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5 advertencias del
cambio tecnológico
Neil Postman
Aun a riesgo de parecer algo condescendiente,
quiero lanzarles un mensaje de tranquilidad: dudo que el siglo XXI
nos depare problemas de una naturaleza más sensacional, desorientadora
o compleja que los que tuvimos que afrontar a lo largo del siglo
XX, o durante el XIX, el XVIII, el XVII, o en el mismo sentido,
muchos de los siglos anteriores a estos. Para aquellos que estáis
excesivamente inquietos sobre el nuevo milenio, puedo daros, desde
el principio, algunos consejos sobre como afrontarlo. Estos consejos
vienen de gente en la que podemos confiar, y cuya capacidad intelectual
excede a la del Presidente Bush, el candidato Kerry o incluso Bill
Gates. Esto es lo que Henry David Thoreau nos dejo dicho: "Todos
los inventos no son sino medios perfeccionados de alcanzar un fin
imperfecto". Esto es lo que nos dejo dicho Goethe: "Uno
debería, cada día, intentar escuchar una pequeña
canción, leer un buen poema, ver un bonito cuadro, y, a ser
posible, expresar algunas palabras razonables". Sócrates
nos dejó dicho: "Una vida no escudriñada no vale
la pena vivirla". Rabbi Hillel nos dejo dicho: "Lo que
no quieres para ti, no lo hagas con otro". Y esto es lo que
nos dejo dicho el profeta Miqueas: "Lo que Dios quiere que
hagas es que actúes rectamente, que seas misericordioso y
que camines humildemente con Dios". Y podría añadir
lo que Jesús, Mahoma, Isaías, Spinoza y Shakespeare
nos dejaron dicho. Siempre es lo mismo: no hay escape de nosotros
mismos. El dilema humano continua siendo el que era, y es un engaño
creernos que los cambios tecnológicos de nuestra era van
a dejar inservible la sabiduría milenaria y a los sabios.
Sin embargo, habiendo dicho esto, soy consciente de
que vivimos en una era tecnológica y que afrontamos una serie
de problemas de los que Jesús, Hillel, Sócrates y
Miqueas no hablaron ni pudieron hablar. No tengo la sabiduría
suficiente para decir lo que deberíamos hacer frente a estos
problemas, por lo que mi contribución se va a reducir a advertir
sobre lo que debemos saber a la hora de afrontar los problemas.
Voy a llamar a este discurso "Las 5 advertencias del cambio
tecnológico". Baso estas ideas en mis treinta años
de estudio de la historia del cambio tecnológico sin que
llegue a pensar que son ideas de corte académico o esotérico.
Son esta clase de cosas que todo el mundo que esté preocupado
con la estabilidad cultural y el equilibrio debería saber
y yo os las ofrezco con la esperanza de que las encontréis
útiles a la hora de pensar sobre los efectos de la tecnología
sobre nuestro espíritu.
PRIMERA ADVERTENCIA
La primera advertencia es que todo cambio tecnológico
implica un compromiso. Me gusta denominarlo un trato faustiano.
La tecnología da y la tecnología quita. Esto significa
que para cualquier ventaja que la tecnología ofrece, siempre
existe su correspondiente desventaja. Las desventajas pueden llegar
a superar en importancia a las ventajas, o las ventajas pueden perfectamente
valer la pena sobre su contrario. Aunque parece una idea bastante
obvia, es sorprendente cuanta gente cree que las nuevas tecnologías
son como una bendición del cielo. Pensad solo en el entusiasmo
con que la mayor parte de la gente abraza su conocimiento sobre
ordenadores. Preguntad a cualquiera que sepa algo sobre ordenadores
para que hablen sobre ellos, y veréis como de forma descarada
e implacable, nos van a alabar las maravillas de los ordenadores.
También vais a ver como en la mayor parte de los casos van
a obviar una sola mención de las desventajas de los ordenadores.
Esto es un peligroso desequilibrio, ya que cuanto mayores son los
prodigios de una tecnología dada, también son mayores
sus consecuencias negativas.
Pensad en el automóvil, que después
de sus muchas ventajas, ha contaminado el aire, atascado nuestras
ciudades y degradado la belleza de nuestros parajes naturales. O
podríamos pensar en la paradoja de la tecnología médica
que nos proporciona prodigiosas curas pero que, al mismo tiempo,
es causa demostrada de ciertas enfermedades e incapacidades, y que
ha jugado un rol protagonista en la reducción de la capacidad
de diagnóstico de los propios médicos. También
podemos recordar que después de todos los beneficios sociales
e intelectuales que nos ha brindado la imprenta, sus costes fueron
igualmente monumentales. La imprenta dotó a Occidente de
prosa, pero hizo de la poesía una forma elitista y exótica
de comunicación. Nos dio la ciencia inductiva, pero redujo
la sensibilidad religiosa a una especie de superstición fantástica.
La imprenta nos dio el concepto moderno de nación, pero al
hacerlo convirtió al patriotismo en una forma sórdida,
sino letal, de emoción. Podríamos decir que la impresión
de la Biblia en lenguas vernáculas introdujo la sensación
de que Dios era un inglés o un alemán o un francés,
es decir, redujo a Dios a las dimensiones de un poderoso señor
del lugar.
Quizás la mejor manera de expresarlo sería
diciendo que la pregunta, "¿que va a hacer esta nueva
tecnología?" no es más importante que la pregunta,
"¿que va a deshacer esta nueva tecnología?".
De hecho, esta última cuestión es más importante,
precisamente porque apenas es formulada. Diríamos que una
visión más sofisticada del cambio tecnológico
debe incluir el escepticismo ante las visiones mesiánicas
y utópicas que nos presentan los que no tienen un sentido
histórico de los débiles equilibrios sobre los que
descansa la cultura. De hecho, si por mi fuera, prohibiría
a cualquiera hablar sobre las tecnologías de la información
a no ser que la persona pudiera demostrar que conoce algo sobre
los efectos sociales y físicos que causaron la invención
del alfabeto, del reloj mecánico, de la imprenta y del telégrafo.
En otras palabras, que sepa algo sobre los costes de las grandes
tecnologías.
Primera advertencia, es pues, que la cultura
paga un precio por la tecnología que incorpora.
SEGUNDA ADVERTENCIA
Esto enlaza con la segunda advertencia, y es que las
ventajas y desventajas de las nuevas tecnologías nunca son
distribuidas equitativamente entre la población. Esto significa
que toda nueva tecnología beneficia a algunos y perjudica
a otros. Hay incluso algunos que no les afecta para nada. Consideremos
el caso de la imprenta en el siglo XVI, de la que Martín
Lutero llegó a decir que era "el más alto y extremo
acto de gracia de Dios, donde el mensaje de la salvación
cobra impulso". Colocando el mensaje de Dios en cada mesa de
comedor cristiana, el libro masivamente impreso socavó la
autoridad de la jerarquía eclesiástica, y provocó
el cisma en la Santa Iglesia Romana. Los protestantes de la época
se entusiasmaron con este invento. Los católicos aparecían
por el contrario enfurecidos y hasta enloquecidos. Puesto que soy
judío, si hubiera vivido en esa época, me hubiera
traído sin cuidado unos u otros, me hubiera dado igual si
el pogromo fue inspirado por Martín Lutero o por el Papa
León X. Unos ganan, otros pierden, unos pocos permanecen
igual.
Pongamos otro ejemplo, la televisión, aunque
aquí tengo que señalar que en el caso de la televisión
hay muy pocos que no se vean afectados de una u otra forma. En América,
donde la televisión ha calado más que en ningún
otro sitio, hay muchas personas que la consideran una bendición,
no menos que quienes han conseguido elevadas remuneraciones y gratificantes
carreras profesionales como técnicos ejecutivos, directores
de realización, presentadores o actores. Por otra parte,
y a largo plazo, la televisión puede terminar con la carrera
de profesor de enseñanza puesto que la escuela fue un invento
asociado a la imprenta y permanecerá o desaparecerá
dependiendo de qué importancia demos al mundo de lo impreso
en el futuro. No hay perspectiva, claro está, de que sea
la televisión la que desaparezca pero los profesores de enseñanza
que se muestran entusiasmados por su presencia me recuerdan la imagen
de algunos herreros que durante el cambio al siglo XX no solo alababan
al automóvil sino que también creían que su
negocio iba a verse beneficiado por su desarrollo. Ahora sabemos
que su negocio no fue beneficiado por el automóvil, mas bien
lo dejo obsoleto, como cualquier inteligente herrero podría
haber supuesto.
Las verdaderas pregunta, que no debe descuidar cualquier
persona que le preocupe el cambio tecnológico, son estas:
¿quienes se van a beneficiar del desarrollo de esta nueva
tecnología?. ¿Qué grupos, qué tipo de
personas, qué tipo de industria va a ser favorecida?. Y por
supuesto, ¿a qué grupos de personas va a perjudicar?.
Estas cuestiones deberían estar presentes en
nuestra mente cuando pensamos en la tecnología de los ordenadores.
No hay duda de que los ordenadores han sido y seguirán siendo
muy provechosos para las grandes organizaciones tipo compañías
aeronáuticas o el complejo militar o los bancos o las agencias
recaudadoras de impuestos. También es igualmente claro que
el ordenador es indispensable para investigadores de alto nivel
en física y otras ciencias naturales. ¿Pero hasta
qué punto ha sido la tecnología de redes y ordenadores
una ventaja para el conjunto de la población?. ¿Qué
ventajas para los trabajadores del metal, fruteros, mecánicos,
músicos, carniceros, obreros de la construcción, dentistas,
teólogos y la mayor parte de los oficios en los que el ordenador
ahora se inmiscuye?. Estas gentes tienen ahora sus asuntos privados
mucho más accesibles a las instituciones siempre tan poderosas.
Ahora son más fácilmente seguidos y controlados; están
sujetos a muchos más controles e inspecciones, y se encuentran
desconcertados antes las decisiones que se toman sobre ellos. Están
siendo reducidos más que nunca a meros objetos numéricos.
Están siendo enterrados en montañas de correo basura.
Son objetivos fáciles de las agencias de publicidad y agencias
estatales de fiscalización.
En otras palabras, estas personas son perdedoras en
la gran revolución de los ordenadores. Los ganadores, entre
quienes se incluyen las compañías de ordenadores,
las corporaciones multinacionales y los estados nacionales, siempre
van a animar a los perdedores a que se muestren entusiastas con
la tecnología de los ordenadores. Así es como funcionan
los ganadores, y desde el principio contaron a los perdedores que
con los ordenadores personales la persona corriente puede llevar
un balance de sus cuentas domésticas más limpio, tener
sus recetas bien guardadas y hacer listas de la compra más
lógicas. Luego les cuentan que con los ordenadores será
posible votar en casa, comprar en casa, conseguir todo el entretenimiento
que queramos en casa, y así hacemos la vida comunitaria innecesaria.
Y ahora, claro, los ganadores hablan constantemente de la Era de
la Información, siempre dando a entender que cuanta más
información tenemos, más seremos capaces de resolver
importantes problemas - no solo los personales sino los problemas
sociales a gran escala también. ¿Pero qué hay
de verdad en esto?. Si hay niños muriendo de hambre en el
mundo - y los hay - no es porque haya falta de información.
Si hay violencia en nuestras calles, no es porque haya falta de
información. Si hay violencia contra las mujeres, si el divorcio,
la pornografía y las enfermedades mentales están creciendo,
nada de esto tiene que ver con la falta de información. Diría
que es porque algo más falta, y creo que no es necesario
que explicite que es lo que falta. Quien sabe, la era de la información
puede resultar ser una especie de maldición que nos ciega
de forma que no somos capaces de ver de donde vienen realmente nuestros
problemas. Por eso siempre es necesario preguntar a aquellos que
hablan de forma tan entusiasta sobre las tecnologías de redes
y ordenadores por qué lo hacen de esa manera, qué
intereses representan, a quien esperan dar poder y de quien esperan
captar poder.
No pretendo atribuirles malignidad, dejemos siniestras
motivaciones a otros. Solo digo que la tecnología favorece
a algunos y que perjudica a otros, por lo que debemos preguntar
al respecto. Por tanto, la segunda advertencia es que siempre hay
vencedores y perdedores del cambio tecnológico.
TERCERA ADVERTENCIA
Ahí va la tercera. Dentro de toda tecnología
se esconde una idea-fuerza, a veces incluso dos o tres ideas-fuerza.
Estas ideas se ocultan a menudo a nuestra vista porque son de naturaleza
algo abstracta. Pero esto no significa que no tengan consecuencias
prácticas.
Quizás hayas oído hablar del viejo dicho:
a un hombre con un martillo, todo le parece como un clavo. Podríamos
extenderlo a regla: a cualquier persona con un lápiz, todo
le parece como una artículo. A cualquier persona con una
cámara de televisión, todo le parece una imagen. A
cualquier persona con un ordenador, todo le parece como datos. No
creo que debamos tomar estos aforismos literalmente. Pero lo que
nos llama la atención es que cualquier tecnología
tiene su prejuicio. Como la propia lengua, nos predispone favorablemente
y valora ciertas perspectivas y conclusiones. En una cultura no
escrita, la memoria humana es de la máxima importancia, como
pasa con los proverbios, refranes y canciones que contienen la sabiduría
oral acumulada de siglos. Por eso el rey Salomón fue considerado
como el más sabio de todos los hombres. En Reyes I nos cuentan
que sabía hasta 3000 proverbios. Pero en la cultura escrita,
estas hazañas de la memoria son consideradas una perdida
de tiempo, y los proverbios son simplemente fantasías irrelevantes.
La persona de la era de la imprenta tiene habito de organización
lógica y análisis sistemático, no escribe proverbios.
La persona de la era del telégrafo valora la velocidad, no
la introspección. La persona de la era televisiva valora
la inmediatez, no los hechos históricos. La persona de la
era de los ordenadores, ¿qué podemos decir de ella?
Quizás podamos decir que la persona de la era de las computadoras
valora la información, no el conocimiento, ciertamente no
la sabiduría. De hecho, en la era de las computadoras, el
concepto de sabiduría puede que no tarde en desaparecer por
completo.
La tercera advertencia, por tanto, es que toda tecnología
incorpora una filosofía que es expresión de cómo
la tecnología nos hace usar nuestra mente, en qué
medida nos hace usar nuestros cuerpos, en como codifica nuestro
mundo, a cuales de nuestros sentidos se amplifica, a cuales de nuestras
emociones y tendencias intelectuales desatiende. Esta advertencia
es la suma y la sustancia de lo que el gran profeta católico,
Marshall McLuhan quiso decir cuando acuñó la frase:
"el medio es el mensaje".
CUARTA ADVERTENCIA
Esta es la cuarta advertencia: el cambio tecnológico
no es aditivo, es ecológico. Lo explicaré mejor con
la siguiente analogía. ¿Qué ocurre si vertemos
una gota de tinta roja en una jarra de agua clara? ¿Tenemos
agua clara o agua clara con una gota de tinta roja? Obviamente ninguna
de las dos. Tenemos una nueva coloración en todas las moléculas
de agua contenidas en la jarra. Esto es lo que pretendo explicar
con el cambio tecnológico. Un nuevo medio no añade
algo, lo cambia todo. En el año 1500, después de que
se inventara la imprenta, no teníamos la vieja Europa más
la imprenta. Teníamos una Europa diferente. Después
de la televisión, América ya no era América
más la televisión. La televisión dio una nueva
coloración a las campañas políticas, a las
escuelas, a las iglesias, a las industrias y a todo en general.
Esta es la razón por la que debemos ser cautos
sobre la innovación tecnológica. Las consecuencias
del cambio tecnológico siempre son amplias, a menudo impredecibles
y en su mayor parte irreversibles. Es por eso que debemos ser siempre
cautos de los capitalistas. Los capitalistas son por definición
no solo gente que asume riesgos personales sino, sobre todo, y más
esencialmente, gente que asume riesgos culturales. Los más
creativos y osados de entre ellos ansían explotar las nuevas
tecnologías al máximo, y no les importa que tradiciones
son derrocadas en el proceso o si una cultura está o no preparada
para funcionar sin esas tradiciones. Los capitalistas son, en definitiva,
radicales. En América, nuestros radicales más conocidos
siempre han sido capitalistas: hombres como Bell, Edison, Ford,
Carnegie, Sarnoff, Golfwyn. Estos hombres borraron de un plumazo
el siglo XIX y crearon el XX, por lo que es un misterio para mi
por qué a los capitalistas se les supone conservadores. Quizás
porque tienen tendencia a llevar trajes oscuros y corbatas grises.
Espero que entiendan que al decir esto, no estoy proponiendo
argumentos para el socialismo. Solo digo que los capitalistas deben
ser cuidadosamente observados y ordenados. De hecho, hablan de familia,
matrimonio, piedad y honor pero si les dejan explotar las nuevas
tecnologías en todo su potencial económico, pueden
llegar a destruir las instituciones que hacen estas ideas posible.
Ahora voy a poneros dos ejemplos de este punto, tomado del encuentro
de América con la tecnología. El primero se refiere
a la educación. ¿Quien, podemos preguntarnos, ha tenido
el mayor impacto sobre la educación americana en este siglo?.
Si piensan en John Dewey o cualquier otro filósofo de la
educación, debo decir que están muy equivocados. El
mayor impacto lo produjeron hombres discretos con trajes grises
en un suburbio de Nueva York llamado Princeton, New Jersey. Allí
desarrollaron y promovieron la tecnología conocida como los
test estandarizados, que son los IQ test, los SATs y los GREs. Estos
tests redefinieron lo que entendemos por aprendizaje, y supusieron
una reorganización del curriculum para acomodarse a los tests.
Un segundo ejemplo se refiere a nuestra política.
Está claro que la gente que más radicalmente ha influido
en la política americana contemporánea no son ideólogos
políticos o protestatarios estudiantiles con melenas y libros
de Karl Marx bajo el brazo. Los radicales que cambiaron la forma
de hacer política en América fueron los emprendedores
vestidos con trajes oscuros y corbatas grises que dirigieron la
gran industria de la televisión en América. No trataban
de convertir el discurso político en una forma de entretenimiento.
No trataban de impedir que una persona obesa pudiera optar a altos
cargos políticos. No trataban de reducir las campañas
políticas a un anuncio de 30 segundos de TV comercial. Todo
lo que trataban de hacer es que la televisión se convirtiera
en una gran máquina de hacer dinero sin parar. Que destruyeran
la sustancia del discurso político en el proceso era algo
que no les incumbía.
QUINTA ADVERTENCIA
Ahora llegamos a la quinta y última advertencia,
que dice que tendemos a hacer de los medios algo mítico.
Uso esta palabra en el sentido de que fue usado por el critico literario
francés Roland Barthes. Utilizó la palabra "mito"
para referirse a la tendencia común a pensar en las creaciones
tecnológicas como si fueran creaciones divinas, como si formaran
parte del orden natural de las cosas. En alguna ocasión he
preguntado a mis estudiantes si saben de algún alfabeto que
fuera inventado. La pregunta les sorprende. Es como si les preguntara
cuando fueron las nubes y los árboles inventados. Creen que
el alfabeto no es una invención humana. Si que lo es. Así
ocurre con muchos de los productos de la cultura humana, pero especialmente
con los derivados de la tecnología. Coches, aviones, televisores,
películas, periódicos etc han alcanzado un status
mítico porque son percibidos como regalos de la naturaleza,
no como artefactos producidos en un contexto histórico específico.
Cuando una tecnología se hace mítica,
es peligroso porque entonces es aceptada como es, y no es entonces
fácilmente susceptible de modificación o control.
Si propusiéramos al americano medio que las emisiones de
televisión no empezaran hasta las 5 de la tarde y que terminaran
a las 11 de la noche, o propusiéramos que dejara de haber
anuncios en la televisión, pensará que es una idea
ridícula. Pero no porque esté en desacuerdo con el
plan. Lo tomará como ridículo porque asume que le
estamos proponiendo que cambie algo de la naturaleza, como si sugiriésemos
que el sol debería salir a las 11 de la mañana en
vez de a las 7.
Siempre que pienso en la capacidad de la tecnología
para hacerse mítica, me viene a la mente las palabras de
Juan Pablo II cuando dijo: "La ciencia puede purificar a la
religión del error de la superstición. La religión
puede purificar a la ciencia de la idolatría y los falsos
absolutos".
Lo que estoy diciendo es que nuestro entusiasmo por
la tecnología puede volverse una forma de idolatría
y nuestra creencia en sus beneficios puede ser un falso absoluto.
La mejor manera de ver a la tecnología es como a un intruso
extraño, recordando que la tecnología no es parte
de un plan divino sino el producto de la creatividad humana y nuestro
orgullo, y su capacidad para el bien o el mal queda siempre pendiente
de lo que los humanos digamos que puede hacer por nosotros y a nosotros.
CONCLUSION
Así que estas son mis cinco advertencias sobre
el cambio tecnológico. La primera, que siempre vamos a pagar
un precio por la tecnología incorporada, cuanto mayor es
la tecnología, más grande es el precio. Segundo, que
siempre habrá ganadores y perdedores, y que los ganadores
siempre intentarán persuadir a los perdedores de que también
ellos son ganadores. Tercero, que incrustada a toda tecnología
está un prejuicio epistemológico, político
o social. Algunas veces este prejuicio nos puede favorecer, otras
no. La imprenta aniquiló la tradición oral, el telégrafo
aniquiló el espacio, la televisión ha empequeñecido
el mundo, los ordenadores, quizás acaben degradando la vida
comunitaria. Y así todo. Cuarto, que el cambio tecnológico
no es aditivo, es ecológico, que significa que lo cambia
todo a su paso, por lo que es demasiado importante como para dejarlo
en las solas manos de Bill Gates. Y quinto, la tecnología
tiende a hacerse mítica, esto es, que se percibe como parte
del orden natural de las cosas, por lo que tiende a controlar más
nuestras vidas de lo que sería deseable.
Si tuviera más tiempo, podría
proporcionaros más cosas de interés sobre el cambio
tecnológico, pero os dejo estas advertencias por el momento,
y termino con el siguiente pensamiento. En el pasado, experimentábamos
la tecnología del cambio a la manera de un sonámbulo.
Nuestro slogan nunca explicitado ha sido "tecnología
über alles", y hemos deseado adaptar nuestras vidas para
encajar los requisitos tecnológicos, no los requisitos de
la cultura. Esto es una forma de estupidez, especialmente en una
época de cambios tecnológicos tan profundos. Necesitamos
actuar con los ojos bien abiertos para que utilicemos más
la tecnología en vez de que sea la tecnología la que
nos utilice a nosotros.
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