El 'ABC de la Iluminación'
de Osho
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Aceptación
Durante tan sólo veinticuatro horas, prueba lo siguiente:
aceptación total; suceda lo que suceda. Si alguien
te insulta, acéptalo, no reacciones y observa lo que
ocurre. De repente notarás que fluye en tu interior
una energía que nunca antes habías notado. Cuanto
te sientes débil y alguien te insulta, te molestas
y empiezas a pensar de qué manera tomarás venganza;
esa persona te ha atrapado y, en adelante, no harás
otra cosa que darle vueltas y más vueltas. Durante
días, noches e incluso años, no podrás
dormir y tendrás pesadillas. Hay gente capaz de desperdiciar
toda su vida por una nimiedad insignificante, como que alguien
le haya insultado. Basta con volver la vista hacia tu pasado
para recordar unas cuantas cosas. Cuando eras un chiquillo,
el maestro te llamó idiota en clase y todavía
lo recuerdas con rencor. Tu padre dijo algo, pero tus padres
lo han olvidado y no logran recordarlo ni aunque tú
se lo recuerdes. Tu madre te lanzó determinada mirada
y desde entonces te ha acompañado la herida, que sigue
abierta, en carne viva, y explotarás con sólo
que alguien la roce. No dejes que la herida se extienda, no
permitas que te esclavice. Busca las raíces; acércate
al Todo. Durante veinticuatro horas –sólo veinticuatro
horas– trata de no reaccionar, de no rechazar nada;
pase lo que pase. Si alguien te empuja y te derriba, ¡cáete!
Luego levántate y vete a casa. No hagas nada al respecto.
Si alguien te agrede, inclina la cabeza y acéptalo
con gratitud. Vete a casa, no hagas nada; aunque sólo
sea durante veinticuatro horas, y experimentarás un
arrebato de energía que nunca antes habías conocido:
una nueva vitalidad que surge de las raíces, y una
vez que la hayas conocido, una vez que la hayas experimentado,
tu vida cambiará. Luego te reirás de todas las
tonterías que venías haciendo: de todos los
rencores, reacciones y venganzas con las que te habías
estado destruyendo. Nadie puede destruirte salvo tú;
nadie puede salvarte excepto tú. Eres Judas al mismo
tiempo que Jesús.
Actividad
Recuerda dos palabras: una es “acción”;
la otra, “actividad”. La acción no es actividad;
la actividad no es acción. Sus naturalezas son diametralmente
opuestas. Acción es cuando la situación lo requiere:
actúas; respondes. Actividad es cuando la situación
no importa, no se trata de una respuesta; eres tan inquieto
interiormente que la situación no es más que
un pretexto para mantenerte activo. La acción nace
de una mente silenciosa –es la cosa más hermosa
del mundo–. La actividad surge de una mente inquieta
–es la más deplorable–. Acción es
cuando el acto tiene relevancia; la actividad es irrelevante.
La acción responde al momento: es espontánea;
la actividad está cargada de pasado. No es una respuesta
al momento presente, sino más bien el exutorio de la
inquietud que has venido arrastrando desde el pasado hasta
el presente. La acción es creativa; la actividad es
enormemente destructiva: te destruye a ti y destruye a los
demás. Trata de entender esa sutil diferencia. Por
ejemplo: estás hambriento y comes; eso es acción.
Pero si no estás hambriento, no tienes el menor apetito
y a pesar de todo comes, eso es actividad. Lo que haces es
destruir la comida, machacarla con tus mandíbulas hasta
destruirla, lo cual te permite un cierto alivio de tu inquietud
interior.
Actuar
¡Deja de actuar! Pero cuando digo que dejes de actuar,
no estoy diciendo que no hagas nada. Ésta es la segunda
cosa que debes entender: cuando digo que dejes de actuar,
no me interpretes mal, no estoy diciendo que no hagas nada.
“Deja de actuar” significa simplemente que dejes
de empujar a la corriente; que te dejes llevar por el río.
Él ya va camino del océano y te llevará
a tu destino, sea éste cual sea: X, Y o Z; eso es imprevisible.
Nadie conoce el punto exacto en que el río se encontrará
con el océano, ni dónde ni cuándo, y
es bueno que nadie lo sepa. Es bueno porque así la
vida sigue siendo un misterio; una continua sorpresa. Uno
se asombra a cada paso y le embarga una profunda admiración.
Admiración
Quien quiere ser admirado es porque no siente respeto por
sí mismo. Somos educados con sentimientos de culpa
que arraigan profundamente en nosotros. Desde el principio
somos reprendidos por los padres, los maestros, los sacerdotes,
los políticos y toda la clase dirigente. A todos los
niños se les repite continuamente un único sonsonete:
«Hagas lo que hagas, no está bien. Estás
haciendo lo que no debes hacer y dejando de hacer lo que deberías
hacer». Todos los niños reciben directa o indirectamente
la impresión de que no son realmente queridos, de que
sus padres están cansados, de que en cierto modo se
los tolera o de que son una molestia. Eso causa una profunda
herida en las personas y da origen al rechazo de uno mismo.
Buscamos admiración para ocultar esa herida. La admiración
es una compensación. Si te respetas a ti mismo, es
más que suficiente; si te gustas a ti mismo, no tienes
necesidad de ninguna admiración y ni siquiera la deseas,
pues en cuanto empiezas a desear la admiración de los
demás, empiezas a comprometerte con ellos. Tienes que
colmar sus esperanzas, pues sólo entonces te admirarán.
Tienes que acomodarte a sus dictados y no puedes gozar de
una vida en libertad.
Adulterio
El significado corriente del término es hacer el amor
con una mujer con la que no estás casado. Pero el verdadero
significado del adulterio es hacer el amor no estando enamorado.
Aunque se trate de tu propia esposa, si no estás enamorado,
hacer el amor con ella es adulterio. Pero el hombre es un
fenómeno complejo: hoy en día puedes estar enamorado
de tu mujer –¡sí, incluso de tu mujer!
Sé que es difícil, duro y que además
es muy raro, pero ocurre–. Hoy en día puedes
estar enamorado de tu propia mujer, en cuyo caso hacer el
amor con ella es una oración, una forma de culto y
una comunión con la existencia. Sólo que esa
comunión también se puede dar con cualquier
otra mujer con la que no estás casado –si hay
amor de por medio, no es adulterio–. Y si lo que hay
por medio no es amor, incluso lo que haces con tu esposa es
adulterio.
Adultos
Todos los niños son inteligentes, mucho más
inteligentes que los llamados adultos. Los adultos son sólo
“llamados”; es muy raro encontrarse con una persona
que sea realmente un adulto. La principal característica
de una persona verdaderamente adulta es que mantiene viva
la inocencia y conserva la mirada asombrada y el corazón
inquisitivo de un niño; la pureza y la claridad del
niño siguen intactas en él. Ha logrado derrotar
a la sociedad; no ha permitido que nadie destruya su inteligencia.
Agua
En todas las tribus primitivas, el agua simboliza la vida.
La vida se basa en el agua: el ochenta y cinco por ciento
del cuerpo humano es agua. Toda la vida, tanto la del hombre
como la de los animales, los árboles y los pájaros,
depende del agua. El agua era uno de los elementos básicos
a los que había que rendir culto. Lo mismo que al sol,
todos los pueblos primitivos rendían culto al agua;
ambos eran venerados como dioses. Y tiene al mismo tiempo
un significado metafórico.
El agua representa varias cosas. La primera es que no tiene
forma, pero puede adoptar cualquiera; tiene la capacidad de
adaptarse a todas las formas. Si la viertes en un tarro, adopta
la forma del tarro, y si la viertes en un vaso, toma la forma
del vaso. Es infinitamente adaptable. Ahí radica su
virtud: no conoce la rigidez. El hombre debe ser como el agua,
y no tan rígido y frío como el hielo.
El agua siempre fluye en dirección al mar. Esté
donde esté, siempre se dirige hacia el mar: hacia el
infinito. El hombre debe ser como el agua y encaminarse siempre
hacia Dios. El agua se conserva pura mientras está
en movimiento: si fluye; y si se queda parada, se vuelve impura:
estancada. Así que tanto el hombre como su conciencia
deben mantenerse en movimiento, siempre fluyendo, y no quedarse
parados en ninguna parte.
Cuando el hombre se queda parado, se vuelve sucio e impuro.
Si el flujo se mantiene y uno está dispuesto a pasar
de un instante al siguiente sin asideros y sin el lastre del
pasado, conserva la inocencia y la pureza.
Ahogamiento
Un buen nadador tiene tanta confianza que casi llega a fundirse
con el río. No lucha contra él, no intenta agarrarse
al agua y no está rígido ni tenso. Si te pones
rígido y tenso, te ahogarás; si estás
relajado, el río se ocupará de ti. Por eso cuando
alguien se muere, su cadáver flota en el agua. Es un
milagro; ¡es asombroso! El vivo se ahogó engullido
por el río y el muerto sencillamente flota en la superficie.
¿Qué ha pasado? El muerto conoce algún
secreto del río que el vivo ignora.
El vivo luchaba; el río era su enemigo. Estaba asustado
y desconfiaba. Pero el muerto, al no estar allí, ¿cómo
podía luchar? El muerto está completamente relajado,
sin la menor tensión, y de repente sale a la superficie.
El río se ocupa de él. No hay ningún
río capaz de ahogar a un muerto.
Alegría
La alegría es muy superior al placer y a la felicidad.
Es mucho más delicada y más suave; más
parecida a una flor. Si tienes que escoger entre las tres,
mejor que te quedes con la alegría. Es una sutil armonía.
Cuando tu cuerpo, tu mente y tu corazón funcionan al
unísono, en profundo acuerdo, aparece la alegría.
El cuerpo contribuye con algo y la mente también, pero
quien aporta la mayor parte es el corazón. La alegría
contiene un poco de placer, un poco de felicidad y alguna
cosa más.
Alemanes
La gente siempre se ha preguntado cómo se las compuso
Adolf Hitler para dominar a una raza tan inteligente como
los alemanes. ¿Por qué? Parece una paradoja
que un hombre como Martin Heidegger, uno de los más
grandes pensadores de la época, apoyara a Adolf Hitler.
Los grandes profesores de las grandes universidades alemanas
dieron su apoyo a Adolf Hitler. ¿Por qué? ¿Cómo
fue posible? Además, Adolf Hitler no era más
que una persona estúpida, ignorante y poco sutil. Pero
tenía algo en su interior de lo que carecían
los profesores, las personas inteligentes y el propio Martin
Heidegger.
Tenía algo en su interior que ninguna persona inteligente
puede tener: certidumbre absoluta. Era idiota, pero podía
hablar sin cortapisas y afirmar cosas como si las supiera.
Era un loco, pero su locura tuvo una gran repercusión:
cambió completamente el curso de la historia humana.
No es de extrañar que los alemanes se sintiesen tan
interesados e impresionados por él. Eran personas inteligentes,
de las más inteligentes del mundo, y la inteligencia
siempre comporta confusión. Ése es el secreto
del éxito de Adolf Hitler. La inteligencia comporta
confusión y la confusión comporta estremecimiento
y miedo; uno no sabe adónde ir ni qué hacer
y empieza a buscar un caudillo. Empieza a buscar a alguien
que pueda decir las cosas con rotundidad; que pueda afirmarlas
categóricamente.
Alerta
Si estás alerta, si tus acciones son cada vez más
conscientes, hagas lo que hagas, no lo harás en estado
de somnolencia. Todos los esfuerzos de la sociedad van encaminados
a volverte automático: a hacer de ti un autómata
y convertirte en un perfecto mecanismo eficiente.
Cuando empiezas a aprender a conducir estás alerta
pero no eres eficiente, porque la alerta consume energía
y tienes que estar alerta a muchas cosas: las marchas, el
volante, el freno, el acelerador y el embrague. Hay tantas
cosas a las que tienes que estar atento que no puedes ser
eficiente; no puedes ir deprisa. Pero más adelante,
cuando te vuelves eficiente, no necesitas ser consciente.
Puedes ir tarareando una canción, reflexionando o resolviendo
un acertijo mientras el coche circula solo. El cuerpo lo asume
automáticamente. Eres más eficiente cuanto más
automático te vuelves.
La sociedad necesita eficiencia, por eso te hace cada vez
más automático: hagas lo que hagas, sé
automático. La sociedad no se preocupa de tu conciencia;
tu conciencia es un problema para la sociedad. Se te exige
que seas más eficiente y más productivo. Las
máquinas son más productivas que tú.
La sociedad no te necesita como hombre sino como dispositivo
mecánico, por eso te hace más eficiente y menos
consciente. En eso consiste la automatización. Así
es como te engaña la sociedad. Te vuelves más
eficiente, pero tu alma está perdida.
Si puedes entenderme: todo el esfuerzo de las técnicas
de meditación tiene que ir encaminado a desautomatizarte,
a ponerte de nuevo alerta y a convertirte otra vez en un hombre,
no en una máquina.
Alienación
Si desarraigas un árbol, empezará a morirse:
su verdor desaparecerá, el follaje no tardará
en marchitarse y nunca más dará flores. La primavera
llegará y pasará sin que el árbol se
entere. Se ha alienado de la existencia. Ya no está
arraigado en la tierra ni en relación con el sol, ni
le queda ningún puente. Está rodeado de muros
y todos los puentes están rotos.
Eso es lo que le ha sucedido al hombre moderno: es un árbol
desarraigado. Ha olvidado cómo relacionarse con la
existencia: cómo musitar a las nubes, los árboles
o las montañas. Ha olvidado completamente el lenguaje
del silencio... pues el lenguaje del silencio es el que tiende
un puente entre tú y el universo que te rodea. El universo
no conoce otro lenguaje. En el mundo hay tres mil lenguas;
pero la existencia no conoce más lenguaje que el lenguaje
del silencio.
Después de la segunda guerra mundial, un general inglés
estaba hablando con un general alemán. El alemán
estaba muy perplejo; dijo: “Teníamos el ejército
mejor pertrechado del mundo, la mejor tecnología de
guerra, el líder más grande que haya conocido
la historia y los mejores generales; además de un ejército
leal. ¿Cómo es que no logramos vencer?, ¿por
qué? ¡Parece francamente imposible que hayamos
sido derrotados! Es increíble; aunque ha sucedido,
¡sin embargo no acabamos de creérnoslo!
Te has olvidado de una cosa –dijo sonriendo el general
inglés–, nosotros solíamos rezar a Dios
antes de cada batalla; ése es el secreto de nuestra
victoria.
¡Pero nosotros también teníamos por costumbre
rezar a Dios cada mañana!– replicó el
alemán.
Sabemos que teníais la costumbre de rezar –exclamó
el general inglés echándose a reír–,
pero vosotros rezáis en alemán y nosotros en
inglés, ¿y acaso os ha dicho alguien que Dios
entienda el alemán?
Cada cual está convencido de que su lengua es la lengua
de Dios. Los hindúes afirman que el sánscrito
es la lengua sagrada, la lengua divina –deva vani–;
Dios sólo entiende el sánscrito. Pero preguntad
a los mahometanos: para ellos, Dios sólo entiende el
árabe; de lo contrario, ¿por qué tendría
que haber revelado el Corán en árabe? Y si preguntáis
a los judíos, Dios sólo entiende el hebreo.
Dios no entiende ninguna lengua porque Dios significa la
totalidad de la existencia. Dios sólo entiende el silencio,
pero hemos olvidado el silencio. Y al olvidar el silencio,
el arte de la meditación, nos hemos alienado.
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