la Planta Eléctrica
Municipal de la ciudad de Thomas, Oklahoma, utilizaron un
trineo para romper un bloque de carbón demasiado grande
corno para ser introducido en el horno. Del centro del mismo
cayo una vasija de hierro, dejando su marca en el carbón.
Este había sido extraído de una mina en las
cercanías de Wilburton, Oklahoma, una zona del suroeste
de los Estados Unidos que parece especialmente rica en vestigios
erráticos y huellas anómalas de pies. Los dos
hombres firmaron voluntariamente una declaración en
la que atestiguaban su increíble descubrimiento. El
artefacto ha sido fotografiado y miles de hombres y mujeres
tuvieron ocasión de examinar esa vasija procedente
de un tiempo y lugar desconocidos.
El 7 de noviembre de 1926, buscadores de fósiles
en los lechos carboníferos del Bear Creek Field, cerca
de Biffings, Montana, encontraron un diente humano, cuyo esmalte
se había transformado en carbón, mientras que
la cal de las raíces se había convertido en
hierro. Según el New York Times del 8 de noviembre
de 1926:
"El diente, que los dentistas de esta ciudad
(Billings) declararon era el segundo molar inferior de un
ser humano, fue descubierto por el doctor J. C. Siegfriedt,
de Bear Creek, quien se dedica a recoger fósiles para
la universidad de Iowa y otras instituciones.
El estrato de carbón es deformación
fortuniana, anterior incluso a los del período eoceno.
En esa zona, el doctor Siegffiedt ha descubierto ya numerosos
fósiles, incluyendo ganoides, una especie de escama
de pez, y dientes de tiburón. El doctor Siegffiedt
afirma que sus descubrimientos proporcionan numerosos materiales
para la investigación de fósiles y dinosaurios
".
¿CONVIVIERON SERES HUMANOS CON
DINOSAURIOS?
Seguramente las arenas del tiempo han cubierto
y oscurecido otras pistas que podrían conducir a numerosos
investigadores a una sofocante selva de controversias y polémicas
sobre si el hombre pudo vivir o no en la misma era que los
grandes reptiles, hace más de 70 millones de años,
pero cada día son más las personas culturalmente
preparadas que opinan que las pruebas que se van encontrando
no son circunstanciales y que en aquella época había
ya en la Tierra hombres gigantescos que luchaban por su supervivencia
con los reptiles gigantes.
La idea de que el hombre o una primitiva especie
de homínido pudo haber convivido con los dinosaurios
ha estimulado la capacidad creadora de más de un escritor
de temas fantásticos o de ciencia ficción. Pero
aun admitiendo que el hombre no existía durante la
era de los reptiles gigantes, hay otras versiones que afirman
que, aunque en número reducido, los dinosaurios sobrevivieron
durante mucho más de los 70 millones de años
que les asignan los decretos de los paleontólogos.
Varios autores de obras de ficción y unos cuantos antropólogos
osados han planteado la posibilidad de que las leyendas relativas
a dragones, tanto voladores como no, puedan haber sido el
resultado de la memoria genética del ser humano. Una
vez más, casi todos los relatos románticos centrados
en continentes perdidos o islas misteriosas contienen la obligatoria
escena de la persecución del héroe o la heroína
por un enfurecido dinosaurio al que no le ha llegado aún
la notificación oficial de que su especie se ha extinguido.
Casi todas las culturas contienen historias
y leyendas sobre monstruos con forma de dragón que
atemorizaban regiones enteras diezmando gentes y ganado hasta
que el héroe de tumo acababa con él; recuérdese,
en este sentido, la leyenda de San Jorge y el Dragón.
Así que llegados a este punto, no nos queda otra solución
que plantearnos la siguiente pregunta: ¿Existió
durante la Era de los Reptiles, es decir, hace unos 70 millones
de años, una raza o especie humana; o logró
un cierto número de reptiles gigantescos sobrevivir
hasta hace sólo unos cuantos miles de años'?
A comienzos de 1970, los periódicos suscritos
a la agencia London Express Service publicaron todos un artículo
en el que se relataba el descubrirniento de un conjunto de
pinturas prehistóricas en las colinas Gorozamzi, a
unas veinticinco millas de Salisbury, Rhodesia. Según
la referida agencia de noticias, las pinturas incluían
una representación bastante exacta del brontosaurio,
un monstruo de unos 20 metros de longitud y 30 toneladas de
peso, que los científicos insisten se extinguió
millones de años antes de que el hombre apareciese
sobre la tierra.
Los expertos están de acuerdo en que
las pinturas fueron realizadas por los bosquimanos que habitaron
Rhodesia desde unos 1.500 años antes de Cristo hasta
hace sólo unos cuantos cientos de años. También
concuerdan en que estos bosquimanos pintaban lo que veían.
Esta creencia se ve corroborada por otras pinturas prehistóricas
en las cuevas de las colinas Gorozamzi que representan elefantes,
hipopótamos, ciervos y jirafas. Según el artículo
periodístico:
"Los brontosaurios, un miembro de la familia
de los dinosaurios, pueden verse claramente en la roca; en
una de las pinturas, uno de ellos está sacando el cuello
sobre la superficie de un pantano...
"Las autoridades encargadas de los museos
de Rhodesia se niegan a creer que los brontosaurios pudieron
vivir en dicho país hasta tiempos relativamente recientes;
pues, según todos los restos fosilizados que han descubierto,
pueden tener millones y millones de años".
En otra parte del mundo, el doctor Clifford
Burdick consagró más de treinta años
a un estudio de lo que parecen ser huellas humanas en estratos
contemporáneos a las huellas de dinosaurios. Investigaciones
a fondo de varias impresiones encontradas en Glen Roso, Texas,
han convencido al doctor Burdick de que se trataba de auténticas
huellas de pies humanos.
El doctor Burdick comenzó a investigar
las "huellas de pies en piedra" a comienzos de la
década de los cincuenta, cuando la Fundación
de Ciencias Naturales de Los Angeles le asignó la misión
de, junto con otros científicos, examinar las supuestas
huellas humanas descubiertas en estratos contemporáneos
de los dinosaurios en Glen Rose, Texas. Este comité
tuvo pronto noticia de que, desde al menos 1938, varias personas
habían venido cortando y llevándose huellas
tanto humanas como de dinosaurio de los terrenos calizos del
lecho del río Paluxy, próximo a Olen Rose. Un
tal Mr. A. Berry les proporcionó un informe en el que
declaraba que, en septiembre de ese año, él
y otros hombres encontraron "numerosas huellas de dinosaurio,
varias de tigres y tres de seres humanos" en el lecho
del río.
El comité se entrevistó con Jirn
Ryals, ¿in individuo que había cavado y vendido
docenas de huellas de la zona del río Paluxy. Numerosos
habitantes de la zona se habían dedicado a vender huellas
a los turistas durante los años duros, para sacarse
unos cuantos dólares con los que ir sorteando sus dificultades
económicas. Debido al valor de las huellas como curiosidad,
algunos individuos sin escrúpulos se habían
dedicado a falsificarlas . Ryals informó al comité
que si las huellas tenían bordes o rebabas causados
por la presión alrededor de los pies es que eran auténticas.
El comité averiguó que las huellas descubiertas
por Mr Berry tenían claramente tales bordes o rebabas.
El doctor Burdick se enteró entonces
de que el Dr. Roland Bird, explorador por cuenta del Museo
Americano de Historia Natural de la ciudad de Nueva York,
había examinado también las huellas de Berry.
En su descripción de las mísmas, aparecida en
el número de mayo de 1939 de la revista Natural History,
Bird reconocía no haber visto nunca antes nada parecido
a aquellas huellas, calificándolas de "perfectas
hasta en el último detalle". Pero como las huellas
humanas medían unos cuarenta centímetros de
los dedos al talón, Bird manifestaba que eran demasiado
grandes como para ser de hombre, aunque tales huellas de pies
desnudos mostraban todas las partes del pie humano, los dedos,
el empeine y el talón, en las proporciones adecuadas.
Jim Ryals había acompañado al
doctor Bird cuando éste hizo un viaje especial hasta
el río Paluxy para examinar las huellas in situ. El
doctor Bird perdió entusiasmo por las huellas cuando
las vio asociadas con otras de dinosaurios, pues "el
hombre no existía en la era de los dinosaurios".
No obstante, su desplazamiento no fue totalmente inútil
El doctor Bird sacó varias huellas de brontosaurio
de considerable tamaño y las hizo enviar al museo.
GIGANTES EN LA ANTIGÜEDAD
En su obra Footprints in the Sands of Tíme, el doctor
Burdick describía el descubrimiento por parte de Charles
Moss de "una serie de entre 15 y 20 gigantescas huellas
humanas de pies descalzos, cada una de ellas de unos cuarenta
centímetros de longitud y veinte de anchura. El paso
o zancada medía unos seis pies (aproximadamente 180
cms.), hasta que el individuo en cuestión se echaba
de repente a correr, y entonces alcanzaba hasta 270 cms.,
marcándose en la arena sólo la parte delantera
del pie y no el talón. Luego la serie de huellas desaparecía
en la orilla".
Según este relato, podemos imaginarnos
a un gigante prehistórico enfrentándose en terreno
abierto a un brontosaurio o a un tiranosaurio rex, y apresurándose
para buscar refugio en una cueva... o la protección
de varios congéneres, que podían alejar a las
monstruosas bestias arrojando sobre ellas una lluvia de lanzas
y flechas.
El reto o desafío planteado por estas
extrañas huellas del lecho del río Paluxy exige
una explicación científica y convincente. Cualquiera
que fuese la especie autora de aquellas huellas era evidentemente
bípeda. Todas muestran aproximadamente la misma longitud
de zancada o paso, que parece corresponder a un hombre con
un pie de unos cuarenta cms. de longitud. La forma de las
huellas es más parecida a la de un ser humano que a
la de cualquier otro animal conocido por la ciencia.
Si se acepta que estas huellas son de origen
humano, los científicos se verán obligados,
bien a retrotraer al hombre al período cretáceo,
bien a adelantar a los dinosaurios al pleistoceno o período
más reciente. Aunque los científicos ortodoxos
dudarán mucho antes de aceptar cualquiera de estas
dos alternativas, lo cierto es, que estos, testimonios obligan
a tomar alguna postura por mucho que eso desmonte todo cuanto
hasta la fecha teníamos tan bien ubicado.
Refiriéndose a las pruebas de las huellas
de Glen Rose, el doctor Burdick afirma que la teoría
general de la evolución, propuesta en su día
por Darwin, sufriría un golpe mortal, pues el registro
geológico de huella de pies humanos contemporáneas
a las de dinosaurios "sugieren que formas simples y complejas
de vida coexistieron durante tiempos remotos o durante eras
geológicas... Esto no encaja en absoluto con la hipótesis
de que los tipos complejos de, vida evolucionaron a partir
de formas inferiores o más simples... ".
"La teoría evolucionista implica
que, a través de las eras geológicas, la vida
se ha ido haciendo no sólo más compleja, sino
también mayor de tamaño. Pero si se utilizasen
como criterio las referidas huellas humanas, se llegaría
a la conclusión de que el hombre antiguo era como media
mucho mayor de tamaño que el moderno. Esto coincidiría
con la mayoría de las formas de vida fosilizadas, que
son mucho mayores que sus actuales contrapartidas... En general,
la vida biológica ha tenido que enfrentarse a un medio
desfavorable, lo que ha sido más un factor de degeneración
que de evolución".
Además de las huellas encontradas en
el lecho del rio Paluxy, nos encontramos también con
el asombroso descubrimiento realizado por William Meister,
un aficionado a coleccionar piedras, quien encontró
lo que parece ser la huella fosilizado de una sandalia humana
con un trilobita, un animal marino extinto, dentro de la huella
marcada por el talón. Meister efectuó su hallazgo
en julio de 1968 mientras buscaba fósiles en la zona
de Antelope Springs, cerca de Delta, Utah. Como la huella
apareció en lo que pudo ser alguna vez una playa arenosa
del período cámbrico de la era paleozoica, la
sandalia impresa debía tener la increíble, antigüedad
de 500 millones de años.
El doctor Burdick investigó personalmente
el descubrimiento de William Meister, y cavando en esa misma
zona en la que se había encontrado la huella de sandalia,
él mismo tuvo "la enorme suerte de encontrar en
una plancha de pizarra la huella del pie desnudo de un niño,
con los cinco dedos claramente marcados".
Pocos días después, el doctor
Burdick descubrió una huella humana "parecida
a la primera hallada por Meister, y grabada evidentemente
por unos zapatos o mocasines". Los catedráticos
del departamento de geología de una destacada universidad
reconocieron que las huellas parecían evidentemente
humanas, pero se negaron a reconocer sus orígenes biológicos.
Los comentarios del doctor Burdick en relación
con las huellas humanas descubiertas en Antelope Springs aparecen
en su mencionada "declaración de defensa":
"Tales huellas de apariencia humana se
conservaron en una roca a cientos de pies por debajo de la
actual superficie del suelo, corno si, al comienzo de alguna
gran catástrofe, un temblor de tierra hubiese enterrado
juntas muchas formas de vida, unas marinas y otras no. Esta
mezcla de tipos de fósiles es muy corriente en todo
el mundo...
Si se comprueba que son huellas humanas, el
descubrimiento tendrá repercusiones de largo alcance
en todo el mundo científico, especialmente para los
estratígrafos y los palentólogos. Los fósiles
cámbricos, tales como los trilobitas, se encuentran
tradicionalmente ubicados en el fondo del paleozoico, es decir,
unos 600 millones de años antes de la aparición
del hombre según la geología evolucionista.
Si demuestran ser ciertas, estas pruebas provocarán
prácticamente el colapso o derrumbamiento de la columna
geológica... ".
Como vemos, los misterios que rodean a la presencia
humana sobre la Tierra son innumerables. Así, el número
del 19 de abril de 1883 de la revista Nature contenía
noticias de otra criatura bípeda que había dejado
huellas de pies que parecían indicar que caminaba a
enormes pasos. Una vez más, las huellas se hallaron
en un estrato contemporáneo al de los animales prehistóricos.
Fueron descubiertas mientras se procedía a la construcción
de la Prisión del Estado, cerca de Carson City, Nevada,
siendo descritas a la Academia de Ciencias de Califomia por
Charles Drayton Gibbs, C. E. del modo siguiente:
Estas huellas incluyen las de las patas de
un mamut o algún otro animal parecido, junto con las
de cuadrúpedos de menor tamaño, aparentemente
de las especies canina y felina y las de numerosas aves. Unidas
a ellas se encuentran numerosas huellas de pies que todo el
mundo coincide en atribuir no a animales sino a seres humanos...
El detalle más notable que las caracteriza es su descomunal
tamaño. En un caso se encuentran hasta trece huellas,
todas ellas de casi cincuenta centímetros de longitud
por veinte de anchura en la parte delantera del pie, y quince
en el talón. Existen otras de menor tamaño,
probablemente de mujeres. Una pista o rastro contiene catorce
huellas de pies de cuarenta y cinco centímetros de
longitud. La distancia entre las huellas o pisadas oscila
entre un metro y setenta centímetros, mientras que
la distancia entre las huellas consecutivas de un mismo pie
o paso oscila entre casi dos metros y 135 centímetros.
En ninguna de las huellas de este sedimento aparecen marcadas
pezuñas o garras de animales... Ni que decir tiene
que, en lo que se refiere al horizonte de la geología,
este descubrimiento no implica que el hombre existiese antes
que los mamíferos del cuaternario, con los que está
desde hace tiempo claro que convivía durante los tiempos
prehistóricos. Se trata, sin embargo, de un descubrimiento
de gran trascendencia, especialmente por coincidir con la
curiosa afirnación, tan brevemente enunciada en las
escrituras hebreas.- " Y, en aquellos tiempos, había
gigantes ... ".
El consenso ortodoxo en relación con
las gigantescas huellas de pies de forma humana encontradas
cerca de Carson City afirma que fueron obra de una especie
extinguida de calípedes. No obstante, resulta más
difícil descartar de un plumazo los esqueletos reales
de hombres y mujeres gigantes de origen indeterminado?.
Además de las gigantescas huellas de
pies de criaturas bípedas parecidas al hombre que se
han encontrado en todo el suroeste de los Estados Unidos,
el descubrimiento en el Supai Canyon de Arizona de un petroglifo
que mostraba el ataque de un mamut contra un hombre, suministra
nuevos indicios de que una raza humana de tamaño muy
superior al de la actual habitó Norteamérica
en tiempos prehistóricos. Esta primitiva obra de arte
fue descubierta por Harold T. Wilkins, quien llegó
a la conclusión de que, según la perspectiva
empleada por el rudimentario artista, el hombre acosado debía
haber tenido más de tres metros de altura. Los amerindios
de las cercanías afanaron que los dibujos habían
sido trazados por los "gigantes de tiempos remotos".
En las investigaciones sobre este tema, esa frase, u otras
parecidas, reaparecen con cierta frecuencia.
Pero la existencia de gigantes no sólo
se circunscribe a América, ya que en otros muchos lugares
del planeta se han encontrado restos de seres humanos enterrados
y que en algunos casos llegaban a medir ¡diez metros
de altura!
En su número del 2 de diciembre de 1930,
el New York Times incluía un artículo en el
que se relataba el descubrimiento de los restos de lo que
parecía ser una raza de gigantes que hubiese habitado
alguna vez en las inmediaciones de Sayopa, Sonora, una ciudad
minera a 300 millas al Sur de la frontera con México.
Un ingeniero de minas, J. E. Coker, afirmó que, mientras
allanaban unos terrenos cerca del río Yazui, los peones
habían descubierto "un antiguo cementerio en el
que, enterrados hilera a hilera, aparecieron los cuerpos de
hombres de una estatura media de unos dos metros y medio ...
".
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