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El Manuscrito Voynich
por Marcelo Dos Santos
El Manuscrito Voynich
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Pocos días más tarde, una noticia en Scientific American
llamó mi atención: un psicólogo norteamericano -que no un lingüista,
y esto es lo que más me asombró- había estado trabajando sobre el
libro, hallando interesantes descubrimientos sobre él que muy bien
podrían aplicarse en otros campos. Pero comencemos por el principio.
El emperador estaba contento: su hijo había nacido. Maximiliano
II y su esposa María, hija a su vez del emperador Carlos V, habían
concebido y dado a luz a un pequeño que, andando el tiempo, estaba
destinado a su vez a ocupar el serenísimo trono del Sacro Imperio
Romano. Corría el mes de julio de 1552 en Viena. De carácter
cultivado y curioso, el niño evidenció desde siempre una personalidad
similar a la de su tío, Felipe II de España. En aquel país peninsular
el pequeño Rodolfo recibió una educación completa y de gran profundidad.
En 1572 Rodolfo fue coronado rey de Hungría, más tarde subió al
trono de Bohemia, y en 1575 fue nombrado rey de Alemania. Por último,
en 1576, a la muerte de su padre, fue coronado Emperador romano
con el nombre de Rodolfo II.
Detallada foto que muestra la caligrafía del libro
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El reinado de Rodolfo II es importante en la historia
y en la ciencia por varios motivos, tanto encomiosos como negativos.
Se lo recuerda, por ejemplo, como el soberano que no supo impedir
las guerras religiosas y a quien se le fue de las manos el conflicto
que culminaría conociéndose como Guerra de los Treinta Años.
Inversamente, la ciencia lo recuerda con respeto
y agradecimiento, ya que fue este soberano quien ejerció el mecenazgo
sobre Tycho Brahe y Johannes Kepler, y todos los historiadores de
la ciencia están de acuerdo en que ninguno de ellos hubiese logrado
lo que logró sin el apoyo político y económico de Rodolfo II.
Con una larga historia hereditaria de demencia y
antecedentes de depresión y tendencia a la excentricidad, la salud
del monarca fue decayendo sensiblemente hasta morir, casi loco y
totalmente recluido en su palacio de Praga, en enero de 1612.
El
mago y ocultista John Dee
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Durante toda su vida, Rodolfo II se interesó por
la magia, la alquimia, la brujería y los objetos y libros extraños.
Su mansión de Praga se convirtió en el centro de reunión no sólo
de astrónomos y científicos serios como Tycho y Kepler, sino también
de religiosos como Giordano Bruno (luego quemado por hereje), magos
negros como John Dee y mistificadores, aventureros y falsarios como
Edward Kelley.
Rodolfo tenía una enorme habitación, la Kunstkammer,
llena de libros y manuscritos de magia y alquimia, y abrazó la astrología
como pasión y pasatiempo.
Se dice que la colección de textos que reunió sobre
esos temas era soberbia, y aquí entra el Sacro Emperador en nuestra
historia del Manuscrito Voynich.
El hombre por cuyo apellido iba a conocerse
todo este asunto para la posteridad nació mucho después, el 31 de
octubre de 1865 (algunos biógrafos dicen 1863) en Kaunas, Lituania,
bajo el complicado nombre de Wilfryd Michal Habdank-Wojnicz. "Habdank"
es el nombre de un clan heráldico polaco, ascendencia que nuestro
héroe compartía, pero, dada la dificultad de la gente para pronunciarlo,
pronto lo abandonó.
Wylfrid Voynich
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Químico y farmacéutico, estudió en las Universidades de Varsovia y
San Petersburgo, doctorándose en su especialidad por la Universidad
de Moscú. Acosado por problemas políticos fue encarcelado, y en 1885
fue deportado a Siberia. Wilfryd soportó este suplicio durante cinco
años, hasta fugar de su presidio en 1890. Wojnicz huyó a Alemania
y se escondió en Hamburgo porque sabía que el largo brazo de la policía
política del Zar era muy capaz de alcanzarlo también allí. "Sucio,
hambriento y miserable", según sus propias palabras, el científico
comprendió que si se quedaba en Hamburgo sería capturado nuevamente...
o algo peor. De manera que vendió su abrigo y sus anteojos para, con
la mísera suma que le dieron por ellos, comprar un pasaje de tercera
clase en un barco de carga que transportaba fruta a Londres, un arenque
ahumado y un pedazo de pan para acallar su hambre.
Una
página de gran belleza
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En Londres, Wojnicz se casó con una correligionaria irlandesa,
que era nada menos que la quinta hija del matemático y filósofo
George Boole (todos los que trabajamos en informática conocemos
y hemos estudiado el Álgebra Booleana), Ethel, y ambos pasaron su
tiempo escribiendo y enviando a Rusia literatura revolucionaria
y traduciendo al inglés las obras de Marx y Engels. Wojnicz
(que a esta alturas había anglicanizado su nombre y ya firmaba "Voynich"),
comenzó a interesarse por los libros, manuscritos y catálogos antiguos.
En esta tarea prosperó, y pronto estableció un importante comercio
de libros raros en Soho Square N° 1, Londres, a donde acudían todos
los coleccionistas deseosos de adquirir un ejemplar largamente soñado.
En 1914, Voynich se mudó a Nueva York, donde continuó con su oficio
de librero especializado en textos raros, y allí se quedó hasta
su muerte, ocurrida en 1930 (o en 1931, según algunos biógrafos).
Una
página del manuscrito
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En 1912, Voynich viajó a Italia por segunda vez:
ya había estado en ese país en 1898. En ese segundo viaje, totalmente
dedicado a la adquisición de volúmenes antiguos para su negocio,
recaló en la biblioteca del Colegio Jesuita de Villa Mondragone
en Frascati, una población cercana a Roma.
Revisando un arcón que contenía los libros que los
curas deseaban vender, le llamó la atención un volumen en cuarto
escrito en unos extraños caracteres que Voynich no pudo identificar.
Pasando las hojas del manuscrito, observó que la
mayoría de ellas estaban ilustradas con dibujos de diversas plantas,
estrellas y figuras humanas, ninfas o mujeres desnudas.
Para colmo de las sorpresas, entre las páginas del
libro Voynich halló una antigua carta en latín, fechada en 1666.
Página 43
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Los sacerdotes se mostraron de acuerdo en vender
a Voynich el manuscrito y su carta, y éste los llevó a su negocio
londinense. Confundido por los extraños símbolos que cubrían las
páginas, Voynich fotografió cada una de ellas por el anverso y el
reverso (son en total 246), y envió las copias a los más reputados
lingüistas de su tiempo: ninguno de ellos fue capaz de identificar
la lengua, como tampoco el juego de caracteres con el que el libro
está escrito. Era sólo el comienzo de una de las historias más increíbles
y uno de los enigmas más sorprendentes de la historia de la ciencia
humana.
El Manuscrito Voynich es bastante pequeño: sus páginas
miden apenas 15 por 22 cm. Sus páginas son de vitela, una especie
de pergamino hecho de cuero de cordero muy trabajado y fino, y todo
el libro ha sido escrito por la misma mano. Contiene más de 40.000
palabras y la mayoría de las páginas incluye ilustraciones. Solamente
33 de sus páginas son sólo texto.
No tiene título, fecha ni indicación del autor. No
está tampoco dividido en secciones ni capítulos pero, en base a
la naturaleza de las ilustraciones, los expertos lo han dividido
tentativamente en cinco partes, denominadas Herborística, Astronómica,
Biológica, Farmacéutica y Recetario. Insistimos en que esta división
puede ser totalmente errónea, por el hecho de que, desde el momento
en que no se comprenden los textos, está basada exclusivamente en
las ilustraciones. Muy bien la sección de astronomía pudiera tratar
sobre historia de la hidráulica y la de herboristería contar una
novela burlesca.
La
página 86 no contiene ilustraciones
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La sección herborística ocupa más o menos la mitad
del manuscrito (unas 130 páginas). En cada página hay normalmente
el dibujo de una planta, acompañada de una breve ¿descripción? de
la misma. En algunos pocos casos se describen dos ejemplares en
una misma página. Las ilustraciones, por supuesto, llevan casi un
siglo sometidas al análisis de los botánicos y biólogos. La previsible
pero no menos sorprendente conclusión es que la inmensa mayoría
de ellas corresponde a plantas que no existen ni han existido nunca,
o, dicho en otras palabras, a especies que no pueden ser identificadas
por ningún botánico del mundo.
Esta norma, por cierto, tiene unas pocas excepciones:
por ejemplo, la hoja dibujada en la página 42 vuelta pertenece a
Rumex acetosa, una hortaliza que se come como hoja verde
en ensalada. Se trata de la conocida "acedera", de sabor ligeramente
amargo (de allí su nombre latino). Junto al dibujo de la acedera
puede verse, en la misma página, una imagen más pequeña de una hoja
perteneciente a una especie del género Oxalis Linneo. Lo
único que ambas plantas tienen en común es el gusto amargo debido
a que ambas contienen ácido oxálico, que en grandes dosis es sumamente
tóxico. ¿Por qué figuran en el libro? Misterio.
En la página 100 hay un dibujo de una planta que,
dado el parecido, ha sido identificada por el botánico O´Neill como
Botrychium lunaria Swartz. Su nombre común es "lunaria menor",
y desde antiguo se la conoce como astringente y antidiarreica. También
se la menciona en el Dioscórides, un célebre tratado de herboristería,
como buena para la fertilidad de las vacas: "Así la pacen, se van
derecho al toro".
En la sección "astronómica" encontramos dibujos de
soles, de lunas y de estrellas, y algunas páginas muestran también
símbolos astrológicos.
Una
página del "recetario" del manuscrito
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La sección biológica muestra enormes cantidades de dibujos de mujeres
desnudas, casi todas bañándose en cisternas o piletas interconectadas
por lo que parecen ser complejas instalaciones de plomería, con caños,
sifones, derivaciones, etc. Una interpretación bastante lógica estima
que estas conducciones de agua representan, en sentido figurado, a
los vasos sanguíneos, el sistema cardiocirculatorio, el aparato digestivo
y los órganos reproductivos. La parte "farmacéutica" continúa
con los dibujos de plantas y se ven numerosos frascos con etiquetas.
Por último, la sección llamada Recetario consiste en breves párrafos,
cada uno indicado con una estrella en el margen izquierdo, tal como
nosotros destacamos párrafos con asteriscos (*) o viñetas (u
,l ,ª , etc.). Muy clara es la semejanza del
Manuscrito Voynich con un manual medieval de alquimia o magia: a pesar
de que el idioma y los caracteres son desconocidos, muchas de las
ilustraciones están relacionadas con símbolos y encantamientos utilizados
en textos alquímicos perfectamente estudiados. Un manuscrito bizantino
del siglo IX contiene un dibujo de una ninfa en el interior de un
círculo con signos del zodíaco que es prácticamente idéntico
Extraordinario círculo astrológico. El animal del centro parece
un Smilodon, el famoso Tigre Dientes de Sable,
desconocido en tiempos del manuscrito
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a una imagen del Voynich, incluyendo la postura de la figura femenina
(a pesar de que el otro texto ha sido realizado con una técnica, unas
herramientas y materiales completamente diferentes del Voynich).
La fecha de composición del manuscrito es también bastante fácil de
establecer. Ciertos aspectos de los caracteres definen a la caligrafía
utilizada como "cursiva humanista", un estilo de escritura que estuvo
en boga en Europa durante un par de décadas del siglo XV. Por añadidura,
el estilo de los peinad
Una
esfera celeste con un sol y constelaciones desconocidas
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os que llevan las figuras femeninas es exactamente el de los que se
utilizaron entre 1480 y 1520. No hay duda al respecto. Pero aún
no hemos hablado del significado de los textos, es decir, sabiendo
bastante acerca del manuscrito, no hemos entrado aún en el campo más
trascendente de su estudio: ¿qué significa?
Como hemos apuntado, al momento de ser redescubierto por Voynich en
1912, el extraño libro guardaba entre sus páginas una carta. Sin embargo,
no es la primera que se escribió sobre el Manuscrito. Hubo otras tres,
y, curiosamente, las cuatro estaban dirigidas al mismo hombre: Athanasius
Kircher. Conservamos tres de ellas. El destinatario de tanta preocupación
nació en Ulster, Alemania, el 2 de mayo de 1601 (ó 1602), y toda la
bibliografía referida a él lo reputa como el hombre más ilustrado
de su tiempo. Era hijo del filósofo Johannes Kircher, que además
recibió un doctorado en teología por la Universidad de Mainz. Johannes
hizo que sus seis hijos (tres varones y tres mujeres) ingresaran todos
en diversas órdenes religiosas, porque la familia era demasiado pobre
como para costearles los estudios. Científico, matemático e inventor,
Kircher desarrolló un instrumento para medir el campo magnético
terrestre (considérese la época de la que hablamos), un eficiente
anemómetro, y diversos tipos de relojes solares. Fue astrónomo,
geógrafo, sismólogo y vulcanólogo, y lingüista experto en idiomas
orientales. Tanto, que fue el primero en traducir el texto alquímico
La Tabla Esmeralda del árabe al latín. Fue experto en antigüedades
egipcias y reputado des cifrador de jeroglíficos, disciplinas ambas
sobre las que escribió varios libros. A los 16 años, Athanasius ingresó
en el seminario jesuita, y en 1628 fue ordenado sacerdote en de la
Compañía de Jesús. Fue dentro de su orden que aprendió griego y hebreo
a la perfección. Estudió luego, en otro colegio jesuita, humanidades,
ciencias naturales y matemática, complementándolas con filosofía en
Colonia. En 1623, en Koblenz, enseñó griego, mientras que alcanzó
lo que hoy llamaríamos un posgrado en lenguas en Heiligenstadt. Al
tiempo de ordenarse sacerdote, había recibido ya su doctorado en teología.
Athanasius Kircher
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Fue el primer lingüista en comprender que el copto era una lengua
derivada del egipcio antiguo, y fue comisionado por el Papa para traducir
los textos de un obelisco egipcio que se llevó a Roma. Tras el éxito
en esta tarea, el pontífice lo colmó de ricos presentes y atenciones
como premio. Hallada la Piedra de Rosetta varios siglos más tarde,
y traducida la lengua egipcia por Jean-Francois Champollion, sabemos
hoy que la traducción de Kircher estaba completamente errada, pero
en su tiempo, su reputación de lingüista y orientalista llegaba al
punto de llamarlo universalmente "el hombre capaz de leer cualquier
texto".
Kircher murió en 1680 en París, luego de haber pasado
la mayor parte de su vida convertido en una especie de superestrella
o celebridad científica internacional en numerosas ramas de la ciencia,
pero especialmente en la lingüística y la filosofía.
Es a causa de ello que uno de los primeros propietarios
del Manuscrito Voynich, Georg Baresch, pensó en Kircher como el
único hombre capaz de interpretar sus extraños caracteres. Así,
Baresch le escribió una carta en 1637, en la que le pedía estudiara
el texto y tratara de hallar una solución al problema. Esta primera
carta se ha perdido, y no parece que Kircher le haya dado mucha
importancia, porque tampoco se halla una respuesta.
Aún esperanzado, Baresch volvió a escribir al erudito
dos años más tarde. Esta segunda carta -que sí se conserva- reitera
el pedido de que Kircher se ocupe del manuscrito, aprovechando el
viaje de algunos religiosos amigos de Baresch desde Praga (donde
estaba Baresch) hacia Roma (donde estaba Kircher). La carta está
actualmente en los Archivos de la Pontificia Universidad Gregoriana
de Roma, en el armario APUG 557, folio 353.
La carta fue primeramente traducida al inglés por
M.J. Gorman, del Museo e Instituto de Historia de la Ciencia de
Florencia, Italia, así como al italiano por la profesora R. Mugellesi
del Instituto de Filología Clásica de Pisa. Según René Zandbergen
y su colaborador Mark Sullivan, la versión inglesa se corresponde
exactamente con la italiana y la latina. La traducción castellana
que aquí se expone me pertenece, así como los comentarios entre
paréntesis.
Dice en su parte relevante: "En ocasión de la partida
hacia Italia y Roma de cierto religioso, obtuve permiso de él para
llevar a Usted esta carta, con la cual quisiera recordarle cierto
escrito que le envié desde Praga a través del Reverendo Moretto,
de la Compañía de Jesús. La razón de haberle enviado esos escritos
es la siguiente: Después de la publicación del Prodromus Copti
(un célebre libro de Kircher sobre la lengua egipcia), Su Reverencia
se hizo famoso en todo el mundo, y en ese libro Usted solicitó ayuda
para encontrar material adicional para otro libro que pensaba publicar",
de lo que se desprende que Baresch parece creer que el libro está
escrito en copto o en jeroglíficos egipcios.
Más adelante pone: "Por lo tanto he decidido repetirle
este pedido. Moretto me ha dicho que llegó felizmente a Roma, de
lo que me complazco, y más complacido estaré cuando el contenido
del libro mencionado nos sea revelado gracias a Su Reverencia, de
modo que las buenas gentes puedan compartir los buenos conocimientos
que hay en él. De los dibujos de hierbas, de enorme número dentro
del Códex, de varias imágenes y estrellas y de otras cosas que aparentan
ser secretos de la química, he conjeturado que todo él es de naturaleza
médica".
Luego de rogar varias veces más a Kircher que libere
los portentosos secretos científicos enterrados en los pliegos del
manuscrito, Baresch se despide y firma: "Pragae A[nn]o [Domini]
1639. 27 die Aprilis, quo olim Romam, in Universitate Sapientiae
Romanae, Predicae Sapientiae operam daturus, apprili A[nn]o [Domini]
1605. V[estr]ae R[everen]dae Paternit[ate], Ad obsequia, P[er]oratissimus,
M. Georgius Baresch" ("En Praga, a los 27 días de abril de 1639,
en el mismo día en que, en abril de 1605, comencé mis estudios en
la Universidad de La Sabiduría de Roma").
La pertinacia de Baresch, al parecer, no tuvo éxito.
Hemos dicho que dentro del libro en sí, Voynich
encontró una carta. La misma, por cierto, también está dirigida
a Kircher y está fechada en 1666 (aunque algunos estudiosos leen
la fecha como 1665).
Como sea, el autor de la misiva es Johannes Marcus
Marci de Cronland, rector de la Universidad de Praga. Sabemos (porque
se conserva) que Marci también había escrito una carta anterior
a Kircher sobre el mismo asunto, cuyo original puede encontrarse
asimismo en los Archivos Gregorianos, armario APUG 557, folio 127.
Johannes Marci de Cronland, autor de la carta hallada en el
libro
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Tantas cartas al mismo hombre sobre el mismo tema
nos llevan a conjeturar que Kircher era perfectamente consciente
de que no podía ni podría descifrar el manuscrito y que, siendo
una celebridad científica y lingüística mundialmente respetada,
tenía vergüenza de responder a sus corresponsales diciéndoles que
el asunto superaba su conocimiento. En consecuencia, hizo lo único
que podía hacer sin sacrificar su orgullo: guardó silencio y jamás
le contestó a nadie.
Pero la segunda carta de Marci, la que Voynich encontró
dentro del Manuscrito, es especial porque aporta, por primera vez,
elementos internos de la historia del libro e, incluso, ensaya una
hipótesis acerca del autor de la extraordinaria obra. El original
se encuentra en la Biblioteca Beinecke, está escrito en un latín
muy culto y ha sido traducido al inglés por John Tiltman. En esa
versión he basado mi traducción castellana. La carta (conocida en
los ambientes académicos como "Carta Marci") comienza con las palabras:
"Reuerende et Eximie Domine in Christo Pater. Librum hunc ab
amico singulari mihi testamento relictum, mox eundem tibi amicissime
Athanisi ubi primum possidere coepi, animo destinaui: siquidem persuasum
habui a nullo nisi abs te legi posse" ("Reverendo y distinguido
Maestro, Padre en Cristo: este libro, que heredé de un íntimo amigo,
estuvo destinado a ti desde que llegó a mis manos, mi muy querido
Athanasius, porque estoy convencido de que nadie más que tú será
capaz de leerlo").
Vana esperanza la de Marci, a juzgar por los resultados.
Marci continúa diciendo: "El propietario anterior
de este libro (a quien, aunque Marci no nombra, nosotros ya conocemos:
se trata de Georg Baresch) pidió una vez tu opinión por carta (error:
la pidió dos veces, sin obtener respuesta), copiando y enviándote
un extracto del libro, del cual pensaba que serías capaz de leer
el resto, pero en ese momento no quiso enviarte el libro en sí".
Dos párrafos más abajo, Marci revela a Kircher algunos
datos trascendentales. Dice textualmente: "Retulit mihi D. Doctor
Raphael Ferdinandi tertij Regis tum Boemiae in lingua boemica instructor
dictum librum fuisse Rudolphi Imperatoris, pro quo ipse latori qui
librum attulisset 600 ducatos praesentarit, authorem uero ipsum
putabat esse Rogerium Bacconem Anglum". Traduzco: "El profesor
de lengua bohemia de Fernando III, entonces rey de Bohemia, el Señor
Doctor Rafael, me ha contado que el antedicho libro perteneció al
Emperador Rodolfo (se refiere a nuestro ya conocido Rodolfo II de
Bohemia), que pagó por el libro a su poseedor la cantidad de 600
ducados. Él (no está muy claro si se refiere a Rodolfo, al desconocido
que se lo vendió, al tal Rafael o a Baresch) creía que el autor
era el inglés Roger Bacon".
Página 78 vuelta
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Concluye despidiéndose: "Reuerentiae Vestrae.
Ad Obsequia. Joannes Marcus Marci a Cronland. Pragae 19 Augusti
AD 1666 (¿1665?)". "A las órdenes de Su Reverencia, Johannes
Marcus Marci de Cronland. En Praga, a 19 de agosto del Año del Señor
de 1666 (ó 1665, según otros)". Todos los comentarios entre paréntesis
son míos.
La carta Marci es la pieza de información que enlaza, entonces, al
Manuscrito Voynich con Rodolfo II, introduciendo además en el ya de
por sí complicado asunto al sacerdote franciscano del siglo XIII,
monje, matemático, filósofo y alquimista inglés Roger Bacon. Y
tiene sentido, porque fue Bacon quien permanentemente preconizaba
en sus trabajos que los conocimientos científicos no estaban destinados
al público en general, sino que los sabios harían muy bien en publicar
los libros en códigos cifrados. La carta de Baresch dice algo parecido,
aunque sin mencionar el nombre de Bacon. Roger Bacon nació en
Ilchester, Somerset, Inglaterra, en 1214, y murió en Oxford en 1292.
Sus padres, terratenientes venidos a menos, deben haber tenido un
afán de progreso inédito para la época, ya que dos de sus hijos llegaron
a ser académicos y uno, Roger, conocido universalmente hasta hoy.
Roger estudió mate mática y latín con el párroco de su aldea antes
de trasladarse a Oxford para presentarse en la Universidad, porque
sabía que allí toda la enseñanza se impartía en latín. Bacon se convirtió
en estudiante univer
El franciscano Roger Bacon
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sitario a la edad de trece años, y se destacó en gramática, lógica,
retórica, geometría, aritmética, música y astronomía. Pronto fue convocado
a enseñar en Oxford, y siguió como pr ofesor allí hasta 1241. El joven
Bacon llegó a ser en la mayor autoridad sobre Aristóteles, y, cuando
fue llamado para enseñar en la Universidad de París, introdujo la
aristotélica como ciencia central dando incansables (e interminables)
clases que comenzaban a las 6 de la mañana y dejaban a sus estudiantes
extenuados. Tan ducho e n meteorología, botánica, ciencias naturales
y medicina como en teología y filosofía, alargaríamos innecesariamente
este artículo si citáramos todas las obras y logros de Bacon desde
entonces hasta su muerte a los 78 años de edad. Baste decir que
muy bien pudo haber sido el autor del Voynich, pero que la opinión
del corresponsal antiguo no se condice con nuestras modernas teorías
acerca de la fecha del libro. Hasta don de sabemos, Bacon vivió más
de dos siglos antes de la aparente composición del Manuscrito Voynich.
La historia posterior del ma
Frasco de medicinas con una raíz parecida a la mandrágora
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nuscrito es también sorprendente. Desde que Rodolfo II se lo cedió
(¿vendió?) a Baresch y desde que éste se lo heredó a Marci, perdemos
su rastro durante la friolera de 246 años, hasta que Voynich lo redescubre
en el monasterio jesuita. ¿Cómo llegó el manuscrito hasta allí? Es
probable que nunca lo sepamos. Una vez en Londres, el manuscrito
permaneció en manos de Voynich hasta la muerte del librero. Ethel
Boole Voynich, su viuda, aparentemente lo vendió. Esto resulta extraño,
porque la fecha que se maneja es 1961, pocos meses antes del fallecimiento
de la dama. Si el matrimonio había conservado celosamente el documento
durante casi medio siglo ¿qué sentido puede tener venderlo poco antes
de morir? Se trata de otro de los misterios inexplicables en la incomprensible
historia del libro. Como sea, el Manuscrito Voynich aparece posteriormente
en manos del experto en libros antiguos H.P Kraus, de nacionalidad
norteamericana. Kraus manifestó haber pagado por él a Ethel Voynich
la suma de 24.500 dólares, con la intención de revenderlo por una
cantidad superior. Tasó el volumen en 160.000 dólares y lo puso
efectivamente en venta, pero durante 8 años de esfuerzos fracasó en
su empeño. Jamás logró encontrar un comprador interesado.
Descontando el fallido -y acaso ni siquiera
intentado- esfuerzo de Kircher y las fotos que Voynich envió a los
especialistas de principios del siglo XX, fácil es imaginar que
los esfuerzos por develar la incógnita del contenido del manuscrito
no cesaron.
Detalle de los desnudos femeninos
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El primer intento serio de decodificarlo llegó en
1921, de la mano del Profesor Newbold de la Universidad de Pennsylvania.
Newbold observó que en cada caracter había unos trazos misteriosos,
tan pequeños que sólo podían ser vistos con lupas muy potentes.
Creyó identificar esos trazos como caracteres griegos, y concluyó
que había un subtexto griego oculto por los caracteres desconocidos.
Por razones no muy bien aclaradas, Newbold afirmó que el texto griego
microscópico era el verdadero contenido del Manuscrito Voynich,
que databa del siglo XIII y que su autor era Roger Bacon. Estos
dos últimos asertos siguen obviamente la carta de Marci, pero lo
de las letritas griegas fue desestimado científicamente menos de
una década más tarde. Lo que el académico creyó que eran "trazos
griegos" no son más, en realidad, que grietas microscópicas en la
capa de tinta de los caracteres, provocados por el mero paso de
los siglos.
Los fracasos continuaron. En 1940 Joseph M. Feely
y Leonell C. Strong, ambos criptógrafos aficionados, intentaron
aplicar una técnica llamada "cifrado de sustitución", que no es
más que asignar a cada caracter del texto una letra del alfabeto
latino. Es la simple técnica utilizada en "El escarabajo de oro",
de Poe. Según ellos, lograron traducir todo el manuscrito, salvo
que... el resultado no tenía ningún sentido.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, el equipo
de criptógrafos que rompió el código de la Armada Imperial Japonesa
pasó bastante tiempo descifrando textos antiguos encriptados. Tuvieron
éxito con todos menos con el Voynich.
En 1978 el filólogo aficionado John Stokjo aseguró
que el texto estaba escrito en ucraniano pero sin las vocales. Su
traducción, desafortunadamente, no se correspondía con las ilustraciones
ni tenía que ver con la historia de Ucrania. Contenía frases tan
"claras" como "La Vacuidad es aquello por lo que lucha el Ojo de
un Dios Bebé" (¿?) -la traducción es mía-.
Un médico llamado Leo Levitov afirmó en 1987 que
el documento había sido escrito por los cátaros, secta herética
que floreció en la Francia Medieval, y que estaba escrito en una
mezcla de palabras de varios idiomas. La traducción de Levitov,
sin embargo, entraba en franca contradicción con la teología cátara,
que se encuentra perfectamente documentada.
Ilegibles caracteres
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Más aún: todas las traducciones mencionadas usaban
mecanismos que permitían, por ejemplo, que una misma palabra fuera
traducida con un significado en una parte del manuscrito y con otro
diferente en otra. Una muestra: uno de los pasos del razonamiento
de Newbold echaba mano de los anagramas, método impreciso si los
hay. Así, el anagrama de caso puede ser tanto cosa
como osca, saco ó asco. La mayoría de los académicos
están de acuerdo en que los intentos de decodificación del manuscrito
Voynich están irremediablemente teñidos de un inaceptable grado
de ambigüedad. Peor aún, es imposible, usando cualquiera de esos
métodos pero a la inversa, codificar un texto llano para
obtener nada que se parezca ni remotamente al Manuscrito Voynich,
y ya se comprende que un sistema capaz de decodificar un texto en
clave tiene que ser capaz de funcionar a la inversa.
La conclusión es que, luego de 90 años de esfuerzos
de parte de varios de los mejores especialistas en códigos, nadie
fue capaz de descifrar el "voynichés", como a veces se lo ha llamado.
Es por ello que la naturaleza y origen del manuscrito permanece
en el misterio.
El más serio de los intentos recientes, y posiblemente
el único que ha aplicado un razonamiento abarcativo, inteligente
y creativo, es el del doctor Gordon Rugg, que comenzó a interesarse
en el Manuscrito Voynich alrededor del año 2000. Lo interesante
es, como se apuntó al principio, que Rugg no es filólogo, lingüista
ni historiador, sino médico y psicólogo, recibido en la Universidad
de Reading en Inglaterra en 1987. Hoy se desempeña como profesor
de la Escuela de Computación Matemática en la Universidad
La
flor superior se parece a la pasionaria (salvo que
aquella es roja). Las demás son desconocidas
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Keele es, además, director de "Sistemas Expertos",
periódico internacional especializado en Ingeniería del Conocimiento
y redes neurales. El campo de investigación de Rugg es, precisamente,
la naturaleza del conocimiento y los modelos de información, conocimiento
y creencias. Al fin había llegado alguien capaz de atacar el enigma
del manuscrito desde un ángulo nuevo y original.
Al principio, Rugg se aproximó al problema considerándolo
sólo un rompecabezas interesante: más tarde comprendió que podría
convertirse en un caso testigo de una profunda investigación sobre
las maneras de reexaminar problemas complejos.
Rugg comienza especulando acerca de que el fracaso
de los intentos de decodificar el libro puede significar que tal
vez no haya ningún código que descifrar: después de todo, el manuscrito
muy bien puede no contener mensaje alguno, siendo tan sólo el fruto
de una elaborada broma.
Los críticos de esta hipótesis han argumentado que
el voynichés es demasiado complejo para no tener sentido. ¿Cómo
podría un bromista medieval producir 230 páginas de un texto con
tantas sutiles regularidades en la estructura y la distribución
de las palabras?
Sin embargo, Gordon Rugg ha descubierto que cualquiera
puede reproducir la mayor parte de las extraordinarias características
del manuscrito utilizando una sencilla herramienta criptográfica
que ya era bien conocida en el siglo XVI, como veremos más adelante.
Dice: "El texto generado por esta herramienta parece voynichés,
pero en realidad no es más que jerigonza que no transmite ningún
mensaje oculto. Este hallazgo no prueba que el manuscrito
sea una burla, pero refuerza el rumor de que un aventurero inglés
llamado Edward Kelley habría pergeñado todo el asunto para defraudar
al crédulo Rodolfo II, ya que se dice que el emperador pagó la suma
de 600 ducados por el libro -algo así como 50.000 dólares de hoy".
Pero supongamos por un momento que el manuscrito
no es un engaño ni está escrito en código. La tercera posibilidad
sería: ¿podría corresponder a un idioma desconocido?
Rugg responde a esta pregunta de la forma siguiente:
"A pesar de que no podemos descifrarlo, sí sabemos que el texto
muestra una desacostumbradamente alta tasa de regularidad. Por ejemplo,
las palabras más comunes a menudo aparecen dos o más veces por renglón.
Para representar las palabras, utilizo el Alfabeto Voynich Europeo
(EVA), una convención para transliterar los caracteles voynicheses
al alfabeto romano. Un ejemplo de la página 78 vuelta del manuscrito
dice: qokedy qokedy dal qokedy qokedy. Este grado de redundancia
no se encuentra en ningún lenguaje conocido. En sentido contrario,
el voynichés contiene muy pocas frases donde dos o tres palabras
diferentes aparezcan juntas. Estas características hacen muy improbable
que el voynichés sea una lengua humana: sencillamente, es demasiado
diferente de todos los demás idiomas conocidos".
La posibilidad de que el manuscrito sea sólo
un muy bien tramado engaño con intencionalidad económica o, sencillamente,
los delirios de un alquimista loco vuelve, pues, a estar en discusión.
"La complejidad lingüística del texto parece argumentar en contra
de esta teoría", afirma Rugg. "Además de la repetición de palabras,
hay numerosas regularidades en la estructura interna de los vocablos.
La sílaba qo, muy común, sólo aparece al principio de las
palabras. La sílaba chek puede aparecer al comienzo, pero
si la palabra contiene también qo, entonces qo viene
antes de chek. La sílaba dy, también común, aparece
normalmente al final de las palabras y en ocasiones al principio,
pero nunca en el medio. Un método simple de ´elegir y mezclar´ que
combinase las sílabas al azar nunca podría producir un texto con
tal grado de regularidades. El voynichés es, asimismo, mucho más
complejo que el discurso patológico observado en pacientes con daños
cerebrales o desórdenes psicológicos. Incluso si un alquimista loco
diseñó una gramática para una lengua inventada por él, y se pasó
luego años y años escribiendo un manuscrito que empleara esa gramática,
el texto resultante no presentaría las características estadísticas
que encontramos en el Voynich".
Distribución binomial de las palabras del manuscrito, según
Jorge Stolfi
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Es verdad: en el Manuscrito, los tamaños de las palabras
toman la forma de una distribución binomial, o sea, las palabras
más comunes tienen cinco o seis caracteres, mientras que la frecuencia
de aparición de las palabras más largas o más cortas cae bruscamente
para formar una curva en forma de campana simétrica, conocida como
"campana de Gauss". Dice el experto: "Esta clase de distribución
es extremadamente inusual en las lenguas humanas. En la práctica
totalidad de los idiomas conocidos, la distribución de las longitudes
de palabras en mucho más ancha que una campana de Gauss y por añadidura
asimétrica, con una clara preeminencia de las palabras relativamente
largas. Es altamente improbable que la distribución binomial del
voynichés haya sido deliberadamente incluida como parte del engaño,
simplemente porque el concepto estadístico en que se basa no fue
inventado sino hasta siglos después de que se escribió el manuscrito".
En suma, el Manuscrito Voynich parece ser o
bien un código extremadamente inusual, una lengua extraña y desconocida
o bien una mentira altamente sofisticada, y no hay una manera fácil
de resolver esta disyuntiva, lo cual es el motivo de que el misterio
haya persistido casi cinco siglos.
Comparación de Stolfi de la distribución de palabras según
su longitud. En azul, el Manuscrito Voynich. Las otras
curvas representan al Antiguo Testamento en latín,
al Nuevo Testamento en griego, al Don Quijote en castellano
y a un texto etíope.
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Cuando Rugg y su colega Joanne Hyde comenzaron a
buscar un problema como éste, porque estaban desarrollando un método
para evaluar críticamente el tipo de conocimientos y razonamientos
utilizados en la resolución de difíciles problemas de investigación,
se toparon con el Manuscrito Voynich. Comenzaron por determinar
qué tipos de conocimiento habían sido aplicados previamente al problema.
"La afirmación de que las características del voynichés
son inconsistentes con cualquier idioma conocido se basaban en conocimientos
lingüísticos sustanciales. Esta conclusión parecía correcta, por
lo que continué con la hipótesis del engaño. La mayor parte de la
gente que había estudiado el manuscrito estaba conciente en que
el voynichés era demasiado complejo para ser un chiste. Sin embargo,
esta afirmación se basaba más en opiniones que en evidencias firmes.
No hay ningún corpus de conocimientos que trate acerca de cómo reproducir
un texto cifrado medieval muy largo, por la sencilla razón de que,
dejando de lado los engaños, difícilmente se encuentren ejemplos
de un texto tal", escribe Rugg.
Varios investigadores, como Jorge Stolfi de la Universidad
de Campinas en Brasil, han dudado acerca de si el Manuscrito Voynich
se produjo utilizando tablas de generación de textos al azar. Estas
tablas tienen celdas que contienen caracteres o sílabas; el usuario
selecciona una secuencia de celdas -por ejemplo tirando los dados-
y las combina para formar una palabra. Esta técnica puede generar
algunas de las regularidades internas de las palabras voynichesas.
Bajo el método de Stolfi, la primera columna de la tabla contiene
los prefijos, como qo, que sólo se presenta al comienzo de
las palabras; la segunda contiene las sílabas que aparecen en el
medio de las palabras (como chek) y la última las sílabas
que sólo aparecen al final, como por ejemplo y. Eligiendo
sílabas de las tres columnas en secuencia, el investigador producirá
palabras con la estructura característica del voynichés. Algunas
de las casillas pueden quedar vacías para que puedan existir palabras
sin prefijo, medio o sufijo.
Pero esto no es suficiente: hay muchas otras características
estadísticas del voynichés que no pueden reproducirse con tanta
facilidad. Por ejemplo, algunos caracteres son comunes considerados
individualmente, pero rara vez o nunca aparecen uno junto al otro.
Los caracteres transcriptos como a, e y l son
comunes, al igual que su combinación al, pero el es
casi inexistente. Este efecto no puede lograrse combinando caracteres
de una tabla al azar, por lo que Stolfi y otros rechazan esta explicación.
La cuestión capital aquí es la alocución "al azar". Para los investigadores
modernos, la aleatoridad es un concepto muy útil y común. También
es un concepto desarrollado mucho tiempo después de la creación
del manuscrito.
Dibujo de una flor inexistente, aunque se parece a un girasol
(detalle)
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Rugg está en contra de la teoría del azar: "Un bromista
medieval hubiera usado, probablemente, una manera diferente de combinar
las sílabas, que no habría sido ´aleatoria´ en el estricto sentido
estadístico moderno". Rugg comenzó a sospechar si algunas de las
propiedades del voynichés no serían efectos de algún método largamente
olvidado y obsoleto.
Volvió entonces a la hipótesis del engaño para investigarla
en profundidad. El paso siguiente fue intentar producir un documento
falso para ver qué efectos colaterales aparecían. La primera pregunta
era, entonces: ¿qué técnica utilizar? La respuesta dependía de la
fecha en la que el manuscrito fue producido. Habiendo trabajado
en arqueología, un campo donde la datación de artefactos es una
preocupación fundamental, Rugg conocía el consenso general acerca
de que el Voynich fue creado antes de 1500. Las ilustraciones eran
del estilo de las de fines de 1400, pero este atributo no demostraba
necesariamente la antigüedad del material: los trabajos artísticos
a menudo presentan el estilo de períodos anteriores, tanto inocentemente
como para hacer aparecer un documento como anterior a lo que realmente
es.
"Busqué entonces una técnica de encriptación que
fuera de uso común durante el más ancho rango posible de fechas
de origen del Manuscrito Voynich: de 1470 a 1608. Una posibilidad
muy buena era la Grilla de Cardano, desarrollada por el matemático
italiano Girolamo Cardano en 1550. Consiste en una tarjeta con ranuras
recortadas en ella. Cuando se apoya la ´grilla´ sobre un texto aparentemente
inocuo (pero escrito con una tarjeta igual), las ranuras permiten
leer el texto oculto en el mensaje". Rugg comprendió que una grilla
de este tipo permitía seleccionar permutaciones de prefijos, medios
y sufijos de una tabla, a efectos de generar palabras similares
a la voynichesas.
Mujeres desnudas, animales, caños, cisternas...
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Una página típica del Manuscrito Voynich contiene
entre 10 a 40 renglones, cada una compuesta pòr entre 8 a 12 palabras.
Usando el modelo de tres sílabas del voynichés, una tabla de 36
columnas y 40 filas contendría suficientes sílabas como para producir
una página completa del manuscrito con una sola tarjeta ranurada.
La primera columna contendría los prefijos, la segunda las partes
centrales y la tercera los sufijos de las palabras; las columnas
siguientes repetirían el mismo patrón.
El psicólogo nos explica el procedimiento: "Uno puede
alinear la grilla contra el ángulo superior izquierdo de la grilla
para generar la primera palabra y luego moverla tres columnas a
la derecha para hacer lo mismo con la siguiente, o moverla más hacia
a la derecha o a una fila inferior. Ubicando la tarjeta en distintas
posiciones de la tabla, el investigador puede crear cientos y cientos
de palabras en voynichés. Y la misma tabla podría usarse con diferente
tarjeta para generar las palabras de la página siguiente".
Quedaba por probar el tiempo que se tardaría
para escribir un libro como el Manuscrito Voynich. Uno de los argumentos
utilizados y socorridos por los ocultistas para desestimar la teoría
del fraude siempre fue, precisamente, que un falsificador medieval
hubiera tardado años o décadas en completar un manuscrito tan complejo
y elaborado. Nunca nadie se había puesto a cronometrar un intento
serio.
¿Cuánto se tardaría utilizando el método de Cardano?
Página 36 vuelta
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Rugg dibujó tres tablas a mano, lo que le tomó dos
o tres horas por tabla. Recortar cada tarjeta o grilla le llevó
de dos a tres minutos, y se fabricó 10 de ellas. Escribe gozoso:
"Hecho esto, pude generar de 1.000 a 2.000 palabras, comprobando
que mi método me permitía reproducir fácilmente la mayor parte de
las características del voynichés. Por ejemplo, uno puede cerciorarse
de que ciertos caracteres nunca aparezcan juntos diseñando cuidadosamente
grillas y tablas. Si las grillas sucesivas están siempre sobre distintas
filas, las sílabas de las celdas adyacentes en sentido horizontal
nunca aparecerán juntas, incluso aunque sean muy comunes individualmente.
La distribución binomial en Campana de Gauss puede lograrse mezclando
sílabas cortas, medianas y largas en la tabla. Otra característica
del voynichés, que es el hecho de que las palabras iniciales de
los renglones tienden a ser más largas que el resto, puede reproducirse
simplemente colocando más sílabas algo más largas en el lado izquierdo
de la tabla. Parece ser, entonces, que el Manuscrito Voynich pudo
escribirse utilizando el método de la Grilla de Cardano. La reconstrucción
realizada por mí y mis colegas sugiere, por ende, que una sola
persona pudo haber compuesto el manuscrito completo,
incluyendo las ilustraciones, en sólo tres o cuatro meses".
Sorprendente diagrama astrológico
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Pero subsiste la cuestión crucial: ¿es el libro sólo
jerigonza incomprensible o contiene un verdadero mensaje codificado?
Rugg encontró dos maneras o métodos de emplear el
sistema de grillas y tablas para codificar y decodificar texto plano.
El primero consiste en un cifrado de sustitución que convierte las
letras del texto normal en sílabas mediales que quedan empotradas
entre un prefijo y un sufijo sin significado, utilizando el método
indicado más arriba.
Los
girasoles del Voynich
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El segundo asigna un número a cada carácter del texto
original y luego usa esos números para especificar la ubicación
de la grilla sobre la tabla. Ambas técnicas, sin embargo, producen
textos con mucho menor nivel de repetición que la que presenta el
Manuscrito.
Este hallazgo indica que si en realidad se usó la
Grilla de Cardano para redactar el Manuscrito Voynich, el autor
probablemente creó un gran volumen de texto sin ningún significado
en absoluto -aunque soberbia e inteligentemente diseñado- en vez
de un texto verdadero cifrado.
Rugg no encontró ninguna evidencia de que el texto
contenga en realidad un mensaje.
"Esta ausencia de evidencia no prueba, por supuesto,
que el manuscrito sea una broma, pero mi trabajo demuestra que la
construcción de un engaño tan complejo como éste es muy fácil de
lograr. Esta explicación enlaza con ciertos intrigantes hechos históricos:
el académico isabelino John Dee y su socio Edward Kelley visitaron
la corte de Rodolfo II en la década de 1580. Kelley fue un notorio
falsificador, místico y alquimista, que probadamente conocía bien
el método de Cardano. Durante mucho tiempo los expertos han sospechado
que Kelley fue el autor del manuscrito".
Detalle de un folio del Manuscrito
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Una alumna de Rugg, Laura Aylward, está investigando
hoy si las peculiaridades estadísticas más complejas del Voynich
pueden ser también reproducidas con la técnica de Cardano. Para
contestar estas preguntas, será necesario generar enormes cantidades
de texto usando tablas y grillas de distinto diseño, por lo que
Rugg está escribiendo el software necesario para automatizar el
proceso.
Es fácil entender que, siendo Rugg un psicólogo,
la traducción del Manuscrito le importa muy poco. Sus intereses
son otros: "Este estudio muestra invalorables aprendizajes, empero,
acerca del proceso de reexaminar problemas dificultosos para determinar
si cualquier posible solución ha sido pasada por alto. Un buen ejemplo
de este tipo de problemas es buscar la causa del Mal de Alzheimer".
Rugg planea examinar si el mismo criterio de aproximación al Manuscrito
Voynich puede usarse para reevaluar la investigación previa sobre
este desorden neurológico. La preguntas a formular deben incluir,
por ejemplo, las siguientes: ¿han los investigadores olvidado algún
campo o grupo de conocimientos relevantes? ¿Hay algunos sutiles
malentendidos entre las diferentes disciplinas involucradas en el
estudio de la enfermedad en cuestión? Las cosas que se admiten como
ciertas, ¿han sido suficientemente probadas?
Si este proceso puede usarse para ayudar a los investigadores
del Alzheimer a encontrar nuevos rumbos de investigación, entonces
un manuscrito medieval que parece un manual de alquimia puede probar,
eventualmente, haberse convertido en un regalo para la medicina
moderna.
En efecto, es posible que los métodos utilizados
para analizar el misterio de Voynich pudieran ser aplicados para
resolver importantes cuestiones de otras áreas. Armar el complejo
rompecabezas del manuscrito requiere grandes conocimientos en varios
campos, incluyendo criptografía, lingüística e historia medieval.
Como investigador en el campo del razonamiento experto Rugg ve su
trabajo sobre el Manuscrito Voynich como un test de aproximación
informal que podría ser aprovechado para identificar nuevas formas
de aclarar cuestiones científicas no resueltas desde hace mucho
tiempo. El paso clave es la identificación de las fortalezas y debilidades
de los conocimientos que se poseen sobre los campos relevantes a
la cuestión.
Si el método de Rugg se muestra eficiente en otros
campos, el desconocido autor del Manuscrito Voynich habrá "regalado"
a la ciencia una herramienta fabulosa e invalorable, sin haberlo
pretendido ni sospechado nunca.
¿Una
galaxia espiral en un manuscrito del siglo XV?
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Mientras tanto, el volumen causante de toda esta
investigación y tantos desvelos duerme hoy en una vitrina. Pasaron
por el misterio, a los largo de 500 años, las figuras de Rodolfo
II, Roger Bacon, Voynich, John Dee, Kircher, Kraus, Marci, Kelley,
Baresch, y los investigadores modernos Stolfi, Cardano, Joanne Hyde,
Aylward y el propio Rugg. Todos ellos estuvieron presentes, pero,
como lo haremos usted y yo, pasaron y desaparecieron en el polvo
de los siglos, o lo harán (y haremos) cuando llegue el momento.
Pero el misterio persistirá, porque, a estas alturas, los expertos
guardan muy pocas esperanzas de que el Manuscrito Voynich pueda
ser descifrado alguna vez.
En 1969, harto ya de intentar venderlo, H.P Kraus
donó el Manuscrito Voynich a la Universidad de Yale, la que lo archivó,
junto con la Carta Marci, en su Biblioteca Beinecke de Libros Raros.
Allí sigue, rotulado con el número de catálogo MS
408, junto a la carta de Marci (MS 408A).
Dicen los que lo han visto que parece sonreír y guardar
silencio, como si supiera un secreto que no somos ni seremos capaces
de develar.
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