Reflexiones sobre los números
C. G. Jung.- La Interpretación de la
Naturaleza y de la Psiquis.-
Según la concepción de los pitagóricos
(siglo VI A. C.), los números son la clave de las leyes
armónicas del cosmos, por lo tanto, símbolos
de orden cósmico divino. Como «arquetipos divinos»
están ocultos en el mundo y se hacen evidentes al traslucirse
el universo mediante ellos. «Los números no fueron
arrojados a ciegas en el mundo; encajan formando órdenes
equilibrados, como las formaciones cristalinas y las consonancias
en la escala de las notas, conforme a las leyes de la armonía
que lo abarcan todo». Se los considera «vínculos
dominantes e increados de la eterna permanencia de las cosas
intracósmicas». La periodicidad que descansa
en unidades numerables de los ciclos cósmicos debe
haber sugerido la idea de que los números no son meros
auxiliares del orden introducidos por el hombre, sino cualidades
primarias del universo, huellas «absolutas», desprendidas
de poderes sobrehumanos y, por consiguiente, sagrados símbolos
de la divinidad. Según Novalis, «es muy probable
que en la naturaleza exista una maravillosa mística
de los números; también en la historia. ¿Acaso
todo lo importante no es simetría y relación?»
También pueden hablar al sentido estético del
hombre dotado para ello y hacerle experimentar una especie
de extrahumana «armonía de las esferas».
Según Jung, « ... si se toma un grupo de objetos
despojando a cada uno de todas sus propiedades, quedará
siempre, al final, su número, lo cual parece indicar
que el número es algo irreductible». Para Jung,
los números son arquetipos que se han hecho conscientes,
pero aún en casos en que no lo son, pueden surgir espontáneamente
de la mente inconsciente, como pudo atestiguar reiteradas
veces en los sueños de sus pacientes, y en los mitos
y sueños de tribus primitivas de cualquier parte del
globo. Así, serían entidades autónomas
no explicables a través de conceptos, probablemente
con cualidades aún no descubiertas. Como arquetipos,
son preexistentes a la consciencia, teniendo la capacidad
de producir modificaciones en ella. Y agrega: « ...
entonces no sólo algunos números naturales y
combinaciones de números se relacionan con ciertos
arquetipos e influyen sobre ellos, sino que lo inverso también
es verdad. El primer caso equivale a la magia numérica,
pero el segundo es equivalente a explorar si los números,
en conjunción con la combinación de arquetipos
encontrada en astrología, demostrarían una tendencia
a comportarse de alguna manera especial.»
1 El
Uno:
El Tao, el Absoluto, engendra al Uno, voluntad primera hacia
la existencia, impulso activo inicial, representado por el
punto en geometría, por la nota Do en música,
por el "Hágase la Luz» del Génesis,
por el Verbo Cristiano, por el Sol en nuestro sistema planetario.
Pero el Uno, como impulso puro, sólo puede dar el punto
de partida, pues nada puede hacer sin su objeto de acción.
Cuando la luz se hizo, se tuvo que diferenciar del Todo, surgiendo
simultáneamente las tinieblas. El Uno. como todo principio
masculino, va hacia su contraparte receptiva, la que, en cambio,
sólo es.
2 El
Dos:
La posibilidad concreta de producción, de creación,
es el Dos, la polaridad a partir del Uno, en el que cada polo
está presente en el otro, la nota Re, la estructura
de la línea. El Dos. como símbolo, es lo femenino,
quedando así establecida la dualidad, la polaridad
básica indispensable para la existencia. Por un lado,
la voluntad de ser, la luz, lo activo, lo cálido, lo
ascendente, lo masculino, el yang; y por el otro, la voluntad
de no ser. lo oscuro, lo pasivo, lo frío, lo receptivo,
lo femenino, el yin, mutuamente dependientes.
Astrológicamente, el Sol y la Luna, el Fuego y el
Agua, son los dos elementos básicos de la vida; el
primero nos lleva a ascender, a buscar la unión con
lo superior trascendente, y el segundo, a atraer hacia abajo,
transformando lo trascendente en inmanente.
3 El
Tres:
La creación, la persistencia de la vida, depende de
la interacción entre las fuerzas que tienden a ser
y las que tienden a no ser, entre el impulso de ir hacia,
y la paciente espera de recibir y acoger. Como producto de
esta dinámica surge el Tres: fruto liberador de la
tensión entre los extremos, elemento estabilizador,
principio equilibrante, el elemento nuevo a partir de la materia
fecundada. El Tres se yergue como germen de vida nueva, como
la materia en estado creado, como el resultado del uno más
el dos. Considerado como la materia fecundada por el espíritu,
o el triángulo pitagórico original, o la tríada
padre-madre-hijo, el tres es fuente y origen de todas las
cosas existentes a través de sus componentes Sustancia
- Forma - Movimiento. Muchos conceptos han sido simbolizados
con tríadas, triángulos y trinidades en las
diferentes culturas. Esto lo encontramos expresado de diversas
maneras en la mayoría de las cosmogonías existentes.
El sufismo nos habla de la ley de Tres: la fuerza activa,
la fuerza pasiva y la fuerza neutralizante o conciliadora.
El taoísmo, con el Yin, el Yang y el Tao, expresa la
misma idea; remontándonos al antiquísimo Tao
Teh King, encontramos: «El Tao engendra al Uno. El Uno
engendra el Dos. El Dos engendra el Tres. El Tres engendra
las diez mil cosas.» En el hinduismo tenemos a Brahma
- creador - Vishnú - mantenedor - y Shiva - destructor.
La Trinidad en el cristianismo, es la relación entre
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En la Masonería
encontramos el símbolo del triángulo con el
Ojo-que-todo-lo-ve. En Astrología aún hoy se
utiliza un triángulo con su vértice hacia arriba
para designar al elemento Fuego, y uno con su vértice
hacia abajo para el elemento Agua, siendo este último
la materia más insustancial, pero todavía palpable,
para ser insuflada de vida por la forma acaso más substancial
del espíritu, el Fuego. Por otra parte, en la rueda
del zodíaco cada elemento está representado
tres veces, cada una de ellas enfatizando un aspecto del mismo,
que producirá todas las variaciones posibles.
4 El
Cuatro:
El Cuatro tiene entre los números simbólicos
el mayor potencial de asociaciones. Se relaciona con la cruz
y el cuadrado, con las estaciones del año, ríos
del Paraíso, temperamentos, humores corporales, puntos
cardinales, evangelistas, las cuatro letras del nombre de
Dios - YHVH - las fases de la luna, las edades del hombre
- infancia, juventud, madurez y vejez - los elementos astrológicos
- tierra, agua, fuego y aire - las cuatro cualidades alquímicas
- frío, seco, húmedo, caliente - las cuatro
funciones psicológicas, según Jung - intuición,
sensación, pensamiento y sentimiento. Las Cuatros Nobles
Verdades son el fundamento del Budismo. El Cuatro es quien
orienta en el mundo tridimensional: cómo soy, en contraposición
a cómo no soy; dónde estoy, en contraste a dónde
no estoy, adónde voy, en oposición a de dónde
vengo, etc. Es la forma más sintética, la expresión
más elemental de las diez mil cosas creadas; es la
forma condensada de todo lo existente, representando la estabilidad,
lo que se conserva en el tiempo. El Cuatro fusionado vuelve
a representar al Uno, al Todo materializado que, polarizado
y combinado en diferentes proporciones, produce la variedad
de todas las cosas. Todas y cada cosa describen a la totalidad.
Pero cada pequeña totalidad, cada microcosmos, singulariza
un paso dado más allá de la elementalidad de
la materia, un punto adelante que hace que sea esa cosa y
no otra, una esencia que define o determina su naturaleza.
Se lo considera el arquetipo de la totalidad. La «cuaternidad
del Uno» es el esquema para las imágenes de Dios,
como aparece en las visiones de los profetas Exequiel, Daniel
y Enoch, o en la representación de Horus y sus cuatro
hijos, o la de Cristo con los cuatro evangelistas. En alquimia
se habla de «la cuadratura del círculo».
Por medios geométricos se buscaba construir un cuadrado
que tuviera la misma superficie que un círculo dado.
5 El
Cinco:
El Cinco incluye los fundamentos materiales, pero no se limita
a ellos. Viene a ser el vínculo entre el Uno y la diversidad,
el puente que une lo corpóreo con lo divino y que le
da sentido e inserción en un organismo dado. El Cinco
es el éter, la quintaesencia de los alquimistas, magma
fundamental del que emerge toda !a materia. Jung habla de
la Función Transcendente, que es la fusión consumada
de las cuatro funciones, y la simboliza como la cúspide
de una pirámide de base cuadrangular. Son los cinco
sentidos, a través de los cuales el hombre conoce y
aprehende su entorno. Se le describe geométricamente
como el pentágono, de donde se deriva la estrella de
cinco puntas. En ella se inscribe la figura humana con brazos
extendidos y piernas separadas. Es la cruz, con sus cuatro
brazos más la intersección. En música
es el pentagrama, sustrato del sonido original que produjo
la creación, y la nota Sol. Es el hombre unificado,
el que culminó su proceso de individuación,
con consciencia de sí, enfrentado a la materia (el
Cuatro), con la que puede crear, interactuar, sublimar. Él
es el mediador entre los elementos y el surgimiento de lo
nuevo a través de un acto de creatividad.
6 Seis:
El número Seis es la suma de los tres primeros números:
1 + 2 + 3. Representa la cualidad amorosa en la creación,
la armonía y el equilibrio. Simbólicamente,
aparece como la estrella de seis puntas del sello de Salomón,
o escudo de David, constituido por la fusión armónica
de dos triángulos, uno con el vértice hacia
arriba y el otro hacia abajo: lo masculino y lo femenino,
el fuego y el agua. Curiosamente, la pareja humana fue creada
por Dios, según el Génesis, en el día
seis. El Seis es la vibración de Venus, amor y belleza;
en música, la nota La, en geometría, el hexágono.
Es también la atracción y oposición del
mundo humano versus el divino, guiado por el amor, como en
el antiguo emblema hermético: «como es arriba
es abajo». Es la posibilidad de fusión o reflejo
de la trinidad divina del mundo trascendente con la trinidad
humana. El hinduismo habla de los «seis sentidos»:
los cinco corporales más la mente discriminativa, capaz
de separar lo verdadero de lo falso. En astrología
hay seis signos activos - fuego y aire -, y seis pasivos -
tierra y agua. En el I Ching, la respuesta del consultante
está dada en un «recorte del instante»
llamado hexagrama; en él se detiene el tiempo lineal
por un momento para representar la realidad intemporal del
consultante. Cada hexagrama se compone de dos trigramas, dos
veces tres, siendo éste el número mínimo
de fuerzas que constituyen cualquier circunstancia.
7 El
Siete:
Después del tres, es el más importante de los
números sagrados, del 1 al 10. El logro del Siete requiere
de una voluntad activa, una elevada comprensión y un
decidido impulso, pues no es fácil abandonar la quieta
y acogedora estabilidad del seis. Siete eran los planetas
clásicos de la astrología - antes del descubrimiento
de Urano, Neptuno y Plutón - señalados como
responsables de las cualidades y experiencias humanas, y que
dan origen a los nombres de los siete días de la semana.
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento aparecen numerosas
menciones a este número, siempre de connotación
sagrada. Siete son también las notas musicales, los
colores del arco iris, los brazos de la menorah - candelabro
judío - los grandes chakras del hinduismo. En el medievo,
se consideraban siete los dones del Espíritu Santo,
los sacramentos, las virtudes y los pecados capitales, las
artes y las ciencias.
En diversas disciplinas espirituales son siete los peldaños
de prueba para acceder a la realización personal. Siete
son las grandes religiones: mazdeísmo, taoísmo,
hinduismo, budismo, judaísmo, cristianismo, islamismo.
El Siete está formado del cuatro más el tres:
el cuatro el hombre, y el tres la divinidad. En música,
es la nota Si, en el hombre, el predominio del espíritu
por sobre la materia, o el triunfo del espíritu, el
razonamiento perfecto, fruto de la introspección y
análisis. Por último: siete son los Rayos en
los que el Uno se expresa en la Creación, cada uno
con su propia vibración: Voluntad - Poder, Amor - Sabiduría,
Inteligencia Activa, Armonía a través del Conflicto,
Conocimiento Concreto, Devoción - Idealismo y Orden
Ceremonial - Magia.
8 El
Ocho:
El Ocho es el doble del cuatro, representando una escala superior
en el dominio de la materia. Es el octógono geométrico,
la ley de causa y efecto en el mundo tridimensional. Se ha
conquistado el poder en el siete, que ahora es desplegado
en la actividad mundana, donde será tiempo de cosecha
aplicado al mundo exterior; pero automáticamente trae
implícita la advertencia de hacerse cargo, de responsabilizarse
por las propias acciones, pues cada acción genera una
reacción, cada acto trae una ineludible consecuencia.
Así mismo, la octava consciencia - alaya vijñana
o consciencia depósito - del hinduismo es la que contiene
todo aquello que el hombre va capitalizando en su esforzado
camino hacia la evolución, desde el dolor de lo humano
hacia el goce de lo divino. El octavo día de la creación
se considera simbólicamente como la resurrección
de Cristo, razón por la cual a menudo las pilas bautismales
son octogonales. Es como una recreación, el comienzo
de una nueva etapa. expansiva en el mundo terrenal, una vez
conocido lo trascendente. La resurrección proviene
de la lucha, de la muerte al mundo de los deseos, de la liberación
de la rueda de la existencia y del sufrimiento. Esto está
expresado en el Budismo a través del Octuple Sendero,
y en el Sufismo por el símbolo del Octógono.
9 El
Nueve:
El Nueve es la perfección del tres, es el tres al cuadrado.
Se ha alcanzado aquí el punto de desarrollo más
alto, es el hombre perfecto - nueve son las iniciaciones -
el hombre iluminado que prodiga su sabiduría a los
demás. También representa al hombre como tal,
constituido de una trinidad terrena (cuerpo, emociones, intelecto),
una trinidad de su alma y una de su espíritu, El Nueve
es Amor y Luz, fundidos en Sabiduría proveniente del
conocimiento de la Verdad. De igual forma el Eneagrama, con
su estructura nonagónica, constituye una unidad de
luz y amor irradiante, impulsándonos en el camino de
evolución.
10 El
Diez:
El Diez, símbolo de la plenitud y de la perfección,
suma de los cuatro primeros números, está anclado
prácticamente en todas las culturas primitivas de la
tierra, ya que se empezó a contar con los diez dedos.
Están los Diez Mandamientos entregados a Moisés,
los diez «Sephirot» (emanaciones divinas) de la
Cábala, correspondiendo a los diez nombres secretos
de Dios. Es el fin de un ciclo y comienzo de uno nuevo, en
una escala superior. Es nuevamente el Uno, pero el Uno alcanzado,
realizado, no el Uno en sí mismo previo a la creación.
Es el Uno logrado a partir de una consciencia evolucionante
que recorrió todos los estados evolutivos. Se ha alcanzado
el eterno ahora, que prepara para un nuevo comienzo; todas
las posibilidades están a disposición, y con
total libertad de discernimiento se podrá escoger la
próxima escala a realizar.
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