Paralelismo entre
la forma en que vemos la realidad y a nosotros mismos y la perspectiva
científica occidental
El texto que sigue ha sido extraído del libro "Manos
que curan" de Bárbara Ann Brennan;
editorial Martínez Roca, 1990.
Somos el producto de la herencia científica occidental en
mayor grado del que nos gustaría admitir. El modo en el que
hemos aprendido a pensar y muchas de nuestras autodefiniciones se
basan en los mismos modelos científicos utilizados por la
física para describir el universo material. Ofrezco en esta
sección una breve exposición sobre los cambios por
los que ha pasado la descripción científica del mundo
físico y sobre el modo en el que esta descripción
se corresponde con los cambios en nuestras autodefiniciones.
Es importante recordar que una de las bases del método científico
occidental consiste en hallar la concordancia entre las pruebas
matemáticas y experimentales. Si no logra encontrar la concordancia,
el físico buscará otra teoría hasta que dichas
pruebas existan y expliquen una serie de fenómenos. Esto
es lo que convierte al método científico occidental
en una herramienta tan poderosa en su uso práctico y lo que
conduce a importantes investigaciones en campos tales como el empleo
de la electricidad y la utilización de los fenómenos
subatómicos en medicina, por ejemplo en los rayos X, los
scanners, las instalaciones de TAC y los láseres.
Conforme nuestros conocimientos progresan se produce continuamente
el descubrimiento de nuevos fenómenos. Muchas veces, éstos
no se pueden describir mediante las teorías que se manejaron
al explicarlos. Generalmente se postulan nuevas teorías,
más amplias, basadas en todo el conocimiento acumulado con
anterioridad; se proyectan y llevan a la práctica nuevos
experimentos hasta que se encuentra la concordancia entre la experimentación
y la nueva prueba matemática. Se aceptan las nuevas teorías
como leyes físicas. El proceso de encontrar nuevas formas
para describir fenómenos nuevos siempre amplía nuestros
puntos de vista, lo cual constituye un reto para nuestra limitada
concepción habitual sobre la naturaleza de la realidad física.
Procedemos entonces a incorporar las nuevas ideas a nuestras vidas
y empezamos a vernos de forma distinta a nosotros mismos.
Toda esta parte demuestra que el punto de vista cientifico de la
realidad apoya la idea de que estamos compuestos por campos energéticos
y va, de hecho, mucho más allá, hasta alcanzar reinos
que justamente estamos empezando a experimentar, es decir, nos conduce
a una visión holográfica del universo. En este universo,
todas las cosas están interconectadas, correspondiendo a
una experiencia holística de la realidad. Pero revisemos
en primer lugar parte de nuestra historia.
La física newtoniana
Hasta tiempos recientes, cuando las religiones orientales empezaron
a ejercer mayor influjo en nuestra cultura, gran parte de nuestros
principios de autodefinición (en su mayoría inconscientes)
se basaban en la física de algunos siglos atrás. A
lo que me refiero en este caso es a nuestra insistencia en considerarnos
objetos sólidos.
Esta definición del universo como algo formado por objetos
sólidos, la sostuvieron principalmente Isaac
Newton y sus colegas a finales del siglo xvii y principios
del xviii. La física newtoniana se extendió al siglo
xix para describir un universo compuesto fundamentalmente por bloques
denominados átomos. Se pensaba que estos átomos newtonianos,
a su vez, estaban formados por objetos sólidos: un núcleo
de protones y neutrones, con los electrones girando en torno a dicho
núcleo en forma muy parecida al desplazamiento de la Tierra
alrededor del Sol.
La mecánica newtoniana describió con fortuna los
movimientos de los planetas, las máquinas mecánicas
y los fluidos en movimiento continuo. E1 enorme éxito del
modelo mecanicista movió a los físicos de principios
del siglo xix a creer que, en realidad, el universo era un enorme
sistema mecánico que funcionaba de acuerdo con las leyes
newtonianas del movimiento. Se consideraban estas leyes como las
básicas de la naturaleza, y la mecánica newtoniana
como la teoría definitiva de los fenómenos naturales.
Era posible describir todo objetivamente. Se consideraba que todas
reacciones físicas tenían una causa física,
como las bolas que chocan sobre una mesa de billar. Todavía
no se conocían las interacciones energía-materia,
como sucede cuando la radio interpreta música en respuesta
a ondas invisibles. Tampoco se le ocurrió a nadie que el
propio experimentador altera los resultados de los experimentos,
no sólo de los psicológicos, sino también de
los físicos, como han demostrado con posterioridad los profesionales
de la física.
La perspectiva newtoniana resulta reconfortante para quienes prefieren
considerar el mundo como algo sólido y en gran medida inmutable,
con una serie de reglas bien definidas que regulan su funcionamiento.
Gran parte de nuestras vidas se siguen rigiendo por la mecánica
newtoniana y probablemente continuarán así durante
bastante tiempo en el futuro. Cabe señalar que, excepto por
lo que se refiere a los sistemas eléctricos, nuestros hogares
siguen siendo en gran medida newtonianos. Sentimos nuestros cuerpos
de modo mecánico. Definimos la mayoría de nuestra
experiencia en términos de espacio tridimensional y tiempo
lineal. Todos tenemos relojes. Los necesitamos para seguir con nuestras
vidas tal como las hemos estructurado: de forma esencialmente lineal.
Mientras nos apresuramos en nuestras vidas cotidianas, esforzándonos
por llegar «a tiempo», es fácil considerarnos
a nosotros mismos como elementos mecánicos e ignorar la experiencia
humana interna, más profunda. Si le preguntamos a alguien
de qué está hecho el universo, lo más probable
es que nos describa el modelo newtoniano del átomo (los electrones
girando alrededor de un núcleo de protones y neutrones).
Sin embargo, si se lleva esta teoría a su extensión
literal, nos situará en la posición, bastante desconcertante,
de pensar que estamos compuestos de diminutas pelotas de ping-pong
que giran vertiginosamente alrededor unas de otras.
La teoría del campo
A principios del siglo xix se descubrieron nuevos fenómenos
que no se podrían describir mediante la física newtoniana.
E1 descubrimiento y la investigación de los fenómenos
electromagnéticos condujeron al concepto de campo. Se definió
éste como la condición en el espacio que tiene potencial
para producir una fuerza. La vieja mecánica newtoniana interpretó
la interacción de las partículas con carga positiva
y negativa, como los protones y los electrones, diciendo simplemente
que dos partículas se atraen mutuamente como dos masas. Sin
embargo, Michael Faraday y James
Clerk Maxwell consideraron que era más apropiado
utilizar el concepto de campo, afirmando que cada carga crea una
"alteración" o una "condición"
en el espacio circundante de manera que la otra carga, cuando está
presente, siente una fuerza. Así nació la concepción
de un universo lleno de campos que crean fuerzas mutuamente interactivas.
Se contaba, por fin, con un marco científico con el que se
podría empezar a explicar nuestra capacidad para afectarnos
mutuamente a distancia por medios que no sean la palabra o la vista.
Todos hemos pasado por la experiencia de descolgar el teléfono
que suena y saber quién está al otro lado del hilo
antes de que empiece a hablar. Las madres suelen saber cuándo
tienen problemas sus hijos, dondequiera que estén. Todo ello
se puede explicar en los términos fijados por la teoría
de campos.
En los últimos quince o veinte años la mayoría
de nosotros ha empezado a utilizar tales conceptos para describir
las interacciones personales. Estamos empezando a admitir que nosotros
mismos estamos formados por campos. Notamos la presencia de otras
personas en una habitación sin oírlas ni verlas (interacción
de campos); hablamos de buenas o malas vibraciones, de enviar energía
a otros o de leer los pensamientos de terceros. Sabemos inmediatamente
si nos gusta o nos disgusta alguien, si nos llevaremos bien con
esa persona o si chocaremos con ella. Este "saber" se
puede explicar por la presencia o la ausencia de armonía
en nuestras interacciones de campos.
La relatividad
En 1905, Albert Einstein publicó
su teoría especial de la relatividad, con la que invalidó
todos los conceptos principales de la visión newtoniana del
mundo. Según la teoría de la relatividad, el espacio
no es tridimensional y el tiempo tampoco es una entidad aparte,
sino que ambos están íntimamente conectados y forman
un continuo tetradìmensional, el "espacio-tiempo".
Por tanto, nunca podemos hablar de espacio sin tiempo, y viceversa.
Además, no existe flujo universal de tiempo; es decir, el
tiempo no es lineal ni absoluto. El tiempo es relativo. Ello significa
que dos observadores ordenarán los acontecimientos en el
tiempo de forma distinta si se mueven con velocidades diferentes
en relación con los acontecimientos observados. Por tanto,
todas las mediciones que impliquen espacio y tiempo pierden su importancia
absoluta. Tanto tiempo como espacio se convierten simplemente en
elementos para describir los fenómenos.
Según la teoría de la relatividad de Einstein, en
determinadas condiciones dos observadores pueden, incluso, ver dos
acontecimientos en tiempos inversos; es decir, para el observador
1 el acontecimiento A se producirá antes que el B, mientras
que para el observador 2 el acontecimiento B tendrá lugar
antes que el A.
Por tanto, el tiempo y el espacio son tan básicos para la
descripción de los fenómenos naturales y para la de
nosotros mismos que su modificación implica un cambio en
todo el marco que empleamos en la percepción de la naturaleza.
Todavía no hemos integrado esta parte de la relatividad de
Einstein en nuestras vidas. Por ejemplo, cuando captamos la señal
psíquica de un amigo que se halla en dificultades comprobamos
la hora y llamamos a dicha persona para ver si está bien.
también deseamos saber si sufrió un determinado accidente
a fin de dar validez a nuestra visión. Cuando nos dice que
no ha sucedido nada, llegamos a la conclusión de que que
la imaginación nos ha hecho una mala pasada, e invalidamos
nuestra experiencia. Esta es la filosofía newtoniana.
Tenemos que comprender que el fenómeno que estamos experimentando
no puede ser explicado por mecánica newtoniana, y que estamos
haciendo uso de esa mecánica para dar validez a nuestra experiencia
suprasensorial. Dicho de otro modo, lo que vimos fue una experiencia
real. Como el tiempo no es lineal, puede haber sucedido ya, o estaba
ocurriendo en el momento en que lo vimos, o quizá se produzca
en el futuro. Puede, incluso, que se trate de una probabilidad que
no llegue a manifestarse. Pero el hecho de que no haya sucedido
en el tiempo en el que tratamos de relacionarlo no demuestra, en
modo alguno, que nuestro discernimiento sobre la posibilidad estuviera
equivocado. Sin embargo, si en la visión que tuvimos sobre
nuestro amigo vimos también un calendario y un reloj con
hora newtoniana, nuestra percepción sería tal que
incluiría la información sobre el continuo espacio-tiempo
del suceso. De este modo sería más fácil de
verificar la realidad física newtoniana.
Ha llegado el momento de dejar de invalidar la experiencia que
queda fuera de nuestra forma newtoniana de pensar, y de ensanchar
nuestro marco de la realidad. Todos hemos sentido el paso del tiempo
o la pérdida de la noción del mismo. Si logramos la
suficiente eficacia en la observación de nuestros estados
de ánimo, podemos comprobar que nuestro tiempo varía
con los cambios de humor y con la experiencia por la que estemos
pasando. Por ejemplo, nos damos cuenta de que el tiempo es relativo
cuando, experimentamos un período muy largo y aterrador justo
antes de que se estrelle nuestro coche o de que se aparte, por milímetros,
del choque con otro que viene en dirección opuesta. Este
tiempo, medido en el reloj, es de unos cuantos segundos; sin embargo,
para nosotros, parece como si el tiempo se hubiera hecho más
lento. El tiempo experimentado no es susceptible de ser medido con
un reloj, pues éste es un artilugio newtoniano diseñado
por mecánicos newtonianos para medir el tiempo lineal.
Nuestra experiencia existe fuera del sistema newtoniano. Muchas
veces se nos ha presentado el caso de encontrarnos con alguien después
de varios años de separación y sentir lo mismo que
si le hubiéramos visto ayer. En la terapia regresional, muchas
personas han experimentado sucesos de su infancia como si se estuvieran
produciendo en el presente. También descubrimos que nuestra
memoria ha ordenado los acontecimientos en una secuencia distinta
a la de alguna otra persona que también los haya vivido.
(Pruebe a comparar sus recuerdos infantiles con los de sus hermanos.)
La cultura nativa americana, que carecía de relojes
para crear un tiempo lineal, dividía éste en dos
aspectos: el ahora y todos los demás momentos. Los aborígenes
australianos también tienen dos clases de tiempo: el tiempo
que está pasando y el Gran Tiempo: Lo que ocurre en el
Gran Tiempo tiene secuencias, pero no se puede fechar.
Lawrence Le Shan, a través de
sus experiencias con clarividentes, ha definido dos tiempos: el
tiempo normal y el tiempo del clarividente. Así
se denomina la calidad de tiempo experimentado por los videntes
cuando emplean sus dones. Es similar al Gran Tiempo. Lo que sucede
tiene una secuencia, pero sólo se puede ver desde la posición
de ser o experimentar dicho flujo secuencial. Tan pronto como el
clarividente trata de interferir de forma activa en la secuencia
de acontecimientos de la que es testigo se ve arrojado inmediatamente
de vuelta al tiempo lineal, y ya no vuelve a presenciar sucesos
que se salgan del marco del aquí y ahora. A continuación
debe centrar de nuevo su atención en el Tiempo del Clarividente.
No se entienden muy bien las reglas que regulan ese movimiento de
un marco de tiempo a otro. En su mayoría, los clarividentes
son inducidos a «leer» un marco de tiempo determinado
de la vida actual o pasada de una persona de acuerdo con las necesidades
de ésta. Algunos clarividentes pueden centrarse en cualquier
marco de tiempo que se les solicite.
El continuo espacio-tiempo de Einstein indica que la aparente linealidad
de los acontecimientos depende del observador. Todos estamos plenamente
dispuestos a aceptar las vidas pasadas como vidas físicas
literales que han sucedido en el pasado en un escenario físico
como éste. Nuestras vidas pasadas pueden estar sucediendo
ahora mismo en un continuo espacio-tiempo diferente. Muchos hemos
experimentado «vidas pasadas» y sentimos sus efectos
como si hiciera poco tiempo que han transcurrido. Sin embargo, rara
vez hablamos de la forma en que nuestras vidas futuras están
afectando a la que estamos experimentando justamente aquí
y ahora. Al vivir nuestra vida presente, lo más probable
es que estemos reescribiendo nuestra historia personal, tanto pasada
como futura.
Otra consecuencia importante de la relatividad de Einstein es la
comprensión del hecho de que materia y energía son
intercambiables. La masa no es más que una forma de energía.
La materia es simplemente energía que ha perdido velocidad
o se ha cristalizado. Nuestros cuerpos son energía. ¡De
eso precisamente trata este libro! He presentado en sus páginas
el concepto de cuerpos energéticos, pero no he subrayado
que nuestro cuerpo físico también es energía.
Paradoja
En los años veinte, la física se desplazó
hacia una extraña e inesperada realidad, la del mundo subatómico.
Cada vez que los científicos interrogaban a la naturaleza
en un experimento, la respuesta que recibían era paradójica,
y cuanto más pretendían resolver la situación,
más fuerza cobraba la paradoja. Los físicos terminaron
por comprender que la paradoja forma parte de la naturaleza intrínseca
del mundo subatómico sobre el que se fundamenta toda nuestra
realidad física.
Por ejemplo, se puede realizar un experimentó que demuestre
que la luz es una partícula. Pero si se introduce en él
un pequeño cambio, se demostrará que la luz es una
onda. Por tanto, para describir el fenómeno de la luz hay
que emplear ambos conceptos, el de onda y el de partícula.
De este modo pasamos a un universo basado en la dualidad de conceptos.
Los físicos lo denominan complementariedad. Es decir, para
describir el fenómeno (si seguimos pensando en términos
tales como partículas y ondas) es necesario emplear ambos
tipos de descripción. Estos tipos son complementos mutuos,
más que opuestos, según el viejo concepto de lo uno
o lo otro.
Por ejemplo, Max Planck descubrió
que la energía de la radiación térmica (como
la de un radiador casero) no es de emisión continua, sino
que se presenta en forma de discretos «paquetes de energía»
denominados quanta. Einstein postuló que todas las formas
de radiación electromagnética pueden aparecer no sólo
en forma de ondas, sino también como cuantos. Estos cuantos
luminosos, o paquetes de energía, han sido aceptados como
auténticas partículas. Llegados a este punto, una
partícula, que es la definición más afín
a la de una «cosa» ¡es un paquete de energía!
A medida que penetramos más a fondo en la materia, la naturaleza
no nos muestra ningún tipo de «bloques básicos»
aislados, como sugería la física newtoniana. La búsqueda
de los bloques fundamentales de la materia hubo de ser abandonada
cuando los físicos encontraron un gran número de partículas
elementales que apenas podían calificarse como cuerpos materiales.
Por medio de los experimentos realizados durante las últimas
décadas, los físicos han descubierto que la materia
es totalmente mutable y que, a nivel subatómico, no hay certidumbre
de que la materia exista en lugares definidos sino que, más
bien, muestra cierta «tendencia» a existir. Todas las
partículas se pueden transmutar en otras. Se pueden crear
a partir de la energía y convertirse en otras partículas.
Se pueden crear a partir de la energía y desvanecerse en
energía. Cuándo y cómo sucede esto es algo
que no podemos determinar con exactitud, pero sabemos que ocurre
continuamente.
A nivel personal, a medida que nos internamos en el mundo de la
moderna psicología y el desarrollo espiritual descubrimos
que las viejas formas disyuntivas también se disuelven en
la forma dual (lo uno y lo otro). Ya no somos malos o buenos; ya
no nos limitamos a odiar o a amar a alguien. Encontramos capacidades
mucho más amplias en nuestro interior. Podemos sentir amor
y odio, con todas las emociones intermedias, por una misma persona.
Actuamos responsablemente. Vemos que la vieja contraposición
Dios/Demonio se disuelve en un todo en el que nos encontramos que
el Dios/Diosa interior se funde con el Dios/Diosa exterior. Un mal
no es lo opuesto al Dios/Diosa, sino la resistencia a la fuerza
del Dios/Diosa. Todo está compuesto con la misma energía.
La fuerza del Dios/Diosa es, a un tiempo, blanca y negra, masculina
y femenina. Contiene ambas cosas, la luz blanca y el vacío
negro.
Como puede ver el lector, seguimos usando conceptos impregnados
de dualismo, pero estamos en un mundo de «aparentes»
opuestos que se complementan entre sí, no de opuestos «reales».
En este sistema, el dualismo se utiliza para impulsarnos al interior
de la unidad.
Más allá del dualismo: el holograma
Los físicos han descubierto que las partículas pueden
ser simultáneamente ondas, ya que no son ondas físicas
reales, como las del sonido o el agua, sino más bien fenómenos
ondulatorios de probabilidad. Las ondas de probabilidad no representan
las probabilidades de las cosas, sino más bien probabilidades
de interconexión. Es un concepto difícil de entender,
pero, en esencia, lo que afirman los científicos es que no
existe lo que llamamos «cosa». Lo que solíamos
llamar «cosas» son, en realidad, «sucesos»
o procesos que podrían convertirse en sucesos.
Nuestro viejo mundo de objetos sólidos y leyes deterministas
se ha disuelto ya en un mundo de pautas de interconexiones ondulantes.
Conceptos tales como «partícula elemental», «sustancia
material» u «objeto aislado» han perdido su significado.
El universo entero se nos presenta como una trama de pautas energéticas
inseparables. Así, definimos el universo como un todo dinámico
que incluye siempre de forma esencial al observador.
Desde luego, si el universo está compuesto por una trama
semejante, no existe (lógicamente) eso que denominamos parte.
Por tanto, no somos partes separadas de un todo. Somos un todo.
El doctor en física David Bohm afirma en su libro The Implicate
Order que las leyes físicas primarias no pueden ser descubiertas
por una ciencia que intenta fragmentar el mundo en sus diversas
partes. Bohm ha escrito acerca de un «orden plegado implícito»
que existe en estado no manifiesto y que constituye la base sobre
la que descansa toda realidad manifiesta. A esta última la
denomina «el orden desplegado explícito». «Se
considera que las partes presentan una conexión inmediata,
en la que sus relaciones dinámicas dependen irreductiblemente
del estado de todo el sistema... Así, somos conducidos a
una nueva noción de integridad no fragmentada que niega la
idea clásica de la analizabilidad del mundo en partes existentes
de forma separada e independiente».
El doctor Bohm afirma que el punto de
vista holográfico del universo es el trampolín que
facilita la comprensión de los órdenes plegado implícito
y desplegado explícito. E1 concepto de holograma especifica
que cada pieza es una representación exacta del todo y se
puede utilizar para reconstruir el holograma completo.
En 1971, Dennis Gabor recibió
un premio Nobel por la formación del primer holograma. Era
una fotografía captada sin objetivo en la que se registró
un campo de onda de luz dispersa por un objeto, en forma de pauta
de interferencia sobre una placa. Cuando se sitúa el holograma
o registro fotográfico en un haz de láser o de luz
coherente la pauta de onda original se regenera para formar una
imagen tridimensional. Cada pieza del holograma es una representación
exacta del todo y reconstruirá la imagen completa.
El doctor Karl Pribram, afamado estudioso
del cerebro humano, ha acumulado a lo largo de una década
numerosas pruebas de que la estructura profunda del cerebro es esencialmente
holográfica. Afirma que los estudios de muchos laboratorios,
realizados mediante complejos análisis de frecuencias temporales
y/o espaciales, demuestran que las estructuras cerebrales ven, oyen,
gustan, huelen y tocan holográficamente. Seguidamente, la
información es distribuida por todo el sistema de manera
que cada fragmento puede producir el informe completo. E1 doctor
Pribram emplea el modelo de holograma para describir no sólo
el cerebro, sino también el universo. Afirma que el cerebro
emplea un proceso holográfico para extractar información
de un campo holográfico que trasciende el tiempo y el espacio.
Los parapsicólogos han investigado las energías susceptibles
de generar telepatía, psicocinesis y curación. Desde
el punto de vista de un universo holográfico estos efectos
surgen de frecuencias que trascienden el tiempo y el espacio; no
tienen que ser transmitidas. Son potencialmente simultáneas
y están en todas partes. Cuando nos refiramos en este libro
a los campos energéticos utilizaremos términos que
pueden resultar arcaicos desde el punto de vista de los investigadores
especializados. El fenómeno del aura se encuentra claramente
dentro y fuera del tiempo lineal y del espacio tridimensional. Como
en los casos clínicos que hemos presentado, yo «vi»
los sucesos de la pubertad de Ed cuando se rompió el cóccix,
porque llevaba consigo esta experiencia en su campo energético.
La «flecha» del amante se puede percibir en el campo
energético actual, aunque el clarividente puede retrotraerse
aparentemente en el tiempo y ser testigo del acontecimiento en el
momento de producirse. Muchísimas de las experiencias relatadas
en este libro requieren más de tres dimensiones para ser
explicadas; muchas de ellas parecen resultar instantáneas.
La capacidad de ver en el interior del cuerpo a cualquier nivel
con resolución variable implica el uso de dimensiones adicionales.
La capacidad que se precisa para percibir sucesos del pasado mediante
el sencillo procedimiento de solicitar información, o para
ver un acontecimiento probable y cambiarlo mediante la intervención
en el proceso curativo, podría implicar un tiempo no lineal.
La capacidad para ver un suceso que se producirá en el futuro
va más allá del tiempo lineal.
Al emplear el concepto de los campos para describir el aura nos
encontraremos impregnados de dualismo; es decir, separaremos el
campo de nosotros y «lo» observaremos como un fenómeno
que existe como «parte» nuestra. Utilizaremos términos
como «mi campo» y «su aura», etc. Ello obedece
a pautas dualistas. Debo disculparme por ello y decir que, francamente,
a estas alturas soy totalmente incapaz de impartir estas experiencias
sin recurrir a los viejos moldes.
Desde el marco holográfico de la realidad, cada parte del
aura no sólo representa el todo, sino que, además,
lo contiene. Así, lo único que podemos describir es
nuestra experiencia con un fenómeno que observamos y creamos
a un tiempo. Cada observación crea un efecto en la pauta
observada. No somos una simple parte de dicha pauta; somos la pauta.
Ella es nosotros y nosotros somos ella; sólo que ahora es
preciso abandonar el término «ella» y sustituirlo
por algún otro, más apropiado, para derribar el bloqueo
que experimentamos en nuestro cerebro cuando tratamos de comunicarnos.
Los científicos han utilizado términos como «probabilidades
de interconexión» o «trama dinámica de
pautas energéticas inseparables». Cuando empezamos
a pensar en términos de trama dinámica, todos los
fenómenos aurales descritos en este libro dejan de parecer
particularmente inusuales o extraños.
Toda experiencia está interconectada. Por tanto, si tomamos
conciencia de ello y acogemos esa interconectividad en nuestros
procesos cognitivos, podemos ser conscientes de todos los acontecimientos
con independencia del tiempo. Pero tan pronto como decimos «nosotros»,
hemos vuelto a caer en el dualismo. Es difícil experimentar
esta interconectividad cuando nuestra experiencia más importante
de la vida es dualista. La conciencia holística estará
fuera del tiempo lineal y del espacio tridimensional y, por tanto,
no será reconocida fácilmente. Hemos de practicar
la experiencia holística para ser capaces de reconocerla.
La meditación es una forma de trascender los límites
de la mente lineal y permite que la interconectividad se convierta
en una realidad experimental. Es muy difícil comunicar dicha
realidad con palabras, ya que utilizamos éstas en forma lineal.
Necesitamos desarrollar un vocabulario mediante el cual podamos
conducirnos mutuamente a estas experiencias. En la meditación
Zen japonesa, los maestros ofrecen una breve frase a sus discípulos
para que se concentren en ella. La frase, denominada koan, está
concebida para ayudar a los estudiantes a trascender su pensamiento
lineal. He aquí una de mis favoritas:
¿Cuál es el sonido de una mano que golpea?
Mi reacción ante esta conocida koan es encontrarme a mí
misma extendiéndome hacia el interior del universo en una
pauta de sonidos nunca oídos que parece fluir eternamente.
Conectabilidad superluminal
En la actualidad los científicos están encontrando,
mediante procedimientos matemáticos y experimentales, signos
evidentes de una conectabilidad inmediata y universal.
En 1964, el físico J. S. Bell
dio a conocer una prueba matemática denominada teorema
de Bell. El teorema apoya matemáticamente el concepto
de que las «partículas» están conectadas
según principios que trascienden el tiempo y el espacio,
de manera que cualquier cosa que le suceda a una partícula
afecta a las demás. Este efecto es inmediato y no necesita
«tiempo» para transmitirse. La teoría de la relatividad
de Einstein decía que es imposible que una partícula
viaje a una velocidad mayor que la de la luz. Según el teorema
de Bell, los efectos pueden ser «superluminales», es
decir, más rápidos que la velocidad de la luz. El
teorema de Bell ha sido respaldado por la experimentación.
Nos estamos refiriendo a un fenómeno que se mantiene al margen
de la teoría de la relatividad de Einstein. Estamos tratando
de dar un paso hacia delante respecto de la dualidad onda/partícula.
Por tanto, vemos una vez más que a medida que avance la
técnica de los equipos científicos permitiéndonos
profundizar en la materia con una sensibilidad más elevada,
encontraremos fenómenos que no se pueden explicar por medio
de las teorías actuales. Cuando se produjo este tipo de profundización,
a finales del siglo XIX, el descubrimiento de la electricidad revolucionó
el mundo y nos hizo pensar con mayor profundidad todavía
en quiénes somos. Cuando volvió a suceder, en los
años cuarenta, la energía atómica revolucionó
el mundo. Parece que en la actualidad nos encaminamos a otro período
de tremendo cambio. Si los físicos aprenden la forma en que
actúa esta conectabilidad instantánea, cabe pensar
que aprenderíamos a captar conscientemente nuestras conexiones
instantáneas con el mundo y entre nosotros. Esto, evidentemente,
revolucionaría la comunicación, además de cambiar
radicalmente nuestra forma de interactuar. La conexión instantánea
podría aportarnos la capacidad de leer el pensamiento de
los demás cada vez que lo deseáramos. Podríamos
saber qué nos pasa a cada uno y tratar de entendernos más
profundamente. Además, podremos ver con mayor claridad cómo
y en qué medida afectan al mundo, mucho más de lo
que habíamos pensado antes, nuestros pensamientos, sentimientos
(campos energéticos) y acciones.
Campos morfogenéticos
En su libro A New Science of Life, Rupert
Sheldrake afirma que todos los sistemas están
regulados no sólo por los factores energéticos y materiales
conocidos, sino también por campos invisibles de organización.
Esto; campos generan elementos causativos, toda vez que sirven de
patrones para la forma y el comportamiento. Carecen de energía,
en el sentido normal del término, porque su efecto va más
allá de las barreras de tiempo y espacio que normalmente
se aplican a la energía. Es decir, su efecto tiene una misma
fuerza a larga y a corta distancia.
Según esta hipótesís, cuando un miembro de
una determinada especie aprende algún comportamiento nuevo
se cambia el campo causativo de dicha especie, siquiera sea ligeramente.
Si se repite el comportamiento durante el tiempo suficiente, su
«resonancia mórfica» afecta a toda la especie.
Sheldrake denominó a esta matriz invisible «campo morfogenético»,
de morphos, « forma», y génesis, «creación».
La acción de este campo implica «acción a distancia»,
tanto en espacio como en tiempo. Más que una forma que es
determinada por las leyes físicas al margen del tiempo, depende
de la resonancia mórfica que atraviesa el tiempo. Quiere
ello decir que los campos mórficos se pueden propagar a través
del espacio y el tiempo y que los acontecimientos pasados pueden
influir sobre otros sucesos en cualquier otro lugar. Lyall Watson
muestra un ejemplo de ello en su libro Lifetide: The Biology of
Consciousness, en el que describe lo que ahora se conoce genéricamente
como el principio del centésimo mono. Watson comprobó
que, después de que un grupo de monos aprendiera un nuevo
comportamiento, sus congéneres de otras islas próximas
sin medios «normales» de comunicación también
aprendieron repentinamente dicho comportamiento sin que en ningún
momento se produjeran contactos directos.
El doctor David Bohm afirma en la revista Revisions que ese mismo
efecto es aplicable a la física cuántica. Según
Bohm, el experimento de Einstein-Podolsky-Rosen demostró
la posibilidad de conexiones no locales, es decir, sutiles conexiones
de partículas distantes. En consecuencia, la integración
del sistema sería tal que no se podría atribuir el
campo formativo exclusivamente a una partícula, sino al total.
Así algo que les suceda a partículas distantes puede
afectar al campo formativo de otras. Bohm continúa afirmando
que «la noción de las leyes intemporales que regulan
el universo no parece sostenerse, porque el tiempo, en sí
mismo, es parte de la necesidad que desarrolló».
Rupert Sheldrake llega, en el mismo artículo, a la siguiente
conclusión: «Por tanto, el proceso creativo que provoca
el nuevo pensamiento, a través del cual se realizan nuevas
entidades globales, es similar en ese sentido a la realidad creativa
que da lugar a los nuevos entes totales en el proceso evolucionista.
Se podría considerar que el proceso creativo es un desarrollo
sucesivo de totalidades más complejas y de mayor nivel, a
través de cosas previamente separadas que se conectan entre
sí».
Realidad multidimensional
Jack Sarfatti, también investigador
físico, sugiere en Psychoenergetic Systems que la
forma en la que puede existir la interconectividad superluminal
se relaciona con un plano más elevado de la realidad. Sugiere
que las «cosas» están más conectadas,
o los acontecimientos más «correlacionados»,
en un plano de realidad situado «por encima» del nuestro,
y que las «cosas» de dicho plano se encuentran conectadas
a través de otro plano todavía más alto. Así,
al llegar a un nivel superior, podremos entender la instantaneidad
con la que opera la conectividad.
Conclusión
Los físicos dicen que no existen entidades esenciales que
constituyan la materia, pues el universo es un todo inseparable,
una vasta trama de probabilidades que se entretejen. El trabajo
de Bohm demuestra que el universo manifiesto surge del todo. Yo
sugiero que, en tanto que somos partes inseparables de ese todo,
podemos entrar en un estado holístico de ser, convertirnos
en el todo y penetrar en los poderes creativos del universo para
curar instantáneamente a cualquiera en cualquier sitio. Algunos
sanadores lo pueden lograr hasta cierto punto fusionándose
y convirtiéndose en uno con Dios y el paciente.
Llegar a ser sanador significa avanzar hacia este poder creativo
universal que experimentamos como amor al reidentificar el yo con
el universo y convertirnos en universales; haciéndonos uno
con Dios. Un escalón hacia esta plenitud consiste en despojarnos
de las limitadas autodefiniciones basadas en nuestro pasado newtoniano
de partes separadas, e identificarnos con los campos energéticos.
Si podemos integrar esa realidad de forma práctica en nuestras
vidas, podremos separar la fantasía de una realidad posiblemente
más amplia. Una vez que nos hayamos asociado con los campos
energéticos, la conciencia superior se relacionará
con una frecuencia más elevada y con un mayor grado de coherencia.
Mediante el modelo de Sarfatti, empezamos a ver un mundo
muy semejante al que se describe más adelante: el mundo del
aura y el campo energético universal. Dentro de él
existimos en más de un mundo. Nuestros cuerpos más
elevados (frecuencias aurales más altas) son de un orden
superior y están más conectados con los cuerpos superiores
de otros que nuestros cuerpos físicos. A medida que progresa
nuestra conciencia hacia frecuencias y cuerpos más elevados,
nos vamos conectando cada vez más, hasta que llega el momento
en el que somos uno con el universo. Mediante este concepto, la
experiencia meditativa puede ser definida, por tanto, como la elevación
de nuestra conciencia a una frecuencia más alta de manera
que pueda entonces experimentar la realidad de nuestros cuerpos
más elevados, de nuestra conciencia más alta y de
los mundos más altos en que existimos.
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