Geobiologia:
los lugares de poder
por Javier Petralanda
Quizá uno de los mayores errores que ha cometido el ser humano
de nuestro tiempo es pensar que somos individuos des-vinculados
de una Naturaleza a la que podemos agredir y expoliar sin ningún
tipo de miramientos. A pesar de todas las catástrofes medioambientales
habidas no nos hemos dado cuenta aún, que la Madre Tierra
reacciona siempre con tremenda indignación cuando tratamos
de arrancarle por la fuerza sus secretos. Sin embargo, las tradiciones
culturales que nos han legado la inmensa mayoría de los pueblos
antiguos nos enseñan que la apertura de corazón, la
veneración el respeto, la empatía del sentir son las
claves que propician que nuestra Madre se manifieste en su intimidad
y se comporte como compañera y cómplice de nuestro
propio proceso evolutivo.
La Geobiología que estudia las relaciones existentes entre
la Tierra y los procesos biológicos que afectan a todos los
organismos vivientes participa de esta visión, sutil si se
quiere, pero la única que garantiza la correcta integración
del ser humano en el medio.
En la Naturaleza no existen lugares buenos y lugares malos como
se acostumbra a decir, en todo caso, se trata de lugares adecuados
e inadecuados. Cualquier punto por patógeno que sea, puede,
según las circunstancias ayudar a re-encontrar el equilibrio
perdido. Esos lugares que precisamente, propician el encuentro con
uno mismo desde parámetros de equilibrio físico y
psíquico y a través del mismo estimulan también
fenómenos de expansión de conciencia que permiten
una aproximación más abarcante y profunda de la realidad,
son los llamados lugares de poder. Los hay por todas partes en casa,
en la calle, en las construcciones sagradas, en plena Naturaleza
etc.
Nuestra casa en general debiera ser un verdadero lugar de poder
y el dormitorio su Santa Santorun. Aquí descansamos, nos
amamos y frecuentemente es lo último que divisamos antes
de cruzar definitivamente el umbral. Debemos poner mucha atención
a nuestra casa al igual que debemos de poner mucha atención
a nosotros mismos. Al fin y al cabo, la casa no es otra cosa que
una proyección de nuestro ser.
Dejadme que os de algún consejo. Si os levantáis frecuentemente
con la sensación de no haber descansado, si tenéis
periodos de insomnio, si a menudo percibís cambios de humor
al despertaros o bien os duele la espalda o la cabeza, si estos
síntomas desaparecen cuando pernoctáis en otra casa…
puede que la vuestra y sobre todo vuestro dormitorio necesiten algún
cambio. Entonces, escribid claramente lo que deseáis conseguir
y relajaos. Con esta actitud de búsqueda pasead despacio,
muy despacio por la casa. Olvidaos de la razón y haced caso
a lo que indique vuestro corazón, y dejaos llevar. Comprobareis
que las estancias hablan, que los muebles solicitan una nueva ubicación
o que los objetos reclaman su espacio. Os están dirigiendo
hacia vuestro lugar de poder, no lo dudéis. Si los acontecimientos
os sobrepasan y dudáis, entonces, acudid donde alguien que
os oriente en la búsqueda.
Hoy más que nunca es necesario pensar con el corazón
y no con la cabeza tal y como lo dirían los sabios del pueblo
Siux-Lakota. Es la única manera de encontrar en medio de
tantos cantos de sirena, el lugar de poder al que hemos sido llamados
a ocupar en nuestro actual peregrinaje existencial.
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