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Artículo original:

biancaatwell.com

 

La Catarsis. Investigaciones de conducta colectiva...

por Bianca Atwell

El superorganismo humano

Teniendo en cuenta que nuestro cuerpo está formado de millones de seres que tienen un ADN no humano (miles de colonias de microorganismos que se incorporan a nuestro cuerpo desde fuera) y que viven en simbiosis, sabemos hoy que este superorganismo que somos, se conforma y se conduce por la vida a través de miles de convenciones que hacen esos seres que nos forman, para un objetivo común, que el cuerpo viva.

Esto se llama estigmergia, y es la propiedad que tienen las colonias de seres vivos para ponerse a trabajar en un objetivo común, en este caso la supervivencia.

Para ello, no solo necesitan la programación de su ADN, sino también sistemas de comunicación entre ellos.

Los millones de bacterias, hongos y demás microorganismos de nuestro cuerpo, incluidas nuestras células humanas, se comunican entre ellos con distintas señales químicas pero sobre todo vibratorias.

Esto conforma una inteligencia colectiva, que de algún modo también se comunica con esa “persona” o ser, que llamamos la consciencia del yo.

El superorganismo, nuestro cuerpo, envía mensajes de su inteligencia, su estado y su intención, mensajes para que sean percibidos por esa consciencia que llamamos “yo”.

Si cuando pilotamos un coche, la palanca de cambios, el freno, el embriague, el acelerador y el volante son las interfaces por las cuales el piloto se comunica con el coche, la conciencia del “yo” envía señales al cuerpo a través del pensamiento y la actitud y el cuerpo envía señales a través de las emociones.

Todos esos seres que nos forman, utilizan canales de comunicación emocionales para transmitirnos su estado y sus intenciones.

Así el dolor, el miedo, la alegría, son señales emocionales que indican a su vez el estado estigmérico de todo el superorganismo, de toda la consciencia colectiva de nuestras colonias de microorganismos, al Ser (el yo) que de algún modo parece habitar en nuestro cuerpo y usarlo para experimentar.

Las emociones están diseñadas para transmitirse. Son un lenguaje, un conjunto de señales de comunicación.

Ese lenguaje tiene la capacidad de transmitirse rápido y de una manera muy eficiente no solo entre los microorganismos que nos forman, sino también entre el superorganismo entero y el resto de seres vivos con los que estamos en contacto.

NOS TRANSMITIMOS ENTRE TODOS EL “ESTADO”.

¿Para qué sirve esta función?

Toda emoción tiene una forma de ser transmitida. Cambiamos los gestos de la cara, cambiamos el color (nos sonrojamos o nos ponemos pálidos), cambiamos la postura del cuerpo. Este mismo proceso lo podemos ver en todos los seres vivos. Todos, entre todos, se transmiten el “estado”.

Esta función ha sido diseñada para la auto-regulación de una unidad de seres vivos llamada biomasa, lo que conforma una de las capas de la Tierra: la biosfera.

Para que el planeta entero pueda auto-regularse, necesita de una sincronicidad entre las especies que conforman la biomasa, y esa sincronicidad y a veces la transmisión de señales a tiempo “record” se lleva a cabo a través de otro diseño evolutivo, una mente no local llamda Noosfera. Un campo de transmisión de información evolutiva y principalmente para la auto-regulación de todo lo vivo.

La auto-regulación (función básica de todo ser vivo) es indispensable para la adaptación a los cambios medioambientales.

La Catarsis

Habiendo entendido este proceso, ahora podemos seguir hablando de otro concepto que es el de la limpieza y optimización de los canales emocionales.

Los canales emocionales naturales en el ser humano, han sido y siguen siendo obstruidos por la educastración y la programación mental a la que nos vemos sometidos en los sistemas de dominación en los que vivimos.

El “estado” de todas esas colonias conformando la inteligencia colectiva de nuestro cuerpo, debe usar los canales de expresión de su propio lenguaje, no solo para que nosotros seamos conscientes del estado de nuestro cuerpo, sino para que los otros seres vivos que conviven con nosotros puedan sincronizarse para la auto-regulación que permite un estado óptimo global de la biosfera.

Pero para que la información fluya en esos canales y se exprese (llegue a los receptores de dicha información), deben estar libres, desbloqueados.

Ahora mismo, en nuestras sociedades los canales emocionales están bloqueados, están sucios e intervenidos por señales que no pertenecen a su naturaleza.

Por ejemplo una de las emociones que NO TIENE CORRELATO BIOLOGICO natural, es la culpa.

El sentimiento de culpa es como un virus que habita en los canales emocionales, rompiendo el código del lenguaje de la inteligencia colectiva.

Es una emoción cuyo correlato biológico es la inmediata bajada de defensas en el sistema inmunológico y el bloqueo de los canales de expresión de la información emocional.

La culpa se nos introduce a través de las religiones, y afecta al devenir de la inteligencia colectiva, propiciando que la vergüenza, el miedo al qué dirán y la baja auto-estima, impidan que podamos expresar nuestro estado en forma correcta, clara y coherente al resto de los seres vivos.

El proceso de la catarsis, fue observado ya por Aristóteles en las representaciones teatrales de la antigua Grecia, pero en este caso era una catarsis indirecta…era el personaje, el actor, el que representaba las emociones, logrando de alguna manera que el espectador pudiese experimentar en sí mismo, esta función básica de todo organismo vivo: el sentir y transmitir lo que se siente.

El teatro así, fue una forma de que se abandonaran paulatinamente las funciones básicas catárticas humanas: la danza tribal, los cantos colectivos, etc. y se trasladaran al dominio exclusivo de los actores.

De hecho, este proceso llegó ahora al punto de que la televisión, el cine y el espectáculo hagan un uso virtual de esta función básica, donde las emociones son dirigidas desde el medio, haciendo que el espectador “sienta” emociones que no se sincronizan con el momento presente.

Por lo tanto cuando estamos en el cine viendo una película de terror, nos contagiamos el miedo en un momento en el que no existe un miedo real, sino uno ficticio, pero nuestro organismo responde como si fuese real, y vuela la adrenalina en el ambiente creando una situación biológica manipulada desde el exterior y que no se condice con la situación biológica real de adaptación al medioambiente.

Nuestros canales emocionales ahora mismo están interceptados, bloqueados y manipulados por quienes gobiernan día a día nuestra conducta.

Para limpiarlos, para que puedan volver a estár en capacidad plena, para ser utilizados realmente para lo que fueron diseñados, la CATARSIS COLECTIVA es un método rápido y efectivo.

Tenemos muy pocas posibilidades de practicar catarsis colectivas.

A veces lo podemos hacer en un estadio de fútbol, cuando nos olvidamos de los prejuicios o de la vergüenza y comenzamos a gritar o cantar, contagiándonos entre todos un estado festivo que permite que se sincronice la multitud en un solo rango de frecuencias musicales. La famosa “ola” que se practica en los estadios mundialistas, responde también a un proceso de catarsis colectiva.

En un tiempo en la Argentina, cuando los gobiernos de facto sometían con su bota a los ciudadanos y les impedían vivir en paz, alguien dijo “si la población no pudiese ir a gritar todos los domingos a la cancha y descargarse con ello, se armaría una guerra civil“.

De hecho, las fiestas populares que propician las catarsis colectivas como el Carnaval, han sido prohibidas por varios gobiernos de facto para evitar los procesos de inteligencia colectiva.

Como esos canales emocionales están interferidos, bloqueados o infectados de información tendenciosa, la práctica asidua de catarsis colectivas nos asegura una buena salud biosférica.

El humano ha utilizado desde tiempos ancestrales la danza y el canto tribales, para limpiar los canales emocionales y mantener un lenguaje común y sincronizado entre todos los individuos y sus superorganismos.

Pero hoy, hemos dejado de bailar (por suerte Brasil sigue siendo un país habitado por una de las culturas que sigue utilizando en algunas regiones, la danza en las calles, en cualquier momento y en cualquier lugar, además de ponerse la gente a hacer música percutiendo hasta los asientos de los buses públicos cuando se les da la gana.), hemos dejado de cantar en grupo, o de simplemente celebrar la vida riendo.

La risoterapia es una herramienta maravillosa de catarsis colectiva, y los conciertos de música en los que el artista impulsa al público a compartir la experiencia desde la expresión libre de las emociones.

Nos ponen coto a la expresión. Un cuerpo humano reacciona a la música con ganas de bailar, de moverse… “e-moción”.

Pero en la actualidad somos nosotros mismos, corderos degollados, que si vemos a una persona bailando por la calle, dejándose llevar por la mismísima naturaleza que impulsa escuchar un ritmo…lo vemos como ridículo.

Eso no sucede en Brasil, donde ver a una persona bailando en cualquier lugar es algo tomado como lo que es: perfectamente natural. Una reacción lógica de nuestro superorganismo al recibir una vibración rítmica.

Bailar, hacer música, cantar…algo tan humano y ancestral que hemos practicado durante millones de años…ahora solo queda reducido a los ámbitos artísticos. Como si solo los artistas tuviesen “permiso” para hacer, lo que son funciones básicas del organismo humano.

Hemos dejado que se censure la expresión misma de nuestros organismos, de su función básica social de expresar el “estado” de forma clara.

Yo he comenzado a estimular la catarsis en mis presentaciones, no siempre, pero en situaciones puntuales donde mis incursiones me permiten intuir la capacidad de la audiencia presente para soltarse y largar para afuera.

En todos los casos, ha sido una experiencia maravillosa comprobar cómo se transforma el estado de las personas luego de una catarsis colectiva. Las espaldas están más rectas, desaparecen los ceños fruncidos, hay un estado de relajación que se puede sentir en el ambiente, y un bienestar colectivo que no tiene precio.

 


 
 
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