¿Tienes
miedo al clima?
por Joanna Macy
Si realmente estás prestando atención, es difícil
escapar de un sentimiento de indignación, miedo, desesperación.
La escritora Joanna Macy, profunda ecologista e intelectual budista,
nos dice: Ni siquiera lo intentes. ¡Pero no te quedes atascado!
¿Cómo vivimos con el hecho de que estamos destruyendo
nuestro mundo? ¿Qué hacemos con la pérdida
de los glaciares, el derretimiento del Ártico, las naciones
insulares inundadas por el mar, los desiertos en expansión
y la creciente aridez de las tierras de cultivo?
Debido a tabúes sociales, la desesperación por el
estado de nuestro mundo y el temor por nuestro futuro se reconocen
pocas veces. La represión de la desesperación, al
igual que cualquier profunda respuesta recurrente, contribuye al
embotamiento de la psiquis. Las expresiones de angustia o desesperación
son acalladas, atenuadas como si un nervio hubiese sido cortado.
Este rechazo a sentir empobrece nuestra vida emocional y sensorial.
Las flores son más sombrías y menos perfumadas, nuestros
amores son menos eufóricos. Creamos pasatiempos para nosotros
mismos como individuos y como naciones, en las luchas que escogemos,
los objetivos que perseguimos y las cosas que compramos.
De todos los peligros que enfrentamos, desde el caos climático
hasta la guerra permanente, ninguno es tan grande como el entumecimiento
de nuestra respuesta. Porque el embotamiento anímico bloquea
nuestra capacidad para procesar y responder a la información.
La energía gastada en doblegar nuestra desesperación
es desviada de usos más cruciales, agotando la resistencia
y la imaginación necesarias para lograr visiones y estrategias
frescas.
Le preguntaron al poeta Zen Thich Nhat Hanh, “¿Qué
es lo que más necesitamos hacer para salvar nuestro mundo?”
Su respuesta fue ésta: “Lo que más necesitamos
hacer es oír dentro de nosotros los sonidos de la Tierra
llorando.”
Rompiendo el cascarón
¿Cómo podemos enfrentar lo que apenas nos atrevemos
a pensar? ¿Como enfrentamos nuestro dolor, miedo e ira sin
desmoronarnos?
Es bueno darse cuenta de que desmoronarse no es algo tan malo.
De hecho, es tan esencial para la transformación como el
resquebrajamiento de los cascarones ya crecidos. Las ansiedades
y las dudas pueden ser saludables y creativas, no sólo para
una persona, sino para la sociedad, porque permiten nuevos y originales
enfoques a la realidad.
Lo que se desintegra en los períodos de rápida transformación
no es el ser, sino sus defensas y suposiciones. La auto-protección
limita la visión y el movimiento como un traje blindado,
haciendo más difícil adaptarse. El desmoronarnos,
aunque incómodo, puede abrirnos a nuevas percepciones, nuevos
datos y nuevas respuestas.
“Al decir la verdad de nuestra angustia por el mundo, se caen
los muros entre nosotros, atrayéndonos hacia una solidaridad
profunda. Esa solidaridad es incluso más real por la incertidumbre
que enfrentamos.”
En nuestra cultura, la desesperación es temida y resistida
porque representa una pérdida de control. Estamos avergonzados
de ella y la esquivamos, exigiendo soluciones instantáneas
a los problemas. Nosotros buscamos la solución rápida.
Este hábito cultural opaca nuestras percepciones y fomenta
una peligrosa inocencia del mundo real.
Reconocer la desesperación, por otro lado, no involucra
nada más misterioso que el decir la verdad acerca de lo que
vemos, sabemos y sentimos que le está sucediendo a nuestro
mundo. Cuando los medios de comunicación corporativos mantienen
al público en la oscuridad, y los detentores del poder manipulan
los acontecimientos para crear un clima de miedo y obediencia, el
decir la verdad es como el oxigeno. Nos vigoriza y nos devuelve
la salud y el aliento.
Perteneciendo a toda la vida
Compartir lo que está en nuestra mente trae un cambio favorable
en la identidad, ya que reconocemos que la ira, el dolor y el temor
que sentimos por nuestro mundo no se reducen a las preocupaciones
de nuestro bienestar individual o incluso de nuestra supervivencia.
Nuestras preocupaciones son mucho más grandes que nuestras
propias necesidades y deseos privados. El dolor por el mundo—el
ultraje y la angustia—nos abre a un sentido más amplio
de lo que somos. Es una puerta a la realización de nuestra
mutua pertenencia en la red de la vida.
Muchos de nosotros tememos que la confrontación con la desesperación
nos traerá soledad y aislamiento. Por el contrario, al dejar
ir las viejas defensas, encontramos una comunidad más verdadera.
Y en comunidad, aprendemos a confiar en nuestras respuestas internas
hacia nuestro mundo—y a encontrar nuestro poder.
¡No estás solo! Somos parte de un vasto movimiento
global: la transición de la época desde el imperio
a la comunidad de la Tierra. Éste es el Gran Cambio. Y el
entusiasmo, la alarma, incluso el agobio que sentimos, son todos
parte de nuestro despertar a esta aventura colectiva.
Como en toda verdadera aventura, hay riesgo e incertidumbre. Nuestra
economía corporativa está destruyéndose tanto
a sí misma como al mundo natural. Su efecto sobre los sistemas
vivientes es lo que David Korten llama el Gran Desenredo. Está
pasando al mismo tiempo que el Gran Cambio y no podemos saber en
cuál rumbo terminará la historia.
Abandonemos la idea de que podemos manejar nuestro planeta para
nuestra comodidad y fines de lucro—o incluso que de ahora
podamos ser sus últimos redentores. Es un engaño.
Aceptemos, en su lugar, la incertidumbre radical de nuestro tiempo,
incluso la incertidumbre de la supervivencia.
En sociedades antiguas, los adolescentes atraviesan ritos de pasaje,
donde enfrentarse a su propia mortalidad es una puerta a la madurez.
En forma parecida, el cambio climático nos llama a reconocer
nuestra propia mortalidad como especie. Con el don de la incertidumbre,
podemos crecer y aceptar los derechos y la responsabilidad de la
adultez planetaria. Entonces sabemos completamente que pertenecemos,
inexorablemente, a la red de la vida, y podemos servirla y dejar
que su fortaleza corra a través nuestro.
La incertidumbre, una vez aceptada, arroja una luz brillante sobre
el poder de la intención. La intención es en lo que
puedes contar: no el resultado, sino la motivación que traes,
la visión que sostienes, la dirección de la brújula
que decides seguir. Nuestra intención y resolución
pueden salvarnos de perdernos en el dolor.
Durante una reciente visita a Kentucky, me enteré de lo
que está ocurriendo en el paisaje y la cultura de los Apalaches:
de cómo las empresas de carbón utilizan dinamita para
pulverizar todo lo que esté arriba de las vetas de carbón;
de cómo las excavadoras de 20 pisos de alto empujan las “sobrecargas”
de los bosques y el humus, llenando los valles. Vi cómo los
activistas allí se mantienen constantes por la intención
pura. Aunque la nación parece inconsciente de esta tragedia,
estos hombres y mujeres persisten en la visión de que los
Apalaches pueden, en parte, ser salvadas y que las futuras generaciones
puedan conocer las laderas de dulce goma, sasafrás, magnolias,
los atisbos del gato montés y del mapache, y en las depresiones,
la música de los arroyos frescos. Parecen saber—y cuando
nos permitimos bajar la guardia, también nosotros sabemos—que
somos partes vivientes del cuerpo viviente de la Tierra.
Este es el don del Gran Cambio. Cuando abrimos nuestros ojos a
lo que está pasando, incluso cuando nos rompe el corazón,
podemos descubrir nuestro verdadero tamaño; porque nuestro
corazón, cuando se abre ampliamente, puede contener todo
el universo. Descubrimos que al decir la verdad de nuestra angustia
por el mundo se caen los muros entre nosotros, atrayéndonos
hacia una solidaridad profunda. Esa solidaridad, con nuestros vecinos
y con todo lo que vive, es incluso más real por la incertidumbre
que enfrentamos.
Cuando dejamos de distraernos a nosotros mismos intentando adivinar
las posibilidades de éxito o fracaso, nuestras mentes y corazones
se liberan en el momento presente. Entonces este momento se torna
vivo, cargado de posibilidades, y nos damos cuenta la suerte que
tenemos por estar vivos ahora, para participar en esta aventura
planetaria.
Fuente: YES! Magazine. Joanna Macy escribió este artículo
como parte de ¡Paremos el calentamiento global, ya!, el número
de primavera de 2008 de YES! Magazine. Joanna Macy es experta en
Budismo, teoría general de sistemas y ecología profunda,
y su último libro es World as Lover, World as Self (El Mundo
como Amante, el Mundo como Ser). Vive en Berkeley, CA.
www.joannamacy.net.
Traducción por Guillermo Wendorff
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