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Los "Plomos del Sacromonte"
Magia morisca en Granada
Cada primero de febrero, Granada celebra la festividad de San Cecilio,
su Santo Patrono, con una romería al Sacromonte. Los orígenes
de esta tradición son enigmáticos y datan del período
más crítico del reinado de Felipe II. En esa época
-finales del siglo XVI- aparecieron enterrados en la "Torre
Turpiana", los documentos que han pasado a la posteridad con
el nombre de los "Plomos del Sacromonte".
En su momento, estos documentos, convulsionaron los fundamentos
mismos de la Iglesia. Hoy la docta "Enciclopedia Andaluza"
los ignora y Miguel José Hagerty, que consultó al
Vaticano donde se encontraban los citados documentos, no obtuvo
respuesta. Y, sin embargo, es cierto que fueron llevados a la Ciudad
Santa bajo el reinado de Felipe IV.
Un siglo después, los "plomos del Sacromonte" pasaron
a ser considerados una burda mistificación y así siguen
permanecen hoy. Tras un breve análisis de los documentos,
asalta la duda de si no se tratará, más bien, de textos
místicos, cuyos datos históricos no hay que tomar
necesariamente al pié de la letra, sino que lo que cuenta,
en definitiva, es el mensaje iniciático en ellos contenido.
UN HALLAZGO SORPRENDENTE
En 1588 la ampliación de la tercera nave de la Catedral de
Granada obligó a derribar la torre de la antigua mezquita
mayor nazarí. La tradición local afirmaba que la torre,
llamada "Turpiana", había sido edificada por los
"fenicios". El día de San Gabriel de ese año
-fecha celebrada en el calendario islámico- los albañiles
hallaron una pequeña caja de plomo que, al abrirla, desprendió
una extraordinaria fragancia. En su interior se encontró
un hueso del San Esteban, protomartir, una imagen de la Virgen,
con traje "egipciano", una arenilla entre azul y negra,
un pañuelo que enjugó las "lágrimas de
la Virgen" y dos pergaminos (una profecía de San Juan,
interpretada por Dionisio Areopagita y el relato del martirio de
San Cecilio). Los pergaminos fueron traducidos inmediatamente por
el Santo Oficio y el Obispo ordenó que las reliquias se colocaran
en un lugar destacado de la Sacristía. Las apariciones no
había hecho sino comenzar.
El 21 de febrero de 1595, se encontró frente al Generalife,
la primera lámina de plomo escrita en caracteres hispano-béticos
que, una vez descifrada, pudo saberse que contenía datos
sobre el martirio de San Tesiphon (o Mesitón) y San Hiscio,
discípulos de Santiago. Los hechos que narraba estaban fechados
en "el segundo año de Nerón, primer día
del mes de marzo". El texto sobre San Tesiphon estaba escrito
en "su natural lengua arábiga con caracteres de Salomón".
Dos meses después, una niña, Catalina de Cuevas, encontró
otro documento, El tratado sobre la esencia de Dios. Las crónicas
de la época afirman que los hallazgos iban acompañados
de resplandores, fenómenos luminosos y prodigios.
En total se encontraron 18 documentos de muy diversa índole.
LOS FUNDAMENTOS MITICOS DE LA ESPAÑA CRISTIANA
Lo que más atrajo de estos documentos es la temprana cristianización
de España que se daba cuenta en ellos. Si bien en toda la
península se registraban mitos y leyendas sobre la temprana
presencia de Santiago el Mayor, estos documentos, escritos, aparentemente,
en los albores del cristianismo, daban datos excepcionalmente concretos.
Se decía que Santiago hubo predicado en España junto
con seis discípulos (Cecilio, Tesiphon, Torcuato, Segundo,
Hiscio y Eufrasio). Pilotaba el navío el mismísimo
San Gabriel. ¿A quién encontraron Santiago y sus discípulos?
No a íberos, ni a celtas, sino a árabes, "gentes
de las más excelentes de sus criaturas en el linaje de Adán".
Es más, Santiago logró conquistar el corazón
de Aben Almogueira, reyezuelo local que, tras su conversión,
pasaría al santoral con el nombre de San Indalecio.
De los 18 documentos, seis narraban la historia de Santiago en nuestro
país. Los Hechos del Apóstol Santiago y sus milagros
eran coincidentes con algunas leyendas medievales en circulación
sobre su presencia. El titulado Grandes Misterios que vio Santiago
en el Monte Sagrado (Sacromonte), es de carácter profético.
Se halló también un Ritual de la Misa de Santiago
Apóstol y varias oraciones a él consagradas.
Pero existían graves implicaciones políticas.
LA REVOLUCION HISTORICA
No solamente la iglesia disponía, a partir de entonces, de
un texto que confirmaba la presencia de Santiago en España,
sino que, además, se insistía en que los primeros
conversos fueron moros. Las pretensiones de pureza de sangre de
los cristianos viejos, a partir de ese momento, carecían
de validez. Los españoles que ponían ostentar tal
título eran, en rigor, los moros...
Los textos aparecen en el momento en que Granada está rota
por la rebelión de los moriscos y la guerra de las Alpujarras.
Hasta 1606, se sabe que subsistió, clandestinamente, el culto
islámico en aquella ciudad. No es raro, pues, que los cristianos
consideraran que la conversión de los moriscos era aparente
y falsa y experimentaran hacia ellos un vivo rechazo.
Objetivamente, los textos encontrados en la "Torre Turpiana"
y en el Sacromonte, exoneraban a los moriscos de la acusación
de conversión ficticia. Convertidos sinceramente (o por resignación)
aceptaron muy bien los hallazgos y, mientras las reliquias se convirtieron
en objetos de cultos, los documentos pasaron a incorporarse a la
fe popular.
LOS MORISCOS DE GRANADA Y EL INSPIRADOR DE LOS TEXTOS
Cuatro años antes de la rebelión de los moriscos,
un sabio granadino, con fama de vidente y profeta, El Merini, había
dicho que cuando se derribase la torre de la Mezquita Mayor se encontraría
un "pronóstico levantisco". El Merini murió
hacia 1568 y toda una escuela historiográfica (en la que
se encuentra Julio Caro Baroja) afirma que fue él quien inspiró
el contenido de los documentos del Sacromonte.
El Merini tenía una hija que se casó con otro morisco,
Mendoza "el Seis", a quien traspasó los papeles
que guardaba de su padre. Mendoza entregó parte de estos
documentos a Miguel de Luna; éste, a su vez, los utilizó
para escribir una obra sobre Don Rodrigo y la "pérdida
de España". La obra tuvo un éxito enorme, fue
traducida a varios idiomas e inspiró la obra de Lope de Vega
"El último godo".
La historiografía oficial ha determinado que los documentos
fueron falsificados por Miguel de Luna (el cual utilizaría
los documentos de El Merini) y Alonso del Castillo, que lo hicieron
con intenciones patrióticas y a fin de atenuar las heridas
provocadas por la guerra contra los moriscos. Menéndez Pelayo
sostiene, en cambio, sin pruebas que se trató de una "conspiración
muslime destinada a socavar la fé".
Miguel de Luna, hijo de castellano viejo y morisca, tradujo las
inscripciones de la Alhambra y fue intérprete del Santo Oficio
y de Felipe II. Durante la sublevación morisca, intentó
convencerles de la imposibilidad del triunfo para su causa. No se
trataba, sin duda, de un personaje secundario. En 1583 fue a El
Escorial, llamado por Arias Montano para catalogar los libros arábigos.
Antes había traducido la correspondencia con el Xerife de
Fez y Marruecos tras la derrota en el curso de la cual desapareció
Don Sebastián de Portugal, el mítico "rey perdido",
del país vecino que generó toda una oleada de misticismo
(el "sebastianismo"). El otro presunto falsificador, Alonso
del Castillo, se expresaba correctamente en el "idioma erudito
de los árabes andaluces", tal como lo describe Julio
Caro.
Nos movemos en el terreno de la sospecha, porque no existe prueba
fehaciente de que Alonso del Castillo o Miguel de Luna fueran los
falsificadores, ni nadie es capaz de explicar que ganarían
con ello. Los tratadistas, coinciden en que, de ser ellos los autores,
el contenido de los documentos debió ser inspirado por algún
morisco muy erudito. Y todos coinciden en que se trató de
El Merini, personaje del cual los indicios son muy débiles,
pero su existencia es incontrovertible. Por lo demás, hay
que admitir que El Merini se benefició de documentos y tradiciones
más antiguas e incluso es posible que las revistiese de un
ropaje cristianizado para que fueran aceptadas mejor por la sociedad
de su tiempo.
Pero el problema sigue siendo el mismo: fuera quien fuera el mistificador
-por que evidentemente, los contenidos son míticos- el texto
está ahí; y lo que es mejor: nos habla el lenguaje
de los símbolos. Así pues, lo importante, no es tanto,
señalar con el dedo a los mistificadores como descifrar el
mensaje.
LA POLEMICA EN TORNO A LOS DOCUMENTOS
El Obispo Pedro de Vaca y Castro, estaba a cargo de la diócesis
cuando ocurrieron los descubrimientos. Había nacido en Roa
y alcanzó la longeva edad de 89 años, excepcional
para la época. A poco de realizarse los descubrimientos,
investigó el hecho. Tomó declaraciones a moriscos
del Sacromonte sobre las cuevas y los asentamientos antiguos de
la zona. Más adelante convocó dos juntas teológicas
(en 1596 y 1597) para deliberar sobre los documentos y establecer
si eran conformes con la doctrina cristiana. Las dos juntas autentificaron
los hallazgos. La Santa Sede, en cambio, recomendó prudencia
y prohibió a los canónicos hacer afirmaciones, a favor
o en contra, sobre el tema.
El Obispo Castro había sido contrario a la expulsión
de los moriscos. Ganado por la cultura árabe, aprendió
esta lengua y negó siempre la existencia de un peligro que
viniera de esa comunidad. En 1600, otra deliberación de teólogos
votó a favor de la autenticidad de los documentos. Entre
tanto, fray Martín de Villanueva, valedor de la causa, se
entrevistó largamente con Felipe II. Otros reyes de España,
hasta Felipe IV creyeron, igualmente, en la autenticidad de los
hallazgos. Sin embargo, el escepticismo de la Santa Sede iba en
aumento. Difícilmente Roma podía aceptar que entre
los primeros conversos figuraban árabes y, mucho menos, el
hecho de que Granada - último reducto musulmán en
Europa Occidental- se cristianizara antes que la Ciudad Santa. Los
dominicos fueron, igualmente, hostiles a los hallazgos a partir
de que en algunos de los textos encontrados hacían referencia
a la Inmaculada Concepción, dogma que jamás aceptaron
de buen grado. Los dominicos, bien situados en la Santa Sede, presionaron
al papado para que revisara el caso y, llegado el momento, lanzara
la interdicción.
El 9 de marzo de 1641 el Papa ordenó a Felipe IV que los
pergaminos y planos se llevaran a Roma. De Granada fueron trasladados
a San Jerónimo el Real por canónigos del Sacromonte.
Unas semanas después un edicto Vaticano prohibió que
se leyeran los documentos encontrados en Granada.
UN ROSACRUZ EN ACCION
En 1665 los documentos fueron, significativamente, entregados a
Athanasius Kircher, jesuita alemán, versado en esoterismo,
para que los examinara. Kircher había realizado los primeros
estudios sistemáticos sobre el esoterismo faraónico
y sobre él recae la sospecha de que estuvo afiliado a los
círculos rosacrucianis de su tiempo. Nadie dudaba en la Santa
Sede que Kircher era un hermetista cristiano, perfecto conocedor
del pitagorismo, la cábala y la astrología. Su especialidad
era el desciframiento de jeroglíficos egipcios. Fue el primero
en intentar descifrar las profecías de la Gran Pirámide.
Kircher consideraba que el copto era una variedad de la antigua
lengua egipcia. Reconocía que el semita pertenecía
a un grupo de lenguas al que llamaba "fenicio". El hecho
de que la primera imagen de la Virgen ostentara una "traje
egipciano", y que se considerara la Torre Turpiana como construcción
fenicia y, finalmente, los carácteres enigmáticos
en que estaban escritos algunos de los textos más esotéricos,
determinaron el que la Santa Sede acudiera al jesuita rosacruz para
que desvelara el enigma.
La opinión de Kircher se dividió en dos partes. Afirmaba
que si había que atenerse a la realidad histórica
de los hechos narrados, ésta era cuestionable. Ni afirmaba
ni negaba el que los textos hallados estuvieran en concordancia
con la doctrina cristiana. Se limitaba, prudentemente, a afirmar
que se trataba de tratados mágicos que probablemente expresaran
creencias mágicas de los moriscos. Esto fue suficiente para
lanzar sobre ellos el interdicto... ¿Pero que tenían
los plomos de herético y mágico?
LA FILIACION INICIATICA
Llama la atención, inicialmente, que buena parte de los textos
encontrados estén dedicados a Santiago, quien, no lo olvidemos,
es el Santo Patrón de los alquimistas. Lo que se describe
de Santiago es un viaje, es decir, una aventura iniciática,
otros textos medievales y renacentistas (el "Libro de las Figuras
Jeroglíficas" de Nicolás Flamel o algunos tratados
de Ineneo Filaleto habían utilizado el símbolo de
la peregrinación para describir las etapas de la iniciación
alquímica). El hecho de que los documentos más herméticos
del conjunto hayan sido elaborados en plomo, metal propio de los
alquimistas, abunda en la interpretación de que es en el
arte de la alquimia -vivo incluso hoy entre los musulmanes de Marruecos
descendientes de los moriscos- donde hay que buscar las claves.
Llama la atención, igualmente, que uno de los textos más
enigmáticos, esté destinado a describir las propiedades
del Sello de Salomón, un símbolo bien conocido por
los hermetistas medievales, como signatura de los cuatro elementos
y llamada también, por ellos, la "corona del mago"
(la suma de los seis primeros números, es igual a 21, el
número de arcanos mayores del tarot, esto es, de aspectos
de la naturaleza manifestada, 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 = 21).
El soporte de algunos documentos era plomo, en ocasiones presentado
en láminas a modo de hojas de un libro y en otras como discos
metálicos. A finales de la Edad Media y durante los siglos
XVI y XVII, los discos metálicos con inscripciones jeroglíficas
se utilizaban frecuentemente como talismanes de protección
o invocación a los espíritus. Las clavículas
de Salomón es ejemplo de lo que decimos. Es seguro que, las
figuras descritas sobre todo en el Tratado sobre el Sello de Salomón,
tuvieran esta finalidad mágica.
Llaman la atención, igualmente, el hecho de que sean seis
los discípulos de Santiago (6 + 1 = 7) y, finalmente, el
que el leit motiv de todo el acervo documental sea el viaje iniciático
de Santiago por tierras de España. A no olvidar que, a partir
del siglo XVI, cuando en España y en el Sur de Francia, se
alude a topónimos derivados de "moros", estamos
ante lugares mágicos... pues es de hermetismo y magia de
lo que nos hablan estos documentos misteriosos.
El mismo estilo mágico se percibe en el documento que describe
la profecía escrita por San Juan. El texto está escrito
en un cuadrado mágico de 48 por 29 casillas, cuya lectura
debe hacerse tomando, primero los cuadrados pares y luego los impares.
En algunos intervalos aparecen letras griegas. El texto es, realmente,
un "palíndromos" mágico cuyo significado
y clave se han perdido, como, así mismo, su utilidad.
Los "plomos" son el único documento a nuestro alcance
para estudiar la tradición mágica y hermética
de los musulmanes granadinos, muchos de ellos sufíes, que
siguieron ostentando parte de los moriscos.
EL CARPETAZO ECLESIASTICO
Las opiniones de las Juntas Teológicas, de Athanasius Kircher
y otros impenitentes luchadores por la causa de los "plomos"
-como el italiano fray Bartolomé Pectorano, autor de una
monumental defensa de su autenticidad- no consiguieron detener la
condena papal. Esta llegó a principios del siglo XVIII. La
tristeza y conmoción que causó en Granada fueron indescriptibles.
En 1716, 1736 y 1739 se efectuaron forcejeos ante la curia romana
para lograr la revisión de la causa, pero el proceso sigue
detenido hasta nuestros días y, en la actualidad, los "plomos"
permanecen perdidos en algún lugar del Vaticano.
Lo que nosotros hemos planteado, no es tanto la verosimilitud histórica
de la predicación de Santiago y de sus seis discípulos
en España, como la existencia de un mensaje esotérico
camuflado con un ropaje cristianizado. Ni siquiera la demostración
de que los textos pudieron ser elaborados por Miguel de Luna y Alonso
del Castillo, cambiarían un ápice el hecho de que
el contenido encierra una alta sabiduría esotérica...
sabiduría que -morisca o cristiana vieja- forma parte de
la Historia Mágica de España.
HISTORIA MAGICA DE GRANADA
Un curioso manuscrito del siglo XVIII, el "Targum Granatense",
atribuido a Francisco Pastor de los Cobos, "demuestra"
que el relato del Génesis y los lugares más significativos
de la crónica bíblica, aluden veladamente a la región
de Granada.
Mesopotamia estaría enclavada entre los ríos Genil
y Darro. Bab-Bilisena hoy Belicena, era Babilonia. El alto del Albaicín
corresponde a Abelsitim, lugar donde se asentaron los hijos de Abel.
Aceca, la ciudad de Judá, era la Asabica, o lugar en el que
floreció Garnatha Alyehud.
De los Cobos explica que los habitantes del Albaicín seguían
a Dios, mientras que los de Asabica eran crueles y taimados. Estos,
finalmente, se apoderaron del Albaicín y crearon en él
la Torre de Babel. La confusión de lenguas que siguió
después cuadraba perfectamente con el panorama cultural del
barrio en el que llegaron a hablarse a un tiempo "arábigo
salomónio, griego, latín, hebreo, romance castellano
e incluso italiano"; todo lo cual no era otra cosa que una
inmensa "algarabía"...
La obra de Pastor de los Cobos, no deja de ser una locura literaria
sin el más mínimo fundamento científico que
recuerda por sus etimologías fantásticas, la obra
del Abate Boudet, "El Cromlech de Rennes-le-Château"
que dió origen al misterio que se cierne sobre éste
pequeño pueblo francés, tenido por algunos como la
tumba de Cristo y la capital mística de Francia.
Pastor de los Cobos intentó encontrar argumentaciones y hechos
que confirmaran los hallazgos del Sacromonte y de la Torre Turpiana
y decidió encontrarlos en la etimología. Aprovechó
para ello la rica toponimia árabe y judía de la zona
y logró llegar donde ni los mismísimos artífices
de los "plomos" pretendieron: no a demostrar que hubo
cristianos de raza árabe en Granada en torno al año
62, sino que, además, el libro sagrado de la cristiandad
es una guía turística de Granada. No es raro que un
erudito local decida que su patria chica es el ombligo del mundo
y esté dispuesto a demostrarlo.
LUGAR DE TRANSITO Y CRUCE DE CULTURAS
El territorio de lo que luego sería el reino nazarí
de Granada estaba habitado desde el paleolítico. Ya en el
neolítico existieron vínculos comerciales con el Egeo.
Iberos túrdulos y baetanos se agruparon en torno a Guadix
y Baza. Los fenicios, establecidos en Secci (Almuñecar) y
Salambina (Salobreña), practicaban el culto al dios Rimmon
en Sierra Elvira. Hecateo de Mileto nos habla en el siglo V a. JC
de Elybirge que luego se tranformará en Elyber y, finalmente,
en Iliberri. Los griegos establecieron colonia en Ulisea. Los cartagineses,
llamados por los fenicios, acabarán con Tartesos, pero serán
a su vez derrotados por los romanos que fundarán Iliberri
(uno de los núcleos e la actual Granada) sobre un poblado
ya existente.
La tradición atribuye a San Cecilio la fundación de
la sede episcopal en el 62 que serviría de soporte para el
primer concilio celebrado sobre territorio ibérico, en Elvira
el 306. El 419 los vándalos, los silingos y alanos, guerrean
en estas tierras hasta que Walia y los visigodos consiguen apaciguarlos.
El emperador Honorio se apoderó temporalmente de la zona.
Luego, Leovigildo recupera Granada a los vándalos.
En 771 lo moros ocupan la zona. Granada se reorgania bajo el califato
de Córboda. Los judíos fundaron en el siglo VIII,
Garnatha Alyejud (Torre Bermeja) que junto con Iliberri y la bereber
Alcazama Cadima en la margen derecha, forman la ciudad actual.
El dominio musulmán resultó turbulento e irregular.
En 1246 Alhamar, se declara vasallo de Fernando II El Santo y le
ayuda a conquistar Sevilla. El 2 de enero de 1492 los Reyes Católicos
conquistan Granada. Sus habitantes, ampliamente islamizados, resistieron
las leyes que les privaban de derechos religiosos. La sublevación
de las Alpujarras, dirigida por Aben Humeya, pudo ser sofocada sin
gran dificultad por Juan de Austria, pero hizo necesaria la expulsión.
En 1606 la Inquisición quemó a la última fiel
de Mahoma de la que los documentos dan cuenta.
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