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La sala de la meditacion
de las Naciones Unidas
Primer Templo de la New Age
En el edificio de las Naciones Unidas en Nueva York una pequeña
sala abierta al público es quizás la única
estancia en donde se respire el mismo aire e idéntica mentalidad
que dieron origen a esta institución hace medio siglo. La
"Sala de la Meditación", en efecto, está
todavía hoy abierta al público para que gentes de
distintos pueblos y razas, procedentes de horizontes culturales
y geográficos, en ocasiones antípodas, puedan hacer
votos por la paz y la fraternidad humana, es decir, unas nobles
intenciones en cuya plasmación las Naciones Unidas han cosechado
ya múltiples y dolorosos fracasos.
Pero esta sala no es solo un lugar construido con un afán
moralista encomiable. Es también, y sobre todo, un espacio
trazado y decorado según un preciso esoterismo geométrico
que evidencia la influencia de sociedades secretas sobre la institución
internacional.
EL MISTERIO DEL SALON DE LA MEDITACION
Ciertas obediencias masónicas y determinadas corrientes del
neoespiritualismo contemporáneo, consideran que el inicio
de la Era de la Luz coincide con la fundación de las Naciones
Unidas; es en ese preciso instante cuando los principios filantrópicos
y humanistas que dieron vida a la masonería especulativa
en 1717 adquieren un carácter universal al ser asumidos por
esta organización internacional.
Para mantener vivos y perpetuar estos principios se construyó
el "Salón de la Meditación" en el edificio
central de las NN.UU. en Nueva York. Se trata de una planta trapezoidal
de 9 metros de largo y cuyas pareces paralelas desiguales miden
3 y 6 metros respectivamente. El eje está orientado hacia
el noreste y en su centro se encuentra una mesa metálica
de 1 x 2 metros, construida en magnetita (piedra imán). Dicho
bloque, debe pesar varias toneladas y está sostenido por
una columna cuadrangular de cemento armado que se hunde más
allá de los sótanos y los cimientos del edificio,
hasta llegar a la capa de roca sobre la que se asienta éste.
En la pared más pequeña -la de 3 metros- se exhibe
un fresco del pintor sueco Bo Beskow, de estilo abstracto, cuyas
dimensiones son 2,60 m. de alto por 1,80 de anchura.
La visita a este "Salón" es libre; dos policías
custodian la puerta acristalada que da acceso a un corredor oscuro
que conduce hacia la izquierda. Este pasillo supone un fuerte contraste
con la iluminación a base de fluorescentes que le ha precedido.
En efecto, el corredor se encuentra prácticamente en penumbra.
A su término, tras seis metros de recorrido casi tenebroso,
a la derecha, el visitante encontrará la puerta de esta extraña
sala. Verá el altar magnético iluminado de forma particular:
una lámpara pendida del techo desprende un haz de luz sobre
el altar, el cual, por efecto lumínico, emite reflejos azulados
de refracción. Completamente insonorizada, está "cámara
de aislamiento sensorial, contrasta con el bullicio exterior; según
quienes la han visitado, el silencio de la estancia consigue aturdir.
El suelo está recubierto de moqueta azul y el fresco se encuentra
iluminado de tal forma que se consigue ver su superficie pero no
el marco que lo contiene. Cinco puntos focales, discretamente situados
en los lados del salón, completan la iluminación.
Tras el altar y entre él y la pared de 6 metros se encuentran
algunos bancos para que el público pueda cumplimentar la
función para la que ha sido creado el salón: la meditación.
UNA GEOMETRIA SORPRENDENTE
Examinemos con más detenimiento la sala. Lo primero que se
advierte es que las proporciones de la misma están en relación
3 - 2 - 1: una longitud de 9 m. y 6 y 3 en cada uno de los lados
paralelos. Estas medidas, proporcionadas, así como la presencia
de un altar en el centro, nos indican que nos encontramos en un
lugar "mágico". Si proseguimos nuestro análisis
geométrico de la sala advertiremos que dispone de cualidades
sorprendentes.
Si trazamos una línea recta desde cada ángulo de la
sala hasta su opuesto advertiremos que el altar de magnetita se
encuentra situado en el centro geométrico.
Trazando a partir de ese centro una circunferencia tal que su perímetro
toque los cuatro vértices del trapecio, la base del mismo
será, a su vez, la base que nos servirá para trazar
una estrella de cinco puntas.
Esta estrella en la simbología masónica y, en general,
en todos los esoterismos, es el símbolo del hombre. Los presocráticos
lo conocían y de él dijo Pitágoras que "era
el más poderoso de todos los signos". Así pues,
la sala y el altar no están consagrados a dios alguno, sino
al hombre.
Prolongando sobre el plano la longitud de las dos paredes convergentes,
más allá del fresco, irán a converger en un
punto situado a 18 metros de la pared base del trapecio. No podía
ser de otra manera, si tenemos en cuenta que los lados paralelos
tienen unas dimensiones de 3 y 6 metros, es decir, en proporción
1 a 2, y que la distancia que lo separa son 9 metros (9 x 2 = 18
m.).
Si en este punto de convergencia de las prolongaciones de ambos
lados apoyamos el compás y lo abrimos con cualquier ángulo,
trazaremos un círculo que tendrá una propiedad sorprendente:
el ángulo formado por esas prolongaciones de los dos lados,
marcará sobre el círculo un ángulo tal que
estará en condiciones de dividir la circunferencia en 19
partes iguales. Hay que señalar que desde el punto de vista
matemático esta división es imposible ya que la división
no nos da un número exacto, sino un período constante.
Ahora bien, el problema de dividir un círculo en 19 ángulos
iguales si tiene una resolución geométrica: la que
acabamos de apuntar.
Diecinueve, numerológicamente es 1 + 9, es decir, 10, el
final de un ciclo, el retorno a la unidad (1 + 0 = 1). Los números
clave de este enigma son el 5 (número del pentáculo
inscrito en el círculo trazado tomando como base el altar
y los cuatro ángulos de la sala) y el 10 (1 + 9, derivado
de las 19 partes en las que se puede dividir el círculo trazado
tomando como centro el punto de confluencia de los dos lados convergentes).
Existe entre estos dos números, el 5 y el 10, la misma relación
existente entre el macrocosmos y el microcosmos. Si el 5 es el número
del Hombre, el 10 es el número del Todo, de la Unidad infinita
y del origen de todas las cosas. La khábala judía
atribuye al número 10 la letra Yod, inicial de Israel, de
Yavhé y del gran patriarca Jacob. El color que la kábbala
le relaciona es el color azul celeste, que es el mismo que encontramos
en la bandera de las Naciones Unidas y en la moqueta que cubre el
suelo del "Salón de la Meditación"
El significado simbólico del conjunto está, en este
punto, completamente elucidado: el Salón de la Meditación
es un espacio "humano" (marcado con el número 5)
a través del cual se puede acceder al espacio trascendente
(señalado por el 10).
Esta explicación está acorde con la que el autor del
fresco, el pintor Bo Beskow, dio del mismo: "Todo lo que he
intentado hacer al pintar el cuadro fue abrir la pared, dejar que
el ojo viaje más lejos, abrir la mente, provocando una meditación".
Un folleto publicitario del "Salón" corroboraba
este orden de ideas: "cuando sus ojos viajen desde estos símbolos
a la pared frontal [la del fresco] encuentran un camino sencillo
abriendo el salón a la armonía, solidez, libertad
y equilibrio del espacio". Mas allá del cuadro, sobre
el plano, la convergencia de las paredes resuelve la imposibilidad
matemática de dividir 3601 en 19 partes iguales.
UN ALTAR DE MAGNETITA, LA PIEDRA MAGICA
El altar situado en el centro del Salón fue donado por el
gobierno sueco y es el mayor bloque de este mineral encontrado hasta
la fecha. Fue desbastado y se le dio forma de ara. Llama particularmente
la atención la innecesaria prolongación de la columna
que lo sostiene hasta más allá de los fundamentos
del edificio.
En el folleto que entregan a la entrada del Salón, escrito
bajo la supervisión del propio Dag Hammarskjold (primer secretario
general de las Naciones Unidas) no encontramos una explicación
válida para tanto esfuerzo: "[el altar] nos recuerda
también lo que es firme y permanente en un mundo de movimiento
y cambio. El bloque de mineral de hierro tiene un peso y una solidez
de lo que dura siempre. Es un recuerdo de la piedra angular de perseverancia
y fe sobre la cual todo esfuerzo humano debe basarse". Pero
ninguna palabra se dice en relación a la costosa columna
que sostiene el altar, ninguna explicación de por qué
se optó por hacerla así y no limitada en profundidad
por el suelo del Salón.
Si hemos de interpretar los hechos objetivos, está claro
que nos encontramos ante un intento de aprovechar las corrientes
telúricas subterráneas, a través de la columna
que sostiene el altar y de la que éste sería un condensador.
Tal condensador de energía telúrica (en zonas campesinas
en Francia y en otras tradiciones se habla de la "Wouivre",
serpiente que corre bajo la tierra; tradiciones corroboradas por
la ciencia moderna con el nombre de "líneas geodésicas",
aquellas que marcan zonas en donde el magnetismo terrestre es más
acusado) sería un elemento que ayudaría a la concentración
y meditación del visitante.
UN CUADRO ABSTRACTO, UNA GEOMETRIA MISTERIOSA
Queda por examinar el misterioso fresco de Bo Beskow. Que no se
trata de un cuadro abstracto realizado al azar está claro
tras una ojeada somera. Está compuesto por 72 figuras geometrías,
de las que 22 son triángulos; en la parte superior izquierda,
esquematizada, se encuentra una media luna, cuya circunferencia
interior es equidistante del centro de la otra circunferencia, completa
esta, pero partida en dos colores, que se encuentra en la mitad
superior derecha.
Cortando el cuadro de arriba a bajo, una diagonal inclinada se ve
recorrida por una línea curva que, yendo y viniendo, la atraviesa
en nueve ocasiones. Los colores dominantes son grises y los tonos
azules claros, pero también hay franjas y amarillas. Destaca
sobre todo, la media esfera negra. En el comentario publicado al
ser inaugurada la sala en la Revista de las Naciones Unidas, se
podía leer: "Como un punto de descanso para quien mira,
el autor pintó una mancha negra en medio de los colores pálidos,
un medio círculo en el cual todas las líneas del fresco
convergen".
)Cuál es el significado -si lo tiene- de todo esto? El cuadro
fue encargado directamente por Dag Hammarsjold (notorio francmasón)
y exhibido por vez primera en noviembre de 1957; "no tiene
título, vd. puede interpretarlo como quiera". Pero tras
la aparente anarquía de colores y formas, se percibe un ritmo
y una síntesis simbólica no desdeñable. Hasta
ahora hemos visto que incluso el más pequeño detalle
del Salón de la Meditación no está hecho al
azar, todo tiene su significado y su porqué, su símbolo
y su sentido )por qué habría de ser de otra manera
con el cuadro?
Las 72 figuras geométricas son el resultado de dividir los
3601 de la circunferencia, por 5. Esta cifra es, según la
Khábala, la que indica los 72 nombres de Dios, derivados
de permutar las cuatro letras del Tetragramaton (JHVH = Jehová)
todas las veces posibles. El número de triángulos
es igualmente significativos: 22 son, ciertamente los Arcanos Mayores
del Tarot y el Loco (el comodín de las barajas modernas).
El origen del número 72 se remonta a la parte más
problemática de la tradición egipcia. Existió
una leyenda que aludía a los "72 Compañeros de
Seth". Si la mencionamos es por que dicha leyenda es manejada
en algunas obediencias para-masónicas y en medios ocultistas.
Seth, dios de la cabeza de asno, estaba rodeado de 72 compañeros
que le secundaron en el asesinato de Osiris y en la persecución
de Isis.
Es evidente que Seth y sus compañeros constituían
en la leyenda un "colegio iniciático" opuesto a
Osiris. Si Osiris encarna el orden y la naturaleza uránica,
luminosa y solar, estable o, por decirlo en términos clásicos,
apolínea y olímpica, Seth, el Tifón griego,
era el símbolo del caos. A partir de Egipto aparecen dos
líneas opuestas: la iniciación y la contra-iniciación,
respondiendo respectivamente a los linajes de Osiris y de Seth.
La tradición egipcia explica el "misterio de la decadencia"
-el descenso progresivo de situaciones de orden a un alejamiento
progresivo y a formas crecientes de caos- por el desmembramiento
del cadáver de Osiris en 14 partes (1 + 4 = 5, el número
del "hombre cósmico") de las cuáles Isis
recupera 13; falta el falo -el poder entendido de una manera contingente-
que, conservado por Seth, es la fuente de su poder. Puede decirse
que existe "contra-iniciación" en el momento en
que una sociedad de pretensiones esotéricas como la masonería,
abandona sus objetivos metafísicos y se aplica a la búsqueda
del poder.
Desde el momento en que el Conde de Cagliostro, en el siglo XVIII,
introdujo en la masonería el interés por los misterios
egipcios y creó un rito específico inspirado en la
magia sethiana -el Rito Egipcio, transformado luego en Ritos de
Menphis y Misraïm- un virus se extendió en las logias.
La búsqueda del poder temporal se convirtió en una
práctica habitual entre los franc-masones, a través
de la inspiración intelectual, en ocasiones, y de la acción
directa, en otras, de las revoluciones liberales, del siglo XIX
y principios del XX. Nuestra tesis es que un sector de la masonería
y la totalidad del ocultismo contemporáneo -a partir de la
Hermandad Hermética de Luxor- derivan de éste aspecto
problemático de la tradición egipcia o se inspiran
en él: de ahí que el caos representado por el dios-asno,
cabalgue sobre ellos y de ahí que, consciente o inconscientemente,
sean vehículo de disolución y crisis.
Volviendo al cuadro de Bo Beskow, es significativa esta inclusión
de 72 figuras poligonales. Y es así mismo significativo que,
como estamos viendo, sea posible vincularlo a una obra de inspiración
masónica y ocultista. Por que es posible seguir haciendo
una exégesis ocultista.
En cuanto a la diagonal, por ejemplo, situada transversalmente en
el cuadro de arriba a abajo, es, a su vez, atravesada por una curva
serpentina que en nueve ocasiones. El 9 corresponde a la letra hebrea
Teth que simboliza a la Serpiente de la Sabiduría; las nueve
interferencias de la curva sobre la recta determinan en ésta
diez secciones, equivalentes a las diez sephiras de la khábala
hebrea.
El cuadro es, para nosotros, una representación abstracta
del "hombre primordial", el Adam Kadmon de la Khábala
y cuya columna vertebral es la línea diagonal atravesada
por la Serpiente de la Sabiduría. Este hombre primordial
debe atravesar todas las situaciones posibles de la vida (los 22
arcanos del Tarot), para poder vivir realizarse plenamente: tal
es lo que se pretende lograr con la "Sala de la Meditación".
En la cosmogonía ocultista en función de la cual se
creó esta Sala, no se pretende aludir a un solo hombre, sino
a toda la especie humana. "Mirar a través de la pared"
es lo que nos recomienda su autor, "más allá
del cuadro", pero teniendo en cuenta que la sala es trapezoidal,
la prolongación de los lados convergentes de la misma, al
unirse idealmente más allá de la pared, forman un
triángulo: el "Delta Luminoso" presente siempre
en las logias masónicas de la tendencia que sea, este símbolo,
también llamado "el ojo que todo lo ve", corresponde
a la divinidad. Tal es la explicación final: la "Sala
de la Meditación" pretende rendir culto a la humanidad,
a una humanidad realizada y divinizada. Puede decirse que esta concepción
que nace en algunos medios masónicos y ocultistas norteamericanos,
con la creación de las NN.UU., se universaliza. Para este
sector, el "pueblo elegido", no es el judío, ni
el norteamericano, sino la humanidad entera. Parece reproducirse
la misma relación que existió entre la concepción
hebrea de "pueblo elegido" y la universalización
paulista posterior a la prédica de Cristo.
UNA CORRIENTE DEL NEO-ESPIRITUALISMO NORTEAMERICANO
La creación de la Sala de la Meditación no constituyó
un hecho aislado. El Consejo Mundial de las Iglesias ejerció
presión sobre la ONU para instalar la Sala en cuestión,
hasta que el 18 de abril de 1949, Trygve Lie, primer secretario
general de la ONU, anunció que se instalaría la sala
en el edificio central de la organización, entonces todavía
en construcción. Este Consejo fundado en 1948, agrupa hoy
a 332 iglesias de un centenar de países. En 1992 surgieron
fricciones en el interior; en efecto, durante la Asamblea de la
organización celebrada en Camberra, los delegados atravesaron
una doble hilera de hojas ardiendo, que despedían una densa
humareda; se trataba de un rito de "purificación";
algunos delegados protestaron por lo que consideraban una práctica
"pagana y animista".
En 1946, el Movimiento de los Laicos Cristianos había realizado
la misma propuesta de instalación de una "sala de meditación"
en el edificio de las NN.UU., en 1946. Su secretario Weyman C. Huckaber,
pastor metodista, recibió donativos durante 5 años
del Fondo Davison, gerenciado por John Rockefeller, para estimular
un proyecto paralelo. En efecto, el Movimiento de los Laicos Cristianos,
instaló en el segundo piso de su propio local otro "Salón
de la Meditación". Es significativo que este grupo dispone
de una biblioteca excepcionalmente bien dotada en temática
religiosa y ocultista. El fondo originario de dicha biblioteca fue
legada por Thomas Sugre y en su lomo presenta una curiosa e inequívoca
señal: una T y una S (dibujada con forma de serpiente) superpuestas
con una flor de loto encima. Es evidente que dicho símbolo
es una esquematización del Ankh egipcio o "lleva de
la vida", un símbolo muy apreciado por la teosofía
y algunas corrientes masónicas y que remite nuevamente al
esoterismo faraónico.
En la Sala de la Meditación de las NN.UU., se colocó,
poco después de su apertura, en 1955, un fragmento de un
árbol del Africa francesa, contaba con 300 años de
antigüedad y pesaba cerca de 400 kg. La idea partió
de Wallace Harrison, director del equipo de arquitectos que planearon
el edificio de las NN.UU. y co-arquitecto y director del Rockefeller
Center. Al colocarse luego el altar de magnetita, el fragmento del
árbol (verosímilmente una rememoración del
"árbol de la vida") fue trasladado precisamente
a la Sala de la Meditación del Movimiento de Laicos Cristianos.
A partir de 1953 se organizaron los "Amigos del Salón
de la Meditación", organización que pronto contó
con 1500 miembros que obsequiaron libros en blanco para que los
visitantes dejaran su firma, datos personales y confesión
religiosa. Warren R. Austin, ex-delegado permanente de los EE.UU.
en la ONU, encabezaba este grupo de amigos y, al mismo tiempo, pertenecía
al Movimiento de Laicos Cristianos. En los años 50, esto
revestía un auténtico culto religioso autónomo
y sincrético. A mediados de la década se habían
repartido 300 tarjetas de identificación a personas que iban
regularmente a orar a la Sala de la Meditación. En los años
1953 y 54 se celebraron "Jornadas de Oración".
También aquí la familia Rockefeller donó a
esta asociación de "Amigos del Salón" cuantiosas
sumas, siendo el otro benefactor, el propio secretario general Dag
Hammarsjold. Ambos eran franc-masones.
Una rama disidente de la teosofía norteamericana, pero similar
en todo a la matriz común, la "Escuela Arcana"
apoyó entusiásticamente todas estas iniciativas a
través de su "Boletín Buena Voluntad Mundial".
En el número especial de julio de 1957, se aludía
ampliamente a la sala de la Meditación con particular referencia
al altar de magnetita: "uno siente como si estuviera en presencia
de algún talismán de natural noble y significativa
importancia", habían escrito los discípulos de
Alice Ann Bailey. De esta "influencia" debía partir
el "nuevo punto de arranque en el pensamiento religioso".
La Escuela Arcana difundía las obras de su fundadora, similares
en extensión, contenido e inspiración, a las escritas
por Helena Petrovna Blavatsky, fundadora de la Sociedad Teosófica.
La Bailey, como la Blavatsky, decía ser "inspirada"
entidades "astrales", pero no a través de la escritura
automática, como en el caso de la Blavatsky, sino por "clariaudiencia",
cualidad paranormal de la que decía estar dotada. Gracias
a ella, podía escuchar la voz del "maestro" Djwal
Khull, "El tibetano" y redactar sus libros al dictado
de él. Este "maestro", conocido a veces solo por
sus iniciales D.K., aparecía también en la historia
de la teosofía y fue uno de los que la Blavatsky declaró
como sus inspiradores.
Surgida de la Sociedad Teosófica de Los Angeles, no se entiende
bien por qué los "mahatmas" y las "entidades
astrales" se tomaron la molestia de susurrar miles de páginas
muy similares en contenido a las que ya había escrito la
Blavatsky. La querella entre las dos ramas teosofistas se saldó
con el abandono de la Bailey y sus partidarios de la sociedad matriz
y su extensión a diversos países a partir de la sede
central de Nueva York, desde donde distribuyen programas gratuitos
de ocultismo por correspondencia.
Es difícil valorar en su justa medida algunos escritos de
Alice Ann Bailey. Así por ejemplo escribió: "Dejad
que la luz, el amor y el poder restauren "El Plan" sobre
la tierra. Se instaurará un mesías con un nuevo gobierno
mundial y una nueva religión mundial, con numerosos fines
políticos, sociales y económicos". Esto constituía
algo más que palabras: las NN.UU. pretendía ser el
germen de un "gobierno mundial", mientras que la "Sala
de la Meditación" debía serlo de la "nueva
religión mundial".
La Bailey solo tiene unos miles de partidarios en todo el mundo,
pero es evidente que se hacía eco de una tendencia que gozaba
de fuerza y prestigio en las más altas esferas internacionales.
En la época de la fundación de las NN.UU., la "Escuela
Arcana", era uno de los grupos que con mayor insistencia proclamaba
el advenimiento del "tiempo nuevo" y de la "era de
la luz", señalados por la creación de las NN.UU.
"Lucis Press" es el nombre de la empresa difusora de las
obras de Alice Ann Bailey. Originariamente la empresa se llamó
"Lucifer Publishing Company", significativo nombre que
cambió el 11 de noviembre de 1924...
El mundialismo cosmopolita y pacifista revistió, gracias
a todos estos grupos, el carácter de una verdadera religión.
A partir de la V Asamblea General de las NN.UU., coincidiendo con
la inauguración del Salón de la Meditación,
los trabajos se realizan después de guardar un minuto de
silencio y meditación. A partir de la VII Asamblea General
se estableció como norma este minuto de silencio.
A medida que el tiempo fue pasando, las ilusiones iniciales se desvanecieron
poco a poco y las organizaciones que hasta ese momento eran preeminentes
y con iniciativa, se esclerotizaron en mayor o menor medida o se
estancaron en su crecimiento e influencia. Pero es evidente que
durante un tiempo, grupos ocultistas derivados de la teosofía,
un sector de la masonería americana y distintas asociaciones
mundialistas que enarbolaban la bandera del ecumenismo protestante
y que, estaban excepcionalmente influidas por estas mismas corrientes
masónicas, concibieron la idea de forjar un culto nuevo adaptado
al tiempo que también consideraban nuevo.
Pero a pesar de su maniobrabilidad, de las altas complicidades de
las que se beneficiaron (los primeros secretarios generales de las
NN.UU., los Rockefeller, etc.), el tiempo se encargó de diluir
estas esperanzas y la realidad las colocó en su lugar adecuado.
Hoy subsisten, pero con un impulso atenuado y con una vida latente
e inercial.
Después de los sucesos que ha tenido que vivir la humanidad
en los últimos 50 años, sería raro que la idea
de la "era de la luz" continuara ligada a la existencia
de las NN.UU.
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