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CARTA DESDE EL
FUTURO
(extraido de Ideas Nómadas 4 - Los
idealistas son ellos.pdf)
Richard Heinberg
¡Os saludo, gentes del año 2001! Están viviendo
en el año en que nací; yo cuento ahora cien años,
y les escribo desde el año 2101. Estoy haciendo uso de los
últimos remanentes de la física avanzada que los científicos
desarrollaron durante la era de Uds., para enviarles este mensaje
electrónico, que envío al pasado para que les llegue
a sus redes informáticas. Espero que lo reciban, y que les
proporcione motivos para detenerse y reflexionar sobre su mundo
y las medidas a adoptar teniéndolo en cuenta.
De mí mismo sólo contaré lo que es necesario
contar: soy un sobreviviente. He tenido una suerte extraordinaria
en multitud de ocasiones y de muchas maneras, y considero que es
una especie de milabro que pueda estar hoy aquí componiendo
este mensaje. He pasado gran parte de mi vida intentando labrarme
una carrera como historiador, pero las circunstancias de la vida
me han obligado a aprender y practicar los oficios de agricultor,
forrajeador, guerrillero, ingeniero – y ahora: físico.
Mi vida ha sido larga y azarosa ... pero no he hecho todos estos
esfuerzos para transmitiros esto. Son todos los acontecimientos
que he presenciado durante este siglo lo que me siento obligado
a contarles de esta forma tan extraordinaria.
Están Uds. viviendo el final de una era. Quizá no
lo entiendan. Espero que cuando hayan terminado de leer esta misiva
lo entiendan.
Quiero contarles lo que es importante que conozcan, aunque es posible
que les parezca que alguna de esta información es difícil
de digerir. Les ruego que tengan paciencia conmigo. Soy un hombre
viejo, y no me queda tiempo para detalles amables. Si lo que les
cuento les resulta increíble, considérenlo como ciencia
ficción. Pero por favor: Presten atención. El artilugio
comunicativo que estoy usando es bastante inestable y no hay mucha
seguridad de cuánto de lo que les cuente consiga alcanzarles.
Por favor: pasen esta información a los demás. Probablemente
sea el único mensaje de este tipo que reciban jamás.
Como no sé cuánta información voy a poder
transmitirles empezaré con los temas más importantes,
los que sean de mayor utilidad para que puedanentender hacia dónde
se dirige el mundo de Uds.. La energía ha sido el principio
organizador central -¿o debería decir desorganizador?
- de los siglos diecinueve y veinte. La gente descubrió nuevas
fuentes de energía – carbón, y más tarde
petróleo – en el siglo diecinueve, y luego inventó
todo género de nuevas tecnologías para usar esta energía
recién descubierta. El transporte, la manufactura, la agricultura,
la iluminación, la calefacción – todos sufrieron
una revolución, y los resultados alcanzaron hasta lo más
profundo de las vidas de todos en el mundo civilizado. Todo el mundo
se volvió profundamente dependiente de nuevos artilugios;
de los alimentos traídos de lejos y fertilizados con productos
químicos; de medicamentos elaborados mediante síntesis
químicas y a partir de procesos industriales dependientes
de combustibles fósiles; de la misma idea del crecimiento
perpetuo (después de todo, siempre sería posible producir
más energía para el transporte y las manufacturas,
¿no?). Pues bien, si los siglos diecinueve y veinte representaron
la parte ascendente de la curva de crecimiento, este siglo pasado
ha sido la parte descendente – la caída en picado.
Debería haber resultado perfectamente obvio para todo el
mundo que las fuentes de energía con las que contaban eran
agotables. Sin embargo, de algún modo esta idea nunca penetró
muy profundo. Supongo que es porque la gente tiende a acostumbrarse
a un determinado estilo de vida, y a partir de ese momento ya no
le presta demasiada consideración. Lo mismo pasa hoy también.
La gente joven ahora nunca ha conocido ninguna cosa realmente diferente;
nuestro estilo de vida les parece de lo más natural -escarbando
entre los restos de la civilización industrial en busca de
cualquier cosa que pueda tener una utilidad inmediata - como si
fuera esta la forma en la que la gente hubiera vivido siempre, como
si esta hubiera sido la forma a la que aspirábamos a vivir.
Es por eso por lo que siempre me ha atraíd la historia, de
modo que pudiera obtener alguna perspectiva de las sociedades humanas
y cómo cambian con el tiempo. Pero me estoy yendo por las
ramas. ¿Dónde me había quedado?
Sí, la crisis de la energía. Bueno, todo comenzó
más o menos en el momento en que nací. La gente entonces
pensaba que iba a ser breve, que se trataba tan sólo de un
problema técnico o político, que pronto todo volvería
a la normalidad. No se paraban a pensar que "normal",
en un sentido histórico amplio, suponía vivir de la
energía solar entrante y del crecimiento vegetativo de la
biosfera. Perversamente, pensaban que "normal" significaba
poder utilizar la energía fósil como si no existiera
el mañana. Y supongo que casi dejó de existir ese
mañana. Fue la clásica profecía que se cumple
a sí misma – casi.
Primeramente mucha gente pensó que los cortes podrían
ser resueltos con "tecnología". Lo cual, retrospectivamente,
resulta bastante absurdo. Después de todo, todos sus modernos
artefactos habían sido inventados para emplear una abundancia
temporal de energía. No producían energía.
Si, claro, estaban los reactores nucleares (¡Dios mío,
estos chismes resultaron ser una pesadilla!), pero costaban tanta
energía de construir y de desmantelar que la energía
que producían durante su vida útil apenas la recuperaban,
en términos energéticos. Lo mismo sucedía con
los paneles fotovoltáicos; parece que nadie se paró
nunca a calcular cuánta energía se necesitaba realmente
para fabricarlos, empezando por las microplaquetas de silicona que
se producen de forma secundaria por la industria informática,
e incluyendo la construcción de las propias fábricas.
Resultó que la fabricación de los paneles consumía
casi tanta energía como la que producían los propios
paneles durante su vida útil. Sin embargo, se construyeron
unos cuantos – ¡ojalá se hubieran construido
más! - y muchos de ellos aún funcionan (son los que
ahora mismo están alimentando el artilugio que me permite
enviarles esta señal desde el futuro). La energía
solar era una buena idea; el principal motivo de su retroceso simplemente
fue que era incapaz de satisfacer la voracidad energética
de los hábitos de la gente. Al agotarse los combustibles
fósiles, ninguna tecnología podría haber mantenido
los estilos de vida a los que la gente se había acostumbrado.
Sin embargo, tardaron bastante en darse cuenta. Su patética
fe en la tecnología resultó tener un carácter
religioso, como si sus artilugios fueran objetos votivos que los
conectaran con un dios invisible pero omnipotente, capaz de darle
la vuelta a las leyes de la termodinámica.
Naturalmente algunos de los primeros efectos de la disminución
de la energía tomaron la apariencia de recesiones económicas,
seguidas de depresiones sin fin. Los economistas habían estado
operando sobre la base de su propia religión – una
fe absoluta e inconmovible en el Dios-Mercado; en la ley de la oferta
y la demanda. Pensaron que si el petróleo empezaba a acabarse,
el precio subiría, ofreciendo incentivos a la investigación
de energías alternativas. Pero los economistas nunca se tomaron
la molestia de reflexionar a fondo. Si lo hubieran hecho, se habrían
dado cuenta de que la reconversión total de la infraestructura
energética de una sociedad necesitaría décadas,
mientras que pudiera ser que la señal que el precio emitía
por la disminución de la energía tardara tan sólo
unas semanas o meses antes de que se necesitara el hipotético
reemplazo. Más aún, deberían haberse dado cuenta
de que para los recursos energéticos de base no existen reemplazos.
Los economistas sólo sabían pensar en términos
de dinero: las necesidades básicas como el agua y la energía
sólo aparecían en sus cálculos en términos
de su coste en dinero, lo que hacía que funcionalmente fueran
intercambiables por cualquier otra cosa a la que se pudiera poner
un precio: naranjas, aviones, diamantes, cartas de póker,
cualquier cosa. No obstante, si se analiza a fondo, se ve que los
recursos básicos en absoluto eran intercambiables con otros:
una vez se acababa el agua, no podías beber cartas de póker,
por muy valiosa que fuera tu colección. Tampoco podías
comer con las monedas si nadie tenía alimentos que vender.
Y así, a partir de un determinado momento, la gente empezó
a perder la fe en su dinero. Y a medida que lo iban haciendo, se
dio cuenta de que la fe había sido el primer factor que hacía
que el dinero tuviera algún valor. Las monedas fueron colapsando,
primero en un país, luego en otro. Había inflación,
deflación, trueques y pillaje a escalas inimaginables, a
medida que iban acabándose las cosas.
En la era en que nací, los comentaristas solían equiparar
la economía global con un casino. Unas pocas personas obteniendo
trillones de dólares, euros y yenes a través del comercio
de monedas, compañías y operaciones a futuro. Ninguna
de estas personas hacía realmente nada útil; simplemente
realizaba sus apuestas y, en numerosas ocasiones, obtenía
ganancias colosales. Si seguías la cadena económica,
podías ver que todo el dinero salía de los bolsillos
de la gente común ... pero esa es otra historia. De todos
modos: toda esa actividad económica dependía de la
energía, del transporte y las comunicaciones a escala global,
y de la fe en las monedas. A principios del siglo veintiuno el casino
quebró. Gradualmente empezó a funcionar una nueva
metáfora. Del casino global pasamos al rastro municipal.
Disponiendo de año en año de menos energía,
y con monedas inestables lastrando las transacciones, la fabricación
y el transporte redujeron su escala. Daba igual lo poco que Nike
pagara a sus obreros en Indonesia: una vez que el transporte marítimo
alcanzó niveles prohibitivos, los beneficios de la globalización
de sus operaciones se desvanecieron. Sólo que Nike no podía
simplemente empezar a reconstruir sus fábricas en los Estados
Unidos, porque llevaban cerradas décadas. Lo mismo sucedió
con todos los demás fabricantes de productos textiles, electrónicos,
etc. Toda la infraestructura de fabricación local había
sido destruida en aras de la globalización, para producir
bienes más baratos y beneficios empresariales mayores. Y
ahora reconstruir aquella infraestructura requeriría una
ingente inversión financiera y energética –
justo cuando el dinero y la energía empezaban a escasear.
Las tiendas estaban vacías. La gente no tenía empleo.
¿Cómo iban a sobrevivir? La única forma de
hacerlo era reciclando sin cesar todas las cosas usadas que habían
sido fabricadas antes de la crisis de la energía. Al principio,
después de los shocks iniciales, que vinieron en forma de
oleadas, la gente vendía sus cosas en subastas por internet
– cuanto había electricidad. Luego, cuando resultó
evidente que la falta de un transporte eficiente hacía problemático
el aprovisionamiento de bienes, la gente empezó a comerciar
con cosas, arreglándolas, usándolas en la medida de
lo posible para salir adelante. La cruel ironía era que la
mayoría de sus cosas consistían en coches y artefactos
electrónicos, para los que ya nadie tenía uso. ¡Eran
inútiles! Cualquiera que tuviera herramientas manuales y
supiera usarlas podía considerarse rico. Y así sigue
siendo.
La civilización industrial ciertamente había producido
muchísimas cosas inútiles durante su breve existencia.
Durante los últimos cincuenta o sesenta años, la gente
ha empezado a desenterrar cualquier montaña artificial que
encontrara, en busca de algo que resultara tener alguna utilidad.
¡Qué montones de basura más horribles! Con todos
los respetos, siempre me ha costado entender por qué –
e incluso cómo – Uds. podían tomar billiones
de toneladas de valiosísimos y antiquísimos recursos
básicos y convertirlos en montañas de basura maloliente,
sin que apenas mediara un período de empleo útil entre
ambos! ¿No podrían al menos haber fabricado objetos
duraderos y bien diseñados? Debo decir que la calidad de
las herramientas, muebles, casas, etc. que hemos heredado de Uds.
- y que nos vemos obligados a utilizar, dado que pocos de nosotros
podemos permitirnos el lujo de reemplazarlos – es desmoralizadoramente
pequeña.
Bueno, pido disculpas por estos últimos comentarios. No
pretendo ser grosero. En realidad algunas de las herramientas manuales
que han quedado son bastante buenas. Pero tienen que entenderme:
el estilo industrial de vida al que Uds. se han acostumbrado va
a tener terroríficas consecuencias para sus hijos y sus nietos.
Vagamente consigo recordar haber visto – cuando era muy joven
y tenía quizá cinco o seis años – algunos
viejos programas de televisión de la década de 1950:
Ozzie and Harriet ... Father Knows Best ... Lassie. Retrataban un
mundo ingenuo, en el que los niños crecían en pequeñas
comunidades rodeados de amigos y familiares. Los adultos, que eran
amables y sabios, conseguían resolver con facilidad todos
los problemas. Todo parecía estable y benigno.
Cuando yo nací ese mundo, si es que alguna vez existió,
ya había desaparecido hacía tiempo. En los tiempos
en que ya tuve edad suficiente para enterarme de mucho de lo que
pasaba por todo el mundo, la sociedad parecía empezar a reventar
por sus costuras. Empezó con los apagones eléctricos
– al principio era de unas pocas horas. Luego llegó
la escasez del gas natural. No sólo fue que pasábamos
frío la mayor parte del invierno, es que lo de los apagones
empeoró dramáticamente porque gran parte de la electricidad
se producía a partir de gas natural. Y luego vino la escasez
de petróleo y gasolina. Llegado ese momento – supongo
que sería un adolescente por entonces – la economía
estaba hecha jirones y en lo político reinaba el caos.
Cuando estaba saliendo de la adolescencia empezó a desarrollarse
una determinada actitud, fácil de identificar, entre la gente
joven. Era un sentimiento de gran rabia hacia cualquiera que tuviera
más de una determinada edad – puede que los treinta
o cuarenta años. Los adultos habían consumido tantos
recursos – y ahora no quedaba nada para sus propios hijos.
Naturalmente, cuando esos adultos habían sido jóvenes
se habían limitado a hacer lo que hacía todo el mundo.
Les parecía normal talar bosques centenarios para obtener
pulpa con la que fabricar guías telefónicas, o consumir
hasta el último litro de gasolina para sus derrochadores
todoterrenos, o enchufar el aire acondicionado a poco que tuvieran
un poco de calor. Para los niños de mi generación
todo esto no ocupa más que una nebulosa en su memoria. Lo
que nosotros hemos conocido es otra cosa. Nosotros hemos vivido
en la oscuridad, con carestía de alimentos y de agua, con
saqueos en las calles, con gente pidiendo limosna en las esquinas,
con unos fenómenos meteorológicos imprevisibles, con
contaminación y basura que ya no podían ser recogidos
y ocultados a la vista. Para nosotros, los adultos eran el
enemigo.
En algunos lugares, las guerras entre generaciones siguieron en
forma de resentimientos encubiertos. En otros hubo ataques aleatorios
a gente mayor. En otros, existieron purgas sistemáticas.
Me avergüenza reconocer que, aunque no ataqué físicamente
a gente mayor, sí participé cuando se les insultaba
y avergonzaba públicamente. Esa pobre gente – alguna
aún bastante joven, visto desde mi edad actual – estaban
tan confundidos y traicionados como nosotros mismos. Ahora sí
puedo ponerme en su lugar. Intenten hacer lo mismo: intenten recordar
la última vez en que fueron a una tienda a comprar algo y
la tienda no lo tenía. (Este pequeño ejercicio mental
constituye realmente un desafío para mí, pues hace
décadas que no piso realmente una "tienda" que
tenga mucho de nada, pero estoy intentando expresarlo en términos
que Uds. puedan entender.) ¿Se sintieron frustrados? ¿Se
enfadaron pensando: "He recorrido un camino tan largo para
esta cosa, y ahora tengo que cruzar la ciudad para ir a otra tienda
para conseguirla."? Bueno, multipliquen esta frustración
y esta rabia por cien, o por mil. La gente pasaba a diario por estos
trances, para cualquier objeto que necesitaran consumir, cualquier
servicio, cualquier necesidad burocrática a la que se hubieran
acostumbrado. Más aún, esos adultos habían
perdido la mayoría de sus pertenencias al reventar la economía.
Y ahora pandillas de jovencitos les robaban lo poco que les quedaba,
insultándoles al hacerlo. Debió de ser una experiencia
devastadora para ellos. Insoportable.
Ahora que yo mismo soy un anciano, me siento más tolerante
hacia la gente. Todos estamos intentando sobrevivir, haciéndolo
lo mejor que podemos.
Supongo que sentirán Uds. curiosidad acerca de lo que ha
pasado durante este último siglo – política,
guerras, revoluciones, etc. Bueno, les cuento lo que sé,
pero hay muchas cosas que desconozco. Durante los últimos
sesenta años no hemos tenido nada parecido a una red global
de comunicaciones, tal como existía antes. Hay amplias partes
del mundo de las que no sé prácticamente nada. Pero
les contaré lo que sé.
Como podrán imaginar, cuando la escasez de recursos energéticos
golpeó a los Estados Unidos y la economía empezó
a caer en picado (es curioso que aún use esa expresión:
sólo los más viejos entre nosotros, como yo mismo,
han visto nunca caer en picado un avión o tan sólo
volar), la gente empezó a enfadarse y a buscar un culpable
a quien echar las culpas. Naturalmente, el gobierno no quiso ser
el culpable, de modo que los bastardos que estaban en el poder (lo
siento, sigo sin tener ninguna simpatía hacia ellos) hicieron
lo que los líderes políticos siempre han hecho: crearon
a un enemigo exterior. Enviaron barcos de guerra, bombarderos, misiles
y tanques al otro lado del océano con propósitos de
lo más siniestros. A la gente le decían que lo hacían
para proteger su "Estilo de Vida Americano". Bueno, no
existía nada sobre la tierra que pudiera conseguirlo. ¡Era
el "Estilo de Vida Americano" lo que constituía
el problema!
Los generales consiguieron matar unos pocos millones de personas.
De hecho pueden haber sido decenas o cientos de millones; los informativos
nunca fueron muy claros al respecto, ya que estaban censurados por
los militares. Había protestas contra la guerra en las calles,
y persecuciones de gente que protestaba contra la guerra –
a algunos de ellos los detuvieron y los metieron en campos de concentración.
El gobierno se volvió totalmente fascista en sus métodos
hacia el final. Existían levantamientos locales, que eran
sofocados brutalmente. Pero no sirvió de nada. Las guerras
tan solo agotaron los escasos recursos que quedaban, y después
de cinco años terribles, el gobierno central simplemente
se fue a pique. Se le acabó la gasolina, por así decirlo.
Hablando de acontecimientos políticos, vale la pena mencionar
que en los primeros años de recortes, las filosofías
políticas existentes tenían pocas cosas que ofrecer
que realmente fueran útiles. La derecha se dedicaba totalmente
a proteger a los ricos de ser avergonzados en público, y
a desviar todo el sufrimiento hacia la gente pobre y los chivos
expiatorios extranjeros: árabes, coreanos del norte, etc.
Mientras, la izquierda estaba tan acostumbrada a combatir las pequeñas
mezquindades empresariales, que no era capaz de darse cuenta del
hecho de que los problemas a los que se enfrentaba ahora la sociedad
no podían ser resueltos mediante la redistribución
económica. Personalmente, y como historiador, tiendo a tener
más simpatía por la izquierda, porque pienso que la
acumulación de riqueza que se estaba produciendo era simplemente
obscena. Sospecho que gran parte de sufrimiento podría haberse
evitado si toda esa riqueza se hubiera repartido desde el principio,
se podría pensar que una vez se les parara los pies a todas
las grandes corporaciones y los plutócratas billionarios
aligeraran lastre, todo iba a ir bien. Pues bueno, no había
manera de que todo fuera a ir bien, era imposible.
De modo que aquí tenían estas dos facciones políticas
combatiéndose a muerte, culpándose mutuamente, mientras
todos a su alrededor se morían de hambre o se volvían
locos. Lo que la gente realmente necesitaba era un poco de información
básica y consejos de sentido común, alguien que le
dijera la verdad, que su estilo de vida se estaba acabando –
y que le ofreciera unas pocas estrategias de supervivencia colectiva
inteligentes.
Mucho de lo que ha sucedido durante el siglo pasado es lo que cabía
esperar de acuerdo con las previsiones de los científicos
de Uds.: hemos visto cambios climáticos dramáticos,
extinción de especies, y terribles epidemias, tal como los
ecologistas del final del siglo anterior habían advertido.
No pienso que esto sea motivo de satisfacción para los descendientes
de esos ecologistas. Conseguir decir "ya os lo dije" es
un consuelo bastante lamentable en esta situación. Los tigres
y las ballenas han desaparecido, y probablemente decenas de miles
de otras especies; pero nuestra falta de comunicaciones globales
fiables hace que sea difícil que alguien sepa qué
especies y dónde. Para mí, las aves canoras son un
recuerdo grato pero lejano. Supongo que mis colegas en China y en
África tendrán largas listas. El cambio climático
ha sido un problema real para el cultivo de alimentos, e incluso
simplemente para sobrevivir. Nunca sabes de un año para otro
qué bandadas de insectos conocidos o desconocidos van a aparecer.
Es mucho peor que un desastre; es una amenaza a la vida. Y éste
es sólo uno de los factores que han llevado a la dramática
reducción de la población humana en este último
siglo.
Mucha gente lo llama La Gran Extinción (The Die Off). Otros
lo llaman "La Gran Poda", "La Purificación",
o "La Gran Limpieza". Algunos términos son más
amables que otros, pero en realidad no hay formas amables de describir
los actuales acontecimientos – las guerras, epidemias y hambrunas.
Los alimentos y el agua han constituído importantes factores
en todo esto. El agua fresca y limpia lleva décadas siendo
escasa. Una de las formas de hacer que la gente joven se enfade
conmigo es contarles historias de cómo en los viejos tiempos
la gente usaba millones de millones de litros de agua para sus céspedes.
Cuando les describo cómo funcionaban los retretes, simplemente
no lo pueden soportar. Algunos piensan que me lo invento. En estos
días el agua es un asunto serio. Si la desperdicias, puede
que muera alguna persona.
Hace ya décadas que la gente empezó – por pura
necesidad – a aprender a cultivar su propia comida. No todo
el mundo tuvo éxito, y hubo mucha hambre. Una de las cosas
más frustrantes era la falta de buenas semillas. Muy poca
gente entendía algo de ahorrar las semillas de una campaña
para otra, de modo que los stocks de semillas existentes se agotaron
rápidamente. También existía el gran problema
de las modernas variedades híbridas: pocas de las hortalizas
de invernadero plantadas producirían buenas semillas para
el año siguiente. Las plantas de diseño genético
era incluso peores, causando todo tipo de problemas ecológicos
cuyas consecuencias aún seguimos padeciendo, en especial
la muerte de abejas y otros insectos beneficiosos. Las semillas
de alimentos bien polinizados son como oro en paño para nosotros.
He viajado a pie y a caballo cuando era más joven, en la
década de los cincuenta y los sesenta, y preparamos algunos
informes para el mundo exterior. Desde lo que yo he visto y oído,
parece que gente de diferentes sitios lo ha conseguido por vías
diferentes, y con diversos grados de éxito. Irónicamente,
quizá, la gente indígena que más se ha visto
perseguida por la civilización probablemente sea la que lo
esté haciendo mejor. Aún conservaban gran cantidad
de conocimientos de cómo vivir en el campo en la simplicidad.
En algunos sitios, la gente está conviviendo en comunidades
rurales improvisadas; otra gente está intentando sobrevivir
en lo que queda de los grandes centros urbanos, rompiendo el hormigón
y cultivando lo que pueden al tiempo que reciclan y comercian toda
la vieja basura que quedó atrás cuando la gente huyó
de las ciudades en los años veinte. Como historiador una
de mis mayores frustraciones es la rápida desaparición
del conocimiento. Uds. tenían la manía de meter la
información más importante en medios de almacenamiento
electrónico y papel tratado al ácido – que se
están desintegrando rápidamente. Para la mayor parte
tenemos fotografías, con imágenes que se van desvaneciendo,
libros aleatorios, y revistas destrozadas.
Algunos de nuestros jóvenes miran los anuncios en las viejas
revistas y tratan de imaginar cómo habrá sido la vida
en un mundo de aviones, electricidad y coches deportivos. ¡Debe
de haber sido Utopía, el paraíso! Otros de nosotros
no tenemos una visión tan optimista del pasado. Supongo que
es parte de mi trabajo como historiador: recordar a todo el mundo
que las imágenes de los anuncios eran sólo una cara
de la historia; era la otra cara de la historia – la galopante
explotación de la naturaleza y de la gente, la ceguera ante
las consecuencias – lo que condujo a los horrores del siglo
pasado.
Uds. seguramente se asombrarán de que les traiga alguna
buena noticia, algo positivo acerca del futuro de su mundo. Bueno,
como pasa con la mayoría de las cosas, depende de la perspectiva
que adopten. Muchos de los supervivientes aprendieron valiosas lecciones.
Aprendieron qué es importante en esta vida, y qué
no. Aprendieron a atesorar buen suelo, semillas viables, agua limpia,
aire sin contaminar, y amigos con los que poder contar. Aprendieron
cómo es importante hacerse cargo de la propia vida, antes
que esperar que se haga cargo cualquier gobierno o empresa. Ahora
ya no existen "empleos", de modo que el tiempo de la gente
depende de sí misma. Ahora piensan más por sí
mismos. En parte a resultas de ello, las viejas religiones han sido
dejadas de lado en gran parte, y la gente ha redescubierto la espiritualidad
en la naturaleza y en sus comunidades locales. Los niños
hoy están ansiosos por aprender y crear su propia cultura.
Los traumas del colapso de la civilización industrial son
cosas del pasado; eso ahora es historia. Ha comenzado un nuevo día.
¿Podéis cambiar el futuro? No lo sé. Hay todo
tipo de contradicciones lógicas inherentes a esa pregunta.
Yo mismo apenas acierto a comprender los principios de la física
que me están permitiendo transmitirles esta señal.
Es posible que a partir de la lectura de esta carta puedan hacer
algo que habría cambiado mi mundo. Es posible que puedan
salvar un bosque o una especie, o conserven alguna vieja reliquia
en forma de semilla, o que contribuyan a prepararse Uds. y el resto
de la población para los recortes de energía que les
esperan. Mi vida podría haber cambiado a resultas de ello.
Entonces, supongo que esta carta cambiaría, adoptarían
medidas diferentes. Habríamos establecido algún tipo
de bucle cósmico entre el pasado y el futuro. Es una cuestión
muy interesante, digna de reflexión.
Hablando de la física, quizá debería mencionar
que he llegado a aceptar una visión de la historia basada
en lo que he leído sobre la teoría del caos. Según
dicha teoría, en los sistemas caóticos pequeños
cambios en las condiciones iniciales pueden llevar a grandes cambios
en los resultados. Pues bien, la sociedad y la historia del hombre
son sistemas caóticos. Si bien lo que la mayoría de
la gente hace está determinado por circunstancias materiales,
sigue habiendo un margen de maniobra y lo que hagan puede producir
una diferencia significativa en la tendencia descendente. Retrospectivamente
parece que la supervivencia humana en el siglo veintiuno dependía
de una multiplicidad de pequeños esfuerzos, aparentemente
insignificantes, realizados por individuos y grupos marginales en
el siglo veinte. El movimiento anti-nuclear, el movimiento conservacionista,
el movimiento en contra de la biotecnología, los movimientos
en favor de los alimentos y la agricultura orgánicos, los
movimientos de la resistencia de los pueblos indígenas, las
pequeñas organizaciones dedicadas a la recogida de semillas
– todos ellos han tenido un profundo y positivo impacto sobre
los acontecimientos posteriores.
Supongo, hablando en términos lógicos, que si Uds.
fueran a cambiar la red de causalidades que ha llevado a mi existencia
actual, es posible que algunos acontecimientos pudieran impedir
mi presencia aquí. En tal caso, esta carta ¡constituiría
la nota de suicidio más extraña de toda la historia!
Pero ese es un riesgo que estoy dispuesto a correr. ¡Hagan
lo que puedan! Y mientras están en ello ¡por favor,
trátense con respeto y amabilidad! ¡No dejen de tener
en cuenta a nadie, ni a nada!
Este ensayo se puede publicar o colocar en un sitio web, para hacerlo
contacten por favor con
rheinberg@museletter.com
Traducido por Marga Vidal
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