Causas y efectos de un Gran Mínimo Solar
de universoelectrico.info
por Adolfo Arto
Cientos de titulares culpan al CO2 del frío extremo en Rusia y del calor extremo en Australia. Los medios corporativistas nunca postulan que el «Gran Mínimo Solar» puede tener algo que ver este clima extremo
Los procesos eléctricos asociados con la actividad solar y los rayos cósmicos, como veremos a continuación, juegan un papel fundamental en los cambios y comportamiento de la atmósfera de la Tierra. En definitiva, en nuestro clima. Por ese motivo y también por su trascendencia, he decidido profundizar en el tema y traerlo a estas páginas de Universoelectrico.info.
De casi todos es sabido que en 2019 estamos entrando en un periodo de «Gran Mínimo Solar», de ahí el título. Además, según los datos que los astrofísicos solares han recopilado en los últimos años, va a ser profundo y duradero. Por lo tanto también trataremos aquí las consecuencias de un «Gran Máximo Solar» así como la relación entre un «Gran Mínimo Solar» y la actividad volcánica.
Ya es sabido que una baja actividad solar se manifiesta, entre otros fenómenos, por un debilitamiento del campo magnético del Sol y del viento solar. Esto provoca a su vez que se debilite la magnetosfera de la Tierra, nuestro escudo protector ante las radiaciones eléctricas externas.
La consecuencia de esto es un aumento de los rayos cósmicos que alcanzan nuestra atmósfera y también la superficie de la Tierra. Ahora la gran pregunta es ¿Es posible que este aumento de rayos cósmicos afecte también al clima de la Tierra? La respuesta es afirmativa. A continuación veremos cómo.
Clara evidencia de la anti-correlación entre la actividad solar (superior) y el flujo entrante de rayos cósmicos galácticos (inferior), indicados por el conteo de neutrones promediados mensualmente. Mayor actividad solar implica menor incidencia de rayos cósmicos en la Tierra, y a la inversa. Periodo 1960-2005.
Qué debemos esperar en un «Gran Mínimo Solar»
He aquí una descripción simplificada del mecanismo básico:
Se denomina «máximo solar» al estado caracterizado por un alto campo magnético del Sol y un gran número de manchas solares. Se produce aproximadamente con una regularidad de 11 años (ciclos solares o ciclos de Schwabe). Las manchas solares (ver Modelo de Sol Eléctrico) son regiones de la fotosfera en las que no se produce descarga de plasma en modo arco (celdillas). Por este motivo esas regiones son más oscuras o, mejor dicho, menos luminosas. Se caracterizan por presentar potentes flujos de campo magnético. En ellas suelen estallar enormes erupciones solares o eyecciones de masa coronal (EMC).
Por el contrario, un “mínimo solar” es el estado caracterizado por una baja actividad solar. El Sol presenta un bajo campo magnético y muy pocas, o ninguna, manchas solares. También sucede aproximadamente cada 11 años. Máximos y mínimos solares se van alternando en el tiempo (ver imagen anterior).
En concreto, un «Gran Mínimo Solar» es un periodo de baja actividad solar anormalmente largo, incluso invadiendo el periodo en el que ya la actividad debe comenzar a incrementarse. Suelen coincidir con fases de perturbación del clima y, a largo plazo, de enfriamiento. Un ejemplo es el Mínimo de Maunder (1620-1710) que coincidió con la fase más fría de la “Pequeña Edad de Hielo”. La “Pequeña Edad de Hielo”, de la cual hemos estado emergiendo desde el año 1850, fue el período más frío en, al menos, los últimos 8.000 años (gran parte del Holoceno). Los Grandes Mínimos Solares se repiten en cúmulos aproximadamente cada 200-400 años. Durante el Holoceno han sido identificados 20 Grandes Mínimos (I. G. Usoskin et al. 2007). Puedes descargar su estudio AQUÍ. De ahí se desprende que estuvimos en periodos de «Gran Mínimo Solar» cerca de 1/6 del tiempo total.
El Sol emite un campo magnético a través del viento solar (flujo de partículas cargadas) que llega hasta los planetas más exteriores. Esta región de influencia eléctrica del Sol se denomina heliosfera.
Máximo solar
Durante el Máximo Solar (gran número de manchas solares), el viento solar (partículas cargadas) y el campo magnético solar son mayores, por lo que también lo será la magnetosfera de la Tierra. Las líneas de campo magnético exteriores de la Tierra actúan como un escudo bloqueando los rayos cósmicos provenientes del exterior, impidiéndoles penetra la magnetosfera y llegar hasta la atmósfera y litosfera de la Tierra.
Representación de cómo se ven atenuados los rayos cósmicos en una situación de máximo solar, debido al viento fuerte viento solar y al fuerte campo magnético del Sol y de la Tierra. Créditos: Sacha Dobler, AbruptEarthChanges.com
Los rayos cósmicos son núcleos atómicos muy energéticos u otras partículas (p.ej. protones) que viajan por el espacio a velocidades cercanas a la de la luz. Técnicamente, el término “rayos” es engañoso, pues en sí mismos no son radiación electromagnética. Cuando éstos penetran en la atmósfera, chocan con sus moléculas y átomos y se desintegran en una enorme lluvia de partículas subatómicas.
Este proceso genera una incesante creación de iones atmosféricos, que podrán actuar como núcleos o “simientes” para la condensación del vapor de agua y la consiguiente formación de nubes. Cuando cambia la ionización de la atmósfera, cambia también el número de núcleos de condensación de nubes, afectando a las propiedades de las mismas. Cuantos más núcleos de condensación haya, más nubes se producirán, menos radiación solar entrará a la superficie y más frío será el clima. Lo contrario sucederá si hay pocos núcleos de condensación. Las nubes son esenciales para la cantidad de energía solar que llega a la superficie. Por lo tanto, sus implicaciones pueden ser significativas para comprender las variaciones del clima en el pasado y los posibles cambios futuros.
Los rayos cósmicos son acelerados por supernovas lejanas y por otros eventos violentos que ocurren en el Universo. Los que estamos mencionando, relacionados con los ciclos solares se denomina rayos cósmicos galácticos. Son partículas muy energéticas provenientes del exterior del sistema solar. Sin embargo, estudios recientes han demostrado que muchos de ellos se originan incluso fuera de nuestra galaxia, por lo que son denominados rayos cósmicos intergalácticos.
El Sol también emite rayos cósmicos (rayos cósmicos solares), aunque son de una densidad de energía menor por lo que afectan en menor grado a la Tierra. Durante un mínimo solar, el Sol emite menos rayos cósmicos solares, pero los rayos cósmicos galácticos siguen llegando y alcanzan nuestra atmósfera. Además, en un máximo solar, el fuerte campo magnético solar no sólamente bloquea más rayos cósmicos, sino también más radiación electromagnética del espacio exterior, tal como los dañinos rayos gamma y rayos X.
Durante una sucesión de fuertes y largos máximos solares consecutivos de 11 años -un «Gran Máximo Solar»- apreciamos un clima general más benigno y estable. Asimismo, también se presenta una menor inestabilidad en viento y precipitaciones así como una tendencia hacia el suavizado de las temperaturas. Así sucedió en el “Periodo romano de calentamiento”, el “Clima óptimo medieval” y el reciente “Gran Máximo Solar» moderno del periodo 1940-2000. En este periodo, se superó el pico de 100 manchas solares (I. G. Usoskin et al. 2003). Hay que decir que no cualquier pico de actividad solar entre dos Grandes Mínimos se clasifica como un «Gran Máximo Solar».
Representación de la incidencia de un rayo cósmico muy energético. Conforme avanza, interacciona con los átomos de la atmósfera y se va creando una cascada de otras partículas subatómicas
Durante estos periodos tan activos, solamente hay un incremento limitado en la “irradiancia solar total” (IST). Me estoy refiriendo a la emisión solar en términos de luz y calor. Para los ciclos de 11 años, ésta fluctúa en el rango de ± 0,1%. La IST es una medida de la potencia solar en todas las longitudes de onda por unidad de área incidente en la atmósfera superior de la Tierra. Se mide perpendicularmente a la luz solar entrante.
En el punto más bajo del Mínimo de Maunder, la IST fue de 1.363,5 w/m3 (watios por metro cuadrado). En el punto más alto de nuestro aparente final del periodo cálido, en el año 2.000, fue de 1.366,5 w/m3. Esto es un incremento de sólo el 0,3% de la emisión de energía solar desde el clima más frío de los últimos 8.000 años hasta el tan distinto clima actual.
Así pues, NO es tan simple como: “debido a la irradiancia solar total (IST), un Sol más activo (según su ciclo de 11 años) emite más calor y entonces “calienta” más el planeta que un Sol inactivo”. Esta simplificación nace muy a menudo de los defensores de la teoría del cambio climático antropogénico (provocado por el hombre). Argumentan que la variabilidad de la actividad solar afecta al clima sólo mínimamente.
En lo que a la temperatura se refiere, lo crucial no es la energía que libera el Sol, sino cuánta de esta energía es bloqueada por las nubes, cuánta alcanza la superficie de la Tierra y cuánta es reflejada al espacio por la nieve y el hielo. La IST es buen indicador del clima, pero es una parte del efecto, más que la causa principal.
Es sabido que saturar el aire (100% de humedad relativa) no es suficiente para formar nubes o gotas. Las moléculas de vapor de agua necesitan un lugar o situación para condensarse. Este lugar se denomina “núcleo de condensación” y el proceso es la “nucleación heterogénea”. Los núcleos de condensación de nubes tienen un tamaño aproximado de 1 micra (millonésima parte de un metro).
Lo importante es la conexión de la actividad solar, la formación de nubes y, a largo plazo, la cobertura de nieve, el “blanqueamiento”.
Mínimo solar
Durante un mínimo solar y, particularmente, en un «Gran Mínimo Solar», los rayos cósmicos entran más en la atmósfera de la Tierra. Estas partículas de alta velocidad (principalmente protones) chocan con los átomos atmosféricos y se disocian en una cascada de partículas subatómicas más pequeñas. Estas partículas actúan por ionización como núcleos de condensación y generan la formación de nubes de bajo nivel. Algunas partículas pueden alcanzar la superficie de la Tierra e incluso penetrarla. De esta manera, hay más rayos cósmicos que aceleran la formación de tormentas, aguaceros erráticos, tormentas de nieve, granizo, inundaciones locales y, a largo plazo, un enfriamiento global.
Con un escudo magnético solar y terrestres debilitados y débil viento solar, más rayos cósmicos galácticos alcanzan la atmósfera y la superficie de la Tierra. Créditos: Sacha Dobler, AbruptEarthChanges.com
Debemos añadir a esto terremotos, volcanes, rayos y otros eventos eléctricos así como un mayor riesgo de una erupción solar que puede afectar en incluso interrumpir nuestra red eléctrica.
Pero, de forma algo contradictoria, los Grandes Mínimos Solares (las fases más “frías”) tienden históricamente a ser más secos. También, debido a las perturbaciones de la corriente de chorro, aumentan las olas de calor y los incendios forestales (véase más adelante las inundaciones y sequías).
Son principalmente las inestabilidades y el clima errático o extremo, más que la caída real de la temperatura, lo que inicialmente perturba la agricultura y la civilización. Durante la “Pequeña Edad de Hielo”, las temperaturas a través del Hemisferio Norte disminuyeron en sólo 0,6 °C en relación con la temperatura promedio entre los años 1000 y 2000 de nuestra era (ver Enciclopedia Británica). Sin embargo los eventos de heladas y nieve y las pérdidas de las cosechas fueron devastadores. Un «Gran Mínimo Solar» «normal» se manifiesta inicialmente no tanto como una «mini edad de hielo», sino que podría llamarse más apropiadamente una «edad de mal clima» con fuertes extremos atmosféricos.
A la inversa, un máximo solar no garantiza directamente un clima cálido. Por ejemplo, durante la alta actividad solar alrededor del año 1600, el clima se estabilizó en cierta medida, pero las temperaturas se mantuvieron muy bajas. Esto se produjo en el punto álgido de la “Pequeña Edad de Hielo”.
Incluso cuando, en un año dado, el promedio de temperatura está sólo ligeramente por debajo del normal o incluso en la media, todo lo que se necesita es una nevada o granizada inusuales para arruinar las cosechas durante una temporada (como ocurrió en Francia y en el Medio Oeste de EE.UU. en la primavera de 2016 y 2017). Se puede esperar que estas anomalías (incluyendo terremotos y volcanes) aumenten en general a lo largo de las zonas de riesgo habituales de desastres naturales (ver mapa global). De manera general se puede decir que para cualquier región dada, puedes esperar más de lo mismo. Más aún, a largo plazo: enfriamiento general y sequías.
Puesto que la tendencia actual (2019) es de caída hacia un mínimo solar, la magnetosfera de la Tierra se está debilitando y, por lo tanto, los rayos cósmicos entrantes, así como la radiación UV solar, están aumentando.
Durante un mínimo solar, no sólo hay menos manchas solares, sino que éstas también se concentran en el ecuador solar. Por el contrario, en el máximo solar también se crean en el rango de latitudes entre 30° y 50° del Sol. Además, los ciclos de 11 años pueden alargarse en ocasiones hasta 22 años.
Resumen del circuito de reacción cíclica climática en un «Gran Mínimo Solar»:
- Campo magnético solar débil (viento solar débil).
- Mayor flujo entrante de rayos cósmicos desde el espacio.
- Ionización de moléculas atmosféricas (Nucleación de nubes).
- Más nubes reflejan la radiación solar.
- Más formación de nubes y precipitaciones erráticas. Enfriamiento a largo plazo.
- Más nieve y hielo reflejan la radiación solar. Más enfriamiento a largo plazo.
Un «Gran Mínimo Solar» –como una sucesión de varios ciclos solares muy bajos– ocurre aproximadamente cada 200 años. El último notable fue el «Mínimo de Dalton» (1790-1820), que fue seguido del final de la “Pequeña Edad de Hielo”, la Segunda Revolución Industrial, la expansión de la población y el comienzo de la tendencia moderna de calentamiento global, que comenzó alrededor de 1850 y se extiende hasta el 2000).
Evidencia científica de la correlación entre la actividad solar y las fluctuaciones del clima
Un estudio científico exhaustivo ha demostrado que el clima y la actividad solar está interrelacionados. Se estudiaron los anillos de árboles en la ladera sur de las montañas Qilian, en la zona nordeste de la meseta tibetana, abarcando un periodo de 1.000 años. El estudio fue llevado a cabo por Junyan Sun y Yu Liu, de la Academia China de Ciencias, Xi’an, China.
Reconstrucción de la cantidad de precipitación en el borde de la Llanura Tibetana (Tibetan Plateau). Las barras de la gráfica describen las fases débiles destacadas de actividad solar. Corresponden a Om=Mínimo de Oort, Wm=Mínimo de Wolf, Sm=Mínimo de Spörer, Mm=Mínimo de Maunder, Dm=Mínimo de Dalton. Créditos: Sun & Liu (2012)
La meseta tibetana tiene una elevación entre 3.000 y 5.000 m.s.n.m. y es la más alta y extensa llanura de la Tierra. Por sus características, reacciona sensiblemente con los cambios climáticos. Junyan Sun y Yu Liu estudiaron tres anillos de dos árboles vivos de 1.000 años de antigüedad en el borde nordeste de la meseta. El crecimiento de los árboles en el área de estudio es particularmente sensible a la cantidad de precipitación.
Ambos científicos fueron capaces de reconstruir las distintas fluctuaciones de precipitación ocurridas en los últimos 1.000 años. Los correspondientes periodos húmedos y secos duraron décadas. Se han realzado otras reconstrucciones de datos en la misma región y los resultados han sido muy similares. Hubo periodos pronunciados de sequía: 1092-1172, 1441-1517 y 1564-1730. Se menciona especialmente la gran sequía de 1441-1517 en numerosos documentos históricos e informes de catástrofes. La gran sequía tuvo lugar durante un débil periodo de actividad solar denominado “Mínimo de Spörer”, que ocurrió entre 1420 y 1570.
Es interesante reseñar que casi todo el resto de periodos de sequía ocurrió durante épocas de mínimo solar, por ejemplo el “Mínimo de Oort”, el “Mínimo de Wolf”, el “Mínimo de Maunder” y el “Mínimo de Dalton” (ver la imagen anterior). Mostró la evidencia de que cada vez que el Sol “hiberna” durante décadas, las lluvias en la Meseta Tibetana cesaban. Un exhaustivo análisis de la frecuencia de las precipitaciones también evidencia ciclos solares, por ejemplo el “Ciclo Gleissberg” (años 60-120) y el “Ciclo Suess/de Vries” (años 180-220).
Este estudio, una vez más, documenta la enorme importancia de las fluctuaciones de la actividad solar sobre la evolución del Clima.
Inundaciones y sequías
En un “Gran Mínimo Solar”, los rayos cósmicos provocan grandes inundaciones repentinas, granizadas y -debido a la perturbación de la corriente de chorro y a la mezcla de las capas atmosféricas- precipitaciones localizadas de larga duración, p.ej. “ríos atmosféricos”.
Al mismo tiempo que se producen inundaciones locales, una mayor cobertura de nubes y un menor calentamiento superficial del mar implica que el agua del mar se evapora menos, la humedad específica se reduce y la cantidad total de precipitaciones disminuye, a pesar de los registros regionales de precipitaciones y de las inundaciones. En general, el agua tiende a permanecer en la cobertura nubosa durante más tiempo.
Pero cuando las nubes descargan, el fenómeno ocurre con más violencia, mientras que el transporte regular hacia los continentes disminuye. Como resultado, en muchas áreas las sequías son históricamente más frecuentes durante un “Gran Mínimo Solar”. Esto puede venderse como resultado del «Calentamiento Global», lo que implica un calentamiento global antropogénico (provocado por el hombre). A pesar de que no ha habido calentamiento global desde el año 2000. Por lo tanto, debido al desplazamiento de las corrientes de chorro y a los cambios en los patrones de viento, se esperan olas de calor fuera de lo normal y más incendios salvajes. Durante el período más frío del “Mínimo de Maunder”, Alaska y el Atlántico Norte fueron incluso más cálidos de lo normal (ver AQUÍ).
La alta actividad solar se correlaciona bien con una alta humedad específica en la atmósfera (ver siguiente imagen). Así, en un máximo solar, menos rayos cósmicos significa menos nubes, más sol, pero más vapor de agua en la atmósfera. El vapor de agua en sí (gas, no gotas condensadas) es un gas de efecto invernadero 10 veces más efectivo que el CO2, por lo que se genera otro mecanismo de retroalimentación hacia el calentamiento y un clima estable durante el máximo solar. Además de la mayor humedad general, el buen tiempo significa más diferencia entre la temperatura diurna y la nocturna, lo que también se traduce en una mayor formación de rocío.
Precipitaciones y actividad solar en los últimos 1.000 años. Negra: Reconstrucción de las precipitaciones según estudio en la Meseta Tibetana por Sun & Liu 2012. Roja: actividad solar según Muscheler et al. 2007. Azul: Temperatura reconstruida según Storch et al. 2004
Lo que esto significa para la agricultura y la civilización misma: En un “Gran Mínimo”, una humedad específica más baja a la misma temperatura significa una humedad relativa más baja. Esto significa menos formación de rocío para nutrir a las plantas de césped. La mayoría de estas plantas pueden sostenerse sólo del rocío durante períodos prolongados sin lluvia en la superficie de suelo seco, mientras que la mayoría de las plantas de cultivo más complejas requieren humedad del suelo creada por las lluvias o el riego regular. El aumento de los vientos acelera aún más el secado del suelo.
El rocío se forma en la superficie de las hojas con la ayuda de unas partículas microscópicas que sirven como núcleos de condensación. Esto sucede por la noche, cuando las temperaturas son bajas y, por lo tanto, la humedad relativa es alta, tras lo cual la hierba se humedece por la mañana. Las gotas de agua condensada se absorben a través de las hojas o las raíces. El suelo poroso también absorbe muy pequeñas cantidades de rocío. La cría de animales no sólo se basa en el crecimiento de la hierba, sino que los cereales, como el trigo, el centeno, etc., son plantas de hierba que pueden vivir del rocío durante largos períodos de tiempo. Por ese motivo la producción de alimentos relacionada puede verse devastada sólo por una menor humedad en el suelo.
Precipitación vs. número de manchas solares. Se representa las precipitaciones de febrero en Alemania comparadas con el número de manchas solares. Se muestra la correlación positiva óptima (r = 0,54) con una demora solar de +17 meses. Los ciclos solares están numerados del 14 al 24. La probabilidad de que la correlación r = 0,54 sea por casualidad es menor que 0.1% (p < 0.001). Créditos: ScienceDirect.com
Por lo tanto, en un «Gran Mínimo Solar», las sequías locales y las malas cosechas pueden ser causadas no sólo por menos lluvia y más vientos, sino simplemente por una humedad específica más baja. Es posible que esto ni siquiera aparezca en los registros climáticos (temperatura y precipitaciones). Es muy probable que estas sequías sean malinterpretadas como sequías causadas por el calentamiento y la evaporación.
Las sequías en climas fríos conducen a una mayor sublimación (evaporación del hielo) de la nieve que la que se repone con las nevadas. Así, los glaciares pueden desaparecer de arriba hacia abajo, en temperaturas continuas bajo cero, lo que puede venderse como “derretimiento” debido al calentamiento (como por ejemplo en el pico del Kilimanjaro, ver AQUÍ). En la Antártida existen desiertos rocosos sin nieve conocidos como “oasis antárticos” también en temperaturas constantes bajo cero.
Radiación UV
Los daños en los cultivos, el calentamiento local de las superficies, los incendios forestales y los daños biológicos pueden ser acelerados por el aumento de la radiación UV mediante los siguientes mecanismos:
1) Existe una correlación directa entre los rayos cósmicos y la disminución de la capa de ozono, medido desde 1980. La disminución de la capa de ozono -en presencia de un mínimo solar- significa que los rayos UV-B y C, más dañinos, llegan a la superficie de la Tierra. Un estudio de 1980-2007 (descargar aquí “Correlacion Rayos Cósmicos-Ozono. Lu 2009.pdf”), que cubre dos ciclos completos de rayos cósmicos (RC) de 11 años, muestra claramente la correlación entre los rayos cósmicos y la disminución del ozono, especialmente la pérdida del ozono polar (agujero de la capa de ozono) sobre la Antártida.
2) La reducción continua de la fuerza del campo geomagnético permite la entrada de más rayos cósmicos del espacio y también de más radiación UV del Sol. La termosfera de la Tierra (ionosfera), en la atmósfera superior entre 85 y 600 km de altitud, es calentada principalmente por las ondas EUV (Ultravioleta Extremo) del Sol.
Volcanes y terremotos
Como una complicación más en un “Gran Mínimo Solar”, los rayos cósmicos que llegan a la Tierra y entran en la superficie, pueden desencadenar terremotos y volcanes y otras anomalías tectónicas. Las partículas penetrantes (muones de rayos cósmicos) del espacio disminuyen la viscosidad del magma rico en sílice.
Los volcanes ricos en sílice y con un magma altamente viscoso tienden a producir erupciones explosivas violentas. Esto provoca grandes desastres en comunidades locales y afectan al entorno global. Un grupo de investigadores japoneses han examinado la evolución de eventos eruptivos que produjeron en magma rico en sílice. El estudio se centró en cuatro volcanes de Japón: Mt. Fuji, Mt. Usu, Myojinsho y Satsuma-Iwo-jima en los últimos 306 años (de 1700 a 2005). Nueve de los 11 eventos ocurrieron durante fases de muy poca actividad magnética solar (mínimo solar), lo cual se correlacionaba de manera evidente en el número de manchas solares.
Esta fuerte asociación entre el modo de erupción y el mínimo solar tiene un nivel de fiabilidad estadística significativa del 96,7%. Este estudio fue publicado en junio de 2011 con el título “Erupciones volcánicas explosivas provocadas por los rayos cósmicos: El volcán como una cámara de burbujas”. Sus autores son: Toshikazu Ebisuzaki, Hiroko Miyahara, Ryuho Kataoka, Tatsuhiko Sato y Yasuhiro Ishimine.
Esta relación no se observa en las erupciones de volcanes con relativamente poca sílice en su magma, tal como el Izu-Ohshima. Se sabe que el flujo de rayos cósmicos es inversamente proporcional a la actividad del campo magnético del Sol. Es debido a que el fuerte campo magnético del viento solar repele las partículas cargadas tales como los rayos cósmicos galácticos provenientes del exterior del Sistema Solar. La fuerte correlación negativa entre la aparición de erupciones volcánicas ricas en sílice y la actividad solar pueden ser debidas a las variaciones del flujo de rayos cósmicos modulados por el Sol.
Debido a que el magma rico en sílice posee una tensión superficial relativamente alta, la tasa de nucleación homogénea es tan baja que tal magma existe en un estado altamente supersaturado, incluso cuando se sitúa relativamente cerca de la superficie, con el rango de penetración de muones de rayos cósmicos (entre 1 y 10 GeV). Estos muones pueden contribuir a la nucleación en el magma supersaturado, tal como se documenta por muchos autores que estudian la cámara de burbujas, vía la pérdida de ionización. Esta nucleación inducida por radiación puede conducir a una disociación pre-eruptiva de H2O en el magma rico en sílice. También se ha especulado con que el efecto de bola de nieve de la Tierra fuera provocado por sucesivas erupciones volcánicas a gran escala que a su vez fueron provocadas por el flujo de rayos cósmicos debido a explosiones de supernovas cercanas.
En general, se puede decir que como consecuencia de las erupciones, el aumento de las cantidades de aerosoles y gases volcánicos puede generar un oscurecimiento global y una mayor nucleación de las nubes, lo que conduce a un mayor enfriamiento y a las malas cosechas, otro mecanismo de retroalimentación.
Por lo tanto, cuando se lee una noticia que dice: “Un volcán desencadenó la antigua edad de hielo”, se suele omitir que los períodos de frío conocidos anteriormente tuvieron lugar durante mínimos solares, y también que la mayor acumulación de erupciones también tiene lugar al principio de la caída hacia un “Gran Mínimo Solar”. La causa y el efecto quedan claros. En la historia reciente, la mayor duración del enfriamiento que se atribuyó a una erupción volcánica aislada fue de sólo un año (el año sin verano en 1815, Tambora). Y eso fue también al final del Mínimo Dalton (1790-1820). Véase también el artículo: “La radiación cósmica solar como causa de terremotos y erupciones volcánicas” en la que se dice:
«Las fluctuaciones de las radiaciones cósmicas solares están cargando la ionosfera. Esto provoca anomalías en el campo geomagnético, lo que causa la generación de corrientes de Foucault. La corriente de Foucault calienta las rocas en las fallas y consecuentemente la intensidad de resistencia de cizalladura y el límite de fricción estática de las rocas disminuiría. Este es el proceso principal que desencadena los terremotos y las erupciones volcánicas». También, en este caso, se tienen en cuenta las [zonas de riesgo] habituales.
No te pierdas mi próximo artículo “Los ciclos solares y el próximo Gran Mínimo Solar”. El próximo «Gran Mínimo Solar» ha (muy probablemente) comenzado: la NASA predice el ciclo solar más bajo en 200 años.
[ Fuentes consultadas:
– The missing link between cosmic rays, clouds, and climate change on Earth
– The next Grand Solar Minimum, Cosmic Rays and Earth Changes (an introduction)
– Yet Another Paper Shows “The Enormous Importance Of Solar Activity Fluctuations On Climate”
– Droughts on the Tibetan plateau coincide with grand solar minima ]
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