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La función
de los virus en la evolución
Máximo Sandín
La llamada "revolución molecular" producida en
los últimos veinte años, ha aportado una gran cantidad
de información detallada sobre la estructura y función
de los últimos componentes fundamentales de los procesos
biológicos. Los, a veces, espectaculares hallazgos especialmente
de la genética molecular y del desarrollo, alcanzan una resonancia
en los medios de comunicación que raramente se concede a
cualquier otra materia científica. Sin embargo, resulta sorprendente
(o tal vez no) que una ciencia tan pujante (incluso tan "de
moda"), se haya convertido en una acumulación de datos,
cada vez más minuciosos y, al mismo tiempo, cada vez más
desconectados entre sí, incluso contradictorios en muchas
ocasiones. Esta situación es consecuencia de la inevitable
especialización a que se ven obligados los científicos,
para profundizar más y más en sus campos de estudio.
Y así, se ha llegado a una auténtica incomunicación
entre distintas disciplinas, cuyas diferentes perspectivas son imprescindibles
para una adecuada interpretación de los datos. Pero, si tenemos
en cuenta que se publican 35.000 revistas científicas, que
arrojan la ingente cantidad de unos 20 millones de artículos
anuales, nos encontramos con que, cada especialista, no dispone
de tiempo suficiente (naturalmente descontando el imprescindible
para dormir y demás necesidades fisiológicas) para
estar al corriente de todo lo que se publica sobre su materia de
estudio, y mucho menos de otras disciplinas.
La consecuencia es una especie de "autismo científico"
que conduce a que, en cada disciplina, no se conceda la menor importancia
o el menor significado a descubrimientos procedentes de otras, que
si se interrelacionan, hacen tambalearse el concepto unificador
de la Biología: la Teoría de la Evolución.
Es decir, nos podemos encontrar con la paradoja de disponer de una
enorme cantidad de precisa información sobre una ciencia
sin una base teórica que la unifique. Algo así como
si la Química no tuviera tabla periódica de los elementos.
Desde luego, si la máxima, no por repetida
menos certera, de T. Dobzansky: "Nada tiene sentido en Biología
si no es a la luz de la Evolución", se intentase aplicar
a los últimos descubrimientos, especialmente de la Genética
del Desarrollo, habríamos de concluir que, o bien estos descubrimientos
están equivocados, o bien es la Teoría evolutiva convencional
la errónea. Y dado que los primeros son datos constatables
y la segunda es sólo una teoría, parece que es ésta
la que necesita una profunda revisión.
No parece necesario recordar que, cuando en la primera
mitad de este siglo se establecieron las bases teóricas de
la Genética de Poblaciones (origen de la "Teoría
Sintética Moderna"), los conocimientos existentes sobre
los procesos y mecanismos genéticos eran muy limitados. Y
a pesar de que la concepción de la transmisión de
los caracteres según el tipo de herencia mendeliana era una
simplificación de unos procesos que hoy se saben mucho más
complejos, su modelo teórico encontraba serias dificultades
para explicar lo que los genetistas de poblaciones consideraban
el paso inicial para extrapolar los procesos microevolutivos a la
Evolución: la especiación. Y el "dilema de Haldane"
sigue siendo hoy un dilema, acentuado por la complejidad y estabilidad
de los mecanismos genéticos que actúan como barrera
interespecífica, pero que, sobre todo, ponen de manifiesto
la ausencia de relación existente entre los procesos microevolutivos
y la grandes reorganizaciones genéticas, estructurales y
funcionales que conlleva la Macroevolución. La conclusión
obvia es que lo que explica la Genética de Poblaciones es
exactamente eso: variabilidad de caracteres en el seno de las especies,
es decir, "genética de poblaciones", pero no Evolución.
En efecto, cada día son más los mecanismos
y procesos biológicos que tienen difícil encuadre
dentro de la Teoría Sintética: los elemento móviles
(transposones y retrotransposones), las secuencias repetidas, las
secuencias y proteínas reguladoras, los genes homeóticos...
y, especialmente, los eficaces mecanismos de control; tanto a nivel
celular, mediante un complejísimo sistema de proteínas
que "revisan" y reparan los errores de duplicación,
que controlan el correcto funcionamiento celular y que se autorregulan
entre sí, como en el desarrollo embrionario, por campos morfogenéticos
que coordinan con increíble precisión el proceso espacial
y temporal de la formación de tejidos y órganos, que
son también capaces de corregir accidentes y reconducir el
proceso.
La extremada precisión e interconexión
con que funcionan estos mecanismos, concede muy poco campo de acción
a la Selección Natural, actuando sobre mutaciones aleatorias,
para producir cambios en los organismos que impliquen realmente
evolución.
Parece necesaria, por tanto, la búsqueda de
un mecanismo alternativo que explique el origen de la compleja información
genética en que se basan las distintas propiedades morfológicas
y funcionales de los diferentes taxones.
Para ello, tendremos que proceder de un modo inverso
al habitual, es decir, en lugar de partir de un modelo "indiscutible"
e intentar encajar de un modo forzado lo nuevos datos, vamos a exponer
e interrelacionar éstos y tratar de deducir qué modelo
sugieren.
Para comenzar, recordemos otra máxima tan
consistente (y, al parecer, tan ignorada) como la antes mencionada
de Dobzansky: está tomada del libro "Life itself"
de Francis Crick: "Los hechos fundamentales de la Evolución,
son, a primera vista tan extraños, que sólo podrán
ser explicados mediante una hipótesis poco convencional."
Efectivamente, de "hechos fundamentales"
se pueden calificar la repentina aparición de las bacterias
en la Tierra, el origen de las células eucariotas, el de
los organismos multicelulares, la aparición de todos los
grandes taxones animales conocida como la "explosión
del Cámbrico", y los repentinos cambios de organización
animal y vegetal observados en el registro fósil. Todos ellos
resultan cada vez más difíciles de explicar en términos
de Selección Natural actuando sobre mutaciones individuales
y al azar, a medida que aumentan los conocimientos sobre la complejidad
y estabilidad de los procesos biológicos.
Especial atención merece uno de los pocos
procesos evolutivos que se pueden contar como científicamente
demostrados, tanto desde el punto de vista morfológico como
funcional: el origen de la célula eucariota, y por tanto
de los elementos constitutivos de los seres vivos. La "Teoría
endosimbionte" de Margulis y Sagan, es decir, la inclusión
de unas bacterias dentro de otras como origen de mitocondrias, cloroplastos
y microtúbulos, es aceptada de un modo general, aunque se
asume como un fenómeno de fagocitosis ocasional. No obstante
es posible otra explicación: si el fenómeno que podemos
considerar fundamental en la aparición de los eucariotas
se produjo como resultado de la integración de varios "sistemas
complejos", ¿no es posible que éste sea el mecanismo
evolutivo principal? De hecho la coherente conclusión a que
llegan Margulis y Sagan es que los seres vivos somos en realidad
agregados de bacterias más o menos modificadas.
Sin embargo, el siguiente "hecho fundamental",
la aparición de los organismos multicelulares, no consiste
simplemente en una "agregación" aleatoria de bacterias.
Para la formación de los distintos tejidos durante el desarrollo
es imprescindible la actuación de un programa embriológico,
por simple que sea, que coordine la proliferación y disposición
de las, ya de por sí, complejas células constituyentes.
Entonces, ¿con qué material genético, con qué
secuencias se pudo pasar de unas sencillas células eucariotas
a células especializadas capaces de generar distintos tejidos
y estructuras? y, sobre todo, ¿cómo pudo aparecer
por mucho tiempo que pasara la regulación coordinada de su
desarrollo embrionario? ¿por acumulación aleatoria
de "errores de copia" en las células eucariotas?
La frágil hipótesis de la duplicación y reorganización
(al azar y en un sólo individuo) de los componentes genéticos
iniciales para producir un organismo complejo es comparable con
que "El Quijote" pudiera surgir de la mezcla al azar de
las letras y las frases de un pequeño folleto. Parece evidente
que es necesario algún tipo de dirección, de control
que dé sentido y coordinación a las nuevas "frases".
Y el más espectacular ejemplo de esta necesidad
es el más sorprendente "hecho fundamental" de la
Evolución del que existen pruebas materiales irrefutables,
la llamada "explosión del Cámbrico". Aunque
datos recientes sitúan esta explosión en un período
anterior, el Ediacarense, lo cual lo hace aún más
inexplicable, por contar con menos tiempo desde el origen de la
vida, lo cierto es que, de una forma repentina y simultánea,
aparecen todos los grandes tipos de organización, todos los
grandes Phyla actuales; se han identificado espongiarios, equinodermos,
moluscos, poliquetos, onicóforos, artrópodos, e incluso
cefalocordados, antecesores, por tanto, de los vertebrados.
¿Cómo se puede explicar esta
súbita revolución que produjo estructuras tan complejas
como antenas, ojos, pinzas, patas articuladas, cubiertas rígidas,
conchas, caparazones, paletas natatorias, bocas y tubos digestivos?
Según S.J. Gould, "Si la Evolución
se produjese de la manera comúnmente admitida, es decir,
como resultado de la adaptación al ambiente mediante cambios
graduales, lo que encontraríamos inicialmente serían
unos pocos diseños generales y gran variabilidad (distintas
adaptaciones) dentro de cada uno de ellos. Sin embargo, encontramos
exactamente los contrario."
Pero esta contradicción con la teoría
ortodoxa no se produce sólo en estos dos "hechos fundamentales"
de la Evolución, sino también en todos los demás;
la aparición de los grandes taxones de vertebrados (peces,
anfibios, reptiles, aves y mamíferos) y vegetales (angiospermas
y gimnospermas) son igualmente repentinas e igualmente difíciles
de justificar mediante cambios graduales e individuales, ya que
las grandes remodelaciones de su organización, tanto morfológica
como genética, implican cambios simultáneos en muchos
caracteres interdependientes (para más amplia discusión,
ver "Lamarck y los mensajeros", Ed. Istmo). Como nos muestra
la Sistemática Cladística, esas repentinas apariciones
tienen una pauta semejante a la del "equilibrio puntuado"
de Gould y Elredge; los distintos grupos aparecen repentinamente,
con una cierta variabilidad entre ellos y a lo largo de su estancia
en la Tierra permanecen con pocos cambios (o con cambios no sustanciales)
hasta su extinción o nueva transformación brusca.
Estos son los hechos constatados en el registro fósil.
Y, dado que las mutaciones aleatorias y la posterior Selección
Natural no parecen jugar un papel relevante en estos fenómenos
(los que sobreviven durante los larguísimos períodos
de estasis son, simplemente, los individuos aptos, no "los
más aptos") habría que buscar un mecanismo genético
que justificase estas bruscas y complejas reorganizaciones.
Ese mecanismo ya se ha encontrado. En los últimos
diez años se han descubierto más de 350 secuencias
genéticas denominadas homeoboxes. Son grupos de genes que
controlan el desarrollo embrionario de distintos tejidos y órganos
tanto animales como vegetales (MADS-box).
Su función esencial es siempre la misma; la
activación de la transcripción de otros genes. Pero
lo más sorprendente es que son miembros de una misma familia
de genes que realizan una tarea similar en artrópodos, peces,
aves, y mamíferos. Se han identificado "homeoboxes"
para ojos, alas, oído, extremidades, órganos sexuales,
globinas, procesos de regulación, ejes del embrión,
gastrulación, etc.
Recientemente, ha sido publicado en la revista "Nature"
el hallazgo del control simultáneo del desarrollo de los
dedos y el sistema urogenital, incluido el pene, por parte de un
sistema HOX, en vertebrados. Este hallazgo (que al parecer, no pasó
de ser una fuente de chistes fáciles) tiene la enorme importancia
de aclarar la difícilmente explicable, en términos
neodarwinistas, transición del medio acuático al terrestre
con sus requerimientos en la locomoción y fertilización
interna.
Pero mantiene otra dificultad: el "monstruo
sin esperanza" producido por una "misteriosa" remodelación
genética individual, no tendría pareja con la que
acoplarse (crítica que, en su tiempo se hizo a R. Goldschmidt,
cuando tuvo el atrevimiento de sugerir que la Macroevolución
tenía que estar asociada a "macromutaciones" de
efecto instantáneo). Es, por tanto, necesario un mecanismo
que haga posible que esta amplia remodelación genética
se produzca, simultáneamente, en un número suficiente
de individuos (con sus diferentes caracteres sexuales apropiados)
que haga viable su reproducción.
Pues bien, también existe ese mecanismo; el
astrónomo galés Alfred Hoyle, publicó en 1982
un cuadernillo titulado "Evolution from Space" en el que
especulaba sobre la posibilidad de que la capacidad de los virus
de integrarse en los genomas de los seres vivos y permanecer en
ellos en forma de "provirus", podría ser un mecanismo
de adquisición de secuencias complejas de genes disponibles
para su eventual uso, como respuesta a cambios ambientales. Aunque
su propuesta fue ignorada, cuando no ridiculizada, por algunos biólogos
"ortodoxos", lo cierto es que daría respuesta a
los problemas planteados anteriormente. Es decir, sería la
"hipótesis poco convencional" que explicaría
los extraños "hechos fundamentales" de la Evolución.
¿Existen datos que permitan considerar
seriamente esta hipótesis? Veamos algunos: en los últimos
años, los estudios moleculares de los genomas animales y
vegetales están arrojando resultados sorprendentes. En todos
ellos se han identificado abundantes secuencias de ADN que son "virus
endógenos". La mayoría se consideran derivados
de virus exógenos que "infectaron" las diversas
especies en el pasado, y que se han convertido en endógenos
mediante la inserción en células germinales. Algunas
han sufrido mutaciones, aunque todavía es posible relacionarlas
con virus actuales. Al haber perdido sus zonas terminales han perdido
su capacidad de salir de su zona de inserción. Pero otras,
que no la han perdido, están en forma de elementos móviles
o elementos transponibles que, en algunos casos, como el retroelemento
Gypsy de Drosophila, son capaces de reconstruir su cápsida
y reinfectar de nuevo.
La cantidad de ADN de origen viral aumenta constantemente
(intrones, secuencias repetidas, etc.) Pero, lo más informativo
son sus aspectos funcionales: los elementos móviles, mediante
cambios de localización y duplicaciones, producen reordenamientos
cromosómicos y cambios en la expresión y regulación
génica, en genes relacionados con la histocompatibilidad,
con las alfaglobulinas, con la activación de "oncogenes",...
Incluso transposones transmitidos por bacterias producen en animales
y plantas cambios en células germinales, que transforman
la proporción de sexos de la descendencia, de modo que hasta
el 90% de ella son hembras. Se ha podido comprobar, tanto en insectos
como en plantas, que este fenómeno se produce como respuesta
a condiciones ambientales adversas y, por cierto, explicaría
el fenómeno de "feminización" observado
recientemente en peces y cocodrilos.
En cuanto a los virus endógenos claramente
reconocidos, se expresan, entre muchas otras, en funciones tan significativas
como las siguientes: partículas retrovirales defectivas son
las responsables de los mecanismos de "impronta" paterna
y materna que hacen posible la placentación. Otros antígenos
de origen retroviral se han encontrado implicados en el proceso
de diferenciación de células trofoblásticas
de la placenta humana... En conjunto, más de mil secuencias
génicas, perfectamente conocidas, que se expresan en 37 tejidos
humanos, se han identificado como correspondientes a retrovirus
endógenos. Se expresan como parte constituyente en cerebro,
embrión, pulmón, riñón, etc. (Para bibliografia,
ver el artículo "Teoría Sintética: crisis
y revolución" Arbor, nº 623-624).
Cada día se acumulan nuevos datos sobre actividades
de virus endógenos. El problema es que raramente se interrelacionan
y, sobre todo nunca se intentan situar en un contexto evolutivo,
que sería la forma de comprender el significado de su presencia
en los genomas.
Por si los siguientes datos pueden dar una pista
a este respecto, diremos que en el embrión de Drosophila
se han identificado 15 secuencias retrovirales implicadas en el
control espacial y temporal del desarrollo de distintos tejidos.
Pero si esta secuencia lineal de argumentos no resulta
suficientemente indicativa, hagamos el último esfuerzo por
interrelacionar simultáneamente (aunque el "esquema
mental" resulte algo "enmarañado") los problemas
evolutivos (los hechos fundamentales), los descubrimentos de la
Genética del desarrollo, y las propiedades y características
de las secuencias de origen viral. El resultado es un modelo evolutivo
que tiene poco (o nada) que ver con la teoría convencional.
Si las amplias remodelaciones genéticas que nos evidencian
los genes homeóticos (y que concuerdan con los datos paleontológicos)
necesitan de un mecanismo que haga posible su aparición simultánea
en varios individuos, y si los virus (ADN y ARN) tienen, tanto propiedades
infectivas como de integración en los genomas y tienen actividades
funcionales y de regulación en el desarrollo embrionario,
la conclusión parece clara: la complejidad e interdependencia
de los procesos genéticos, celulares, embriológicos,...
no parece muy compatible con mutaciones aleatorias y errores de
copia como mecanismo de cambio evolutivo. Sería la "integración
de sistemas complejos" (recordemos el origen de la célula
eucariota), la interacción de unidades (bacterias y virus)
el mecanismo fundamental de este cambio.
Esta conclusión puede resultar sorprendente,
pero, lo cierto, es que los descubrimientos de la Genética
del desarrollo son realmente sorprendentes. Si la familia de genes
HOX que controla el desarrollo del ojo es prácticamente idéntica
en artrópodos y hombre y el tipo tan diferente de ojo se
produce en función de mecanismos específicos de regulación,
está claro que la asociación de frecuencias génicas
con Evolución no tiene sentido, pero, sobre todo, también
está claro que estas secuencias estaban presentes en la Tierra,
al menos desde el Precámbrico.
El significado de estos hechos es inquietante, pero
al mismo tiempo, muy estimulante para la Biología. Nos encontramos
con fenómenos que desafían nuestras más arraigadas
convicciones. Parece que va a ser necesario un esfuerzo de los biólogos
para abandonar los viejos conceptos de azar y competencia, de hondas
raíces culturales (incluso ideológicas) y construir
una nueva Biología que aporte otras respuestas a los mecanismos
y problemas fundamentales de la vida.
Porque las consecuencias no son solamente de tipo
"filosófico", ya que estas respuestas nos permitirían
plantearnos nuevas preguntas sobre algunos de los más graves
problemas a que se enfrenta le Humanidad:
¿No es posible que manipulaciones como
la elaboración de vacunas con sangre entera de mono sea el
origen de los extraños "virus híbridos"
del SIDA por activación de virus endógenos?
¿No es posible que los tratamientos
con antirretrovirales de amplio espectro, o mezclas de ellos, a
enfermos (o seropositivos) de SIDA dañen secuencias retrovirales
que actúan normalmente en diversos órganos, acelerando
su muerte?
¿No es posible que los xenotransplantes
estén introduciendo en el hombre secuencias específicas
de órganos animales cuya activación e hibridación
con virus humanos puedan tener repercusiones de alcance imprevisible?
Y, finalmente, ¿no es posible que los oncogenes
(grupos de genes sin sentido evolutivo) sean, en realidad secuencias
de origen viral (los "oncovirus", considerados casos excepcionales),
cuya función sea actuar sobre la diferenciación y
proliferación de un tejido celular concreto, y que la proliferación
celular cancerosa sea el resultado de la activación de dichas
secuencias en un momento inadecuado?
Las respuestas a estas preguntas pondrían
de manifiesto la necesidad de un cambio de actitud en la visión
científica de los fenómenos naturales, pero sobre
todo, la necesidad de prudencia y respeto ante fenómenos
que la Ciencia se ha lanzado a manipular antes de comprenderlos
realmente.
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