Vida y obra de Viktor Schauberger
"Me
consideran un loco. Puede que tengan razón. En tal
caso no importa si en la tierra hay un loco más o menos.
Pero si resulta que tengo razón y la ciencia se equivoca
. . . que Dios tenga piedad de la humanidad."
Viktor Schauberger nació el 30 de junio de 1885 en
Austria, en una familia de guardas forestales, que se venían
dedicando a la profesión desde hace más de 400
años, y descendiente de una familia de aristócratas
y terratenientes alemanes que se remonta al 1230 dC, año
en que perdieron sus posesiones en Alemania. Viktor fue feliz
de poder continuar la tradición familiar, llegando
a escribir: “desde mi más tierna infancia, mi
mayor deseo siempre fue llegar a ser un guarda forestal como
mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo y mi tatarabuelo”
(p. 18 Agua Viva, por Olof Alesandersson). De niño
mostró un gran interés por todo lo que tuviera
que ver con la naturaleza. Se pegaba todo el día en
el bosque, alrededor del lago Plockenstein, en el que apenas
se dejaba sentir la presencia humana. A partir de sus experiencias
infantiles, Viktor aprendió a confiar en sus observaciones
y en su intuición, como lo habían hecho antes
su padre y su abuelo. De ellos aprendió que el agua
produce, en las zonas sombrías de las montañas,
la mayor riqueza de plantas y vegetación, y que los
campos regados durante la noche por esta agua producen mejores
cosechas que las praderas y campos vecinos. Sus trabajos de
adulto estuvieron encaminados a comprender la importancia
de las propiedades del agua e idear diversos métodos
y técnicas para promover y mantener el agua en su óptimo
nivel de pureza y vitalidad.
Su conocimiento de las propiedades del agua aportó
sin duda importantes beneficios ecológicos y económicos.
Durante el invierno de 1918, una serie de tormentas habían
derribado muchos árboles en las laderas de las montañas,
mientras que más abajo, en el valle, el pueblo de Linz
estaba sufriendo una enorme falta de combustible. Todos los
hombres y animales se habían ido a la guerra y no había
manera de transportar la madera hasta el pueblo. Sin embargo,
Viktor fue capaz de traer los troncos de los árboles
caídos utilizando para ello una pequeña corriente
de agua que discurría por un estrecho cañón.
Viktor se había percatado de que el barro de las orillas,
que se acumulaba tras un aumento en el flujo de agua como
consecuencia del deshielo, se disolvía durante las
noches claras y frías, cuando la temperatura del agua
alcanzaba sus mínimos.
Utilizando este conocimiento, Viktor esperó a que
la corriente de agua fuera lo más fuerte posible, lo
que ocurría en días de luna llena, durante las
primeras horas de la mañana. Hizo que toda la madera
caída se lanzara al agua en el momento oportuno y,
en una noche, 1600 metros cúbicos de madera bajaron
ladera abajo hasta alcanzar una balsa que se había
construido en el valle.
Después de la Primera Guerra Mundial, Viktor entró
a trabajar para el Príncipe Adolf Schauberg-Lippe,
quien lo puso al cuidado de 21.000 hectáreas de bosque
casi virgen en Bernerau, Steyerling. Viktor utilizó
su nuevo puesto para investigar con tranquilidad el funcionamiento
del bosque y de sus cursos de agua. Una de las primeras anomalías
que observó fue la extraña desaparición
de una corriente de abundante agua, que se secó inesperadamente
después de que una vieja cabaña de piedra, que
se erguía en su fuente, se hubiera desmantelado, exponiendo
así la fuente a la luz y al sol. Se consideraron varias
explicaciones posibles hasta que, finalmente, se decidió
reconstruir la cabaña. Poco después el agua
volvía a brotar de nuevo. Viktor dedujo que el agua
respondía de alguna manera a la sombra del bosque donde
manaba. Comenzó entonces a percibir el agua como la
sangre vital de la tierra y conjeturó que debemos permitir
que el agua siga su curso natural si no queremos destruirla.
Viktor concluyó que los cursos de agua tienen una forma
sinuosa y unas orillas sombreadas para protegerse a sí
mismos de la luz directa del sol, y que una temperatura baja
y un fluir natural son las condiciones necesarias para que
el agua pueda mantener su fuerza de arrastre y vitalidad.
Otro fenómeno que captó la imaginación
de Viktor fue observar la habilidad que tiene una trucha para
saltar bien alto en el agua, sin esfuerzo aparente. De nuevo,
este fenómeno ocurría especialmente durante
la noche, con la luna presente. En una ocasión en la
que Viktor esperaba sentado para atrapar in fraganti un pescador
furtivo, se puso a observar cómo un gran pez se servía
de la corriente de agua para saltar por el aire desde el lugar
más alto de la onda de agua. Viktor mantuvo estas observaciones
y otras similares durante décadas, hasta llegar a la
conclusión que las corrientes naturales de agua permiten
acumular una gran energía que fluye en la dirección
opuesta al agua. Es la energía que utiliza la trucha
para dar sus grandes saltos. “En una cascada adecuada,
este flujo de energía se puede observar como un canal
de luz dentro de la corriente de agua. La trucha busca este
flujo energético y es absorbida hacia arriba como en
un remolino” (p22, ibid). Tras observar este fenómeno
una y otra vez, Viktor llegó a formular ideas radicalmente
nuevas sobre el mismo concepto de movimiento: “Ya no
estaba seguro de mis ojos de observador, cuando de repente
una piedra, del tamaño de una cabeza, comenzó
a moverse en círculo de la misma manera que lo hacían
las truchas en una cascada. La piedra tenía la forma
de un huevo. Un instante después la piedra estaba flotando
en el agua, formándose rápidamente alrededor
un círculo de hielo. Parecía flotar sobre el
agua, iluminada por la luna. Después una segunda piedra,
una tercera y otras más comenzaron a realizar los mismos
movimientos. En un momento dado, todas las piedras con la
misma forma de huevo flotaban sobre el agua. Otras piedras
con una forma irregular y angular no se movieron, se quedaron
en el fondo. En aquella época yo no tenía ni
idea de que lo que estaba presenciando era un caso de sincronicidad
de eventos, que conduce a este tipo de movimiento. Este movimiento
supera la fuerza de gravedad y hace que las piedras de forma
regular puedan alcanzar la superficie del agua”. (p.23,
ibid).
Todas estas observaciones e ideas le fueron más tarde
muy útiles para diseñar artefactos con los que
generar energía y movimiento en armonía con
la naturaleza, sin producir emisiones tóxicas. Para
Viktor la naturaleza es nuestro mejor maestro, así
que la tarea de la tecnología no es corregir lo que
hace la naturaleza, sino imitarla. “Comprender y copiar”
fue el principio que lo guió durante toda su vida,
“primero es necesario comprender la naturaleza, después
imitarla” (p. 34, ibid).
Los años que siguieron a la guerra trajeron cambios
radicales en la manera de utilizar la tierra. Con el fin de
conseguir ingresos económicos, la deforestación
se extendió por todo el país. Los cambios ecológicos
de esta deforestación no tardaron en hacerse notar.
Los primeros en verse afectados fueron los cursos de agua.
La eliminación de la cubierta forestal, y de la vegetación
que crece debajo, trajo consigo un calentamiento del suelo,
haciéndolo más seco y dificultando la penetración
del agua en la tierra. En condiciones naturales, el agua se
enfría rápidamente conforme profundiza en el
suelo, hasta que el peso de esta masa de agua que entra por
arriba iguala la presión del agua existente en profundidad.
Esta última, al recibir el calor de la tierra, pierde
peso específico y empuja por subir. Al calentarse,
el agua es capaz de atraer y disolver metales y sales, siendo
el carbono uno de los elementos más importantes. Las
moléculas de agua y vapor se convierten en CO + H2.
Al separarse el oxígeno del hidrógeno, se crea
el gas necesario para empujar el agua hacia la superficie
de la tierra y formar fuentes, o incluso grandes géiseres.
Durante este proceso, las sales disueltas son transportadas
junto con el gas y depositadas en capas en la superficie,
que se mantiene fresca por el efecto de refrigeración
producido por la vegetación. A su vez, las raíces
de las plantas cuentan con un suministro constante de sales
y alimento. Este proceso de maduración del agua y enriquecimiento
del suelo se rompe cuando se cortan las plantas y los árboles,
produciendo importantes desequilibrios:
- El suelo sin cubierta requiere una fertilización
artificial continua, en su mayor parte arrastrada por el
agua, con consecuencias muy negativas.
- El nivel freático no aumenta, pues no se dan las
dos condiciones que se necesitan para ello: un agua fresca
cerca de la superficie y un agua caliente o en vapor en
los estratos más bajos.
- Si se seca una fuente, el agua se extrae bombeada desde
el subsuelo, pero de acuerdo con las investigaciones llevadas
a cabo por Viktor, esta agua es inmadura por no haber cumplido
su ciclo y no es adecuada para ser bebida por humanos, animales
o plantas.
- Un agua inmadura no produce los efectos vitalizantes del
agua que es empujada a la superficie por el proceso de calentamiento
de la tierra y, por tanto, no arrastra consigo las sales
y minerales que le dan fuerza y vitalidad.
- Un agua inmadura, según las observaciones de Viktor,
tiene un efecto de filtrado que deja sin minerales a los
organismos cercanos.
- El aprovechamiento del agua subterránea supone
el riesgo de agotar las reservas de agua inmadura de la
Tierra.
Viktor se puso después a estudiar el fenómeno
de degradación del río Rhin, cada vez más
visible, llegando a la conclusión de que se trataba
de un claro ejemplo de los trágicos efectos de la deforestación
y de la manera convencional de regular el agua. El maltratado
y degradado río actual fue en el pasado un poderoso
río con un agua tan cristalina que se podía
ver el fondo a varios metros de profundidad. “En la
noche, cuando la capacidad de arrastre del agua era mayor,
las piedras arrastradas por la corriente chocaban y rozaban
unas con otras, produciendo así, desde el fondo del
río, una luz amarilla brillante, que los cuentos populares
interpretaron como el trabajo de enanos que fabricaban hermosas
joyas en las fraguas del fondo del Rhin. En la opera El Oro
del Rhin, Richard Wagner utiliza esta historia como base para
uno de sus temas” (p.45, ibid). La degradación
del río comenzó con las talas de los Alpes suizos,
en la misma región donde mana el Rhin. Este hecho provocó
un desequilibrio de partida que ocasionó un aumento
de cieno en el río. Para aumentar la velocidad del
agua y permitir al río que limpiara su curso, se eliminaron
meandros y curvas, lo que a su vez produjo más desechos,
que fueron arrastrados por la corriente repitiendo el proceso
de nuevo, hasta que finalmente el río fue completamente
enderezado y entonces todo el río se llenó de
cieno.
Al talar el bosque, éste perdió su capacidad
para almacenar agua y refrescar, de manera que toda la lluvia
caída en sucesivas precipitaciones, se iba torrencialmente
hacia abajo, dañando la vegetación de las orillas
del río y arrastrando las rocas y suelo de los alrededores.
Para resolver este problema, se procedió a una reparación
constante de las orillas, que se fueron cubriendo de hormigón,
y a un continuo dragado del curso. Cada lluvia torrencial
en las montañas provocaba un aumento del nivel del
agua, que se encaminaba veloz hacia el mar, arrastrando enormes
depósitos de grava y tierra. Alarmado por las consecuencias,
Viktor se dirigió a las autoridades alemanas con cartas
y artículos en las que criticaba sus métodos,
a la vez que proponía alternativas: “Bajar el
nivel del Rhin en 4 o 6 metros es simplemente una cuestión
de aumentar su capacidad de arrastre. Esto se consigue regulando
la temperatura del agua, lo que costaría sólo
una pequeña fracción del dinero requerido con
los métodos usuales de prevención de inundaciones.
No tiene ningún sentido continuar dragando. Una sola
lluvia torrencial es suficiente para llenar de nuevo las zonas
dragadas. Basta pensar que cada año el Rhin arrastra
cerca de 100.000 metros cúbicos de barro y grava. Igualmente
cada elevación de las orillas del río aumenta
el peligro de rotura, lo que resulta de hecho inevitable si
se produce una fuerte lluvia y el agua está demasiado
caliente. En lugar de esto, deberían invitarme a discutir
estos temas con ustedes. Por un pequeño costo, el peligro
de inundación se podría evitar para siempre.
No querría que se me pagara nada hasta que el nivel
del Rhin no haya bajado al menos 2 metros” (p.47 ibid)
Las autoridades no aceptaron la oferta de Viktor y continúan,
todavía hoy, utilizando los métodos tradicionales
para la regulación del río. Para más
detalles sobre los métodos alternativos propuestos
por Viktor Schauberger para el mantenimiento del flujo de
un curso de agua, véase pp. 47-8 de Agua Viva, de Olof
Alexandersson.
Inventos de Viktor Schauberger
Años más tarde, tras haber sido testigo de
la paulatina degradación de la tierra y de sus ríos,
Viktor fabricó varios inventos para tratar de contrarrestar
las catástrofes causadas por la industrialización.
Dados los problemas ambientales existentes, Viktor concluyó
que tenía que haber errores fundamentales en una tecnología
que producía tantos trastornos en la naturaleza o era
tan pobre en resultados —por ejemplo, los motores de
vapor y de combustión interna trabajaban a menos del
50% de su capacidad—. Como siempre, la naturaleza iba
a ser su principal fuente de inspiración para encontrar
las respuestas que buscaba. En su opinión, el problema
estaba en que las tecnologías dañinas se basaban
en una concepción errónea del movimiento.
La naturaleza utiliza frecuentemente la espiral hiperbólica
como forma de movimiento. Se basa en una fuerza centrípeta
que produce un movimiento interno hacia el centro. Tales movimientos
espirales son visibles en la nebulosa de galaxias en el espacio,
en el flujo natural del agua, de la sangre y de la savia.
Por el contrario, la fuerza centrífuga utilizada por
la tecnología actual sólo ocurre en la naturaleza
en sus manifestaciones más destructivas, en ocasiones
en que se disuelve energía, empujando lo que se halla
en el centro hacia la periferia, siguiendo líneas rectas.
Las partículas presentes en este medio son primero
debilitadas y, posteriormente, disueltas o descompuestas.
“La naturaleza utiliza esta acción para desintegrar
compuestos que han perdido su vitalidad o han muerto”
(p. 77, ibid). Normalmente el movimiento espiral hiperbólico
centrípeto es viene acompañado de una bajada
de temperatura, de una contracción o concentración
de algo, mientras que el movimiento centrífugo es sinónimo
de una subida de temperatura, de una expansión por
calor o una explosión. “En la naturaleza se producen
continuamente ambos movimientos, pero para que haya desarrollo,
el movimiento centrípeto tiene que ser predominante”
(p. 77, ibid).
Biotecnología
Durante un tiempo, Viktor se dedicó a investigar un
nuevo tipo de combustible, que pudiera ser utilizado en motores
de combustión ordinarios, pero que no produjera residuos
tan tóxicos. Descubrió que el agua, cuando se
halla en movimiento hiperbólico constructivo, tiene
la capacidad de provocar la síntesis de hidrocarburos
apropiados para la combustión. En los experimentos
realizados por Viktor, “si se echa agua pulverizada
en un cilindro y se añade una cantidad adecuada de
oxígeno natural, el suave calor producido por la presión
de un pistón en descenso es suficiente para transformar
esta agua altamente potente en gas” (p. 84, ibid).
Entre 1931 y 1952 Viktor llevó a cabo varios experimentos
para construir una máquina diseñada para producir
energía directamente del aire y del agua. Sin llegar
a resultados muy sólidos, concentró de nuevo
su atención en la habilidad de las truchas para saltar
en los ríos de montaña, aprovechando la energía
del agua. Concluyó que el agua que pasaba por las agallas
de la trucha, en parte debido a su propia constitución,
creaba un movimiento espiral hiperbólico centrípeto,
que cambiaba las propiedades del agua haciéndola “juvenil”.
Esta agua “juvenil” reaccionaba con la corriente
circundante, creando un sistema secundario de circulación
de agua alrededor del cuerpo de la trucha. Regulando esta
presión con sus agallas, la trucha puede quedarse completamente
quieta o moverse rápidamente contra la corriente. En
aquel momento Viktor estaba sin empleo, pero a pesar de las
difíciles circunstancias, se puso a diseñar
una máquina que copiara el fenómeno de la trucha.
Durante mucho tiempo trabajó por su cuenta en una
máquina para crear una reacción a nivel atómico,
similar a lo que ocurre en experimentos de hidrofusión.
Pero en lugar de comprimir violentamente los átomos
de hidrógeno para crear helio y liberar energía,
Viktor quería “comprimir” agua y aire juntos
sin que se diera ninguna resistencia, tal y como, según
él, ocurría en la naturaleza. Su invento se
fue convirtiendo en una pequeña central eléctrica,
en la que una pequeña carga, producida por un motor
eléctrico, se amplificaba varias veces al pasar por
una turbina “truchera” conectada a un generador
eléctrico de mayor potencia (ver foto).
“El rasgo espiral de este aparato estaba en la amplificación
de la entrada energética, y en el hecho de que el agua,
conforme salía de la válvula, subía hasta
la parte alta del sistema para recircular de nuevo. Schauberger
afirmaba que el agua subía porque estaba fuertemente
cargada con magnetismo biológico, opuesto a la gravedad”
(p.87, ibid). En 1958 el último modelo de esta máquina
fue llevado a Estados Unidos, donde se conserva actualmente.
Viktor observó también que, al igual que las
truchas, los pájaros se desplazan en el aire utilizando
movimientos espirales hiperbólicos centrípetos.
Cuando el aire fluye a través de sus plumas durante
el vuelo, se crea una fuerte corriente de empuje que lleva
a los pájaros hacia arriba y hacia delante. Con esta
hipótesis como base, Viktor se puso a diseñar
un motor de aeronave habría de funcionar siguiendo
el mismo principio de la turbina “truchera”, pero
utilizando el aire como fuente de energía. Este motor
absorbería el aire circundante y lo convertiría
en energía durante el vuelo, a la vez que crearía
un vacío delante que le permitiría moverse sin
resistencia.
Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Aloys Kokaly empezó
a trabajar con Viktor, quien se encontraba entonces diseñando
objetos que volaran por medios biotécnicos. Estos diseños
fueron probados por Hertl, una compañía industrial
alemana, que reportó que la energía producida
por estos inusuales mecanismos era difícil de controlar.
Uno de los artilugios había atravesado el tejado de
la empresa. En 1943 Viktor fue llamado a filas y después
de un corto periodo de tiempo que pasó como comandante
de una compañía de paracaidistas en Italia,
continuó con sus diseños de aparatos, en esta
ocasión un submarino que se basaba en el mismo principio
de la turbina “truchera”. Himmler le invitó
a continuar sus investigaciones en un centro situado en el
campo de concentración de Matthausen. Su equipo de
técnicos y físicos estaba formado por prisioneros
del campo. O aceptaba o se arriesgaba a morir en la horca.
Viktor estuvo un tiempo trabajando en este lugar, insistiendo
continuamente en que sus ayudantes no fueran considerados
prisioneros. Comenzó así un intenso periodo
de estudio que le llevo a desarrollar un “platillo volante”
que funcionaba según los principios de la turbina “truchera”.
Los resultados de la investigación fueron al mismo
tiempo un éxito y un fracaso. En una carta enviada
al ministro de defensa de Alemania Federal, el 28 de febrero
de 1956, escribió: “[después de un año]
el primer platillo volante salió volando hacia el techo
inesperadamente, en el primer intento, estrellándose
contra él. Unos días más tarde apareció
un grupo de norteamericanos, que parecían comprender
qué estaba pasando, y se llevaron todo. Después
de una completa investigación a cargo de un oficial
de alto rango, me pusieron en prisión preventiva, vigilado
por no menos de seis policías durante seis meses. Una
parte importante de este aparato cayó en manos de los
rusos, quienes la hallaron en mi casa” (p. 93-94, ibid).
Los rusos volaron la casa de Viktor al marcharse, probablemente
para destruir cualquier información que se les hubiera
podido pasar por alto. Viktor había estado trabajando
con un buen número de prisioneros de guerra rusos,
que más tarde volvieron a la Unión Soviética.
Se conjeturó que el rápido desarrollo en la
carrera especial se debió en parte a las ideas de Viktor.
En 1956, recordando sus experiencias durante la guerra, Viktor
escribía: “Al final de la guerra, fui confinado
durante casi un año bajo custodia de las fuerzas americanas
de ocupación, por mis conocimientos sobre la producción
de energía atómica. Después de ser liberado,
y bajo amenaza de arresto, se me prohibió emprender
de nuevo cualquier investigación en el campo de la
energía atómica, aunque tuviera que ver con
nuevos aspectos de esta tecnología. Tras la firma del
Tratado de Paz del Pacífico, reemprendí de nuevo
mis trabajos. Desde el final de la guerra había perdido
muchas cosas, así que el trabajo avanzó muy
lentamente. Se me negó toda ayuda económica
externa, lo que hizo que los prototipos fueran con mucho retraso,
pero una vez que las patentes fueron otorgadas, todo se resolvió”
(p. 94, ibid).
Después de su liberación, Viktor se trasladó
a Linz, donde con limitadas finanzas, centró su atención
y sus investigaciones en la agricultura. Viktor escribió:
“Los agricultores trabajan mano a mano con nuestros
forestales, cometiendo los mismos errores. La sangre de la
tierra se debilita continuamente y la productividad del suelo
decrece. Existe una clara conciencia de la necesidad de fertilizar,
pero entonces el químico entra en escena y esparce
sus sales. Hay un montón de evidencias que indican
que, después de tan sólo unos pocos años,
un suelo tratado con fertilizantes artificiales pierde toda
su calidad. Es otro ejemplo más del hombre trabajando
contra la naturaleza, obstruyendo alegremente la fuente última
de la producción de alimentos, el sistema capilar del
suelo. Cuando un campo que antes había producido abundantemente,
empieza a degradarse, el agricultor, instintivamente, trata
de solucionar el problema utilizando su arado más profundo.
Pero esto sólo ocasiona la destrucción del sistema
capilar del suelo. Lo mismo ocurre ahora en nuestros bosques.
Externamente todo parece madurar y prosperar, pero es pura
fachada. No es más que el resultado de un fondo pútrido,
los frutos de la decadencia son el cáncer” (p.
96, ibid).
Para Viktor el proceso de crecimiento gira en torno a una
secuencia de cargas y descargas de energía. El crecimiento
es la búsqueda de un equilibrio de cargas en el voltaje
diferencial eléctrico entre la atmósfera y la
tierra. Para poder utilizar estas cargas tiene que haber alguna
forma de aislamiento entre los dos polos de este voltaje,
de lo contrario sólo se produce un nada aprovechable
corto circuito. Viktor describe con detalle cómo ha
de ser este aislamiento, según él, una piel
que ha de cubrir la tierra. El suelo no puede estar desnudo,
tiene que tener siempre una capa de vegetación o algo
similar. Si como ocurre ahora, el bosque no puede proporcionar
un agua de calidad, si además los ríos se hallan
estancados, el agua procedente de estos bosques y ríos
no puede formar este voltaje fundamental en el suelo. Esta
situación da lugar a la formación de patógenos,
de enfermedades que producen bacterias parasitarias que empobrecen
la calidad de lo producido.
En un ensayo publicado en Natural Farming, Viktor cuenta
la historia de un viejo agricultor, considerado un excéntrico
por todos sus vecinos, pero que nadie podía igualar
en la calidad y cantidad de sus cosechas. Un día se
encontró con este granjero mientras estaba de pie,
delante de un gran barril de madera, removiendo su contenido
con una larga cuchara de madera, a la vez que cantaba, dirigiéndose
al barril, una escala musical, con tonos que iban desde el
falsete hasta el doble grave. Cuando ascendía en la
escala, hacía girar la cuchara en sentido contrario
a las agujas del reloj, cuando su voz se hacía grave
la giraba en el sentido del reloj. Al acercarse a mirar, Viktor
vio que el barril estaba lleno de agua clara, a la que el
agricultor añadía raudo pequeños trozos
de suelo arcilloso, mientras continuaba removiendo. Cuando
el agricultor terminó su faena, dejó que todo
reposara por un tiempo. Al preguntarle por qué lo hacía,
Viktor aprendió que la arcilla mezclada en agua fresca
con ácido carbónico, removida en el sentido
apropiado, toma un voltaje neutro. Al rociar con esta agua
neutralmente cargada un campo recién sembrado, y tras
haberse evaporado, se queda una delgada capa de cristales
extremadamente finos que llevan una carga negativa. Estos
cristales atraen rayos de luz de todas las direcciones y los
irradian de nuevo en todas las direcciones. De ahí
se forma una fina membrana, de color violeta, que separa la
geosfera de la atmósfera, y que actúa como un
filtro, permitiendo sólo a los rayos de mayor valor
entrar y salir de la tierra. El agricultor se refería
a esta membrana como el himen virginal. Por este medio la
zona de siembra entre la geosfera y la atmósfera se
mantiene a una temperatura prácticamente constante
de +4º C, e incluso en la época más seca
del año el suelo esta fresco y húmedo. Con esta
temperatura la estructura del cultivo encuentra su potencial
más alto y, como consecuencia de este sencillo cuidado
de la membrana respiratoria de la tierra, se consigue un rendimiento
un 30% mayor que si no se considera este aspecto. A este proceso
de cuidar la respiración natural de la tierra se le
dio el nombre de “el canto de la arcilla”.
Viktor aprendió otras valiosas técnicas de
este agricultor. Por ejemplo, descubrió la importancia
de no utilizar arados de metal y de hacer los surcos en ángulos
rectos con el sol, lo que se llamó arar con el sol.
Viktor se propuso investigar la base real para estas tradiciones.
A través de cuidadosas observaciones se dio cuenta
que cuando se utilizaba un arado de hierro, el calor generado
por la acción de romper la tierra con el arado ablandaba
la capa exterior del hierro, de manera que un pequeño
residuo de polvo de hierro se quedaba en el suelo. Estas partículas
de hierro forman enseguida una capa de óxido que descarga
el voltaje eléctrico existente entre el suelo húmedo
y la atmósfera, privando a la tierra de su potencial
de crecimiento. Tanto el mismo hecho de arar como los efectos
posteriores causados por el polvo de hierro conducen a un
calentamiento y secado del suelo, que es muy negativo para
su fertilidad.
En respuesta a estos descubrimientos, Viktor se puso a utilizar
cobre, pues los suelos ricos en cobre retienen bien la humedad
del suelo. Diseñó un arado de hierro cubierto
con una capa de cobre y, tras varias pruebas, los resultados
se mostraron muy favorables, con un aumento productivo de
un 17-35%. Cuando se aplicó este experimento a una
granja de gran tamaño cerca de Salzburgo, la producción
aumentó en un 50%. En otra granja en las afueras de
Kitzbhul aumentó tanto la cantidad como la calidad
de los cultivos, que se mostraron muy resistentes a una plaga
que estaba azotando los campos vecinos. Además se consiguió
reducir la cantidad de nitrógeno abonada al suelo.
Entre 1951 y 1952 el Centro de Pruebas químicas para
la Agricultura llevó a cabo diversos experimentos,
utilizando en diferentes campos maquinaria de hierro, maquinaria
de hierro con un sulfato de cobre añadido y maquinaria
de sólo cobre. De nuevo el cobre obtuvo los mejores
resultados.
En 1948 Viktor había firmado un contrato con una compañía
de Salzburgo para la producción de un gran número
de arados de cobre. Sin embargo, antes del término
del contrato, Viktor recibió la visita del director
de la Oficina del Tesoro de Salzburgo. La intención
del director era hacerse con un porcentaje de los beneficios
de Viktor, pues en aquel momento estaba recibiendo dividendos
de la industria del nitrógeno por animar a los agricultores
a usar más nitrógeno. Si los agricultores iban
a utilizar cada vez más el arado de cobre, la necesidad
de un suplemento de nitrógeno disminuiría drásticamente
y, por tanto, el director pedía una compensación
por esta pérdida. Viktor se enfadó muchísimo
y despidió al director sin contemplaciones. Poco después
su contrato fue cancelado por la compañía y
representantes de la sociedad agrícola local comenzaron
a advertir a los agricultores del peligro de utilizar arados
de cobre, ya que su uso ocasionaría un exceso de producción
y una previsible caída de precios. Con todo, en 1950
Viktor y un ingeniero llamado Rosenberger consiguieron patentar
un método para bañar con cobre la superficie
activa de la maquinaria agrícola.
Viktor continuó trabajando en el arado, centrando
ahora su atención en su movimiento en el suelo, tratando
de averiguar si el arado convencional funcionaba realmente
de una manera biológicamente correcta. Su principio
básico era que el suelo debía removerse de acuerdo
con el movimiento centrípeto. A partir de sus observaciones
sobre como trabajaba la naturaleza, diseñó un
arado espiral basado en los movimientos de un topo construyendo
su madriguera. Las rizadas hojas del arado estaban pensadas
para trabajar el suelo sin encontrar apenas resistencia, liberándolo
de la presión, de la fricción y del calentamiento
que tanto reseca el suelo. Su diseño estaba pensado
para remover solamente la capa superficial del suelo. Viktor
estaba en contra del laboreo profundo, ya que, en su opinión,
éste sólo servía para perturbar el trabajo
de los microorganismos presentes en el suelo y desbaratar
el natural aplanamiento de la cubierta esponjosa del suelo.
Todos estos diseños para mantener la temperatura y
humedad del suelo, utilizando un arado espiral bañado
en cobre, podrían ser especialmente útiles en
las regiones áridas del globo, aquellas que se han
ido haciendo cada vez más secas como consecuencia de
cambios en el clima y en la tierra, y donde la gente está
más necesitada de comida y agua potable. Por el contrario,
en el mundo industrializado actual, el uso creciente de fertilizantes
está envenenando y degradando el suelo y el agua potable.
Viktor diseñó también un método
para hacer compost que aumentaba la vitalidad del suelo y,
con ello, la resistencia de los cultivos a los patógenos
y a las enfermedades. Él estaba totalmente en contra
de utilizar fosfatos, que se producen en una caldera de explosión
y que quitan fuerza al suelo; o cualquier otro fertilizante
artificial que haya pasado por el fuego o recibido calor,
pues interrumpen los procesos vitales, produciendo alimentos
que, a largo plazo, resultan dañinos para el cuerpo
humano, y quitan energía física y espiritual
a las personas que los comen.
Otro de sus focos de interés fue el diseño de
tuberías que permitieran al agua desplazarse en espiral,
cuando se transporta desde su fuente hacia los núcleos
de población. Por supuesto, estas tuberías debían
construirse con materiales no contaminantes.
En 1952, Viktor y su hijo Walter fueron invitados al Colegio
Técnico de Stuttgart por el profesor Popel, del Centro
de Recursos y Gestión del Agua, para participar en
ciertos experimentos. El motivo oculto de Popel era desacreditar
los trabajos de Viktor, pero conforme avanzaron las investigaciones,
el profesor se quedó sorprendido al comprobar que los
resultados de las pruebas verifican las ideas de Viktor sobre
las propiedades del agua y los principios de su movimiento.
A estas alturas de su vida, Viktor había soportado
ya muchos años de tensión, con la guerra, con
los interminables problemas económicos, con su trabajo
infatigable y también por la cierta desesperación
que le producía ver como la humanidad se iba apoderando
de su querida Madre Tierra. Su salud se iba deteriorando,
su corazón se hacía más débil
y el asma le atacaba con fuerza.
En el invierno de 1957/58, dos norteamericanos se acercaron
a Viktor, atraídos por la reciente publicidad dada
a su máquina de implosión (la turbina truchera).
Viktor estaba todavía trabajando en perfeccionar su
diseño, aunque públicamente había sido
ya hecho suyo por grupos contrarios a la energía nuclear
como una fuente alternativa de energía. Poco después
de esa conversación, en junio del año siguiente,
Viktor y su hijo estaban volando a Texas, en lo que iba a
ser una visita de tres meses para verificar sus trabajos.
Sus documentos, diseños y equipo fueron igualmente
enviados a Estados Unidos. Nada más llegar, los Schauberger
fueron confinados en una casa aislada en el desierto tejano
durante los meses más calurosos del año. Los
resultados de la investigación se enviaron a un experto
en tecnología atómica para ser analizados, confirmándolos
en un 100%.
Después de tres meses, Viktor expresó su deseo
de volver a casa, pero sus anfitriones no querían dejarle
marchar, especialmente tras unos resultados tan satisfactorios.
Su intención era tener a los Schauberger trabajando
para ellos durante los próximos años. Un mes
más tarde, en septiembre, y tras sufrir una gran aflicción,
se le dijo a Viktor que podía volver a casa si aceptaba
aprender inglés. Tenía 30 minutos para decidir.
Viktor tuvo que decir que sí, por supuesto, firmando
un contrato que querían hacer extensivo también
a su hijo, pero que Viktor rechazó, pues, como visitante,
su firma le hubiera puesto inmediatamente bajo la ley norteamericana.
El acuerdo incluía también un párrafo
por el cual todos los trabajos de Viktor Schauberger deberían
ser entregados a Mr. Robert Donner, incluyendo sus ideas y
conocimientos del pasado, presente y futuro. Aunque destrozados
por esta experiencia, a Viktor y su hijo no se les permitió
descansar hasta que tomaron el avión que, tras 19 horas
de vuelo, les llevaría a casa. Desgraciadamente Viktor
perdió sus ganas de vivir y murió sólo
cinco días después de regresar a casa, en Linz,
el 25 de septiembre de 1958, a la edad de 73 años.
Durante sus últimos días no hacía más
que repetir “me lo robaron todo, todo, ni siquiera soy
dueño de mi mismo” (p. 123 ibid).
Viktor había dado su vida por el agua, los bosques,
el suelo y por la naturaleza en su conjunto. Sin formación
académica, sus escritos y testimonios confirman la
amplitud de su aprendizaje. Sus investigaciones reflejan un
conocimiento extensivo de física, química e
hidrología. Preguntado una vez de dónde procedían
su autoridad y conocimiento, respondió que nadie le
había enseñado nada, pero que podía presumir
de una gran herencia, lo que explicaba en los siguientes términos:
“Todo es corpuscular, incluso la energía y las
ondas lumínicas. Incluso la materia es energía
inerte. Esto mismo se aplica a la sangre, nada más
que un flujo de energía materializada que transporta
energía desde las generaciones pasadas a las presentes
y a las futuras. Este flujo no se interrumpe con la muerte
de la persona, sino continúa adelante a través
de sus descendientes. Sin embargo, esta energía puede
degenerar, por ejemplo mediante la tecnología negativa,
echando a perder las ideas y los puntos de vista que, después
de miles de años, se llegan a acumular en el ser de
una persona. Para quien recibe este regalo de la herencia
es posible convocar desde su sangre todo esta reserva de conocimiento”
(p. 125, ibid)
Walter Schauberger ha promovido el trabajo de Viktor creando
la Academia de Biotecnología, que se financia con el
dinero obtenido a través de cursos y talleres, por
los que cada vez la gente tiene mayor interés. En los
últimos 30-40 años se han ido desarrollando
algunas de las aplicaciones experimentales del trabajo de
Viktor. Aunque la mayoría llevamos una vida cotidiana
bastante alejada de la naturaleza, espero que muchos de vosotros
sepáis apreciar la profundidad de la obra de Schauberger.
Si pudiéramos incluir en nuestros pensamientos las
maravillosas posibilidades que la naturaleza nos ofrece, si
se nos permitiera aprender de ella y comunicar con ella…
Nuestra diosa nos está llamando, y aunque ahora mismo
nuestras manos están atadas, nuestros oídos,
nuestros ojos y nuestros corazones todavía están
abiertos, permitiéndonos imaginar la pureza de lo que
se podría conseguir, pues todo empieza con un simple
y sencillo pensamiento.
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