Cimática
Sinfonía de sonido y vibración del cuerpo
por Patricia R. Spadaro
traducción de Adela Kaufmann
versión original del Sitio Web Cymatics
Cuadros de Sonido: Haciendo Visibles las Vibraciones Invisibles
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Desarrollo de un patrón en arena (paso
a paso) |
En nuestra cultura moderna donde para muchos ver es creer, ¿cómo
sabemos que lo que dicen las sagas y los practicantes de energía
acerca del poder del sonido es verdad? ¿Hay evidencias que
la vibración y el sonido pueden afectar la materia, interactuar
con nuestras moléculas y estimular la curación? Y
en ese caso, ¿podemos nosotros medir sus efectos?
En el siglo dieciocho, el científico alemán y músico
Ernst Chladni, conocido como el padre de la acústica,
dio un paso hacia contestar estas interrogantes. Demostró,
en simples y sencillos experimentos visuales, que el sonido afecta
la materia. Cuando tomó un arco de violín alrededor
del borde de una placa cubierta con arena fina, la arena formó
varios patrones geométricos, como se muestra abajo.
Otro pionero en esta arena fue el Dr. Hans Jenny. Suizo, doctor
en medicina y científico, Dr. Jenny comprendió la
importancia de la vibración y el sonido, y partió
para estudiarlos de un único ángulo. Sus fascinantes
experimentos en el estudio de fenómenos de ondas que él
llamó cimática - cymatics (del kyma griego, significando
“la onda”), nos proporciona nada menos de cuadros de
cómo el sonido influencia la materia.
En
los años sesenta, el Dr. Jenny puso arena, fluido y polvos
sobre platos de metal, que él hizo vibrar con un generador
especial de frecuencia y una bocina. Sus experimentos produjeron
bonitos e intrincados patrones que eran únicos para cada
vibración individual (vea las fotografías debajo).
Es más, estos patrones variantes permanecieron intactos mientras
el sonido pulsaba a través de la sustancia. Si se detenía
el sonido, el patrón colapsaba.Para muchos, estos experimentos
muestran que el sonido puede, de hecho, alterar formas, que diferentes
frecuencias producen diferentes resultados, y ese sonido realmente
crea y mantiene la forma.
Aunque es mejor conocido por sus estupendas imágenes de
cimática, el Dr. Jenny también era artista y músico,
así como filósofo, historiador y científico
físico. Quizás más importante, él era
un estudiante serio de las maneras de la naturaleza con los poderes
perspicaces de observación.
Ya fuera el ciclo de las estaciones, las plumas de un pájaro,
una gota de lluvia, la formación de patrones climáticos,
montañas u ondas - o aún la poesía, la tabla
periódica, música o sistemas sociales - el Dr. Jenny
vio un subyacente tema unificador: patrones de ondas, producidos
por vibración.
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Desarrollo
de un patrón en arena (paso a paso) |
“Dondequiera
que vemos, podemos describir lo que vemos en términos de
periodicidades y ritmos,” escribió. “Cuando la
naturaleza crea algo, cualquier cosa que crea en este estilo periódico.”
1
Para él, todo reflejaba inherentes patrones de vibración,
involucrando número, proporción y simetría—lo
que él llamó el “principio armónico.”
El
Dr. Jenny animó a continuar la investigación del fenómeno
de ondas. El propósito de tales estudios, explicó,
era “escuchar” los sistemas de la Naturaleza.
“Lo que queremos hacer es, que aprendamos a ‘escuchar’
los procesos que florecen en las flores, a ‘escuchar’
la embriología en sus manifestaciones y aprehender el proceso
de interiorizar,” escribió. 2
Nuestras Células Responden al Sonido
Las
implicaciones del trabajo del Dr. Jenny son inmensas, especialmente
para el campo de sanar y medicina vibratoria. Si el sonido puede
cambiar las sustancias, ¿puede alterar nuestro paisaje interior?
Puesto que los patrones de vibración son ubicuos en su naturaleza,
¿qué papel juegan creando y sosteniendo las células
de nuestros propios cuerpos? ¿Cómo los patrones vibratorios
de un cuerpo enfermo difieren de los patrones que el cuerpo emana
cuándo es saludable? ¿Y podemos darle vuelta a las
vibraciones enfermas y volverlas saludables?
Mientras el Dr. Jenny no se enfocó en las posibilidades
curativas del sonido y vibración, su trabajo inspiró
a muchos cuyo destino era hacer eso.
Dos otros investigadores que han creado una abrumadora evidencia
visualdel poder del sonido son los científicos japoneses,
Masaru Emoto y Fabien Maman. Maman, compositor francés, acupunturista
y bioenergetista, y Helene Grimal, una bióloga, experimentaron
con células saludables y células cancerosas para ver
cómo ellos responderían a la voz y a los varios instrumentos.
En su libro El Papel de la Música en el Vigésimo primer
Siglo, (The Role of Music in the Twenty-First Century) Maman reporta
que entre los dramáticos efectos de sonido que capturaron
en sus fotografías estaba la progresiva desestabilización
de la estructura de células cancerosas. Cuando Maman tocaba
sonidos que progresaban hacia arriba de la escala musical, las células
cancerosas eventualmente explotaron.
El Científico japonés, Masaru Emoto mostró
los potentes efectos del sonido, fotografiando cristales de agua.
En sus notables experimentos, él tocó música
clásica y canciones folklóricas de Japón y
de otros países a través de portavoces puestos al
lado de las muestras de agua. Él luego congeló el
agua para hacer cristales y comparó la cristalina estructura
de diferentes muestras. Con cada pieza musical, la muestra de agua
formó diferentes cristales, hermosamente geométricos.
Cuando tocó música metalica pesada, la estructura
hexagonal básica del cristal de agua se quebró en
pedazos.
En otro experimento, Emoto y trescientos otros se congregaron en
las orillas de un lago fuertemente contaminado en Japón,
y habló en voz alta una afirmación de paz y gratitud.
Los cristales del agua cambiaron de una nublada y torcida imagen
antes de la oración, a lindos cristales geométricos,
después de la oración.
Grupos más pequeños de personas han repetido este
experimento en otros lagos alrededor del mundo, con resultados similares
a los que Emoto ha publicado en el segundo volumen de sus Mensajes
del Agua (Messages from Water).
Notas
1. Hans Jenny, Cymatics: A Study of Wave Phenomena and Vibration
(Newmarket, N.H.: MACROmedia, 2001), p. 271
2. Ibid., p. 276
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