Las Runas
Extraído de "El Oráculo Vikingo" por Ralph Blum
El propósito de este libro es el de reintroducir un antiguo oráculo: las Runas. Más antiguas que el Nuevo Testamento, las Runas han estado en barbecho por más de 300 años. Semejantes en función al Tarot y al Libro de los Cambios chino, las Runas eran usadas popularmente en Islandia durante la Edad Media. En su tiempo funcionaban como el I Ching de los Vikingos.
La sabiduría de los Maestros Rúnicos murió con ellos. Nada queda, excepto las leyendas, los remotos fragmentos del saber rúnico popular y las mismas Runas. En su excelente libro Las Runas: Una introducción, Ralph W.V. Elliot escribe sobre:
"símbolos extraños tallados en herramientas y armas antiguas que ahora yacen vanamente en la vitrina de algún museo; nombres de guerreros, hechizos secretos, inclusive pedacitos de canciones que aparecen en objetos tan diversos como diminutas monedas de plata o imponentes cruces de piedra, esparcidos en los lugares más inverosímiles desde Yugoslavia hasta Orkney, desde Groenlandia hasta Grecia."*
La influencia de las Runas en sus tiempos es incuestionable. Elliot observa que cuando los altos Jefes y Consejeros sabios de la Inglaterra anglosajona se reunían en cónclave, llamaban runas a su deliberaciones secretas, y cuando el Obispo Wulfila realizó su traducción de la Biblia al gótico del siglo IV, interpretó "el misterio del reino de Dios" de San Marcos (Marcos 4:11) utilizando la palabra runa para describir misterio. Ocho siglos antes, cuando el historiador griego Herodoto viajó alrededor del Mar Negro, encontró descendientes de la tribu de Escitia quienes se metían bajo cobertores, fumaban hasta atontarse (práctica aún llevada a cabo en el Caúcaso) y luego arrojaban varas al aire y las "leían" al caer. Aunque dichas tribus no sabían leer, sus varas probablemente se podrían calificar como Runas.
No existe un acuerdo firme entre los estudiosos del tema en cuanto al lugar y la época en que la escritura rúnica apareció por vez primera en la Europa Occidental. Antes de que los pueblos germánicos poseyeran alguna forma de escritura utilizaban símbolos pictóricos que tallaban en piedras. Particularmente comunes en Suecia, dichas tallas prehistóricas en piedra llamadas hällrismingar, datan de la segunda Edad de Bronce (1300 A.C.) y probablemente estaban relacionadas con los cultos indo-europeos a la fertilidad y al sol. Las tallas incluyen representaciones de hombres y animales, partes del cuerpo humano, motivos de defensa, símbolos solares, la swástica y variaciones de formas circulares y cuadradas:
Elliot sugiere una amalgama de dos tradiciones separadas: el escrito alfabético por un lado, el contenido simbólico por el otro... La práctica de los sortilegios fue cultivada tanto por los itálicos del norte como por los pueblos germánicos, los primeros utilizando letras, los segundos utilizando símbolos pictóricos.**
Numerosas hällrismingar y piedras rúnicas pueden ser aún observadas en las Islas Británicas, Alemania y por toda Escandinavia.
Es difícil imaginar los inmensos poderes conferidos a los pocos que aprendieron a ser hábiles en el manejo de los marcadores simbólicos o glifos para transmitir el pensamiento. Esos primeros glifos eran llamados runes, del gótico runa, que significa algo secreto, un misterio. La letra rúnica o runastafr se convirtió en depositaria de las intuiciones, las cuales eran enriquecidas de acuerdo con la habilidad del practicante de Runemal, el arte de leer las Runas.
Desde el principio las Runas asumieron una función ritual y servían para leer la suerte, para predecir y para invocar altos poderes que pudieran influenciar las vidas y fortunas del pueblo. El arte del Runemal concernía a todos los aspectos de la vida, desde los más sagrados hasta los más prácticos. Había Runas y hechizos para influenciar el clima, las mareas, las cosechas, el amor, loas curaciones; Runas para la fertilidad, para maldecir y para deshacerse de las maldiciones, para el nacimiento y la muerte. Las Runas eran talladas en los amuletos, en los utensilios para beber, en las lanzas de batalla, sobre los umbrales de las casas y sobre las proas de los barcos vikingos.
Los lectores de Runas de los teutones y vikingos usaban sorprendentes vestiduras con las que se reconocían fácilmente. Honrados, bienvenidos, temidos, estos shamanes eran figuras familiares en los círculos tribales. Existe evidencia de que un buen número de practicantes rúnicos eran mujeres. El autor anónimo de la obra del siglo XIII, La Leyenda de Erik, el Rojo, nos presenta una vívida descripción de una Maestra contemporánea del arte rúnico:
Vestía una capa adornada con piedras en los bordes. Alrededor del cuello y cubriéndole la cabeza usaba un capuchón bordeado de pieles de gato blancas. En una mano llevaba una estaca con una perilla en la punta, y del cinturón que mantenía cerrado su largo vestido colgaba un saco de dijes.
Para los ojos pre-cristianos, la tierra y todas las cosas creadas estaban vivas. Varas y piedras servían para adivinaciones rúnicas, pues siendo objetos naturales guardaban poderes sagrados. Símbolos rúnicos eran tallados en madera dura, grabados en metal o cortados en piel teñida con pigmento a menudo mezclado con sangre humana con el objeto de acrecentar la potencia del hechizo. Las Runas más comunes eran guijarros lisos y planos con símbolos o glifos pintados sobre uno de sus lados. Los practicantes del Runemal sacudían su bolsa y esparcían los guijarros sobre la tierra: aquellos que caían con los glifos hacia arriba eran entonces interpretados.
La descripción más explícita que sobrevive de este procedimiento proviene del historiador romano Tácito. Al escribir en el año 98 D.C. sobre las prácticas prevalecientes entre las tribus germánicas, reporta:
A la adivinación y a echar la suerte le prestan atención más que otros pueblos. Su método para echar la suerte es simple: cortan una rama de un árbol frutal y la dividen en pequeñas piezas, las cuales marcan con ciertos signos distintivos y las esparcen al azar sobre un lienzo blanco. Entonces el sacerdote dela comunidad, si la suerte es consultada públicamente, o el padre de familia, si es consultado en privado, después de invocar a los dioses con la vista vuelta hacia el cielo, recoge tres piezas, una ala vez, y las interpreta de acuerdo con los signos previamente marcados sobre ellas.
(Germania, Ch.X)
En la época de Tácito las Runas ya comenzaban a ser conocidas en el Continente. Eran llevadas de lugar en lugar por mercaderes, aventureros, guerreros y eventualmente por misioneros anglo-sajones. Para que esto fuera posible era necesario un alfabeto común, el alfabeto que fue conocido como futhark por sus primeras seis letras o glifos:
F U TH A R K
A pesar de que más adelante los alfabetos anglo-sajones se expandieron para incluir treinta y tres letras en Inglaterra, el futhark germánico tradicional comprende veinticuatro Runas. Estas fueron divididas en tres "familias" de ocho Runas, siendo el tres y el ocho números acreditados con poderes especiales. Los tres grupos, conocidos como aettir, fueron llamados como los dioses nórdicos Freyr, Hagal y Tyr. Los tres aettir son:
Los Ocho de Freyr:
Los Ocho de Hagal:
Los Ocho de Tyr:
* Ralph W.V. Elliot, Runes, An Int (Manchester, Eng.: Manchester University Press, 1959), página 1.
** Elliot escribe: Todo lo que sabemos es que en alguna tribu germánica algún hombre tuvo tanto el ocio (un factor que se olvida con frecuencia) como el notable sentido fonético para captar el "futhark" (escritura alfabética) de un modelo nor-itálico conocido por él en las regiones alpinas durante el período de 250-150 A.C.
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